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Si se pudiera hablar de grados de victimización en la guerra que empieza a terminar, usted estaría en la escala más alta del dolor: quedó sola después de que fueron asesinados sus dos hermanos y su madre a manos de las Farc. Sin embargo, ya anunció que votará Sí en el plebiscito de hoy. ¿Cómo superó el rencor y otros sentimientos negativos producto de la tragedia?
Al igual que mi madre y mis dos hermanos, comprobé que sólo a través de lo más humano es posible sanar lo más inhumano. El perdón nos da paz interior: cuando uno perdona puede vivir en paz y tranquilo. Es el único camino.
Es muy loable su actitud, pero le insisto: ¿cómo pudo pasar del gran dolor de perder a su familia más cercana, a la decisión de olvidar y pasar la página?
Desde un principio me esforcé por perdonar, y si no lo hubiera hecho habría enloquecido de dolor. El odio es el veneno más letal para la vida interior. Mis dos hermanos, a quienes infortunadamente la violencia les segó sus sueños en la mejor etapa de sus vidas (35 y 33 años), me dejaron sus ideales por concluir. Rodrigo había presidido la Comisión Regional de Paz, de acuerdo con los lineamientos del proceso que adelantó el presidente Betancur con las Farc en aquella época. Después del muy doloroso desenlace de su secuestro y muerte (en 1997), mi madre, Inés Cote de Turbay, nos dijo a mi hermano Diego y a mí que el mejor homenaje que podíamos hacerle era perdonar a sus captores. Diego no sólo perdonó. Llegó a liderar la Comisión de Paz que creó la Cámara de Representantes, a la que también fue elegido cuando murió Rodrigo.
Sé que no le gusta hablar de esos episodios, pero me parece que, en este momento, recordarlos sirve como lección para el futuro: ¿cuándo y en cuáles circunstancias fueron atacados y asesinados, primero su hermano Rodrigo y, después, su madre y su hermano Diego?
Rodrigo fue secuestrado en 1995 por las Farc que lo acusaron de robarse un dinero de la construcción de una carretera cuya adjudicación ni siquiera se había surtido. Después supimos que le habían hecho un “juicio político” en Remolinos de Caguán y que los habitantes del pueblo lo defendieron. Por eso no pudieron ajusticiarlo. Más adelante le dijeron a mi mamá que lo iban a liberar, pero luego cambiaron de opinión y enviaron el mensaje de que sólo lo dejarían libre después de que pasaran las elecciones a la Cámara, seguramente para impedir que fuera elegido. Dos años después de su secuestro nos entregaron su cuerpo. Nos informaron que se había ahogado en el río Caguán. Diego, menor que Rodrigo, regresó de Bruselas en donde vivía, convencido de que era en Caquetá —territorio de guerra— en donde debía hacerse la paz.
Y, ¿Diego también fue candidato para las elecciones del año siguiente (1998) al Congreso, pese al riesgo que iba a correr?
Así es. A tal punto estaba convencido de lo que quería que, después de ser elegido, lo nombraron presidente de la Comisión de Paz de la Cámara, como conté. Viajó a la zona de distensión cuando ya estaba en desarrollo el proceso que el presidente Pastrana inició con las Farc. No obstante la muerte de Rodrigo, Diego se dio la mano con los líderes de las Farc —siempre en cumplimiento de su función oficial— cuando se intentó, con éxito, activar un programa de intercambio humanitario. Así que Diego logró tener una relación de entendimiento con la guerrilla para liberar secuestrados. De manera incomprensible, cuando mi madre y Diego iban viajando por la carretera Florencia-Puerto Rico, en diciembre del año 2000, unos guerrilleros de la zona pararon los vehículos, los hicieron bajar junto con sus acompañantes y los acribillaron.
¿Fue por estos crímenes espantosos que “Iván Márquez”, quien también es oriundo del Caquetá, le pidió perdón a usted en La Habana, en uno de los primeros encuentros de la guerrilla con las víctimas?
Exactamente. Fueron tan injustas y descabelladas esas acciones, que Iván Márquez, en el primer receso del encuentro, se me acercó espontáneamente, me pidió perdón por el exterminio de mi familia y afirmó que el error más grave de las Farc en Caquetá había sido ese. Dijo que jamás debió suceder.
Disculpe si soy brusca, pero, ¿fue una petición de perdón mecánica o comprometida y sincera?
Me pidió perdón con un profundo respeto y sentimiento de consideración. En esos momentos no hay forma de que lo engañen a uno.
La coincidencia de que “Márquez” y otros jefes guerrilleros fueran oriundos de Caquetá como ustedes, ¿explica que su hermano Rodrigo y otros políticos de los partidos tradicionales hubieran intentado llegar al pacto de paz regional con las Farc en los años 80?
