“Soy leal con el presidente, pero no seguidor acrítico”: Iván Cepeda
Evaluación del Gobierno Petro, a dos años de su posesión, por parte de uno de sus más cercanos aliados: el senador Iván Cepeda quien, con franqueza, admite los errores cometidos y acusa el golpe de los actos de presunta corrupción oficial que se han destapado. Admite, también, que “no estábamos preparados para gobernar” pero añadiendo que “quienes siempre han manejado el país, tampoco estaban preparados para que un gobierno alternativo lo dirigiera”.
Senador, a dos años del primer gobierno dirigido por un cercano aliado ideológico, ¿usted está más cerca o más lejos de Gustavo Petro?
Soy un consecuente defensor del pensamiento político del presidente Petro. Así lo he expresado y así lo he practicado. Eso no significa que sea un seguidor acrítico. Soy absolutamente leal al presidente. Y mi lealtad incluye expresar, con sinceridad, lo que pienso a partir de mis convicciones.
¿Cuál es su pronóstico sobre los dos años que le restan a esta administración? ¿A cuáles tareas tendrían que dedicarse los esfuerzos oficiales, y cuáles deben ser las estrategias del presidente y de su bancada con proyección a las elecciones de 2026?
Espero que, de la amplia gama de propuestas que se han hecho, podamos concentrarnos en los asuntos esenciales: consolidar los procesos de paz y la implementación del Acuerdo de 2016; escoger y sacar adelante algunas de las reformas sociales imprescindibles (agraria, salud, laboral); avanzar en las transformaciones territoriales de algunas zonas focalizadas del país que requieren la sustitución de las economías ilícitas y, en su lugar, llevar desarrollo rural; y, además, alcanzar el acuerdo político nacional. Se requiere esfuerzo, gestión eficiente, pedagogía social, menos confrontación política y más diálogo. Si eso ocurre, tendremos un legado sólido que podremos defender y fortalecer.
Hoy se ve muy difícil una sucesión presidencial de izquierda. Por el contrario, todo indica que el timón girará hacia la ultraderecha o, peor aún, hacia un populismo casi analfabeta o de muy bajo nivel cultural ¿Esta predicción es realista?
A pesar de todas las dificultades que se han presentado en estos dos años, creo que es innegable que el país ha cambiado y que ahora existe una franja de opinión consolidada que actuará como anticuerpo para atajar los nuevos experimentos del autoritarismo ultraconservador. Desde luego, esos anticuerpos servirán, también, para rechazar a los imitadores de populistas de extrema derecha del continente, como Bukele y Milei.
Como el país entero sabe, al presidente le atrae polemizar en redes sociales: publica mensajes profusamente algunos de los cuales fomentan líos, discusiones e insultos. Además, “gradúa” como sus contradictores, a atacantes que no tienen ninguna importancia ¿Esta práctica petrista es inmodificable?
Ese es su estilo. El presidente no es un personaje que se guarde lo que piensa: es siempre sincero con lo que dice, a pesar de que despierte toda clase de polémicas. Sin duda, esa práctica produce discusiones a veces innecesarias. Pero, hay que reconocerle su capacidad de crear reflexiones y debates, siempre estimulantes, que se abordan en el debate público. La cultura de lo “políticamente correcto”, tan frecuente en nuestro medio, suele provocar la elusión de los debates de fondo. A él no se le puede reprochar esa conducta.
Es decir, ¿el presidente no es y no le interesa ser “políticamente correcto”?
Así es. Él lo ha expresado en público y en privado. Esa es su norma de conducta política y personal.
Varios de los escándalos por supuesta corrupción oficial, se han originado en las propias filas de la izquierda, especialmente, el de la UNGRD que ha enredado a personas cercanas al jefe de Estado en presuntos robos de dinero público y “compra” de congresistas ¿La sensible afectación de la credibilidad y confianza en el Gobierno y en el presidente, se perdió o puede recuperarse?
Como lo hizo el jefe de Estado el 20 de julio durante la instalación de la legislatura en el Congreso de la República, quienes tenemos responsabilidades como bancada de Gobierno, también debemos pedirle perdón al país por estos hechos. Ese es un triste capítulo del ejercicio de nuestra gestión, sobre todo, porque muchos de nosotros hemos dado, durante nuestra vida política, una consecuente lucha contra fenómenos como aquellos que hoy se registran en nuestra propia administración. Pero pedir perdón no es suficiente: se necesita prevenir y depurar las instituciones de la corrupción estructural que las aqueja. En el último encuentro de planificación de la bancada parlamentaria del Pacto Histórico, propuse que activáramos el ejercicio del control político sobre hechos de corrupción en nuestro Gobierno y, en general, en el Estado. Cuando se incurre en equivocaciones graves, se debe tener la honestidad y la responsabilidad no solo de reconocerlas sino de contrarrestarlas con actos y decisiones contundentes.
