“Todos los partidos están tocados por la indisciplina”: Ómar Yepes

En la conmemoración de la fundación del partido, el presidente del Directorio Nacional Conservador habla sin tapujos de la pérdida de vocación de poder de la colectividad, que, dice, se ha venido recuperando, y de la mermelada en los gobiernos Uribe y Santos, en la que algunos quieren permanecer.

-Javier González Penagos / Twitter: @Currinche
03 de octubre de 2019 - 03:00 a. m.
Para Yepes, la lucha por el poder es la razón de ser de los partidos. / Cristian Garavito - El Espectador
Para Yepes, la lucha por el poder es la razón de ser de los partidos. / Cristian Garavito - El Espectador
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En los 170 años del Partido Conservador, si usted tuviera que elegir a tres conservadores ilustres, ¿a cuáles escogería y por qué?

Miguel Antonio Caro, Laureano Gómez y Mariano Ospina. Caro fue prácticamente el redactor e inspirador —junto con Rafael Núñez— de la Constitución de 1886, que tuvo vigencia en el país más de un siglo. Laureano, gran parlamentario, orador fabuloso y llegó al partido para reconquistar el poder perdido en 1930. Y Ospina, un estadista, un hombre de empresa, reflexivo y el héroe del 9 de abril, cuando le hicieron esa embestida terrible con motivo de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán para que entregara el poder.

Desde 1974 no tienen presidente y de un tiempo para acá se ha agudizado el no tener un candidato propio. ¿Cuál es la apuesta para retomar la vocación de poder?

Después del 74 hemos tenido dos presidentes: Belisario Betancur y Andrés Pastrana.

Pero ellos llegaron por alianzas…

Es cierto, pero eran conservadores y fueron proclamados en convención. Ahora, los partidos en general, en el mundo y Colombia, no escapan a vivir momentos de crisis. El conservatismo, en cierta forma, había perdido la vocación de poder y estaba en el plan de ser aliado imprescindible de otras fuerzas políticas. Sin embargo, desde hace cinco años nos dimos a la tarea de lanzar candidatos propios a la Presidencia. Advierto que antes habíamos trabajado por la candidatura de Noemí Sanín, pero hace cinco años, en un forcejeo grande, logramos la proclamación en convención de Marta Lucía Ramírez, quien adelantó una tarea muy brillante en la campaña. Ella es una mujer de estudio, que tiene en la cabeza qué es lo que se debe hacer por el país. Obtuvimos un resultado electoral importante: dos millones de votos en la primera vuelta. Y en la última campaña electoral, con la propia Marta Lucía y Alejandro Ordóñez, jugamos en una consulta con el uribismo, pero no alcanzamos los votos suficientes para tener candidatura propia. En esta campaña intermedia para elegir gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles nos propusimos otra vez tratar de rescatar la vocación de poder con el mayor número posible de candidatos. Creo que tuvimos un gran éxito porque hay aproximadamente 32 candidatos a gobernaciones y 600 a las alcaldías. Un partido no tiene razón de ser sino en la medida en que aspire al poder. Como decía Álvaro Gómez: si no se está, no se juega ningún papel en la política.

¿Y para la Alcaldía de Bogotá, que es la más importante de todas?

Es una lástima que el partido haya estado ausente de la lucha por la Alcaldía de Bogotá durante tanto tiempo. Bogotá es el centro de la política colombiana, pero no encontramos la manera de que apareciera un candidato. Buscamos por todos los lados que alguien se atreviera a prestar el nombre, pero a la gente no le gusta hacer esfuerzos sino encontrar salidas fáciles a sus eventuales aspiraciones. Y como encuentran que el Partido Conservador es una fuerza que en Bogotá no es decisoria desde el punto de vista de la posibilidad de tener un triunfo amplío, pues nadie se lanza. Resulta que un partido que no se lanza, que no lucha, nunca va a llegar. La manera de conseguir el poder es trabajándolo con argumentos que le lleguen a la gente, que son los programas. El país tiene muchos problemas, pero particularmente en la falta de empleo, la pobreza, la falta de oportunidades; el conservatismo debería de movilizarlos. Desde muchísimo tiempo atrás hemos laborado sobre el tema de la cuestión social. No en vano, durante muchos años, las encíclicas papales, orientadas todas al favorecimiento de los pobres, fueron un tema fundamental del Partido Conservador, argumento clásico para movilizar en las campañas electorales.

