“Tenemos reservas serias frente a Petro”: Humberto de la Calle
El senador habla de las razones que lo llevaron a declararse como independiente y no de gobierno. También dio su visión sobre la nueva bancada oficialista y los problemas que tendrá por su tamaño.
Aunque Humberto de la Calle ha estado gran parte de su vida en la política, nunca antes había ganado unas elecciones a su nombre, más allá de ser fórmula vicepresidencial de Ernesto Samper y la consulta liberal de 2017. Este triunfo lo llevó a ser senador por primera vez a los 76 años. Cuando varios están cerrando sus carreras políticas, De la Calle apenas está debutando en el legislativo. Por eso, El Espectador abre este especial de “Primíparos en el Congreso” con el antiguo jefe negociador y una de las votaciones más altas en el Congreso.
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Aunque Humberto de la Calle ha estado gran parte de su vida en la política, nunca antes había ganado unas elecciones a su nombre, más allá de ser fórmula vicepresidencial de Ernesto Samper y la consulta liberal de 2017. Este triunfo lo llevó a ser senador por primera vez a los 76 años. Cuando varios están cerrando sus carreras políticas, De la Calle apenas está debutando en el legislativo. Por eso, El Espectador abre este especial de “Primíparos en el Congreso” con el antiguo jefe negociador y una de las votaciones más altas en el Congreso.
En este diálogo, el ahora senador habló de sus primeras impresiones del Congreso desde adentro. También hizo un análisis de la amplia llegada de “influencers” al Legislativo y la polarización que ha tomado el debate antes este fenómeno. Por último, expresó su visión sobre la amplia coalición de gobierno y sus implicaciones para la propuesta de cambio de Gustavo Petro.
¿A qué Congreso llega? ¿Es un Congreso de transformaciones, como se ha predicado?
Lo primero que tengo que decir es que yo había conocido el Congreso desde afuera, como ministro. Pero otra cosa es estar dentro de la ballena. Y ahí uno encuentra muchas disfuncionalidades. La toma de decisiones es complicada. Naturalmente el Congreso es para parlamentar, pero hay problemas de eficacia, que espero que se vayan solucionando a medida que se vaya decantando la discusión, tengamos la agenda del gobierno y muchos de los congresistas nuevos, que quieren figurar, entiendan que hay ritmos y trámites. Eso debe ir bajando la temperatura.
Por el momento veo que hay una coalición muy grande de gobierno, que asegura que van a pasar muchas cosas, sobre todo este primer año. El siguiente tendremos elecciones y eso dificultará el panorama. Creo que va a haber decisiones, muchas de ellas progresistas. Pero creo que esta coalición tan grande y heterogénea, cuando entren los temas importantes, aunque no preveo una gran crisis, sí una configuración de sectores en función de cada tema. Tenemos que ver de qué manera esto se va a ir comportando. Pero el resultado final sí debe ser positivo para Colombia.
Usted fue ministro de Gobierno, ¿han cambiado mucho las dinámicas en el Congreso frente a lo que usted pudo ver antes?
Sí, digamos que en aquella época, en 1991, había un sentimiento anticongreso y antipolítico muy grande. Vino la famosa revocatoria y, para mi sorpresa, el Congreso que vino después no fue mejor que el revocado. Y a partir de allí se han ido agravando ciertos males. Esta es la oportunidad para recuperar confianza y cumplir las promesas de campaña. Vamos a ver cómo van las cosas porque hay una zona de incertidumbre, pero yo confío que pase lo que pase con las mayorías gubernamentales, se logren tener los propósitos planteados.
¿Eso quiere decir que los que llegaron son la representación del cambio?
