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Usted fue jefe de la delegación del gobierno Santos para la mesa de diálogos de paz con el Eln entre 2016 y 2017. Por lo tanto, conoce el perfil y carácter de esa guerrilla. ¿Es posible negociar con un grupo que ha demostrado ser reacio a transar y ceder en el terreno político y, ni se diga, en el militar?
La negociación con el Eln es difícil, pero no imposible. Hay antecedentes que lo demuestran. Su perfil negociador es distinto al de las antiguas Farc: es un grupo altamente ideologizado, poco pragmático y suele hacer uso de un exacerbado sentido de la “bilateralidad”, es decir, nada, en las negociaciones, puede hacerse por fuera de los acuerdos que se vayan alcanzando. Las Farc, en su momento, decretaron un cese al fuego y renunciaron al secuestro en sendos gestos unilaterales. Eso facilitó, enormemente, el avance de las negociaciones en La Habana. Pero al Eln, repito, no le gustan las acciones unilaterales ni que las tome la contraparte. Así hay que entenderlo para no llevarse sorpresas desagradables.
El primer lío con el gobierno Petro, precisamente, ha sido el malentendido o la imprudencia -si se quiere- del anuncio de un cese al fuego bilateral por parte del presidente. ¿Cuánta importancia y fondo tiene este incidente? ¿Es tan grave como se ha dicho?
El actual impasse, como se sabe, surgió del desafortunado trino, del 31 de diciembre, del presidente Petro cuando dio por hecho que ya había un cese al fuego negociado con el Eln. Pero, a mi modo de ver, ese incidente ya está aclarado a estas alturas. Ahora el Gobierno ha solicitado conversaciones de urgencia con el Eln para buscar el diseño de cese al fuego construido de manera bilateral. Ojalá que se avance pronto en esta dirección.
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Después del anuncio y con el rechazo del Eln a la suspensión de hostilidades, el Gobierno tuvo que decretar la reanudación de las órdenes de atacar militarmente a esa guerrilla. En su opinión, ¿este desacuerdo inicial podría echar al traste el intento de la administración Petro de avanzar en las conversaciones?
Creo que el Gobierno ya aprendió la lección y el Eln no puede seguir cobrándole un incidente que está superado. Lo que queda hacia delante es construir esquemas de paz con los alzados en armas, lo cual no será fácil, pero como dije, tampoco imposible sin sobrepasar las líneas rojas que hay que observar en la negociación, como el respeto a la legalidad y al Estado de derecho. El primer paso, desde luego, es la construcción de un buen cese al fuego. Hay que resaltar que la voluntad de Petro para buscar caminos de paz con el Eln es innegable. Y ese grupo debe entender que si no se monta en el tren de la paz, la historia lo va a dejar por fuera.
¿Cuál es, para usted, la definición de “un buen cese al fuego”?
Un buen cese al fuego es aquel que, por sus condiciones, permite negociar con tranquilidad sin afectar el Derecho Internacional Humanitario (DIH) ni a los terceros no combatientes.
El jueves pasado el presidente de la República publicó un trino refiriéndose a otro mensaje del presidente del Senado. Ambos aludían a esa guerrilla: Petro dijo que al Eln le queda “el camino del padre Camilo Torres (sacerdote católico que se unió a ese movimiento en 1966) o el de Pablo Escobar”. Por su parte, el senador Barreras había asegurado que el Eln puede pasar a la historia “como constructor de paz” o como “una guerrilla que degeneró en narcotráfico”. ¿Ese tipo de mensajes son favorables al diálogo?
Estoy de acuerdo con el sentido de esos mensajes. Creo que es la última oportunidad que tiene el Eln de incorporarse a la vida civil en un clima de paz. Si no lo hace en un gobierno como este de Petro, quedaría clasificado como un grupo terrorista y narcotraficante, sumido en la criminalidad. Y, como dije, por fuera de la historia de la construcción de paz en Colombia.
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Supongamos que, finalmente, se logra un cese bilateral y temporal de hostilidades. Este hecho, ¿cuánta importancia tendría en el camino del logro de un acuerdo final?
