Francia Márquez completa un año de vicepresidenta entre luchas, críticas y burocracia
En su primer año sacó adelante el ministerio de la Igualdad, una cartera que aunque no ha comenzado, no se ha salvado de cuestionamientos. Entre sus misiones estaba descentralizar el Gobierno y ha centrado su foco en el Pacífico. Todavía no le perdonan su viaje a África y son críticos con los gastos de su entidad.
Valentina Parada Lugo
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A Francia Márquez todo el mundo le sonríe, pero pocos le caminan. Lo dice un allegado suyo que reconoce que su relación con varios integrantes del Gobierno no es la más transparente ni cercana, aunque algunos se le acerquen buscando sacar réditos políticos. A un año de su mandato como la primera mujer negra en asumir la vicepresidencia, su balance ha estado marcado por sus esfuerzos por posicionar una agenda política alejada del tradicionalismo, y las críticas a un mandato que no se ha salvado de la burocracia y las prácticas de la politiquería.
En campaña presidencial, sin ser una mujer con trayectoria en las formas tradicionales de hacer política, fue la tercera precandidata más votada para llegar a ocupar la silla en la Casa de Nariño, con 777.907 votos en la consulta del Pacto Histórico para elegir un candidato, que finalmente fue Gustavo Petro, pero que la llevó a ella a ser la fórmula vicepresidencial.
Francia labró su camino político desde que era lideresa ambiental en el municipio de Suárez (norte del Cauca). Quienes la conocen, dicen que es una mujer dura, fuerte y certera. El cariño no le brota con cualquier persona y ha aprendido a moverse en un escenario político que todavía la desacredita por ser mujer, negra y caucana. Es irreverente y poco le preocupan las implicaciones políticas de sus palabras.
Por eso, en una entrevista que le dio a Semana y en la que le preguntaron por sus desplazamientos en helicóptero desde su vivienda en el corregimiento de Dapa (Valle del Cauca) hasta Bogotá, no tuvo problema en contestar con un “de malas”.
Esas dos palabras todavía le pesan. La senadora Paloma Valencia, del Centro Democrático, reconoce que a pesar de que “es un símbolo muy importante para millones de colombianos que se sienten representados en ella, ha tenido errores tristes como sus respuestas inapropiadas”. Dice que debe ser consciente del rol que juega como mandataria y “más cuidadosa con el electorado que la quiere”.
En sus primeros 365 días, la vicepresidenta logró la constitución del Ministerio de la Igualdad, la cartera número 19 del Gobierno y que creará 744 nuevos puestos en el Estado. Fue su obsesión desde que arrancó la campaña, y con la que buscaba oficializar su bandera de lucha por “los nadies”, como ella denominó a la población históricamente vulnerada, víctima de todos los ismos: racismo, clasismo, machismo.
Lo que no le han perdonado sus opositores, y un buen sector que la apoyó en las urnas, es que no haya tenido coherencia con el Plan de Austeridad del Gobierno, que lejos de ser una idea populista para mejorar la reputación, fue un decreto presidencial de obligatorio cumplimiento que se expidió en abril de este año. Aun así, siguió adelante con su idea de crear una cartera que le costará al país más de $ 3.700 millones mensuales.
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Lo riesgoso, para muchos, es que varias de las tareas que cumplirá el nuevo ministerio podrían haber sido asumidas en cargos que ya existen en el Estado, sin necesidad de duplicar labores, como podría pasar con el Ministerio del Interior, que tiene una trayectoria de trabajo con comunidades étnicas, campesinas, en Derechos Humanos y población con discapacidad. La representante a la Cámara por el partido Dignidad y Compromiso, Jennifer Pedraza, le critica que no haya tenido un diálogo abierto con otros sectores del feminismo para plantear la creación del viceministerio de la Mujer, que seguro tendrá protagonismo en el Gobierno.