Creo que sí. Indudablemente hay una cosa nueva y es una cosa dirigida hacia el cambio. Un hecho sustancial de la política colombiana es que las dos opciones proclamaban el cambio y es el signo de los tiempos. La duda es: ¿cómo hacerlo? Es una pregunta que tiene complejidades, sobre todo ante la heterogeneidad de la coalición. En segundo lugar, hay unos fenómenos nuevos que no son tan alentadores. Por ejemplo, la circunstancia de que los influencers y las redes sociales tengan tanto poder en una opinión pública tan emocional y poco reflexiva, termina dificultando las labores del Congreso. Yo confío que en las comisiones, sobre todo en la Primera -a la que pertenezco-, tengamos una posibilidad de abrir un espacio de reflexión más reposada y profunda. Pero claro, la opinión pública se ha convertido en tan volátil y emocional que todo eso va en contra de una política de la reflexión. Ese es un tema en el que creo que hemos ido a peor. La carrera progresista a niveles de mayor deliberación no ha sido así.
Habla de los ‘influencers’, incluso uno -JP Hernández- alcanzó a tener mayor votación que usted. ¿Cree que ellos pueden implicar un debate político de menor calidad?
El problema de esta visión de la política, que no solo ocurre en Colombia, es que es muy superficial. Poco más de 200 caracteres en un trino es la peor forma de reflexionar sobre la política. Los 30 segundos de la televisión aún son más superficiales. Confiemos en que esto se va a ir decantando, al menos en el Congreso. Las formas mundiales en la política se han ido conduciendo por estos esquemas de volatilidad. Hay un filósofo, Byung-Chul Han, que habla de la “infocracia”. Se ha generado una forma de gobernar inmediatista, que no examina y que se guía por los instintos. Surge una pregunta crucial: ¿Dónde está la diferencia entre lo popular y lo populista? El populismo no tiene ideología. El populismo es un instrumento a favor del poderoso. Lo que necesitamos realmente popular que se base en reflexiones ordenadas y razonables.
Usted y Daniel Carvalho no tienen partido, ¿eso no los deja en desventaja frente a los otros sectores?
Diría que no. La circunstancia actual de nosotros nos ha dado un ámbito de mayor libertad, capacidad de discusión e independencia. Finalmente me siento tranquilo y contento. Espero cumplir desde allí, que pareciera algo solitario, pero hay un matiz y es que voy a estar en la independencia y eso me permitirá apoyar proyectos convenientes, sin importar de donde vengan, y oponernos a algunos elementos que nos parezcan desmesurados e inconvenientes.
Están en un vacío jurídico en el que algunos expertos han comentado que pueden pedir la personería jurídica, ¿lo harían?
He oído esa tesis y no soy capaz de responder categóricamente, porque hay que examinarla. Por lo pronto, no me parece tan clara esa posibilidad. De existir, mi experiencia me ha mostrado que, a pesar de todos estos malentendidos, creo que sí es útil en la política colombiana tener una organización con personería jurídica. Todo eso hay que hacerlo con cuidado y racionalidad.
En 1991, cuando abrimos la puerta totalmente a los partidos, llegamos a tener 80 partidos, muchos de ellos de garaje. En el 2003 se moderó esa situación y quedamos con siete u ocho partidos, multipartidismo razonable, como en Europa. Pero ahora, en solo Senado quedaron 20 partidos. Por eso no me parece que sea tan conveniente. Hay que hacer algo razonable. Sólida e institucional. Pero sí quisiera contar con una organización partidista que se aleje de los avales y que tenga propuestas coherentes ante la comunidad.
¿Fue lo ideal partir cobijas con Íngrid Betancourt y su partido, Verde Oxígeno?
Hubiese querido un divorcio amistoso. Se lo propusimos y no fue posible. No quiero regresar a esa discusión. Yo respeto a Íngrid y es un personaje muy querido. Quiero despersonalizar esto. Había formas de hacerlo razonablemente, pero no me siento desesperado por la expulsión. Al contrario, respiro un aire de mayor libertad e independencia.
Es entendible que no quiere hablar mucho de su salida de Verde Oxígeno, pero es que Íngrid Betancourt habla de traición. ¿Qué le responde a una acusación tan dura?
Yo no logro entender esa acusación tan dura. Me limito a hacer una pregunta. De los casi 200.000 votos que logramos Carvalho y yo, ¿cuántos votaron por Verde Oxígeno y cuántos por nosotros? Eso no lo digo con cinismo, sino que esa ruptura se presentó de una manera bastante inconsistente con la idea de democracia interior de los partidos.