Usted dice que han retomado la vocación de poder. ¿Qué pasó en los gobiernos de Uribe y Santos? Porque la percepción es que el partido terminó inmerso en la burocracia, en la mermelada…

Vocación de poder siempre ha habido en la base. Tan cierto es que cuando tuvimos algunas controversias con la bancada parlamentaria para luchar por la candidatura hace cinco años, esas bases nos acompañaron. En donde ha habido alguna reticencia es en la clase dirigente, que terminó inmersa en lo que avizoró Gilberto Alzate Avendaño: cuando se pactó el Frente Nacional, él escribió un discurso reconociendo que se requerían acuerdos entre los partidos para acabar con la violencia, y decía que un pacto de 16 años alternándose el poder, distribuyéndose la administración pública —incluso la justicia y el presupuesto oficial— iba a atemperar la lucha ideológica y que, por lo mismo, los partidos se iban a desdibujar desde el punto de vista de programas, principios y filosofía política. Y fue así: pasó el Frente Nacional y todos los partidos colocaron su mirada en el aspecto burocrático, y de ahí el porqué de la división entre los mismos, las coaliciones de sectores de un partido con otro, llevaron a lo que estamos viviendo hoy.

¿Y la mermelada, tanto con Santos como con Uribe, también influyó?

No me gusta el término mermelada, prefiero decir participación en el poder. Obviamente, se hace política para luchar por el poder y estar ahí se refleja en distintas instancias. Los cargos de representación política, que son los ministerios, o los cargos en la administración pública, están para darles cabida a quienes luchan para que el partido llegue, de tal manera que ese es un tema que se utilizó para justificar posiciones de un frente y otro. Entre otras cosas, el término mermelada surgió alrededor de la propuesta que hizo el ministro Juan Carlos Echeverry de modificar el sistema de regalías, de forma tal que no se quedara la gran parte en los departamentos de donde se estaba extrayendo petróleo, por ejemplo, sino que se repartiera en la generalidad del país.

¿No será que en estos cinco años de los que me habla, en los que se ha intensificado esa vocación de poder, lo que persiste es vocación por la burocracia?

Hay de todo. Los que viven de la burocracia buscan la manera de permanecer en ella, y ahí se encuentra parte de la dirigencia, de base o alta. Pero también hay otros sectores que aspiran a la lucha por el poder, porque encuentran en eso el gran fundamento y razón de ser de los partidos. Siempre he sido partidario de eso en las veces en que he estado en la presidencia del partido, insistiendo en la necesidad de que se busque con todos los contratiempos que se puedan tener.

¿Cómo combatir ese sector que siente preferencia por la burocracia?

Esa es una decisión de la clase de dirigentes. Si adoptan la vocación de poder, la base del partido finalmente termina acompañando.

¿Qué significa ser conservador en pleno siglo XXI?

Implica muchas cosas. Ser conservador es ser amigo del orden, entender que tiene que haber una autoridad que imponga el orden en el país, ser respetuoso de las normas, de la Constitución y de las leyes; es considerar que hay un ser trascendente que gobierna el universo y, por lo mismo, dar cabida a aspectos religiosos, mayoritariamente católicos. Ser conservador es ser defensor del derecho de propiedad, como una especie de acumulación de recursos producto del trabajo para darle tranquilidad y estabilidad a la familia; ser conservador es tener sensibilidad social, luchar por el medio ambiente, que es un tema que hoy estamos viendo en el mundo y que en el país tiene antecedentes muy claros en Misael Pastrana. Ser conservador es ser pragmático. A mi juicio, en el mundo y en el país hay mentalidad conservadora mayoritaria, pero no afiliación mayoritaria al partido. Una cosa es la mentalidad conservadora y otra cosa es la afiliación real al partido.

¿Cómo equilibrar ese ideario conservador frente a temas como la diversidad sexual o la separación entre Estado e Iglesia?

Hay aspectos en donde el partido tiene que abrirse y, de hecho, se ha abierto. Ser conservador es entender que el pasado y la tradición son la base fundamental para ir construyendo el futuro de una forma continua, sin rupturas en un momento determinado. Por eso no somos amigos de la revolución, pero obviamente la sociedad va luchando y obteniendo algunas conquistas, y el conservatismo tiene que estar abriendo los ojos y prestando oído a todo ello. Eso sí, sin salirse de su filosofía, por ejemplo, en temas como el aborto, pues somos defensores de la vida. Desde luego hay casos en los que hay que entenderlo, como lo establece la Corte Constitucional. En el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo, el Partido Conservador no transige, porque entiende que el matrimonio es entre hombre y mujer. Que se junte una pareja para nosotros eso no tiene problema, pero eso no se puede llamar matrimonio, desde luego respetando que esas personas tengan todos los derechos civiles. Hay tolerancia, pero sin salirnos de los principios fundamentales.