En este aspecto se podría hablar de “fuego amigo” ¿Por qué han surgido graves actos de corrupción tan cerca del presidente? ¿Apetito desbordado por el poder y por el manejo del dinero público?
Se deben desarrollar y concluir los procesos judiciales de investigación en cada caso para tener absoluta claridad de las responsabilidades individuales y de los manejos que se han denunciado. Valoro que el presidente no haya vacilado en hablar públicamente de los escándalos y en distanciarse y distanciar al Gobierno de los presuntos responsables. La corrupción es un fenómeno que ha cooptado todas las instituciones del Estado fuera de que, en muchos casos, existe una alta probabilidad de que los responsables se hayan acomodado a administrar los actos deshonestos que recibieron del gobierno anterior.
Paradójicamente, el mayor propósito del Gobierno, el de “paz total”, no ha tenido ningún éxito notable. Por el contrario, están a punto de romperse los diálogos con el ELN ¿Fracasará el intento de llegar a un acuerdo con ese grupo?
El proceso de diálogos que adelanta el Gobierno con el ELN es, de lejos, el que ha arrojado resultados más fructíferos y avances más claros respecto de los que han adelantado distintas administraciones con esa organización rebelde, en cerca de cuatro décadas. Resultados de la actual mesa: 28 acuerdos firmados, el cierre del primero de los seis puntos de la agenda (participación de la sociedad en la construcción de la paz), y un año ininterrumpido de cese al fuego. Es cierto que, como todo proceso de esta naturaleza, el que se adelanta con el ELN también ha tenido crisis y dificultades pero confío en que el Gobierno podrá dejar un legado significativo en este campo.
El tono de los negociadores del ELN ha ido endureciéndose ¿Tienen razón cuando exigen que el Gobierno excluya a esa guerrilla de la lista de los Grupos Armados Organizados (GAO) en donde comparten clasificación con el Clan del Golfo?
El Gobierno ha reconocido al ELN como una organización armada rebelde y ha mostrado plena disposición de avanzar en esa definición. No obstante, como suele ocurrir con la normatividad colombiana, este asunto tiene múltiples dificultades jurídicas que pueden ser resueltas con tiempo, pero sin imposiciones ni condicionamientos.
El periodo pactado para el cese el fuego entre el Estado y ELN terminó el 3 de agosto. El ministro de Defensa anunció reiniciación de acciones ofensivas contra esa guerrilla. Por su parte, el ELN respondió que aunque no atacará, sí se defenderá ¿Estamos al borde de entrar en una fase de hostilidades de lado y lado?
La delegación de paz del Gobierno adelanta las labores necesarias para prolongar el cese al fuego que en este último año ha arrojado resultados muy significativos. Para mencionar tan solo uno de ellos: en 2021, según datos oficiales, 1.102 miembros de la Fuerza Pública resultaron heridos y 148 murieron en combate. Este año van 227 heridos y 40 muertos, sin duda una cifra todavía alta pero muy lejana de las anteriores. Estos y otros datos muestran el valor humanitario que tiene este aspecto de las negociaciones de paz. Esperamos que haya continuidad.
Pero es el propio Gobierno el que está anunciando la reanudación de la confrontación.
La cuestión es si al cese al fuego se prorroga. Este es objeto actual de la negociación. Desde nuestra posición, como Gobierno, para que se concrete tal prórroga se requiere cumplir con algunas condiciones mínimas: descongelar el proceso de diálogos y volver a los trabajos de la mesa; fortalecer el mecanismo de monitoreo y verificación del cese, y ampliar la protección de la población civil.
Insisto, contra las intenciones gubernamentales, 24 meses después ninguna negociación – con guerrillas o bandas ilegales - ha tenido resultados tangibles. Por el contrario, hay sensación de recrudecimiento de la violencia y pérdida de control territorial.
No coincido con ese diagnóstico. Ya mencioné resultados muy claros derivados de los diálogos con el ELN y también se adelantan otros procesos que muestran resultados concretos. Los acuerdos de paz no se definen en semanas o meses. Requieren esfuerzos sostenidos y acumulativos a los que no contribuyen la impaciencia y el voluntarismo de algunos; ni mucho menos (lamento tener que decirlo aquí, puesto que El Espectador sí tiene un cubrimiento detallado de los procesos de paz), la forma en que los medios masivos tratan la información sobre estos temas. También difiero de quienes afirman que las Fuerzas Militares han bajado la guardia. El Gobierno no ha vacilado en romper ceses cuando unos grupos armados han incumplido, como sucedió con el clan del Golfo y con una facción de las disidencias.
En temas más amplios, pareciera que ni el presidente ni el Pacto Histórico esperaban tener una oposición política y mediática tan inquisitiva y compacta como la que ha padecido esta administración. El Gobierno, ¿ha dado mucha “papaya”?
