¿Será “nuevo” el Nuevo Liberalismo?
El galanismo necesita un proyecto propio para asegurarse un futuro en la política. Análisis.
Rodrigo Pardo*/Especial para El Espectador
En principio, la llegada de un nuevo partido político a la competencia no modifica el escenario electoral. Las restricciones legales que se impusieron en los últimos años para evitar la proliferación de organizaciones políticas —que habían llegado a superar las setenta— a la postre no impidieron el surgimiento desmesurado de candidaturas o proyectos nuevos (que tampoco era el propósito). Los políticos se las arreglaron para encontrar alternativas formales —diferentes a los partidos— para mantener las empresas proselitistas.
Las firmas, por ejemplo, adquirieron una importancia inusitada para inscribir opciones que no contaban con el respaldo formal de una organización partidista. Lo cierto es que en los últimos años se multiplicaron las alternativas electorales. El balance de la legislación que buscó reorganizar el sistema de partidos no arroja grandes transformaciones. Más bien, reitera que las formas aportan solo una parte, y no precisamente la más importante, a la generación de mejores prácticas políticas. El exfiscal Alfonso Gómez Méndez ha escrito valiosos textos que así lo demuestran.
Lea también: “El Nuevo Liberalismo fue un partido que se opuso al personalismo”: Juan M. Galán
No hay que olvidar, de hecho, que el propio Luis Carlos Galán, antes de ser asesinado, había dejado el Nuevo Liberalismo e iba a participar en la consulta interna del Partido Liberal. Parte de sus acuerdos para regresar a la colectividad roja incluía la cancelación de la personería del Nuevo Liberalismo. César Gaviria, el relevo de Galán, llegó al poder como candidato oficial del partido tradicional rojo.
Pero el regreso del Nuevo Liberalismo tiene un significado profundo que va más allá de la formalidad. Para empezar, habrá que ver cómo los hijos de Galán —Juan Manuel, que fue senador y está en el Coalición de la Esperanza, y Carlos Fernando, que es concejal— liderarán el proyecto político y la campaña electoral que se avecina. ¿Serán candidatos o intentarán liderar un movimiento de liberalismo renovado? ¿Y el programa? La oferta que el partido Nuevo Liberalismo presente a los electores tiene que conservar los principios básicos del pensamiento de Galán. Sobre todo, los que tienen que ver con la esencia de su planteamiento: la purificación de la política, el respeto por la ética y la lucha contra la corrupción.
Pero el tiempo y la evolución de la sociedad —después de tres décadas— impone realidades que no se pueden desconocer. Juan Manuel Galán es partidario, por ejemplo, de un tratamiento distinto de las drogas, que incluye su legalización, posición que rechazan antiguos miembros del galanismo de la importancia del exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien fue secretario privado del líder asesinado y, en su columna de El Tiempo, criticó dichas propuestas sobre el tema.
Vale decir que en una carrera contra el tiempo, los Galán tendrán que revisar y actualizar las ideas de su padre. De paso, deberán presentar una visión del Nuevo Liberalismo sobre la realidad colombiana de hoy que, además, se distancia del desgastado Partido Liberal. Y no menos importante será la definición y los anuncios sobre cómo funcionará la colectividad. ¿Se abrirá a nuevos sectores? ¿Cómo evitar que se limite a una organización familiar? ¿Cómo recuperar a figuras históricas del galanismo que hoy están en otros proyectos? ¿Y cómo reclutar caras que de manera genuina sean nuevas y proyecten mentalidades modernas y actualizadas?
Lea también: Corte Constitucional le dio el sí al Nuevo Liberalismo como partido político
Y habrá que ver cómo reaccionan a las nuevas realidades otras fuerzas políticas. ¿Revivirán también otros movimientos como Oxígeno, de Íngrid Betancourt, o Salvación Nacional, creado por Álvaro Gómez? Si esa tesis prevalece, lo que estaría en ciernes es toda una reforma política. Y con los problemas que atraviesan otros partidos, mermados y divididos, habría que ver si, de hecho, hay una recomposición de la política. La resurrección del Nuevo Liberalismo sería la pieza fundamental, pero no la única.
El panorama no es fácil. Las elecciones están a la vuelta de la esquina. El espacio que en su momento ocupó el Nuevo Liberalismo hoy sirve de lugar a otras fuerzas. ¿Cómo recuperar a figuras e ideas que, en todos estos años, emigraron a otras tiendas? Igual, se requerirá una compleja estrategia para que el Nuevo Liberalismo sea, de verdad, nuevo.