¿Qué piensa de que los partidos tradicionales (conservadores, liberales y la U) sean de gobierno? ¿Se afecta la promesa de cambio dada por Petro?
Hay dos formas de mirar ese tema. Un destacadísimo dirigente, seguidor de Gustavo Petro, dijo que les tocó hacer coaliciones porque no lograron una mayoría suficiente en el Congreso, y eso tiene cierta racionalidad. Si no se puede gobernar solo, se deben armar coaliciones. El peligro, y es una responsabilidad enorme de Petro, es gestionar una coalición tan enorme y disímil manteniéndose en la línea de política abierta, higiénica, transparente y sin mermelada. Ese es uno de los temas que tenemos que estar evaluando prontamente para no caer en lo que ha pasado en las últimas décadas: las coaliciones terminan cayendo en mermelada.
¿No cree que esta situación pone en duda la legitimidad ideológica de los partidos?
Es claro. Estamos ante la mayor crisis del régimen de partidos. Veníamos mal en esa materia y el solo hecho de que con el triunfo de Petro muchos partidos se hayan subido al tren de la victoria, demuestra que el sustrato de los partidos y sus convicciones es bastante frágil. Hubo partidos, como el Conservador, que prácticamente sin ninguna conversación programática entraron a codazos al tren de la victoria. Algunos incluso van pegados de las ventanillas, como en el viejo sistema de transporte de Bogotá. La pregunta la respondo con un sí categórico, pues la crisis de partido es muy grande.
Para matizar hay que decir que ese es un fenómeno universal, es un problema de la democracia representativa. Los partidos están sometidos al populismo, al inmediatismo y a la superficialidad. Es un momento de transición para una democracia que vaya más allá de la simple democracia representativa. No somos capaces de idear ese esquema nuevo. Estamos presos de la emotividad fulgurante, diría el filósofo Han. Este es un momento en que no sabemos qué formas nuevas puede tomar la democracia, pero teniendo como formas básicas el respeto a los derechos y a las minorías.
Desde la campaña hablaron de apoyar la propuesta de cambio, ¿por qué declararse como independientes y no como gobierno? ¿Hay reservas frente a Petro?
Hay temas en los que coincidimos. En un documento que hicimos Carvalho y yo hablamos de las líneas que estábamos dispuestos a apoyar. El primero es el cumplimiento completo del acuerdo de paz y de ahí se deriva la reforma rural integral y la reforma política, que es uno de los temas que estoy trabajando. Luego ha surgido la necesidad de un nuevo paradigma en las conversaciones de paz. Y solo agregaría los temas de cambio climático y las libertades. Pero tenemos reservas serias frente a Petro. Digamos, la idea de recoger $50 billones cada año con la reforma tributaria, como se planteó inicialmente, me parece que golpea la economía privada y generaría un fenómeno de estatización totalmente indeseable. Eso se ha ido suavizando y el doctor José Antonio Ocampo es garantía de que no se vaya a extremos.
En segundo lugar, la idea de combatir los combustibles fósiles es obvia ante la situación del mundo, casi nadie se opone a esto, pero la propuesta de Petro de suspender la exploración de inmediato genera inmensos riesgos. La dependencia de Colombia en términos fiscales a los combustibles fósiles hace que el golpe sea inmanejable. Nos podremos encontrar en una situación paradójica de nosotros hacer esfuerzos por abandonar los combustibles fósiles y Europa está regresando por motivo de la guerra en Ucrania. Tampoco puede olvidar que el gas es un combustible de transición.
La llamada paz total también me genera interrogantes, no oposición. No se han definido muchos temas, pero hay elementos que generan preocupaciones, como la idea de que la negociación con el Eln se haría de la forma de que lo que se vaya acordando se vaya aplicando de inmediato, lo contrario a lo de La Habana. Es un camino peligroso porque genera que la guerrilla pueda coger la pechuga y cuando le toque dejar las armas decida romper las conversaciones. También el cese al fuego bilateral. Mi experiencia, desde Caracas, indica que con las guerrillas de tanta longevidad comenzar por el cese al fuego es muy difícil porque es una decisión mayor. Esos temas pueden hacer que fracasen las negociaciones, como ocurrió en Caracas. Frente a las bandas criminales, un cese al fuego es completamente inadecuado. Son estas razones las que nos llevan a estar en independencia, para apoyar lo que nos parezca conveniente y tener la libertad de oponernos en otros temas.