Hay razón para las críticas aunque creo que ha faltado más explicación y argumentación de parte nuestra. En vez de actitudes reactivas, se requiere enfatizar y comunicar con datos, los aciertos del Gobierno, así como reconocer las equivocaciones, los problemas que surjan y los actos de corrupción. Dicho esto, también hay que advertir que ya hubiéramos querido, quienes ejercimos la oposición en el pasado, tener las garantías que les ha dado esta administración a sus adversarios. Se podrá decir que el Gobierno muestra poca tolerancia verbal a la crítica pero nadie puede sostener que se han violado los derechos de la oposición o que se ha perseguido políticamente a alguien como nos sucedió a nosotros tantas veces en el pasado.
También se dice que la izquierda, tradicionalmente opositora, no estaba preparada para gobernar y que, por eso, ya en el Gobierno, ha cometido tantos errores ¿Está de acuerdo?
Estoy de acuerdo con buena parte de esa afirmación: no estábamos preparados para gobernar; pero añado algo: quienes siempre han manejado el país, tampoco estaban preparados para que un gobierno alternativo lo dirigiera. Uno de los aprendizajes que considero más valiosos en estos primeros años no solo para la izquierda y el progresismo sino, en general, para toda la sociedad, es el avance en la creación de una cultura política sinceramente democrática que implica acostumbrarse a la alternancia real en el poder.
Pese a todos los que tachan al jefe de Estado por inflexible, él parece haber dado un giro en estas semanas, a partir de su discurso de apertura del Congreso, el 20 de Julio y de los nombramientos de los nuevos ministros de lnterior y Justicia ¿Ellos tendrán campo de acción para reposicionar al Gobierno? ¿Les augura larga estadía, o pronta salida del gabinete?
Espero que ambos tengan una larga y exitosa gestión. Me identifico con los planteamientos hechos por el ministro Cristo y con el espíritu del discurso presidencial del 20 de julio. Desde el comienzo del Gobierno, he respaldado la tesis del presidente sobre la necesidad de alcanzar un acuerdo nacional. Ese planteamiento, a mi juicio, es indispensable para la transformación de Colombia en una sociedad justa y pacífica.
Es cierto: usted ha insistido en un “acuerdo nacional” con otros sectores, pero, vuelvo a advertir, la virulencia verbal del presidente parece ser un obstáculo para concretarlo…
Más allá de la retórica y del debate político, tanto el presidente como el Pacto Histórico han persistido en la búsqueda de consensos y acuerdos. Demostración de ello es que, en estos dos años, hemos tenido un Gobierno de coalición en el que han participado muy diversas fuerzas. Además, y a diferencia del pasado, esta administración ha propiciado espacios de participación a quienes han estado en las antípodas del espectro político como es el caso de la integración a las delegaciones de paz, de miembros del Centro Democrático.
Lo que nadie ignora es que la administración Petro cambió la agenda del país con el debate sobre las reformas que, aunque eran de indispensable discusión desde hace años, ningún gobernante había querido abordar por su alto costo político: de salud, educación, laboral, pensional etc. Como sea, pretender su aprobación de manera simultánea, ¿fue un error estratégico? ¿No habría sido más realista intentar una o, máximo, dos?
Probablemente. Pero sucede que el Gobierno no las planteó con el propósito de tener una agenda distinta sino porque esos problemas ya no daban espera. El ‘estallido social’ de 2021 fue un mensaje contundente de la ciudadanía que exigía el trámite de las reformas, de manera inaplazable. Se trata de problemáticas que llegaron al límite y que configuran, para emplear una figura jurídica, un estado general de cosas inconstitucional en múltiples campos. Así que, en efecto, uno de los aciertos incuestionables del Pacto Histórico y de su programa ha sido poner en el centro del debate público las reformas que persiguen la igualdad y la dignidad. Ese logro ha llegado para quedarse. Dudo que el próximo gobierno pueda ignorarlas.
Sin embargo, los resultados son menores. Excepción hecha de la tributaria, la única reforma que se aprobó, sin problema, en el Congreso, fue la pensional y eso que a trompicones ¿Con el desgaste de estos dos años, ¿es posible la aprobación de otras?
Hay que tener en cuenta que no se trata de reformas superficiales del sistema económico y político sino de cambios estructurales para hacerles frente a problemas que se han ido acumulando por décadas, y que requieren de la acción estatal sostenida mediante estrategias de larga duración. Lo que ha hecho el Gobierno, en algunos casos, es sentar las bases normativas para activar esas soluciones que son posibles solo con políticas de Estado, más allá de una sola administración. Por ejemplo, la reforma agraria en la que se deben viabilizar la desconcentración de la propiedad de la tierra, la sustitución de las economías ilícitas por lícitas e impulsar el desarrollo rural, no será exitosa con la simple expedición de decretos y leyes. Es necesaria la acción concertada entre las instituciones oficiales y, más aún, un acuerdo de todos los sectores del mundo rural incluyendo al empresariado y al campesinado.