Es importante recordar, como dije, que el gobierno del presidente Betancur (1982-1986) conformó comisiones regionales de paz en todo el país, en su intento por llegar a un acuerdo con las Farc. Entonces se pensaba que la paz se hacía desde las regiones y se irradiaba desde allí hacia el centro para que la guerrilla pudiera hacer su tránsito de fuerza armada insurgente a partido político. Fue así como surgió la Unión Patriótica que ganó, en el departamento, la mayoría en algunos concejos municipales y que Márquez fuera elegido representante a la Cámara. Mi hermano Rodrigo, del Partido Liberal al que perteneció mi familia, también fue elegido. Es decir, ambos iban al tiempo al Congreso. Su trato fue cordial y democrático. Cuando empezó el exterminio de los miembros de la Unión Patriótica, Márquez dejó su curul y entró a la clandestinidad porque su vida también estaba en peligro.
Conociendo a su hermano y sabiendo quién era, ¿cómo “Márquez” permitió que lo secuestraran y que después lo devolvieran sin vida?
Al principio fue muy difícil comprenderlo y entender qué estaba sucediendo, puesto que las Farc, aun estando en la orilla ideológica opuesta a la de mi familia, respetaban el arraigo popular que tenían las carreras públicas de mi padre (Hernando Turbay) y de Rodrigo. Tan cierto fue esto, que los dos podían recorrer tranquilamente el departamento hasta las veredas más remotas, sin que nadie los atacara. Y tan claro era que no había malos entendidos entre mi familia y el nuevo partido político de la UP que cuando Márquez dejó su curul en el Congreso por el infortunado genocidio de sus miembros, Rodrigo junto con monseñor Serna lo visitaron en la clandestinidad con el fin de que persistiera en su iniciativa democrática y no perdiera su curul en el Congreso. Después dicha curul pasó al Partido Conservador en cabeza de Fernando Almario (ver parte superior de la página).
Entonces, sigo sin explicarme cómo, después del secuestro y muerte de su hermano Rodrigo, la guerrilla de la zona también matara a su madre y a su hermano Diego…
Creo que tuvo mucho que ver el hecho de que las épocas habían cambiado y que el fenómeno del narcotráfico había irrumpido en todas las actividades del país, incluso en las de unos grupos políticos. No quiero especular ni esgrimir ninguna teoría hasta cuando la justicia encuentre la verdad, pero recuerdo, con claridad, que un dirigente de la Unión Patriótica del Caquetá, Octavio Collazos, dijo, en una entrevista que dio a un medio local, que mientras los muertos los ponían ellos y el Partido Liberal, unos conservadores de la región se beneficiaban de esta trágica situación (ver parte superior de la página).
¿Cree que él refería, implícitamente, al político Almario que ha estado preso y ha sido mencionado muchas veces en los medios con relación a los asesinatos de su madre y su hermano Diego?
Le reitero que es a la justicia a la que le corresponde sentenciar sobre esos hechos. Entre tanto, prefiero guardar prudente silencio.
Usted también perdió el derecho a vivir en el país, pues tuvo que irse, repentinamente, para el exterior. ¿Hace cuánto tiempo?
En 2007. Me advirtieron que era objetivo, no de la guerrilla sino de los paramilitares. Nunca entendí por qué, pero desde entonces no pude volver a vivir en el país y resido en el exterior. Vengo cuando puedo, porque esta es mi patria amada y ahora espero poder regresar del todo.
¿Alguna vez supo por qué o cuáles fueron los motivos que tuvieron los paramilitares para perseguirla?
Tiempo después logré desentrañar la oscura trama que había tras ellos. Tuvo relación con ambiciones de la política tradicional.
Como si ya no fuera suficiente, usted también fue damnificada material: la guerrilla le arrebató una finca de su familia. ¿Cómo ocurrió ese otro episodio?
Cuando asesinaron a mi madre y a Diego también perdí el control de una hacienda que ha estado en poder de la familia desde el año 1934. Ese año fue adquirida por mi abuelo Abas Turbay Turbay y mi padre Hernando la heredó en los 50. Las Farc llegaron y tomaron posesión de ella en el primer semestre de 2001.
¿Pese a que era época de la zona de distensión cuando el gobierno Pastrana negociaba con la guerrilla?
Sí. El país se encontraba en pleno proceso de paz y nuestra hacienda está dentro de la región del Caguán, que se había constituido en zona de distensión. Desde esa época la tierra ha estado en poder de las Farc. Pero empiezan a verse los frutos de este proceso de paz: Iván Márquez me prometió regresarme la tierra.
¿Cómo llegaron a ese tema tan preciso?
Después de que él me pidió perdón en el encuentro de La Habana, le pregunté por la tierra. Él me contestó que no estaba enterado de esos hechos porque no estuvo siempre en la zona, pero que iba a averiguar y que todo lo que las Farc pudieran hacer para reparar el daño que me infligieron, lo iban a realizar. Hoy puedo dar testimonio de que el compromiso de Iván Márquez conmigo y con la paz es real.
