Roy Barreras: “Sí hemos cumplido... pero hay que estar alerta”
Entrevista humana y también política con el presidente del Congreso, aquejado por un cáncer de vías digestivas diagnosticado recientemente. Se refiere a su lucha tranquila por su salud mientras batalla, en el Capitolio por las reformas del “cambio” del gobierno Petro. Reconoce que abundan los insultos en el Capitolio, que ha habido contradicciones en el Ejecutivo y que su “lanzamiento” de Vargas Lleras fue un acto de provocación, no de admiración.
Usted ha confirmado que se retirará del Congreso en julio del año entrante, es decir, al término de su presidencia en esa corporación. ¿Su despedida, en esa fecha, es un hecho o su decisión podría variar dependiendo del efecto de los tratamientos médicos?
Confío en poderles cumplir, tanto al presidente Petro como a los colombianos, mediante la aprobación de las reformas del “cambio” con los consensos necesarios para que sean viables, profundos y sensatos. Este semestre fue muy productivo con las primeras aprobadas y, en el próximo, vendrán las de corte social: salud, laboral, pensiones y, además, la ley de sometimiento de bandas criminales. Se adelantará también la segunda vuelta para la jurisdicción agraria y la reforma política. Es un paquete enorme en una legislatura tan corta. Por eso le he pedido al Gobierno que recorte el receso y que convoque a sesiones extras a partir de febrero. Cumplida esa tarea, y al terminar mi presidencia, les haré caso a mis hijos y, Dios mediante, me retiraré del Congreso. Espero no tener que hacerlo antes si el cuerpo me lo permite.
Disculpe que insista en su estado de salud, pero, siendo usted una figura política central, es asunto de interés público: ha enfrentado con gran valor el diagnóstico de cáncer y su tratamiento. Pero ni lo uno ni lo otro parecen haber afectado sus intensos horarios de trabajo, menos su ánimo. ¿Es fuerza de voluntad, sentido de responsabilidad o una especie de inmunidad biológica y psicológica?
Lo que usted llama “inmunidad psicológica” proviene de la fe. Tengo la absoluta convicción de una vida trascendente. Creo en un Dios amoroso y, por lo tanto, no le temo a la muerte, un encuentro aplazado con otra dimensión que no conocemos, pero que conoceremos. Tampoco se trata de coraje: soy muy flojo. Y le tengo miedo al dolor, pero para eso hay analgésicos. Mi tratamiento va bien y espero, si Dios quiere, ganar esta batalla.
Sabemos que la muerte es inexorable. Pero una cosa es tener esa certeza, y otra la sospecha de su supuesta cercanía. ¿Lo atormenta esta posibilidad?
No me atormenta, pero me he ocupado del asunto: reorganicé mi vida y me fui a vivir al lado de mis hijos menores. Ellos madrugaron, conmigo, los 30 días de la quimiorradioterapia y desayunamos juntos. Eliminé los factores de estrés con una fórmula simple: si te gusta tu trabajo, ¡gózatelo! A mí me gusta resolver cosas, construir soluciones. Eso hago. La vida debe tener propósito para que valga la pena luchar por ella.
A propósito de reorganizar su vida, también ha dicho que desearía llegar a Portugal -tal vez como embajador- para dedicarse a leer y escribir. ¿Es cierto que se dedicaría a la literatura o repensaría este camino si saliera adelante de su reto de salud?
Realmente quisiera vivir en Portugal estudiando a Camões, a Pessoa, a Saramago. Tengo una maestría en Llteratura y quisiera dedicarme a escribir en serio, no por hobby. Le aseguro que, para mí, son más emocionantes las letras que hacer política. Esta es necesaria, pero es un oficio ingrato. Pregunto: ¿alguien se acuerda de quién fue presidente de El Salvador o de Honduras en 1946? Pero, en cambio, todo el mundo sabe quiénes son Miguel Ángel Asturias o Gabriel García Márquez. El arte perdura y nos hace más humanos.
Esa es una transformación fuerte en un ser político como ha sido usted. Hace 5, 7 u 8 años, ¿hubiera imaginado que les daría este giro a su vida y oficio?
No hace cinco u ocho años sino hace más de veinte que he querido dedicarme a la literatura. Publiqué mi primera novela en 2003. Se llamaba Polvo eres y en polvo te convertirás. Era una historia ficticia pero basada en la realidad. El polvo es la cocaína y el polvo, las cenizas después de la muerte. Así que la lectura y la escritura constituyen mi vocación. Lo que pasa es que la aplacé durante mucho tiempo.