Las bancadas de oposición del Congreso aseguran que el Gobierno quiere imponer sus proyectos de ley pero la del Pacto afirma que todos los articulados se han discutido ¿El desempeño legislativo de la coalición gubernamental ¿ha sido eficiente o ha fracasado?
Nuestra bancada ha tenido una labor destacada en el Congreso. En estos dos años se han aprobado 41 leyes de origen gubernamental con fuerte contenido reformador, varias de ellas, de carácter estructural como el Plan Nacional de Desarrollo y la reforma tributaria. En algunos casos, se ha debido realizar una concertación previa y no proceder a presentar los proyectos para concertarlos durante el trámite legislativo. Eso se debe corregir. Así lo ha previsto el nuevo ministro del Interior, Juan Fernando Cristo. También creo – insisto -, que a las bancadas oficiales, en Senado y Cámara, nos ha faltado ejercer control político. Ser coalición gubernamental no nos libera de hacer nuestra tarea. Por el contrario, nos obliga a ejecutarla con mayor rigor.
¿Le ha faltado al Pacto alinearse con los intereses del Gobierno más allá de la defensa de unos proyectos? Esa es una queja que el presidente ha expresado en varias ocasiones…
Es posible que en el presidente tenga razón. La labor de aprobar las reformas ha requerido un esfuerzo que se ha concentrado, prioritariamente, en esos proyectos de ley y actos legislativos lo que habría implicado descuidar la defensa de las demás políticas del Gobierno y del cumplimiento de su programa. Fuera de eso, debe recordarse que algunos congresistas de la coalición se apartaron de la administración.
Es conocida su vocación de impulsador de paz. Dedicarse a esa tarea lo ha alejado del Capitolio ¿Es momento de reconsiderar su dedicación a las negociaciones de paz para fortalecer la defensa de la Casa de Nariño?
Es cierto que he dedicado mis esfuerzos a lograr la paz pero no lo lamento. Considero que la más alta responsabilidad que puede ejercer un ciudadano en nuestra sociedad es la búsqueda, defensa y construcción de ese principio máximo. No me arrepiento de haber dedicado estos años de mi vida política a este propósito superior, y no pienso cambiar esa orientación. Lo mejor que existe, hoy, en nuestra vida política y sus avances democráticos, nace de los espacios de paz que se han construido, por décadas, con mucho trabajo.
“Se acabaron las denuncias sobre ‘falsos positivos’”
Es innegable que la violencia rural se ha incrementado en algunas regiones ¿Cómo se explica eso en el Gobierno de la “paz total”?
Sobre el recrudecimiento de la violencia rural hay que hacer un análisis riguroso y de contexto histórico sobre las dinámicas de las economías ilícitas y la falta de implementación del Acuerdo de Paz de 2016. De otra parte, también es necesario destacar, positivamente, los cambios en la conducta de la Fuerza Pública bajo este Gobierno con relación al respeto de los derechos civiles: se acabaron las denuncias sobre ‘falsos positivos’, sobre bombardeos en los que morían menores de edad, sobre movilizaciones en las que el ESMAD disparaba indiscriminadamente contra manifestantes, más un largo etcétera.
Hablando de las críticas a las mesas de diálogo con grupos armados, usted alude a “la impaciencia, y el voluntarismo de algunos” ¿A quiénes se refiere?
En esa categoría caben desde los opositores políticos que, a veces, usan las discusiones sobre los procesos de paz para fines electorales o políticos, pasando por los llamados “expertos” cuyos análisis son descontextualizados e imprecisos, hasta los consejos de redacción de algunos medios masivos de comunicación.
“Logros del Gobierno pese a todos sus altibajos”
A su juicio, ¿cuáles son las acciones destacables de la administración Petro que la oposición y la prensa no le admiten?
Como lo señaló el presidente en su balance del pasado 7 de agosto, y pese a todos los reparos que se le quieran hacer al Gobierno, menciono los siguientes campos: i) Manejo responsable de la economía con indicadores positivos en materia de reducción de inflación y desempleo, desarrollo del turismo y del sector agropecuario. ii) Avances en materia social con 650 mil personas que salieron de la pobreza el año pasado y desarrollo de algunas reformas sociales, en especial, la reforma agraria. iii) Avances en defensa ambiental y neutralización del impacto del cambio climático. iv) Liderazgo internacional, relaciones de respeto y soberanía con Estados Unidos, mediación en la situación política en Venezuela. v) Proyectos de transformación económica en algunos de los territorios agobiados por la violencia y vi) Los logros en materia de paz y cambios en la Fuerza Pública, que ya mencioné. Además, considero meritorio que, con todos los altibajos que ha habido, el presidente y el Gobierno persistan en la concreción de un acuerdo político nacional.