¿Por qué? ¿Se concretó la devolución de la tierra?
Todo indica que están en camino de hacerlo.
¿Cuánto hace que usted no puede visitar la finca?
No he ido desde que sucedió la tragedia familiar. Sólo he visitado brevemente el Caquetá en dos oportunidades para cumplir unos compromisos personales. Nada más.
Por último, ¿cómo vislumbra el posconflicto: el regreso de una ola de venganzas similares a la del pasado o la superación de tanta violencia?
Tengo la firme esperanza de que Colombia haya superado los tiempos violentos y que entremos en una era de concordia y tolerancia. Pero no podemos cerrar los ojos ni podemos negar que hace falta emprender un proceso que verdaderamente reconcilie a los ciudadanos para poder superar las tragedias del pasado. En 21 años del tortuoso camino que la violencia me obligó a padecer, jamás experimenté un lenitivo tan poderoso, capaz de descansar y alivianar tanto dolor, como fueron esos minutos de verdad y perdón que me propiciaron Iván Márquez y Fabián Ramírez porque fue genuino y otorgado sin libretos ni artificios. Un acto así es gratificante para las dos partes y positivamente transformador. Quisiera pensar que no sólo ellos, sino todos los que tengan culpas, pertenezcan al sector que pertenezcan, tomen la decisión de hacer un reconocimiento público de sus responsabilidades.
¿Su mensaje para el país que hoy vota Sí o No a los acuerdos de La Habana?
Este es un momento histórico y único: dentro de cien años todavía los colombianos estarán hablando de estos sucesos. No lo desperdiciemos. A precio de sangre se hizo la guerra y quienes tuvimos que padecerla conocemos lo difícil que es superarla. No tenemos el síndrome de Estocolmo, como han dicho unos. Sencillamente no somos masoquistas y por eso queremos que hechos tan atroces no vuelvan a repetirse jamás. Con nuestro dolor tuvimos que pagar el más alto costo de esta absurda violencia. Sea nuestro perdón, ligado a los actos de reparación de quienes generaron violencia, la semilla de la paz.
Alianzas criminales
El exrepresentante conservador a la Cámara Luis Fernando Almario ha sido mencionado por la justicia como presunto autor intelectual de los gravísimos hechos que concluyeron con el exterminio de la familia Turbay Cote en Caquetá, el departamento de origen del propio Almario, de los Turbay y del jefe guerrillero Iván Márquez.
Almario ha estado preso y ha sido investigado, además de los asesinatos de doña Inés Cote de Turbay y de su hijo Diego Turbay, por incentivar la creación de grupos guerrilleros y paramilitares en ese departamento con el propósito de apoderarse de los bienes públicos y de controlar social y económicamente la región. Después de que sus procesos tuvieran toda clase de tropiezos o hubieran sido asesinadas 38 personas que atestiguaron contra él, la Sala Penal de la Corte Suprema lo condenó, en marzo de este año, a 120 meses de prisión (10 años) y a una multa de 11 mil salarios mínimos por concierto para promover grupos al margen de la ley y por constreñimiento al elector.
La Sala Penal probó la alianza entre Almario y el bloque Caquetá, del paramilitarismo. Sin embargo, todavía la justicia, inmersa en toda clase de dilaciones y recursos, no ha podido concluir el juicio a este político por los crímenes contra los Turbay.
¿Asesinatos instigados por terceros?
Años después del genocidio del que fueron víctimas los miembros de la Unión Patriótica, partido de izquierda fundado en el año 1985 como efecto de las conversaciones de paz de grupos guerrilleros con el gobierno Betancur, uno de sus sobrevivientes y el último diputado que tuvo ese movimiento en Caquetá, Octavio Collazos, dio una entrevista a un medio regional recordando esa época nefasta, cuando el Consejo de Estado le devolvió la personería jurídica a la UP.
Dijo Collazos que esa decisión del alto tribunal fue “parte del reconocimiento de un derecho que nos fue violado”. Recordó que la UP se convirtió en la segunda fuerza política del departamento en el año 1988, con la elección de dos alcaldes, tres diputados y 40 concejales. La competencia era con el liberalismo turbayista, según afirmó. Pero también advirtió que, si bien con ese sector había confrontación ideológica, no era de otro tipo. Y dijo: “Aquí hubo una etapa en la que asesinaban a un dirigente de la UP y, a los ocho días, asesinaban a uno liberal”.
Añadió: “Esto indica que otros sectores, como tal vez el conservador (de la región)... se beneficiaron de esa situación”, dando a entender que aunque los crímenes fueron cometidos por terceros, pudieron ser instigados por políticos tradicionales.