Pensando en el presente y en sus obligaciones de hoy: llega a término el primer semestre de la actual legislatura, en que la mayoría de las fuerzas políticas están al lado del también primer gobierno de izquierda en Colombia. El Pacto Histórico y la administración Petro, ¿han cumplido sus promesas? ¿Cuánto les quedó faltando?
Dije el 20 de julio, en mi posesión, que con el apoyo de la coalición gubernamental, a la que agradezco su compromiso con el cambio, aprobaríamos el paquete de reformas presentado por el Ejecutivo. Sí hemos cumplido: además de la reforma tributaria y las otras mencionadas, aprobamos el Tratado de Escazú, congelado durante cuatro años en el gobierno Duque; la Ley 418 o de “paz total”, en su primera vuelta; la creación del Ministerio de la Igualdad y el semestre que viene, todas las de corte social, como dije. El cambio va en serio.
Pero hay otras promesas de campaña que han suavizado o abandonado por fuerza de la realidad o de la concertación. Por ejemplo, echaron para atrás algunos impuestos importantes en la reforma tributaria que parecían inamovibles, han titubeado en los tiempos, mensajes y métodos para “despetrolizar” la economía y han caído en la llamada “mermelada”.
Lamenté no haber podido lograr que se aprobara el impuesto a los negocios secundarios de las iglesias, pero la prioridad era la totalidad de la reforma antes que la particularidad; creo que, en el camino de las “despetrolización”, hay una ruta de transición que no se recorre en 15 minutos, sino en 15 años. Y, sobre la “mermelada”, lo que esta implica es una discusión de varios siglos. En todas las democracias los partidos que triunfan en las elecciones gobiernan. Aquí eso parece extraño y lo critican. Defiendo la participación en el Ejecutivo de todos los integrantes de la coalición.
La oposición se queja de que enfrenta una aplanadora petrista y de falta de garantías en los debates del Congreso, por lo que ha optado por retirarse de algunas sesiones. ¿Usted ha ejercido con equilibrio la presidencia del Senado?
¡Qué ironía! Hay que recordar la forma en que fuimos atropellados cuando éramos oposición al gobierno Duque. Acuérdese de cómo abusaron de la virtualidad en el Congreso eunuco de la pandemia. A la gente la dejaban haciendo muecas desesperadas en las pantallas porque no le habilitaban, ni siquiera el sonido. Ahora quienes más hablan son los del Centro Democrático y han tenido todas las garantías. En este Gobierno y en esta bancada progresista nos gusta el debate. Además, déjeme decirle algo con mayúsculas: no se me olvida que hay que cumplirles a los más de 11 millones de electores que votaron por nosotros. Y tampoco que debemos escuchar a los más de 10 millones de ciudadanos que votaron en contra y que tienen derecho a ser oídos.
Sus enfrentamientos con una de las más estruendosas voceras de la oposición, senadora María Fernanda Cabal, se han vuelto personales más que políticos. ¿Picó el anzuelo que ella le lanzó o cree que es necesario responderle casi en el mismo tono insultante, pese a que usted representa, hoy por hoy, la institucionalidad del Congreso?
Le soy franco: María Fernanda me divierte. Lo digo con respeto. Sus salidas extremas permiten un claro contraste entre una visión humanista, progresista y demoliberal (democracia liberal), frente a la mirada extrema de la derecha. Hace poco la senadora Cabal dijo que la igualdad social es “una fantasía revolucionaria” y que insistir en que todos seamos iguales “es un imposible, incluso biológico”. También aseguró que los miembros del Pacto Histórico queríamos que los colombianos fueran gais. ¡Hágame el favor la exclusión y el estigma! Realmente me gustaría que María Fernanda fuera la candidata presidencial de la derecha en 2026. Las comparaciones serían evidentes.
¿Por qué? ¿Cree que si ella fuera candidata presidencial sería más fácil ganarles a los partidos de derecha y extrema derecha?
Sin ninguna duda. Colombia no votará por extremismos, sino por gobiernos sensatos y seguros.
Habrá que verlo. Las frases ofensivas y extremistas de la senadora Cabal pueden ser muy eficientes, electoralmente hablando. ¿Cómo la puede enfrentar sin caer en el insulto que a ella le sirve, pero a usted no?
La senadora Cabal es parte de una tendencia global de extrema derecha: Polonia, Hungría, el Brasil de Bolsonaro, Trump y sus atropellos a la democracia en Estados Unidos. En Italia acaba de ganar una “cabal” y, nada menos que en Suecia, creció el extremismo de derecha ¡un 20 por ciento! Sume los ultraconservadores de Vox, en España, o los supremacistas blancos, en Texas. No puede minimizarse esa tendencia. Los modelos autoritarios siembran miedo y rabia, y cabalgan sobre las frustraciones naturales en las democracias. Hay que estar alerta y, como dice Steven Pinker en su libro Defender la ilustración, estar listos a defender “la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso”.