Senador, a dos años del primer gobierno dirigido por un cercano aliado ideológico, ¿usted está más cerca o más lejos de Gustavo Petro?
Soy un consecuente defensor del pensamiento político del presidente Petro. Así lo he expresado y así lo he practicado. Eso no significa que sea un seguidor acrítico. Soy absolutamente leal al presidente. Y mi lealtad incluye expresar, con sinceridad, lo que pienso a partir de mis convicciones.
¿Cuál es su pronóstico sobre los dos años que le restan a esta administración? ¿A cuáles tareas tendrían que dedicarse los esfuerzos oficiales, y cuáles deben ser las estrategias del presidente y de su bancada con proyección a las elecciones de 2026?
Espero que, de la amplia gama de propuestas que se han hecho, podamos concentrarnos en los asuntos esenciales: consolidar los procesos de paz y la implementación del Acuerdo de 2016; escoger y sacar adelante algunas de las reformas sociales imprescindibles (agraria, salud, laboral); avanzar en las transformaciones territoriales de algunas zonas focalizadas del país que requieren la sustitución de las economías ilícitas y, en su lugar, llevar desarrollo rural; y, además, alcanzar el acuerdo político nacional. Se requiere esfuerzo, gestión eficiente, pedagogía social, menos confrontación política y más diálogo. Si eso ocurre, tendremos un legado sólido que podremos defender y fortalecer.
Hoy se ve muy difícil una sucesión presidencial de izquierda. Por el contrario, todo indica que el timón girará hacia la ultraderecha o, peor aún, hacia un populismo casi analfabeta o de muy bajo nivel cultural ¿Esta predicción es realista?
A pesar de todas las dificultades que se han presentado en estos dos años, creo que es innegable que el país ha cambiado y que ahora existe una franja de opinión consolidada que actuará como anticuerpo para atajar los nuevos experimentos del autoritarismo ultraconservador. Desde luego, esos anticuerpos servirán, también, para rechazar a los imitadores de populistas de extrema derecha del continente, como Bukele y Milei.
Como el país entero sabe, al presidente le atrae polemizar en redes sociales: publica mensajes profusamente algunos de los cuales fomentan líos, discusiones e insultos. Además, “gradúa” como sus contradictores, a atacantes que no tienen ninguna importancia ¿Esta práctica petrista es inmodificable?
Ese es su estilo. El presidente no es un personaje que se guarde lo que piensa: es siempre sincero con lo que dice, a pesar de que despierte toda clase de polémicas. Sin duda, esa práctica produce discusiones a veces innecesarias. Pero, hay que reconocerle su capacidad de crear reflexiones y debates, siempre estimulantes, que se abordan en el debate público. La cultura de lo “políticamente correcto”, tan frecuente en nuestro medio, suele provocar la elusión de los debates de fondo. A él no se le puede reprochar esa conducta.
Es decir, ¿el presidente no es y no le interesa ser “políticamente correcto”?
Así es. Él lo ha expresado en público y en privado. Esa es su norma de conducta política y personal.
Varios de los escándalos por supuesta corrupción oficial, se han originado en las propias filas de la izquierda, especialmente, el de la UNGRD que ha enredado a personas cercanas al jefe de Estado en presuntos robos de dinero público y “compra” de congresistas ¿La sensible afectación de la credibilidad y confianza en el Gobierno y en el presidente, se perdió o puede recuperarse?
Como lo hizo el jefe de Estado el 20 de julio durante la instalación de la legislatura en el Congreso de la República, quienes tenemos responsabilidades como bancada de Gobierno, también debemos pedirle perdón al país por estos hechos. Ese es un triste capítulo del ejercicio de nuestra gestión, sobre todo, porque muchos de nosotros hemos dado, durante nuestra vida política, una consecuente lucha contra fenómenos como aquellos que hoy se registran en nuestra propia administración. Pero pedir perdón no es suficiente: se necesita prevenir y depurar las instituciones de la corrupción estructural que las aqueja. En el último encuentro de planificación de la bancada parlamentaria del Pacto Histórico, propuse que activáramos el ejercicio del control político sobre hechos de corrupción en nuestro Gobierno y, en general, en el Estado. Cuando se incurre en equivocaciones graves, se debe tener la honestidad y la responsabilidad no solo de reconocerlas sino de contrarrestarlas con actos y decisiones contundentes.
En este aspecto se podría hablar de “fuego amigo” ¿Por qué han surgido graves actos de corrupción tan cerca del presidente? ¿Apetito desbordado por el poder y por el manejo del dinero público?