Ni ese viceministerio se ha salvado de críticas. Una propuesta de crear una dependencia de actividades sexuales pagas la ha puesto en un contrapunteo con el feminismo abolicionista, que son las mujeres que consideran que el trabajo sexual está lejos de ser un trabajo, sino que es explotación. “Esa propuesta se salta una etapa de una lucha contra la trata de personas y explotación que es el principal objetivo de la trata de personas”, le dijo la congresista a El Espectador.
Para Claudia Yurley Quintero, activista feminista, Márquez ha sido una vicepresidenta que no escucha, y ha sido tajante con criticar que en la política pública de igualdad para las mujeres del nuevo ministerio no están representadas las sobrevivientes de prostitución. “Le hemos pedido muchas citas para que nos oiga, pero nunca nos abrió un espacio”, afirmó.
La disputa de Márquez por mostrar que su propuesta no fue un capricho, apenas comienza. Se podría decir que su historia de vida está atravesada por las necesidades de la creación de un ministerio como el suyo, y una de sus inspiraciones y reflejos ha sido Anielle Franco, la ministra de la Igualdad en Brasil, y con quien tienen un punto en común irrefutable: han sido las primeras en todo.
Las primeras mujeres en sus familias que pudieron estudiar, las primeras de sus comunidades que entraron a la política, las primeras en ocupar los cargos públicos más altos de un Gobierno y las primeras ministras de la Igualdad de dos de los países más desiguales de Latinoamérica. Sus discursos se parecen: ambas ondean las banderas del cambio climático, de la equidad y del afrofeminismo, en épocas en las que esa última palabra todavía no cobraba protagonismo.
Uno de sus amigos más cercanos describe a Francia como una mujer obstinada por lo que quiere. En plena campaña presidencial de 2022, antes de convertirse en la revelación política del cuatrienio, el mismo Petro le ofreció ser la cabeza de la lista al senado por el Pacto Histórico, propuesta que rechazó porque nunca dudó que podía dar la pelea por la presidencia de la República.
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Así ha sido con todo. Desde su adolescencia, cuando era lideresa social en Suárez y Buenos Aires (Cauca), se le oía reivindicar las raíces y costumbres africanas de los pueblos negros en Colombia, un cordón umbilical que para ella no se rompe. Su cuerpo lo encarna: Francia trenza su cabello y es consciente de que, a través de esos peinados, varias tribus empezaron a identificarse en África.
Su vestuario lo reafirma: porta trajes en los que fácilmente se encuentran los colores de las banderas de ese continente: amarillo, verde y rojo; viste faldas campesinas y blusas con boleros y estampados africanos. Sobre sus muñecas siempre hay pulseras tejidas con mostacillas y sus orejas son una vitrina de la joyería africana dorada.
Un viaje a África que no ha podido justificar
Quizá por esa obstinación, una de sus prioridades al llegar al poder fue planear una gira por Etiopía, Kenia (Nairobi) y Sudáfrica (Johannesburgo), según ella, para retomar las relaciones diplomáticas que quedaron abandonadas hace 26 años con ese continente, aunque otras voces aseguran que fue más un sueño personal que una convicción política.
Lo cierto es que en la gira internacional la vicepresidenta se reunió con los mandatarios de esos países y anunció que se abrirán tres embajadas de Colombia en África para consolidar nuevas rutas de política y cooperación internacional. Otro de los que ella consideró como logro, pero que terminó trayéndole más costos políticos, fue el acuerdo al que llegó con mandatarios para hacer intercambios lingüísticos y que en Colombia se enseñe suajili, una lengua africana hiperlocal que se habla en Tanzania y Kenia.
Pero como la política no parte sólo de buenas intenciones, Francia no la ha tenido fácil para cumplir las promesas que gestó en el viaje. Su idea de enseñar el alfabeto africano no caló en un país con una tasa de 5,2 % de analfabetismo en castellano (según la Unesco), en el que miles de comunidades étnicas han perdido hasta sus propias lenguas nativas, aunque eso no esté cuantificado, y en el que apenas el 3 % de la población habla inglés, según un informe del Departamento Nacional de Planeación. Una fuente del Ministerio de Educación aseguró que dentro de las prioridades de esa cartera para los próximos años no está la inclusión del suajili.