No obstante usted, abanderado, en esta época del progresismo, saca, como del sombrero de un mago, a Germán Vargas Lleras como el gran candidato a la Alcaldía de Bogotá, siendo este un vocero de la clase política tradicional y de derechas y, por si fuera poco, jefe de Cambio Radical, partido de oposición. ¿Por qué se le ocurrió hacer esa propuesta que ni en chiste parece quedar bien?
Por la misma razón que propongo a María Fernanda Cabal como aspirante presidencial: me parece útil que estén claros los nombres de los candidatos de la derecha que debemos enfrentar para que el Pacto Histórico despierte y decida, ya, quiénes son sus candidatos para el año entrante, especialmente el o la aspirante a la Alcaldía de Bogotá. En mi opinión, habría que pensar en un parlamentario con presencia en la capital como, por ejemplo, Gustavo Bolívar, María José Pizarro, David Rasero o la propia Clara López, quien ya fue alcaldesa (e).
Entonces su mención a Germán Vargas no era un lanzamiento ni un gesto admirativo, sino un dardo con veneno...
Considérelo una provocación.
Las peleas y agresiones entre congresistas no son exclusivas de Cabal. El senador Bolívar vive agarrado con Miguel Uribe y la senadora Paloma Valencia parece que paga por encontrar contendor. Ese tono dista mucho de ser el de una confrontación inteligente. ¿Los elegidos para el actual Congreso han rebajado el debate?
No lo creo. Todo lo contrario: a pesar de algunas voces disonantes, cuyo única arma es la agresión, el debate de fondo ha mejorado. No había un gran nivel en el Congreso de “las jugaditas” de Macías o en el de la “chambonería” del que se hacía llamar “Manguito”. Ahora está presente una veintena de líderes y lideresas que se formó en la defensa de los derechos humanos y el medio ambiente. Incluso, en cuanto a miembros de la oposición, yo destacaría a Paloma Valencia, David Luna, la propia Cabal, Ciro Rodríguez y Carlos Meisel. Estoy en desacuerdo con todo lo que dicen, pero por lo menos se esfuerzan por llenar el vacío que dejó Uribe en su sector.
Bueno, si uno compara el tono de Macías o el del tal “Manguito” con el de quien se apellida Polo Polo, la distancia es ninguna. En general, la oposición le hace un favor a Petro con sus críticas insustanciales, repito, más de forma que de fondo, y más de gritos que de argumentos...
Sí podría decirse que a “Manguito” lo reemplazó Polo Polo, pero espero que, por bien de la democracia, la oposición crezca en argumentos y haga propuestas en lugar de insultos, calumnias y descalificaciones. Recientemente la senadora Cabal acusó a la senadora Gloria Flórez de espionaje. Y la puso en grave riesgo.
Del lado de la coalición se presenta algo similar: los miembros de la alianza gubernamental se pelean entre sí y se dividen respecto de proyectos de ley y prioridades. ¿Qué está sucediendo? ¿Falta un coordinador, hay escasez de “mermelada” o no hay identidad con las políticas oficiales?
No hay tal. El Pacto es un proyecto político que obedece a un mandato popular de cambio. Y, ¿cuál cambio? El de un país más justo, en paz y con un Estado presente para garantizar derechos y oportunidades. Es la primera vez, en 200 años, que la izquierda democrática gobierna. Después de vidas enteras de activismo, no es fácil modificar el “chip” mental y entender que ahora se es parte de un programa de gobierno; que hay que pasar de la protesta a la propuesta y a la acción. Y que para gobernar hay que concertar con quienes votaron y no votaron por nosotros. No es hora de la trinchera, sino de la vanguardia en la ejecución.
Entonces, sí es necesario ajustar las fuerzas oficiales...
Hay que hacer ajustes en la comunicación interna y externa del Pacto Histórico. Y hay que asumirse como partido de gobierno olvidándose de los antiguos bloques de activistas.
También se habla de divisiones entre los mismos miembros del Ejecutivo ¿Es cierta o falsa esa versión? Por ejemplo, se dice que hay separación de unos poquísimos funcionarios en los que el presidente confía frente al resto, con el que nunca se comunica; o entre el propio mandatario y su vicepresidenta Francia Márquez para no mencionar sino unos casos.