Se deben desarrollar y concluir los procesos judiciales de investigación en cada caso para tener absoluta claridad de las responsabilidades individuales y de los manejos que se han denunciado. Valoro que el presidente no haya vacilado en hablar públicamente de los escándalos y en distanciarse y distanciar al Gobierno de los presuntos responsables. La corrupción es un fenómeno que ha cooptado todas las instituciones del Estado fuera de que, en muchos casos, existe una alta probabilidad de que los responsables se hayan acomodado a administrar los actos deshonestos que recibieron del gobierno anterior.
Paradójicamente, el mayor propósito del Gobierno, el de “paz total”, no ha tenido ningún éxito notable. Por el contrario, están a punto de romperse los diálogos con el ELN ¿Fracasará el intento de llegar a un acuerdo con ese grupo?
El proceso de diálogos que adelanta el Gobierno con el ELN es, de lejos, el que ha arrojado resultados más fructíferos y avances más claros respecto de los que han adelantado distintas administraciones con esa organización rebelde, en cerca de cuatro décadas. Resultados de la actual mesa: 28 acuerdos firmados, el cierre del primero de los seis puntos de la agenda (participación de la sociedad en la construcción de la paz), y un año ininterrumpido de cese al fuego. Es cierto que, como todo proceso de esta naturaleza, el que se adelanta con el ELN también ha tenido crisis y dificultades pero confío en que el Gobierno podrá dejar un legado significativo en este campo.
El tono de los negociadores del ELN ha ido endureciéndose ¿Tienen razón cuando exigen que el Gobierno excluya a esa guerrilla de la lista de los Grupos Armados Organizados (GAO) en donde comparten clasificación con el Clan del Golfo?
El Gobierno ha reconocido al ELN como una organización armada rebelde y ha mostrado plena disposición de avanzar en esa definición. No obstante, como suele ocurrir con la normatividad colombiana, este asunto tiene múltiples dificultades jurídicas que pueden ser resueltas con tiempo, pero sin imposiciones ni condicionamientos.
El periodo pactado para el cese el fuego entre el Estado y ELN terminó el 3 de agosto. El ministro de Defensa anunció reiniciación de acciones ofensivas contra esa guerrilla. Por su parte, el ELN respondió que aunque no atacará, sí se defenderá ¿Estamos al borde de entrar en una fase de hostilidades de lado y lado?
La delegación de paz del Gobierno adelanta las labores necesarias para prolongar el cese al fuego que en este último año ha arrojado resultados muy significativos. Para mencionar tan solo uno de ellos: en 2021, según datos oficiales, 1.102 miembros de la Fuerza Pública resultaron heridos y 148 murieron en combate. Este año van 227 heridos y 40 muertos, sin duda una cifra todavía alta pero muy lejana de las anteriores. Estos y otros datos muestran el valor humanitario que tiene este aspecto de las negociaciones de paz. Esperamos que haya continuidad.
Pero es el propio Gobierno el que está anunciando la reanudación de la confrontación.
La cuestión es si al cese al fuego se prorroga. Este es objeto actual de la negociación. Desde nuestra posición, como Gobierno, para que se concrete tal prórroga se requiere cumplir con algunas condiciones mínimas: descongelar el proceso de diálogos y volver a los trabajos de la mesa; fortalecer el mecanismo de monitoreo y verificación del cese, y ampliar la protección de la población civil.
Insisto, contra las intenciones gubernamentales, 24 meses después ninguna negociación – con guerrillas o bandas ilegales - ha tenido resultados tangibles. Por el contrario, hay sensación de recrudecimiento de la violencia y pérdida de control territorial.
No coincido con ese diagnóstico. Ya mencioné resultados muy claros derivados de los diálogos con el ELN y también se adelantan otros procesos que muestran resultados concretos. Los acuerdos de paz no se definen en semanas o meses. Requieren esfuerzos sostenidos y acumulativos a los que no contribuyen la impaciencia y el voluntarismo de algunos; ni mucho menos (lamento tener que decirlo aquí, puesto que El Espectador sí tiene un cubrimiento detallado de los procesos de paz), la forma en que los medios masivos tratan la información sobre estos temas. También difiero de quienes afirman que las Fuerzas Militares han bajado la guardia. El Gobierno no ha vacilado en romper ceses cuando unos grupos armados han incumplido, como sucedió con el clan del Golfo y con una facción de las disidencias.
En temas más amplios, pareciera que ni el presidente ni el Pacto Histórico esperaban tener una oposición política y mediática tan inquisitiva y compacta como la que ha padecido esta administración. El Gobierno, ¿ha dado mucha “papaya”?