Por eso ha sido tan difícil mostrar la gestión de un viaje al que asistieron 53 personas, entre familiares y amigos cercanos, y que costó más de $1.700 millones, según le informó la vicepresidencia a un congresista del Centro Democrático. Entre la comitiva estaba, por ejemplo, la pareja de Márquez, Yerney Pinillo Ocoró, y varias personas de su círculo cercano como su diseñador de modas, Esteban Sinisterra, entre otros. Su entidad, hasta hoy, no ha logrado justificar la presencia de esas personas en un viaje que, en el papel, tenía un interés netamente diplomático, pero que le critican por los desfases financieros.
Y la creación de las embajadas que anunció también está en veremos. Una persona de la Cancillería, aseguró que poco se ha avanzado en la creación de esas nuevas oficinas diplomáticas, por la dificultad para justificar su pertinencia y urgencia, un pendiente que tiene Francia no sólo con esa entidad, sino con el país, que todavía le cuestiona no ver los beneficios o resultados de su gira.
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¿Sus fichas políticas?
Aunque Francia ha intentado desligarse de su relación con Irene Vélez, es irrefutable su cercanía con Hildebrando Vélez, el padre de la exministra de Minas y Energía y quien fue su docente y amigo en la Universidad Santiago de Cali, de donde es egresada Francia. Sus propios amigos reconocen que su profesor fue su aliado en el activismo ambiental del norte del Cauca con el que inició su vida política. Cuando la hoy vicepresidenta ganó el Premio Goldman, en 2018, Vélez fue protagonista de esa lucha. En su campaña como precandidata presidencial la asesoró.
De hecho, Irene Vélez es parte del movimiento Soy Porque Somos, aunque la vicepresidenta haya negado que fue una de sus cuotas en el gabinete ministerial. Algo similar pasó con la nueva ministra de Educación, Aurora Vergara, una socióloga y académica de la Universidad ICESI, integrante del mismo partido político y quien dirigió el Centro de Estudios Afrodiaspóricos en esa institución. Desde el centro de pensamiento asesoraron en varias ocasiones las luchas de Márquez.
Para avanzar en sus planes en la vicepresidencia, también ha tenido que ceder. Su círculo cercano hace referencia a su relación con el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, uno de sus grandes aliados, pero con quien habría sido impensable un trabajo en conjunto en los años 90. En ese momento, Velasco gobernaba en el Cauca, y Márquez encarnaba uno de los movimientos sociales y ambientalistas más tajantes con la casta política caucana, de la que él hacía parte.
El poder de Francia Márquez en el Cauca es, todavía, envidiable para caciques políticos que han buscado su “bendición” para las elecciones de octubre de 2023, a pesar de que la personería jurídica de su movimiento Soy Porque Somos está enredada. Esa ha sido una de las grandes derrotas políticas de su primer año. Uno de sus asesores, mencionó que el Pacto Histórico ha sido mezquino con ellos y dice que el mismo petrismo les ha cerrado la puerta para convertirse en partido político. “Con la salida de Alex López de la presidencia del Polo Democrático quedamos huérfanos, porque era el único aliado”, dijo.
Lo cierto es que, así no esté a la cabeza del partido, López seguirá siendo del círculo más íntimo de la vicepresidenta, en gran parte, porque sus misiones políticas están centradas en la misma región: el Pacífico colombiano. Mientras el senador es ahora negociador entre el Gobierno y las bandas criminales de Buenaventura, la vicepresidenta tiene la misión de representar al Estado en la mesa permanente del Comité del Paro Cívico en esa ciudad, una labor que va de la mano con la política de paz total.
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Su gobierno en los territorios
Las visitas de Francia al puerto de Buenaventura para reunirse con los líderes cívicos han sido constantes pero no provechosas, según tres integrantes de la mesa, quienes también reconocen que por primera vez hay un delegado permanente del Gobierno allí. El problema es que como la vicepresidenta no tiene la potestad de ordenar o ejecutar, la labor que le designó Petro fue la de ser un puente entre el Gobierno y la comunidad. Sin embargo, líderes coinciden en que, si bien se sienten escuchados, hace falta un delegado de que sí pueda tomar decisiones y sea más que un altavoz.