¿Va a resultar problemático que solo se tenga como figura de oposición al Centro Democrático? ¿Se retrocede frente a otros gobiernos, donde hubo con claridad gobierno-oposición?
Puede ser un error histórico concentrar el papel de opositores en las zonas radicales de la derecha, el Centro Democrático. Aunque insisto en que hay que ver cómo va a ser el comportamiento de una coalición tan grande como la que logró Gustavo Petro. No es muy sano que la oposición se quede en una sola visión.
Ahora bien, en una entrevista para El Espectador, el exministro Juan Camilo Restrepo señaló algo interesante que es cuánto tiempo durará esa coalición enorme y de qué manera la oposición puede perder el rumbo si queda solo en los sectores radicales. El doctor Restrepo agregó que el verdadero jefe de la oposición es Álvaro Uribe, que le cayó ese nuevo papel sin proponérselo.
¿Cree que va a haber un escenario de concertación cuando el gobierno Petro tenga una aplanadora en el Congreso?
Reitero que la coalición es enorme, incluso diría que demasiado grande. Es muy difícil satisfacer los intereses, sean ideológicos o de mermelada. Pero eso significa que las votaciones concretas tendrán guarismos distintos y no esa abundante votación que han exhibido en los primeros días. Confío que pasadas las turbulencias iniciales, se tendrá una capacidad de diálogo y de respuestas nacionales. Lo que está pasando en Colombia, y en eso han contribuido las redes sociales, es que las discusiones son contra la persona y no contra la tesis. Eso debemos erradicarlo.
¿Le ha costado a la nueva bancada de gobierno entender que ya no es oposición?
En ciertos momentos, sí. Me parece que hay una dinámica de muchos años de oposición, radicalismo e inexperiencia. Espero que el presidente Petro sea capaz de organizar y darle una contextura coherente, pero sin duda en ocasiones se encuentran algunos grados de incoherencia. Por ejemplo, cuatro ministros llegaron con su impuesto debajo del brazo y al doctor Ocampo le tocó apagar incendios sin haber empezado el gobierno. Me parece muy curioso que Petro haya anunciado varios ministros, pero no el del Interior. Entonces lo que ha ocurrido la agenda del gobierno quedó en manos del presidente del Congreso, Roy Barreras, y esa falta de ministro genera ciertos desajustes que el gobierno debe ocurrir.
Usted habla de la tributaria, ¿No se están repitiendo los bandazos de Carrasquilla, que llevaron a una mayor fuerza en el estallido social?
Hay dos problemas: no es posible una política social tan ambiciosa sin una reforma tributaria, sencillamente no hay dinero. El segundo problema es que el Gobierno ha dicho, y con razón, que es necesaria una reforma integral. Y el paso por el Congreso debilita esa integralidad debido a que llegan los pequeños intereses. Hay que hacer la reforma, pero de manera realista. Deben ser capaces de entender que algunos compromisos se van a incumplir.
¿Bajar el salario de los congresistas es un tema tan urgente que deba asumirse entre las primeras discusiones de la agenda, como está ocurriendo?
No, rebajar el salario de los congresistas no es la gran reforma política. Pero en la medida en que hubo ese compromiso con la opinión pública, me parece que debemos hacer todo lo posible por cumplir. Cuando se planteó la hipótesis de que esto rigiera a partir de 2026, entiendo que lo que se quiso decir es que será negado si llega a ser de vigencia inmediata. Pero creo que el simbolismo de la rebaja tiene un significado importante en un Congreso tan desprestigiado como el que tenemos. Es una recuperación del principio de la palabra empeñada. Hago un llamado a que los que estemos de acuerdo con la rebaja hagamos una especie de fondo de donaciones con propósitos sociales mientras se da la reducción oficial.
¿Cuáles son los temas que sí deberían tener urgencia, sobre todo en el primer año?