La Iglesia católica ha sido importante y transversal al Partido. Ahora, con este “boom” de movimientos cristianos, que también tienen incidencia política, ¿cómo están las relaciones?

El Partido, así como es policlasista y están incrustados todos los distintos sectores de la sociedad, es un movimiento que, en materia religiosa, respeta la inclinación de las gentes. Sin embargo, lucha por que prevalezca la religión católica, porque esa ha sido de su esencia.

A lo largo de la historia ha habido una íntima relación entre el catolicismo y el partido. ¿A cuántas personas afiliadas como tal congrega hoy en día?

Ningún partido tiene en este momento organizada lo que se puede llamar la carnetización. Estamos tratando de trabajar en ese sentido para que en las disputas por las candidaturas a alcaldías o gobernaciones no haya que apelar a encuestas o convenciones sino simplemente a unas consultas internas en donde la realidad conservadora en un momento dado se imponga.

¿Se atreve a vaticinar un número de personas que están con el Partido Conservador?

Creo que deben ser aproximadamente dos millones, que es la constante electoral que hemos tenido en los últimos tiempos. Siempre en las elecciones a Congreso o a la Presidencia aparecen dos millones. Es el mismo resultado que tienen el uribismo, la U, el Partido Liberal. Casi todos estamos por los dos millones de votos.

¿Cómo les ha ido en esa tarea de invitar a jóvenes a que pertenezcan al partido?

Estamos en ello, porque nosotros vamos pasando y otros tienen que asumir la responsabilidad para con el país y para con el partido, y obviamente esa es la juventud. Aquí hay una organización interna y les estamos pidiendo que penetren en las universidades y en las bases. Hace rato, los partidos están ausentes en manejar temas nacionales: salud, educación, lo económico, el aspecto tributario, la cultura, la recreación, el deporte, la seguridad. Esos temas no los están manejando los partidos como partidos, sino que los están manejando los líderes individualmente. Estamos en este momento preparando un equipo de gente de mucha experiencia, de mucha trascendencia nacional, gente nueva, para poner al partido a pensar y a promulgar muchos aspectos relacionados con la política del país. En la medida en que los jóvenes encuentren partidos planteando teorías y tesis, en donde ellos resulten beneficiados, seguramente que nos acompañarán. ¿Quién puede ser enemigo del orden? ¿Quién puede ser enemigo de que haya autoridad? ¿Quién puede ser enemigo de la formulación de las leyes? Son absolutamente indispensables para la relación social, para el manejo de la economía, para el manejo de tantas cosas. ¿Quién puede ser enemigo de que haya políticas para atender las necesidades de la gente? Si el partido es eso, pues obviamente irán llegando, pero hay que difundir todos los días esas posiciones para que encuentren una razón positiva para incrustarse en el partido.

¿Cómo hacer para que el Partido Conservador vuelva a ser la fuerza que fue en el siglo pasado y fortalecer la vocación de poder?

El partido sigue siendo importante. Repito: los cuatro o cinco partidos importantes en el país están alrededor de los dos millones de votos. Yo creo que la vocación de poder y buscar la manera de ser el partido trascendental es importante aspirando al poder, aun en las circunstancias más difíciles. En segundo lugar, difundiendo doctrina y principios, y vendiendo programas alrededor de las preocupaciones de la sociedad colombiana: educación, salud, economía, deporte, seguridad, temas del campo, recreación, cultura, etc. Lo que preocupa a la gente en el día a día.

Usted asumió en marzo pasado la presidencia del Directorio Nacional del partido. ¿Cuáles han sido las principales dificultades que ha enfrentado?

Diría que no hemos tenido ninguna dificultad, pero con la gente, en términos generales en el país, sí hay indisciplina. Creo que todos los partidos políticos —tal vez el que menos problemas tiene es el Centro Democrático, por el liderazgo tan arraigado del expresidente Uribe— están tocados por la indisciplina, por varios factores. El primero, el voto preferente, en donde la gente pide el aval y cada uno se defiende y encuentra como rival no a los adversarios de otros partidos, sino a los de su propio movimiento. Otro factor que ha provocado mucha indisciplina es la elección popular de alcaldes y gobernadores, porque piden avales, se les entregan, pero después de elegidos, cada quien se torna en una posición más o menos imperial, en donde se sueltan y actúan de acuerdo con sus propios criterios y no se respetan las decisiones de las directivas locales.

Por -Javier González Penagos / Twitter: @Currinche

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