Se dicen muchas cosas, la mayoría, fantasías o noticias falsas. Los malintencionados llenan los vacíos de comunicación con rumores. Puedo asegurarle que el presidente Petro habla con todos sus ministros, que les “tira línea” e, incluso, que los regaña cuando les exige resultados. La relación de él con la vicepresidenta es de genuino afecto. Tal vez, la sensación de división se debió a algunas contradicciones, en las primeras semanas del Gobierno, de unos ministros que parecían ruedas sueltas. Le aseguro que esas “ruedas” ya se alinearon y están andando a toda marcha. Apenas llevamos cuatro meses de la actual administración, o sea, 120 días, y se ha hecho mucho ¡Téngannos fe! ¿Qué tal el restablecimiento de relaciones con Venezuela o la reanudación de los diálogos con el Eln, al tiempo que aprobábamos las reformas en el Congreso?
La primera moción de censura a un miembro del gabinete Petro se debatió la semana que acaba de terminar con el intento de sacar a la ministra de Minas, Irene Vélez, en la Cámara de Representantes. Es temprano para una censura. Sin embargo, ¿ella ha dado pie para que la critiquen tan duramente?
Permítame ser claro: ninguna persona obtiene un doctorado en una de las más exigentes universidades europeas si no cuenta con una inteligencia notable. Con mayor mérito en el caso de ella si se considera el machismo imperante en Colombia que aplasta las oportunidades de las mujeres. Es obvio que Irene Vélez es capaz. Le cobraron su inexperiencia frente a los medios en una cartera muy difícil. Pero ella ha venido calibrando sus declaraciones y el Gobierno, como un todo, avanza en la generación de confianza respecto del tema de la industria minero-energética. Le anticipo que el Congreso no aprobará la moción de censura para la ministra Vélez en la votación que está programada, en la Cámara, para este martes. Para ser franco, me preocupan más los silencios de la ministra de Ambiente que las declaraciones de la de Minas.
¿Qué quiere decir? ¿A cuáles silencios de Susana Muhamad se refiere?
Pongo un ejemplo: la transición a las energías limpias depende de la minería: necesitamos níquel, litio, vanadio. La hipótesis de que todo lo que implica minería es maligno es una presunción que puede frenar la economía y hasta la propia transición energética. Me parece importante saber qué plantea la ministra de Ambiente sobre cómo hacer compatible el desarrollo minero-energético con la protección de la naturaleza sin descalificar, de antemano, la riqueza minera colombiana.
“El debate no ha sido contra el Código sino contra el Registrador”
Muchas sospechas ha despertado el afán por hacer aprobar la reforma al Código Electoral. Incluso usted ha urgido su debate ¿Por qué tanto interés?
Las normas electorales vigentes fueron escritas hace 40 años. Su actualización es perentoria. El gran error consistió en contaminar el Código original con un centenar de artículos nuevos que la gente no conocía. En mi opinión, habría que aprobar el que ya hizo curso, con amplio consenso, en el Congreso del cuatrienio pasado, eliminando todos esos artículos. Pero no puede ocurrir que sigamos con las mismas viejas normas por un debate de coyuntura y que, por eso, se trabe la modernización del sistema.
Pero, ¿por qué a un año de que se celebren las elecciones regionales?
Sin el mensaje de urgencia, el nuevo Código Electoral no aplicaría para el 2023. Pero nosotros tenemos el compromiso de aprobar, en el primer año, las reformas que mejoren la democracia. Sin duda, se necesita ese nuevo Código que, además, repito, fue aprobado hace cuatro años. Y aunque la Corte Constitucional lo tumbó por un vicio de procedimiento, hoy podemos subsanarlo. El debate, ahora, no ha sido realmente contra el Código sino contra el Registrador Nacional. Pero no se puede sacrificar una reforma por las críticas contra de un funcionario.
Mesa de negociación: ¿Un “sancocho nacional”?
¿Usted tendrá un papel en la actual mesa de negociación con el ELN?
El señor presidente y el alto comisionado tuvieron la generosidad de invitarme a ser parte de la delegación del Gobierno pero mi responsabilidad con la agenda legislativa, y las sesiones de quimioterapia que irán hasta abril, no me permitieron aceptar. Cuando pase al otro lado (quiero decir, curado) estaré listo a ayudar.
¿Cómo califica el grupo de negociadores del Gobierno? Con respeto, parece un “sancocho ideológico nacional”.
El “sancocho nacional” somos todos. Aun no tengo clara la totalidad de los integrantes de la mesa aunque me han dicho que serán 16 de cada lado: muchos. De otra parte, los negociadores del Gobierno no deben olvidar que son voceros de este, y que están ahí para defender las instituciones. En cualquier tarea en que se represente al Estado, hay que tener claro que uno no puede ser activista y gobierno a la vez.
¿A quiénes se refiere como “activistas”? ¿Critica las declaraciones de algunos?