La implementación del Acuerdo es esencial y sus dos puntos claves: la reforma rural y la reforma política. La reforma rural ya no es un tema de una guerrilla y un gobierno. Aquí llevamos siglo y medio de frustración en ese tema. Ya la hicieron nuestros vecinos y nosotros no hemos logrado la estabilización del campo. No es solo un problema netamente campesino y la reforma que pactamos es altamente equilibrada. En segundo lugar, el sistema político está haciendo agua. La corrupción ha invadido casi todas las esferas del poder público y esa corrupción es en buena parte resultado de la forma de gobernar. Para poder gobernar se recurre a la famosa mermelada, que es la compra de los congresistas, y eso hay que erradicarlo. Los políticos no son santos, pero debemos ser capaces de lograr una relación Ejecutivo-Congreso más coherente, organizada y con mejores partidos para mitigar el mar de corrupción en el que estamos. También hay unas políticas sociales inmediatas que ha propuesto Petro para ayudar a las personas que se han visto sumidas en pobreza extrema.
¿Algunos temas los llevará usted o se plegará al Gobierno?
Personalmente estoy trabajando en temas de reforma política. Eso implica varios temas, pero estoy primero con los temas institucionales: Consejo Nacional Electoral, Registraduría y esa dualidad de funciones entre el Consejo de Estado y el CNE. Esos son los primeros proyectos. Pero vendrán otros que tienen que ver con el régimen de partidos. Sistema electoral, ética en la política y transparencia. También quiero presentar un proyecto de prórroga de la ley de orden público con espacio para una visión nueva, más acorde con la realidad actual. También estoy a la espera de los proyectos del gobierno.
¿Esa gran reforma política implica trastocar lo que es la Constitución de 1991?
En la Constitución de 1991 yo distingo lo que es la parte dogmática –el ideario de Colombia–, que es una sociedad abierta, pluralista, tolerante, que apuesta por las libertades, y eso está intacto y es pertinente. Lo que hay que hacer es profundizar en esos temas. Los otros elementos son los funcionales y ahí hay desajustes. La fórmula de justicia salió mal, sobre todo porque las funciones electorales en las cortes salieron muy mal, pues se terminó contagiando a la justicia de algunos males. También se debe hacer una reforma al Congreso y los temas del sistema electoral. Ahí hay varias iniciativas en las que aportaremos.
¿Algún tema que le preocupe en la forma como se está llevando actualmente?
Hablando actualmente como el saliente gobierno, debo decir que me preocupa la implementación del Acuerdo de Paz. Yo no quiero caer en el sectarismo de decir que no han hecho nada. Han tenido avances en algunos temas, pero hay otros en están quedados. Ese es un primer reparo y desafortunadamente también vemos un gasto desmesurado en publicidad oficialista. Antes eso estaba prohibido, y desde hace unos gobiernos viene cambiando, pero ahora está desbordado. Le reconozco a Duque que manejó bien la pandemia, pero deja unos vacíos de orden institucional. Espero que no sea un espejo que asuma el nuevo gobierno.
Usted fue jefe negociador, ¿buscará llevar proyectos para impulsar las sugerencias de la Comisión de la Verdad?
En este momento no. Como dije, presentaré mi proyecto de seguridad y conversaciones de paz en este nuevo paradigma del conflicto, pero no estoy en plan personal. No me negaría a colaborar. No quiero dejar por fuera otros temas en los que quiero colaborar como lo son la economía del cuidado y la igualdad de género, pero no quiero apersonarme de eso, es más legítimo si lo hacen mujeres. Quiero estar presenta de disyuntivas morales como lo son el aborto, eutanasia, y suicidio asistido. Quiero hacer parte de la discusión de esos temas.
¿Será la hora en el que el Congreso legisle sobre eutanasia, aborto y otros temas difíciles?
Debería hacerlo. La tradición es que es un Congreso cobarde y huidizo. En términos de arquitectura constitucional, se requiere al Congreso para que resuelva, no lo hace y entonces la corte termina tomando decisiones y entonces los opositores dicen que la Corte se extralimita cuando es el Congreso que está fallando. La mayoría progresista ayudaría a tomar esos temas difíciles.