* Periodista y exministro.
En principio, la llegada de un nuevo partido político a la competencia no modifica el escenario electoral. Las restricciones legales que se impusieron en los últimos años para evitar la proliferación de organizaciones políticas —que habían llegado a superar las setenta— a la postre no impidieron el surgimiento desmesurado de candidaturas o proyectos nuevos (que tampoco era el propósito). Los políticos se las arreglaron para encontrar alternativas formales —diferentes a los partidos— para mantener las empresas proselitistas.
Las firmas, por ejemplo, adquirieron una importancia inusitada para inscribir opciones que no contaban con el respaldo formal de una organización partidista. Lo cierto es que en los últimos años se multiplicaron las alternativas electorales. El balance de la legislación que buscó reorganizar el sistema de partidos no arroja grandes transformaciones. Más bien, reitera que las formas aportan solo una parte, y no precisamente la más importante, a la generación de mejores prácticas políticas. El exfiscal Alfonso Gómez Méndez ha escrito valiosos textos que así lo demuestran.
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No hay que olvidar, de hecho, que el propio Luis Carlos Galán, antes de ser asesinado, había dejado el Nuevo Liberalismo e iba a participar en la consulta interna del Partido Liberal. Parte de sus acuerdos para regresar a la colectividad roja incluía la cancelación de la personería del Nuevo Liberalismo. César Gaviria, el relevo de Galán, llegó al poder como candidato oficial del partido tradicional rojo.
Pero el regreso del Nuevo Liberalismo tiene un significado profundo que va más allá de la formalidad. Para empezar, habrá que ver cómo los hijos de Galán —Juan Manuel, que fue senador y está en el Coalición de la Esperanza, y Carlos Fernando, que es concejal— liderarán el proyecto político y la campaña electoral que se avecina. ¿Serán candidatos o intentarán liderar un movimiento de liberalismo renovado? ¿Y el programa? La oferta que el partido Nuevo Liberalismo presente a los electores tiene que conservar los principios básicos del pensamiento de Galán. Sobre todo, los que tienen que ver con la esencia de su planteamiento: la purificación de la política, el respeto por la ética y la lucha contra la corrupción.
Pero el tiempo y la evolución de la sociedad —después de tres décadas— impone realidades que no se pueden desconocer. Juan Manuel Galán es partidario, por ejemplo, de un tratamiento distinto de las drogas, que incluye su legalización, posición que rechazan antiguos miembros del galanismo de la importancia del exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien fue secretario privado del líder asesinado y, en su columna de El Tiempo, criticó dichas propuestas sobre el tema.
Vale decir que en una carrera contra el tiempo, los Galán tendrán que revisar y actualizar las ideas de su padre. De paso, deberán presentar una visión del Nuevo Liberalismo sobre la realidad colombiana de hoy que, además, se distancia del desgastado Partido Liberal. Y no menos importante será la definición y los anuncios sobre cómo funcionará la colectividad. ¿Se abrirá a nuevos sectores? ¿Cómo evitar que se limite a una organización familiar? ¿Cómo recuperar a figuras históricas del galanismo que hoy están en otros proyectos? ¿Y cómo reclutar caras que de manera genuina sean nuevas y proyecten mentalidades modernas y actualizadas?
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Y habrá que ver cómo reaccionan a las nuevas realidades otras fuerzas políticas. ¿Revivirán también otros movimientos como Oxígeno, de Íngrid Betancourt, o Salvación Nacional, creado por Álvaro Gómez? Si esa tesis prevalece, lo que estaría en ciernes es toda una reforma política. Y con los problemas que atraviesan otros partidos, mermados y divididos, habría que ver si, de hecho, hay una recomposición de la política. La resurrección del Nuevo Liberalismo sería la pieza fundamental, pero no la única.
El panorama no es fácil. Las elecciones están a la vuelta de la esquina. El espacio que en su momento ocupó el Nuevo Liberalismo hoy sirve de lugar a otras fuerzas. ¿Cómo recuperar a figuras e ideas que, en todos estos años, emigraron a otras tiendas? Igual, se requerirá una compleja estrategia para que el Nuevo Liberalismo sea, de verdad, nuevo.
* Periodista y exministro.