No me refiero a sus declaraciones sino a sus militancias anteriores. Cuando se sienten a la mesa, no podrán ser promotores de ideologías sino representantes del Estado.
Incluye, entre los “promotores de una ideología” a José Félix Lafaurie?
A todos.
Usted ha confirmado que se retirará del Congreso en julio del año entrante, es decir, al término de su presidencia en esa corporación. ¿Su despedida, en esa fecha, es un hecho o su decisión podría variar dependiendo del efecto de los tratamientos médicos?
Confío en poderles cumplir, tanto al presidente Petro como a los colombianos, mediante la aprobación de las reformas del “cambio” con los consensos necesarios para que sean viables, profundos y sensatos. Este semestre fue muy productivo con las primeras aprobadas y, en el próximo, vendrán las de corte social: salud, laboral, pensiones y, además, la ley de sometimiento de bandas criminales. Se adelantará también la segunda vuelta para la jurisdicción agraria y la reforma política. Es un paquete enorme en una legislatura tan corta. Por eso le he pedido al Gobierno que recorte el receso y que convoque a sesiones extras a partir de febrero. Cumplida esa tarea, y al terminar mi presidencia, les haré caso a mis hijos y, Dios mediante, me retiraré del Congreso. Espero no tener que hacerlo antes si el cuerpo me lo permite.
Disculpe que insista en su estado de salud, pero, siendo usted una figura política central, es asunto de interés público: ha enfrentado con gran valor el diagnóstico de cáncer y su tratamiento. Pero ni lo uno ni lo otro parecen haber afectado sus intensos horarios de trabajo, menos su ánimo. ¿Es fuerza de voluntad, sentido de responsabilidad o una especie de inmunidad biológica y psicológica?
Lo que usted llama “inmunidad psicológica” proviene de la fe. Tengo la absoluta convicción de una vida trascendente. Creo en un Dios amoroso y, por lo tanto, no le temo a la muerte, un encuentro aplazado con otra dimensión que no conocemos, pero que conoceremos. Tampoco se trata de coraje: soy muy flojo. Y le tengo miedo al dolor, pero para eso hay analgésicos. Mi tratamiento va bien y espero, si Dios quiere, ganar esta batalla.
Sabemos que la muerte es inexorable. Pero una cosa es tener esa certeza, y otra la sospecha de su supuesta cercanía. ¿Lo atormenta esta posibilidad?
No me atormenta, pero me he ocupado del asunto: reorganicé mi vida y me fui a vivir al lado de mis hijos menores. Ellos madrugaron, conmigo, los 30 días de la quimiorradioterapia y desayunamos juntos. Eliminé los factores de estrés con una fórmula simple: si te gusta tu trabajo, ¡gózatelo! A mí me gusta resolver cosas, construir soluciones. Eso hago. La vida debe tener propósito para que valga la pena luchar por ella.
A propósito de reorganizar su vida, también ha dicho que desearía llegar a Portugal -tal vez como embajador- para dedicarse a leer y escribir. ¿Es cierto que se dedicaría a la literatura o repensaría este camino si saliera adelante de su reto de salud?
Realmente quisiera vivir en Portugal estudiando a Camões, a Pessoa, a Saramago. Tengo una maestría en Llteratura y quisiera dedicarme a escribir en serio, no por hobby. Le aseguro que, para mí, son más emocionantes las letras que hacer política. Esta es necesaria, pero es un oficio ingrato. Pregunto: ¿alguien se acuerda de quién fue presidente de El Salvador o de Honduras en 1946? Pero, en cambio, todo el mundo sabe quiénes son Miguel Ángel Asturias o Gabriel García Márquez. El arte perdura y nos hace más humanos.
Esa es una transformación fuerte en un ser político como ha sido usted. Hace 5, 7 u 8 años, ¿hubiera imaginado que les daría este giro a su vida y oficio?
No hace cinco u ocho años sino hace más de veinte que he querido dedicarme a la literatura. Publiqué mi primera novela en 2003. Se llamaba Polvo eres y en polvo te convertirás. Era una historia ficticia pero basada en la realidad. El polvo es la cocaína y el polvo, las cenizas después de la muerte. Así que la lectura y la escritura constituyen mi vocación. Lo que pasa es que la aplacé durante mucho tiempo.
Pensando en el presente y en sus obligaciones de hoy: llega a término el primer semestre de la actual legislatura, en que la mayoría de las fuerzas políticas están al lado del también primer gobierno de izquierda en Colombia. El Pacto Histórico y la administración Petro, ¿han cumplido sus promesas? ¿Cuánto les quedó faltando?
