Támara Argote: la primera persona no binaria en el Congreso

“Tuve la oportunidad de construirme en libertad”, declara Támara Argote, representante del Pacto Histórico y la primera persona no binaria en ocupar una curul. Habla de su corporalidad y los desafíos de ser una cara visible de este género, sin ser activista.

Laura Angélica  Ospina
20 de noviembre de 2022 - 02:00 a. m.
Támara Argote es representante del Pacto Histórico.  / Gustavo Torrijos y Éder Rodríguez
Támara Argote es representante del Pacto Histórico. / Gustavo Torrijos y Éder Rodríguez
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Támara Argote es docente, política, madre y la primera persona no binaria en ocupar una curul en el Congreso de la República. Lleva 21 años trabajando en la educación pública, dictando clases en colegios como profesora de Educación Física, y toda una vida construyéndose en libertad. Si le preguntan con qué género dentro del binarismo se identifica más, dirá que con los dos: “He asumido la vida con los dos roles; me siento cómoda si me identifican como hombre o como mujer”. Si le preguntan si es bisexual, responderá entre risas de tolerancia que no y explicará que no hay relación directa entre ser una persona no binaria y una orientación sexual de este tipo. Si le preguntan si es lesbiana, declara con contundencia que no se siente atraída por las mujeres, por ahora: “No sé qué pueda pasar porque esto es fluido, dinámico”. Son muchos los interrogantes que recaen sobre su figura mientras se entrena como congresista en la Cámara de Representantes, papel que asumió oficialmente en julio de este año, cuando se instaló un Congreso que, como ella, es más diverso y cuya balanza se inclina a favorecer el mandato del presidente Gustavo Petro.

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Es martes por la mañana y Támara Argote, representante del Pacto Histórico por Bogotá, participa en la Comisión Tercera de la Cámara. Toma la palabra para intervenir en la discusión sobre los recursos de la educación pública y luego sale a un espacio alterno de la sala para hablar con este diario sobre el género y la diversidad. No se ausenta del todo. Mientras escucha a medias la sesión y las intervenciones de sus compañeros, habla frontalmente de los privilegios que circundan su experiencia. “Nací en una familia revolucionaria, política e ideológicamente. Tuve el privilegio, la oportunidad, de construirme en libertad, sin juzgamientos ni prejuicios de mis padres. Fui creciendo, siendo niña, incluso niño, sintiéndome muy aceptada”, dice.

Volviendo a su niñez, Argote recuerda cómo su mamá intentaba vestirla con los vestidos y los colores que la sociedad les ha asignado a las niñas, y ella lo rechazaba. “En mi familia trataron de seguir un poquito la inercia cultural de los roles de género, pero sin mucha presión. Mi mamá trataba de ponerme moños, zapatos, faldas, pero no me gustaba. Hasta el día de hoy no me siento cómoda con el disfraz que a las mujeres se les ha impuesto para desempeñarse en la sociedad. Yo me quitaba todo eso y apenas se dieron cuenta de que no funcionaba, con mucha tranquilidad dejaron de insistirme. Así crecí yo, con la posibilidad de ser libre corporalmente, pero sé que en el movimiento de la diversidad se habla de la familia como el primer lugar donde los juicios de valor contra la diferencia se sienten más duros, es donde se concentra el temor más fuerte”.

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Sin embargo, fue hace relativamente poco, y en otro país, donde encontró las palabras para nombrar su existencia en el mundo. “Para mí no era fácil identificarme dentro de la diversidad del binarismo genérico (hombre-mujer). Es decir, no podía reconocerme como lesbiana porque no era eso y tampoco dentro de lo trans. En 2012 viajé con mi hijo a Francia, a estudiar. A pesar de que la sociedad francesa es muy conservadora, existe un fuerte respeto por los derechos y la identidad, gracias al modelo liberal, que les permite entender la individualidad de sus ciudadanos. Allá conocí el concepto de persona no binaria dentro de la noción de identidad. Ahora, en el Congreso, creo que hay una mano de personas no binarias y personas con orientaciones sexuales diversas que no han tenido la posibilidad de preguntarse por su identidad porque la cultura no lo permite”.

La Corte Constitucional indicó que la identidad de género está estrecha y profundamente ligada con la dignidad humana, pues permite a las personas crear un plan de vida y reconocerse en su singularidad. Como lo resumió el centro jurídico Fidedigna, este derecho se relaciona con otros como el libre desarrollo de la personalidad y la autonomía. Por ello, el alto tribunal define la identidad de género como “la vivencia interna e individual del género, tal como cada persona la experimenta profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al nacer, incluyendo la vivencia personal del cuerpo, otras expresiones del género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales”.