En la resolución que reglamentó a Márquez como vicepresidenta de Colombia también le designaron la misión de articular la política pública de discapacidad. Para eso tiene a Anderson Henao, asesor en el tema, y quien en enero convocó al primer encuentro de trabajo con líderes y lideresas de la población con discapacidad. Todavía no hay resultados para mostrar sobre ese tema, en parte, porque ese será un asunto que manejaría el ministerio de la Igualdad una vez entre en funcionamiento.
Lo que a sus opositores les preocupa es que su ambición por abordar todos los temas de igualdad en su cartera sea tal, que no aterrice en la realidad política de ese ministerio. En eso es crítica Jennifer Pedraza, quien menciona que no va a tener ni $500.000 millones para ejecutar todo lo que la vicepresidenta está prometiendo. “Es un ministerio que va a estar desfinanciado y eso es un riesgo político alto”
La historia de vida de Francia refleja lo que se vive en la Colombia atravesada por los ríos y carreteras que controlan grupos al margen de la ley, la del país incomunicado territorial y digitalmente y la de la nación que come una vez al día. Con esa claridad, al comienzo del Gobierno ella le pidió al Jefe de Estado que le designara el departamento de La Guajira para empezar a trabajar en su política de igualdad desde allí, pero según confirmaron fuentes de Palacio a este diario, el mandatario le pidió comenzar por su región, el Pacífico.
Por eso, la mayoría de sus viajes nacionales han sido a municipios en el Chocó, Valle, Cauca y Nariño. En el municipio de Istmina, por ejemplo, Francia hizo un lanzamiento simbólico de su nueva cartera ministerial en enero de este año. En Timbiquí (Cauca), acompañó el comienzo de la firma protocolaria de la obra que llevará un sistema de acueducto. El norte del Cauca también ha sentido su presencia. El pasado 4 de agosto iba para el municipio de El Bordo, pero canceló en medio del escándalo de Gobierno que azuzó Nicolás Petro con sus declaraciones en la Fiscalía.
A pesar de que ese escándalo salpicó principalmente a la familia presidencial, Francia no ha estado por fuera de los cuestionamientos, pues en esa campaña también participó ella como fórmula vicepresidencial. De acuerdo con las versiones que ha entregado el primogéntico de Petro, dineros irregulares habrían entrado a la campaña en la Costa Caribe y no fueron reportados ante el Consejo Nacional Electoral.
El reto que le plantearon a la vicepresidenta fue el de descentralizar el Gobierno. Y en ese camino, una de sus prioridades es lograr que se implementen todos los capítulos de la Ley 70 (de comunidades negras) que llevan más de tres décadas en deuda, pues sólo se ha cumplido con el 30 %. La líder de esa misión es Francia Márquez, que deberá sacar adelante las consultas previas con los pueblos afros para reglamentar la implementación y poner a andar la ley.
Aunque este diario envió un extenso cuestionario para conocer la gestión de su primer año de Gobierno, hasta la publicación de este artículo no habían enviado respuesta a ninguna de las preguntas. Desde su entidad tampoco enviaron informe anual o material sobre sus hitos del primer año. El Espectador también pidió una entrevista con la funcionaria, pero nunca se concretó. Varias personas que estuvieron en su equipo de trabajo y que salieron de la cartera, aseguran que es una mujer esquiva a los medios de comunicación. En un año, apenas ha dado dos entrevistas.
La vida de Francia Márquez ha estado atravesada por todas las luchas de la desigualdad y por eso su impacto en el Gobierno es un fenómeno internacional, porque enarbola tres banderas que partieron la historia reciente del mundo: el MeToo, movimiento feminista contra las violencias de género; el Black Lives Matters, el activismo antirracista en el mundo, el movimiento ambientalista contra el cambio climático, que es hoy por hoy una de las prioridades de las agendas políticas en el mundo. Le quedan tres años para sortearse a ella misma y a la política tradicional que no creen en sus causas.
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