Dije el 20 de julio, en mi posesión, que con el apoyo de la coalición gubernamental, a la que agradezco su compromiso con el cambio, aprobaríamos el paquete de reformas presentado por el Ejecutivo. Sí hemos cumplido: además de la reforma tributaria y las otras mencionadas, aprobamos el Tratado de Escazú, congelado durante cuatro años en el gobierno Duque; la Ley 418 o de “paz total”, en su primera vuelta; la creación del Ministerio de la Igualdad y el semestre que viene, todas las de corte social, como dije. El cambio va en serio.
Pero hay otras promesas de campaña que han suavizado o abandonado por fuerza de la realidad o de la concertación. Por ejemplo, echaron para atrás algunos impuestos importantes en la reforma tributaria que parecían inamovibles, han titubeado en los tiempos, mensajes y métodos para “despetrolizar” la economía y han caído en la llamada “mermelada”.
Lamenté no haber podido lograr que se aprobara el impuesto a los negocios secundarios de las iglesias, pero la prioridad era la totalidad de la reforma antes que la particularidad; creo que, en el camino de las “despetrolización”, hay una ruta de transición que no se recorre en 15 minutos, sino en 15 años. Y, sobre la “mermelada”, lo que esta implica es una discusión de varios siglos. En todas las democracias los partidos que triunfan en las elecciones gobiernan. Aquí eso parece extraño y lo critican. Defiendo la participación en el Ejecutivo de todos los integrantes de la coalición.
La oposición se queja de que enfrenta una aplanadora petrista y de falta de garantías en los debates del Congreso, por lo que ha optado por retirarse de algunas sesiones. ¿Usted ha ejercido con equilibrio la presidencia del Senado?
¡Qué ironía! Hay que recordar la forma en que fuimos atropellados cuando éramos oposición al gobierno Duque. Acuérdese de cómo abusaron de la virtualidad en el Congreso eunuco de la pandemia. A la gente la dejaban haciendo muecas desesperadas en las pantallas porque no le habilitaban, ni siquiera el sonido. Ahora quienes más hablan son los del Centro Democrático y han tenido todas las garantías. En este Gobierno y en esta bancada progresista nos gusta el debate. Además, déjeme decirle algo con mayúsculas: no se me olvida que hay que cumplirles a los más de 11 millones de electores que votaron por nosotros. Y tampoco que debemos escuchar a los más de 10 millones de ciudadanos que votaron en contra y que tienen derecho a ser oídos.
Sus enfrentamientos con una de las más estruendosas voceras de la oposición, senadora María Fernanda Cabal, se han vuelto personales más que políticos. ¿Picó el anzuelo que ella le lanzó o cree que es necesario responderle casi en el mismo tono insultante, pese a que usted representa, hoy por hoy, la institucionalidad del Congreso?
Le soy franco: María Fernanda me divierte. Lo digo con respeto. Sus salidas extremas permiten un claro contraste entre una visión humanista, progresista y demoliberal (democracia liberal), frente a la mirada extrema de la derecha. Hace poco la senadora Cabal dijo que la igualdad social es “una fantasía revolucionaria” y que insistir en que todos seamos iguales “es un imposible, incluso biológico”. También aseguró que los miembros del Pacto Histórico queríamos que los colombianos fueran gais. ¡Hágame el favor la exclusión y el estigma! Realmente me gustaría que María Fernanda fuera la candidata presidencial de la derecha en 2026. Las comparaciones serían evidentes.
¿Por qué? ¿Cree que si ella fuera candidata presidencial sería más fácil ganarles a los partidos de derecha y extrema derecha?
Sin ninguna duda. Colombia no votará por extremismos, sino por gobiernos sensatos y seguros.
Habrá que verlo. Las frases ofensivas y extremistas de la senadora Cabal pueden ser muy eficientes, electoralmente hablando. ¿Cómo la puede enfrentar sin caer en el insulto que a ella le sirve, pero a usted no?
La senadora Cabal es parte de una tendencia global de extrema derecha: Polonia, Hungría, el Brasil de Bolsonaro, Trump y sus atropellos a la democracia en Estados Unidos. En Italia acaba de ganar una “cabal” y, nada menos que en Suecia, creció el extremismo de derecha ¡un 20 por ciento! Sume los ultraconservadores de Vox, en España, o los supremacistas blancos, en Texas. No puede minimizarse esa tendencia. Los modelos autoritarios siembran miedo y rabia, y cabalgan sobre las frustraciones naturales en las democracias. Hay que estar alerta y, como dice Steven Pinker en su libro Defender la ilustración, estar listos a defender “la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso”.