Hay razón para las críticas aunque creo que ha faltado más explicación y argumentación de parte nuestra. En vez de actitudes reactivas, se requiere enfatizar y comunicar con datos, los aciertos del Gobierno, así como reconocer las equivocaciones, los problemas que surjan y los actos de corrupción. Dicho esto, también hay que advertir que ya hubiéramos querido, quienes ejercimos la oposición en el pasado, tener las garantías que les ha dado esta administración a sus adversarios. Se podrá decir que el Gobierno muestra poca tolerancia verbal a la crítica pero nadie puede sostener que se han violado los derechos de la oposición o que se ha perseguido políticamente a alguien como nos sucedió a nosotros tantas veces en el pasado.
También se dice que la izquierda, tradicionalmente opositora, no estaba preparada para gobernar y que, por eso, ya en el Gobierno, ha cometido tantos errores ¿Está de acuerdo?
Estoy de acuerdo con buena parte de esa afirmación: no estábamos preparados para gobernar; pero añado algo: quienes siempre han manejado el país, tampoco estaban preparados para que un gobierno alternativo lo dirigiera. Uno de los aprendizajes que considero más valiosos en estos primeros años no solo para la izquierda y el progresismo sino, en general, para toda la sociedad, es el avance en la creación de una cultura política sinceramente democrática que implica acostumbrarse a la alternancia real en el poder.
Pese a todos los que tachan al jefe de Estado por inflexible, él parece haber dado un giro en estas semanas, a partir de su discurso de apertura del Congreso, el 20 de Julio y de los nombramientos de los nuevos ministros de lnterior y Justicia ¿Ellos tendrán campo de acción para reposicionar al Gobierno? ¿Les augura larga estadía, o pronta salida del gabinete?
Espero que ambos tengan una larga y exitosa gestión. Me identifico con los planteamientos hechos por el ministro Cristo y con el espíritu del discurso presidencial del 20 de julio. Desde el comienzo del Gobierno, he respaldado la tesis del presidente sobre la necesidad de alcanzar un acuerdo nacional. Ese planteamiento, a mi juicio, es indispensable para la transformación de Colombia en una sociedad justa y pacífica.
Es cierto: usted ha insistido en un “acuerdo nacional” con otros sectores, pero, vuelvo a advertir, la virulencia verbal del presidente parece ser un obstáculo para concretarlo…
Más allá de la retórica y del debate político, tanto el presidente como el Pacto Histórico han persistido en la búsqueda de consensos y acuerdos. Demostración de ello es que, en estos dos años, hemos tenido un Gobierno de coalición en el que han participado muy diversas fuerzas. Además, y a diferencia del pasado, esta administración ha propiciado espacios de participación a quienes han estado en las antípodas del espectro político como es el caso de la integración a las delegaciones de paz, de miembros del Centro Democrático.
Lo que nadie ignora es que la administración Petro cambió la agenda del país con el debate sobre las reformas que, aunque eran de indispensable discusión desde hace años, ningún gobernante había querido abordar por su alto costo político: de salud, educación, laboral, pensional etc. Como sea, pretender su aprobación de manera simultánea, ¿fue un error estratégico? ¿No habría sido más realista intentar una o, máximo, dos?
Probablemente. Pero sucede que el Gobierno no las planteó con el propósito de tener una agenda distinta sino porque esos problemas ya no daban espera. El ‘estallido social’ de 2021 fue un mensaje contundente de la ciudadanía que exigía el trámite de las reformas, de manera inaplazable. Se trata de problemáticas que llegaron al límite y que configuran, para emplear una figura jurídica, un estado general de cosas inconstitucional en múltiples campos. Así que, en efecto, uno de los aciertos incuestionables del Pacto Histórico y de su programa ha sido poner en el centro del debate público las reformas que persiguen la igualdad y la dignidad. Ese logro ha llegado para quedarse. Dudo que el próximo gobierno pueda ignorarlas.
Sin embargo, los resultados son menores. Excepción hecha de la tributaria, la única reforma que se aprobó, sin problema, en el Congreso, fue la pensional y eso que a trompicones ¿Con el desgaste de estos dos años, ¿es posible la aprobación de otras?
Hay que tener en cuenta que no se trata de reformas superficiales del sistema económico y político sino de cambios estructurales para hacerles frente a problemas que se han ido acumulando por décadas, y que requieren de la acción estatal sostenida mediante estrategias de larga duración. Lo que ha hecho el Gobierno, en algunos casos, es sentar las bases normativas para activar esas soluciones que son posibles solo con políticas de Estado, más allá de una sola administración. Por ejemplo, la reforma agraria en la que se deben viabilizar la desconcentración de la propiedad de la tierra, la sustitución de las economías ilícitas por lícitas e impulsar el desarrollo rural, no será exitosa con la simple expedición de decretos y leyes. Es necesaria la acción concertada entre las instituciones oficiales y, más aún, un acuerdo de todos los sectores del mundo rural incluyendo al empresariado y al campesinado.