La corporalidad ha sido, justamente, el canal principal para que Támara Argote exprese su identidad y sus principios sobre la igualdad. La usó no solo en su infancia o cuando practica karate por pasión, sino en su profesión como docente. “Entré al magisterio en el año 2000 y he sido la profesora más querida por padres y alumnos. Nunca hubo choques entre mi identidad y las instituciones educativas, porque no he ejercido el activismo. No he abanderado temas en defensa de la diversidad y el no binarismo, sino que he construido escenarios de pedagogía igualitarios. Entonces, en clase no favorecemos la segregación por género en los deportes. Eso ayuda a que la niñez se libere”.

Trae a colación una anécdota: “Cuando tenía 20 años llegué a un colegio en el barrio Las Lomas, al sur de Bogotá. Al bachillerato entró un grupo de jóvenes de 19 y 20 años, lo que era todo un reto porque venían de pasar sus días en la calle, con las pandillas. Venían de condiciones de agresividad y violencia muy fuertes, pero logramos construir un proyecto: todos los miércoles, los estudiantes se reunían en grupos de interés que ellos escogían. En pocos meses encontramos que las cargas de violencia se redujeron bastante, porque los pandilleros que antes andaban con puñales en mano ahora estaban tejiendo y haciendo croché. Esto no estaba permitido en las lógicas de la sociedad, pues es algo ‘de niñas’. Vimos que los chicos más agresivos, que ejercían en la calle cargos de jefes, eligieron hacer este tipo de actividades manuales y eso tranquilizó un montón el ambiente, no más por el hecho de dejarles hacer cosas que antes no podían”.

El pasado 28 de febrero, la Corte Constitucional exhortó al Gobierno y a la Registraduría a incluir la figura de género no binario en la cédula. El hecho inédito sucedió luego de que el tribunal estudiara y decidiera sobre una tutela que presentó una persona que, a pesar de haber sido asignado hombre al nacer, en su adultez no se identifica con ninguno de los dos géneros que ofrece el binarismo. Así, aunque la representante Argote tiene la posibilidad de hacer este cambio en su cédula, hasta ahora no lo ha considerado un paso importante. Para ella, el activismo no ha sido un camino. “Mi lucha ha sido desde lo personal e individual”, reitera.

(Contexto: Registraduría debe incluir el género no binario en la cédula de ciudadanía: Corte)

Tanto así que, aunque lleva toda la vida integrándose a proyectos políticos, de la mano de su papá, Álvaro Argote, concejal de la capital, nunca ha enarbolado la bandera de la diversidad.

“En la sala de mi casa se daban debates políticos duros de la izquierda. Mis padres y sus compañeros hablaban de cómo debía hacerse la revolución en Colombia. Yo iba a reuniones de Fecode y hasta aparezco en fotos de marchas de esa época, conmigo de cinco años. Entonces siempre he estado involucrada en la política, con proyectos enfocados en educación, cambio social y trabajo. Participé en la fundación del Polo Joven y ahora estoy en la construcción del Pacto Histórico. Mi trayectoria política ha estado acompañada de mi trabajo social. Aunque no he hecho activismo, en mi práctica insisto en que en todos los escenarios se debe respirar el respeto por los derechos en igualdad”.

Y concluye con unas verdades: “Pienso que en el movimiento de la diversidad es muy complicado intervenir. Por eso, he sido profundamente respetuosa, sin abanderar ninguna causa en particular. Soy crítica porque hay muchas cuestiones que generan disputa dentro de los movimientos. Algo así como: ‘Tengan ustedes este derecho y peléenselo allá’, y empiezan afros, indígenas y rom a pelear entre ellos, en vez de todos venir juntos a pelear por un espacio de igualdad conjunta. Pero insisto en que estoy en una posición de privilegio porque, incluso, ser una persona no binaria me pone en otro escenario, me aleja un poco de esas peleas. Reconozco, eso sí, que tienen que haber luchas radicales para que se visibilicen las problemáticas y por eso las personas que han sido más agredidas y violentadas son las que más promueven la diversidad. Una persona que ha vivido la diversidad desde el privilegio no puede venir a imponerse por encima de quienes la han vivido desde la segregación y la violencia. Toca ponerse siempre del lado de quien está siendo vulnerado”.

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