No obstante usted, abanderado, en esta época del progresismo, saca, como del sombrero de un mago, a Germán Vargas Lleras como el gran candidato a la Alcaldía de Bogotá, siendo este un vocero de la clase política tradicional y de derechas y, por si fuera poco, jefe de Cambio Radical, partido de oposición. ¿Por qué se le ocurrió hacer esa propuesta que ni en chiste parece quedar bien?
Por la misma razón que propongo a María Fernanda Cabal como aspirante presidencial: me parece útil que estén claros los nombres de los candidatos de la derecha que debemos enfrentar para que el Pacto Histórico despierte y decida, ya, quiénes son sus candidatos para el año entrante, especialmente el o la aspirante a la Alcaldía de Bogotá. En mi opinión, habría que pensar en un parlamentario con presencia en la capital como, por ejemplo, Gustavo Bolívar, María José Pizarro, David Rasero o la propia Clara López, quien ya fue alcaldesa (e).
Entonces su mención a Germán Vargas no era un lanzamiento ni un gesto admirativo, sino un dardo con veneno...
Considérelo una provocación.
Las peleas y agresiones entre congresistas no son exclusivas de Cabal. El senador Bolívar vive agarrado con Miguel Uribe y la senadora Paloma Valencia parece que paga por encontrar contendor. Ese tono dista mucho de ser el de una confrontación inteligente. ¿Los elegidos para el actual Congreso han rebajado el debate?
No lo creo. Todo lo contrario: a pesar de algunas voces disonantes, cuyo única arma es la agresión, el debate de fondo ha mejorado. No había un gran nivel en el Congreso de “las jugaditas” de Macías o en el de la “chambonería” del que se hacía llamar “Manguito”. Ahora está presente una veintena de líderes y lideresas que se formó en la defensa de los derechos humanos y el medio ambiente. Incluso, en cuanto a miembros de la oposición, yo destacaría a Paloma Valencia, David Luna, la propia Cabal, Ciro Rodríguez y Carlos Meisel. Estoy en desacuerdo con todo lo que dicen, pero por lo menos se esfuerzan por llenar el vacío que dejó Uribe en su sector.
Bueno, si uno compara el tono de Macías o el del tal “Manguito” con el de quien se apellida Polo Polo, la distancia es ninguna. En general, la oposición le hace un favor a Petro con sus críticas insustanciales, repito, más de forma que de fondo, y más de gritos que de argumentos...
Sí podría decirse que a “Manguito” lo reemplazó Polo Polo, pero espero que, por bien de la democracia, la oposición crezca en argumentos y haga propuestas en lugar de insultos, calumnias y descalificaciones. Recientemente la senadora Cabal acusó a la senadora Gloria Flórez de espionaje. Y la puso en grave riesgo.
Del lado de la coalición se presenta algo similar: los miembros de la alianza gubernamental se pelean entre sí y se dividen respecto de proyectos de ley y prioridades. ¿Qué está sucediendo? ¿Falta un coordinador, hay escasez de “mermelada” o no hay identidad con las políticas oficiales?
No hay tal. El Pacto es un proyecto político que obedece a un mandato popular de cambio. Y, ¿cuál cambio? El de un país más justo, en paz y con un Estado presente para garantizar derechos y oportunidades. Es la primera vez, en 200 años, que la izquierda democrática gobierna. Después de vidas enteras de activismo, no es fácil modificar el “chip” mental y entender que ahora se es parte de un programa de gobierno; que hay que pasar de la protesta a la propuesta y a la acción. Y que para gobernar hay que concertar con quienes votaron y no votaron por nosotros. No es hora de la trinchera, sino de la vanguardia en la ejecución.
Entonces, sí es necesario ajustar las fuerzas oficiales...
Hay que hacer ajustes en la comunicación interna y externa del Pacto Histórico. Y hay que asumirse como partido de gobierno olvidándose de los antiguos bloques de activistas.
También se habla de divisiones entre los mismos miembros del Ejecutivo ¿Es cierta o falsa esa versión? Por ejemplo, se dice que hay separación de unos poquísimos funcionarios en los que el presidente confía frente al resto, con el que nunca se comunica; o entre el propio mandatario y su vicepresidenta Francia Márquez para no mencionar sino unos casos.
Se dicen muchas cosas, la mayoría, fantasías o noticias falsas. Los malintencionados llenan los vacíos de comunicación con rumores. Puedo asegurarle que el presidente Petro habla con todos sus ministros, que les “tira línea” e, incluso, que los regaña cuando les exige resultados. La relación de él con la vicepresidenta es de genuino afecto. Tal vez, la sensación de división se debió a algunas contradicciones, en las primeras semanas del Gobierno, de unos ministros que parecían ruedas sueltas. Le aseguro que esas “ruedas” ya se alinearon y están andando a toda marcha. Apenas llevamos cuatro meses de la actual administración, o sea, 120 días, y se ha hecho mucho ¡Téngannos fe! ¿Qué tal el restablecimiento de relaciones con Venezuela o la reanudación de los diálogos con el Eln, al tiempo que aprobábamos las reformas en el Congreso?