Las bancadas de oposición del Congreso aseguran que el Gobierno quiere imponer sus proyectos de ley pero la del Pacto afirma que todos los articulados se han discutido ¿El desempeño legislativo de la coalición gubernamental ¿ha sido eficiente o ha fracasado?
Nuestra bancada ha tenido una labor destacada en el Congreso. En estos dos años se han aprobado 41 leyes de origen gubernamental con fuerte contenido reformador, varias de ellas, de carácter estructural como el Plan Nacional de Desarrollo y la reforma tributaria. En algunos casos, se ha debido realizar una concertación previa y no proceder a presentar los proyectos para concertarlos durante el trámite legislativo. Eso se debe corregir. Así lo ha previsto el nuevo ministro del Interior, Juan Fernando Cristo. También creo – insisto -, que a las bancadas oficiales, en Senado y Cámara, nos ha faltado ejercer control político. Ser coalición gubernamental no nos libera de hacer nuestra tarea. Por el contrario, nos obliga a ejecutarla con mayor rigor.
¿Le ha faltado al Pacto alinearse con los intereses del Gobierno más allá de la defensa de unos proyectos? Esa es una queja que el presidente ha expresado en varias ocasiones…
Es posible que en el presidente tenga razón. La labor de aprobar las reformas ha requerido un esfuerzo que se ha concentrado, prioritariamente, en esos proyectos de ley y actos legislativos lo que habría implicado descuidar la defensa de las demás políticas del Gobierno y del cumplimiento de su programa. Fuera de eso, debe recordarse que algunos congresistas de la coalición se apartaron de la administración.
Es conocida su vocación de impulsador de paz. Dedicarse a esa tarea lo ha alejado del Capitolio ¿Es momento de reconsiderar su dedicación a las negociaciones de paz para fortalecer la defensa de la Casa de Nariño?
Es cierto que he dedicado mis esfuerzos a lograr la paz pero no lo lamento. Considero que la más alta responsabilidad que puede ejercer un ciudadano en nuestra sociedad es la búsqueda, defensa y construcción de ese principio máximo. No me arrepiento de haber dedicado estos años de mi vida política a este propósito superior, y no pienso cambiar esa orientación. Lo mejor que existe, hoy, en nuestra vida política y sus avances democráticos, nace de los espacios de paz que se han construido, por décadas, con mucho trabajo.
“Se acabaron las denuncias sobre ‘falsos positivos’”
Es innegable que la violencia rural se ha incrementado en algunas regiones ¿Cómo se explica eso en el Gobierno de la “paz total”?
Sobre el recrudecimiento de la violencia rural hay que hacer un análisis riguroso y de contexto histórico sobre las dinámicas de las economías ilícitas y la falta de implementación del Acuerdo de Paz de 2016. De otra parte, también es necesario destacar, positivamente, los cambios en la conducta de la Fuerza Pública bajo este Gobierno con relación al respeto de los derechos civiles: se acabaron las denuncias sobre ‘falsos positivos’, sobre bombardeos en los que morían menores de edad, sobre movilizaciones en las que el ESMAD disparaba indiscriminadamente contra manifestantes, más un largo etcétera.
Hablando de las críticas a las mesas de diálogo con grupos armados, usted alude a “la impaciencia, y el voluntarismo de algunos” ¿A quiénes se refiere?
En esa categoría caben desde los opositores políticos que, a veces, usan las discusiones sobre los procesos de paz para fines electorales o políticos, pasando por los llamados “expertos” cuyos análisis son descontextualizados e imprecisos, hasta los consejos de redacción de algunos medios masivos de comunicación.
“Logros del Gobierno pese a todos sus altibajos”
A su juicio, ¿cuáles son las acciones destacables de la administración Petro que la oposición y la prensa no le admiten?
Como lo señaló el presidente en su balance del pasado 7 de agosto, y pese a todos los reparos que se le quieran hacer al Gobierno, menciono los siguientes campos: i) Manejo responsable de la economía con indicadores positivos en materia de reducción de inflación y desempleo, desarrollo del turismo y del sector agropecuario. ii) Avances en materia social con 650 mil personas que salieron de la pobreza el año pasado y desarrollo de algunas reformas sociales, en especial, la reforma agraria. iii) Avances en defensa ambiental y neutralización del impacto del cambio climático. iv) Liderazgo internacional, relaciones de respeto y soberanía con Estados Unidos, mediación en la situación política en Venezuela. v) Proyectos de transformación económica en algunos de los territorios agobiados por la violencia y vi) Los logros en materia de paz y cambios en la Fuerza Pública, que ya mencioné. Además, considero meritorio que, con todos los altibajos que ha habido, el presidente y el Gobierno persistan en la concreción de un acuerdo político nacional.