El cese al fuego del que se está hablando es peculiar: se daría al comienzo de un proceso que está en el inicio. Es apenas una tregua para empezar las conversaciones sin sobresaltos. Precisamente por esta razón es un paso complejo y delicado: debe quedar claro, en primer lugar, que las Fuerzas Militares de ninguna manera verán recortadas sus responsabilidades para combatir el delito siempre que este se presente, aun si quienes lo cometan son los del Eln. Y como es una suspensión temporal de hostilidades simultánea con otras que se van a intentar con los demás grupos de alta criminalidad dentro del esquema de “paz total”, los espacios geográficos en los cuales se va a mover cada uno de esos grupos tienen que quedar muy bien delimitados. Además, deben elaborarse protocolos detallados de obligatorio cumplimiento para las partes. Y como el Eln no se va a confinar en lugares prefijados, también tendrá que precisarse cómo y quiénes serán los verificadores del cumplimiento de lo pactado. La verificación con dientes es algo primordial en estos casos.
Si es difícil la verificación del cumplimiento del cese al fuego con un grupo, mucho más complicado será la de seis o siete pactos de ese mismo tipo con las demás bandas que actúan, en muchos casos, en los mismos terrenos y zonas geográficas. En su experiencia, ¿es posible constatar que todos los grupos armados ilegales honrarán lo pactado?
No es posible afirmar que así será. Es muy difícil, pero hay que intentarlo, puesto que la lógica de la “paz total” es precisamente esa: negociar a muchas bandas. Y se requieren ceses al fuego y de hostilidades mientras fructifican esas negociaciones.
Mientras usted dirigió las conversaciones con esa guerrilla en el gobierno Santos se llegó, efectivamente, a un cese de hostilidades, la primera y única que se ha logrado con el Eln. ¿Cuánto tiempo discutieron esa decisión y con cuáles condiciones?
En el cese al fuego que nosotros negociamos por 101 días (entre 2017 y 2018), el Eln, entre otros puntos, se comprometió a no ejecutar secuestros con carácter extorsivo, a no volar estructuras que pudieran afectar a los no combatientes o la infraestructura nacional. Y muy importante: a respetar integralmente el DIH. El Gobierno, a su turno, prometió aliviar la situación de los combatientes del Eln que estaban presos y mejorar la respuesta a las alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo. En líneas generales, aquel cese al fuego se cumplió satisfactoriamente y, de igual manera, se respetaron los protocolos pactados por las partes. Así lo certificaron los observadores independientes que participaron en su verificación. Hicimos coincidir, de común acuerdo, con la visita del papa Francisco a Colombia la construcción de aquel cese de hostilidades, la cual demandó no menos de un mes de negociaciones intensas en la mesa que se realizaba en Ecuador. El equipo gubernamental fue apoyado por dos grupos de expertos militares, uno comandado por un general del Ejército y el otro por un general de la Policía que tenían amplia experiencia en esos temas.
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Durante ese cese, ¿hubo alteraciones del orden público en los territorios en que se decretó y en que hacía presencia la guerrilla?
Tal como lo certificó la comisión especial que se creó para supervisarlo, en líneas generales funcionó bien. Hubo algunas infracciones, pero fueron menores. Y lo que es muy importante: fue el primer documento solemne que el Eln firmó con el Estado colombiano en sus 55 años de alzamiento en armas. Es una prueba de que sí se puede negociar con esa guerrilla, aunque sin desconocer que no es ni fue fácil. Hay que recordar que los negociadores de esa agrupación que estaban en la mesa de Quito, como Pablo Beltrán, pidieron autorización para desplazarse a los sitios en que estaban todos los frentes para explicarles a sus militantes en qué consistía el cese y la importancia que tenía su cabal cumplimiento. Así se hizo.
Inteligencia del Estado sostiene que no hay una sola organización denominada Eln, sino que se trata de grupos federados con estructuras autónomas. ¿Eso es verdad?, y si lo es, ¿cómo negociar con tantos jefes y agrupaciones a través de un solo acuerdo?
Sí son más federados de lo que lo fueron las Farc, pero eso no significa que cuando se llegue a acuerdos no se puedan cumplir. El cese al fuego que pactamos durante el gobierno Santos también demostró que es posible unificar los diversos frentes del Eln. La gira de Pablo Beltrán a los diversos frentes para explicarles el compromiso adquirido así lo demuestra.
Una dificultad mayor en un cese de tal magnitud, y teniendo en cuenta la enorme y complicada geografía nacional, es la verificación de que se cumple a cabalidad lo pactado. ¿Cuáles protocolos establecieron ustedes y quién o quiénes constataban la conducta de las partes?