La primera moción de censura a un miembro del gabinete Petro se debatió la semana que acaba de terminar con el intento de sacar a la ministra de Minas, Irene Vélez, en la Cámara de Representantes. Es temprano para una censura. Sin embargo, ¿ella ha dado pie para que la critiquen tan duramente?
Permítame ser claro: ninguna persona obtiene un doctorado en una de las más exigentes universidades europeas si no cuenta con una inteligencia notable. Con mayor mérito en el caso de ella si se considera el machismo imperante en Colombia que aplasta las oportunidades de las mujeres. Es obvio que Irene Vélez es capaz. Le cobraron su inexperiencia frente a los medios en una cartera muy difícil. Pero ella ha venido calibrando sus declaraciones y el Gobierno, como un todo, avanza en la generación de confianza respecto del tema de la industria minero-energética. Le anticipo que el Congreso no aprobará la moción de censura para la ministra Vélez en la votación que está programada, en la Cámara, para este martes. Para ser franco, me preocupan más los silencios de la ministra de Ambiente que las declaraciones de la de Minas.
¿Qué quiere decir? ¿A cuáles silencios de Susana Muhamad se refiere?
Pongo un ejemplo: la transición a las energías limpias depende de la minería: necesitamos níquel, litio, vanadio. La hipótesis de que todo lo que implica minería es maligno es una presunción que puede frenar la economía y hasta la propia transición energética. Me parece importante saber qué plantea la ministra de Ambiente sobre cómo hacer compatible el desarrollo minero-energético con la protección de la naturaleza sin descalificar, de antemano, la riqueza minera colombiana.
“El debate no ha sido contra el Código sino contra el Registrador”
Muchas sospechas ha despertado el afán por hacer aprobar la reforma al Código Electoral. Incluso usted ha urgido su debate ¿Por qué tanto interés?
Las normas electorales vigentes fueron escritas hace 40 años. Su actualización es perentoria. El gran error consistió en contaminar el Código original con un centenar de artículos nuevos que la gente no conocía. En mi opinión, habría que aprobar el que ya hizo curso, con amplio consenso, en el Congreso del cuatrienio pasado, eliminando todos esos artículos. Pero no puede ocurrir que sigamos con las mismas viejas normas por un debate de coyuntura y que, por eso, se trabe la modernización del sistema.
Pero, ¿por qué a un año de que se celebren las elecciones regionales?
Sin el mensaje de urgencia, el nuevo Código Electoral no aplicaría para el 2023. Pero nosotros tenemos el compromiso de aprobar, en el primer año, las reformas que mejoren la democracia. Sin duda, se necesita ese nuevo Código que, además, repito, fue aprobado hace cuatro años. Y aunque la Corte Constitucional lo tumbó por un vicio de procedimiento, hoy podemos subsanarlo. El debate, ahora, no ha sido realmente contra el Código sino contra el Registrador Nacional. Pero no se puede sacrificar una reforma por las críticas contra de un funcionario.
Mesa de negociación: ¿Un “sancocho nacional”?
¿Usted tendrá un papel en la actual mesa de negociación con el ELN?
El señor presidente y el alto comisionado tuvieron la generosidad de invitarme a ser parte de la delegación del Gobierno pero mi responsabilidad con la agenda legislativa, y las sesiones de quimioterapia que irán hasta abril, no me permitieron aceptar. Cuando pase al otro lado (quiero decir, curado) estaré listo a ayudar.
¿Cómo califica el grupo de negociadores del Gobierno? Con respeto, parece un “sancocho ideológico nacional”.
El “sancocho nacional” somos todos. Aun no tengo clara la totalidad de los integrantes de la mesa aunque me han dicho que serán 16 de cada lado: muchos. De otra parte, los negociadores del Gobierno no deben olvidar que son voceros de este, y que están ahí para defender las instituciones. En cualquier tarea en que se represente al Estado, hay que tener claro que uno no puede ser activista y gobierno a la vez.
¿A quiénes se refiere como “activistas”? ¿Critica las declaraciones de algunos?
No me refiero a sus declaraciones sino a sus militancias anteriores. Cuando se sienten a la mesa, no podrán ser promotores de ideologías sino representantes del Estado.
Incluye, entre los “promotores de una ideología” a José Félix Lafaurie?
A todos.