Se requirieron varios protocolos, seguimiento de los observadores y de la comunidad internacional, y un fino mecanismo de verificación. Nosotros nos apoyamos en Naciones Unidas y en la Iglesia católica. Se ubicaron 70 observadores permanentes de la ONU en 30 parroquias que se encontraban en los territorios en donde históricamente se movía el Eln. Se firmaron rigurosos procedimientos en los que las partes adquirieron solemnes compromisos. Esto porque un cese al fuego es un esquema de alta cirugía operacional que no puede improvisarse, y que en el fondo busca -como dije antes- bajarle intensidad militar al enfrentamiento mientras se surten las negociaciones. Y, ante todo, proteger a la población civil no combatiente durante ese período. Reitero que un cese de hostilidades serio debe hacerse -por encima de cualquier otra consideración- en el marco de respeto al DIH. El de ahora es aún más exigente, pues se va a desarrollar en medio de ceses al fuego con varias bandas en desarrollo de la llamada “paz total”. En el ámbito de lo que, como dijo simpáticamente hace algunos días Lucho Garzón, se intentará pescar la paz no con anzuelo, sino con atarraya.
En otras áreas de la negociación, ¿hasta dónde llegaron el gobierno Santos y Eln?
El cese al fuego que se firmó con el Eln duró hasta su expiración y se cumplió a satisfacción, como he dicho. Infortunadamente, todo esto sucedía en las postrimerías del gobierno Santos. Hubo un último intento para prorrogarlo cuando la mesa se trasladó a La Habana. Pero no tuvo acogida del gobierno entrante de Iván Duque, y unos meses después, en buena parte por la torpeza del Eln de ejecutar el atentado contra la Escuela General Santander con la cantidad de muertes inocentes que produjo, no hubo posibilidad de proseguir los diálogos con esa guerrilla. Entraron en un paréntesis durante los cuatro años de la administración anterior. Ahora, bajo la presidencia de Gustavo Petro, se ha reabierto esa posibilidad. Ojalá que las negociaciones tengan un buen desempeño y que se puedan superar pronto las diferencias que han aparecido. Colombia lo merece.
Los opositores de los acuerdos de paz en el país insisten en que el Eln solo se sienta a conversar con los sucesivos gobiernos para fortalecerse militarmente mientras las fuerzas del Estado dejan de atacarlo. Según usted, ¿esa afirmación es cierta?
El Eln se ha fortalecido. Pero cuando más lo ha logrado es en los últimos cuatro años mientras no hubo negociaciones. No es cierto, entonces, como se ha dicho, que la administración Duque entregó al Eln disminuido. Durante ese gobierno creció enormemente: se calcula que hoy en día cuenta con cerca de 5 mil hombres, entre quienes están en el terreno y los frentes urbanos. De manera que “negociación” no es sinónimo de “fortalecimiento”.
En consecuencia, ¿hoy estamos enfrentados a una guerrilla con más organización y poder territorial que la que usted y el gobierno Santos dejaron?
Sí lo creo. Tiene más gente y está supremamente bien financiada. No hay que olvidar que los fundadores del Eln recomendaban que no se involucraran en narcotráfico. Ahora está metido en ese negocio ilícito hasta la coronilla. Y, además, un elemento relativamente nuevo, es que esa agrupación ha pelechado bajo el alero del régimen de Caracas en los últimos años. Este es otro factor de complejidad.
¿Cómo explicar, entonces, después de avanzar en el gobierno Santos en aspectos importantes sobre el acuerdo, un atentado como el que hizo esa guerrilla en la Escuela de Policía General Santander que usted mencionó y que dejó 22 muertos, la mayoría compuesta por jóvenes cadetes, y más de 60 heridos?
La única explicación a ese atentado demencial es la torpeza política del Eln: dice representar a la sociedad civil, pero cada vez se aleja más de ella con atentados como el de la General Santander y con los frecuentes atropellos que comete a diario contra los no combatientes, los más interesados en que se pueda avanzar hacia la paz.
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Además de su posición política contraria a las negociaciones y del atentado a la Escuela de Policía, el gobierno Duque extremó sus diferencias con la guerrilla y exigió, de Cuba, la “entrega” de los 10 negociadores del Eln que se encontraban en La Habana, responsabilizándolos de ese atentado. Fueron cuatro años de tensiones, diferencias y ataques mutuos. ¿Se perdió todo lo que ustedes avanzaron y hoy el gobierno Petro arranca desde cero?
El gobierno Duque maltrató injusta e innecesariamente a Cuba. El gobierno de La Habana siempre ha sido amigo de la paz en Colombia. Fue anfitrión de las conversaciones con las Farc en La Habana y garante de las que se sostuvieron con el Eln en Ecuador. El papelón de solicitar en extradición a los negociadores de esa guerrilla, y de denunciar ante el gobierno de Estados Unidos a este grupo como “terrorista”, fueron decisiones atolondradas del presidente Duque que ahora, por fortuna, se están corrigiendo.