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De 15 millones de hectáreas con vocación agrícola, sólo utilizamos cuatro. Los campesinos desplazados y sin empleo estable alimentan los cinturones de miseria de las ciudades, van a la frontera agrícola a sembrar cultivos para uso ilícito y terminan por conformar grupos ilegales. Doce millones de colombianos, una buena parte habitantes del campo, sufren algún tipo de desnutrición o subnutrición. Dos millones de hectáreas de tierras fértiles continúan hoy en manos de narcos. El Estado asigna subsidios a quienes no los necesitan.
La exportación de alimentos es la oportunidad más realista de articularnos productivamente con la economía mundial. Colombia será la nueva despensa del mundo. Extinguiré el dominio a tierras en manos de narcos y las entregaré a campesinos desplazados. Habrá un impuesto a la tierra improductiva.
Frente a la informalidad, la medida legal más urgente es reconstruir un régimen laboral que genere empleo y riqueza, reconozca derechos y cohesione socialmente. Suprimiré toda forma de contratación indirecta: la contratación civil, las Órdenes de Prestación de Servicios y Cooperativas de Trabajo Asociado. Mantendré los parafiscales, vitales para sostener el SENA y el ICBF.
Tener salud no puede depender de tutelas y sentencias de la Corte Constitucional ni de la rentabilidad económica. El actual sistema de salud opera sólo cuando aparece la enfermedad, y no la previene. Pese a tener los recursos necesarios, perdió su objetivo, porque se construyó alrededor del mercado y se volvió un negocio de particulares.
Reformaremos las leyes de la política social volviéndolas de carácter público. El médico estará en el barrio y la vereda. El sistema de salud se reorganizará para dejar de ser exclusivamente de atención a la enfermedad y convertirse en un Sistema Público, y priorizará la prevención, la promoción, la educación y el fomento de la salud en todos sus niveles.
La educación, el crédito y el espacio urbano son los tres criterios indispensables para otorgarle al joven el poder del trabajo. Con mucho esfuerzo, una parte de la juventud colombiana accede al conocimiento, pero no encuentra el respaldo necesario en crédito para desarrollar su enorme capacidad. Muchos emigran, otros se subemplean y en la mayoría ronda la frustración.
Para contener la violencia en barrios y comunas urbanas, Uribe le pidió a la juventud pobre de Colombia que se maten los unos a los otros. Esa no es una política juvenil seria. Proponemos una política de empoderamiento y discriminación positiva para los jóvenes.
Para ello vamos a llevar los colegios-universidades a las comunas pobres de nuestras ciudades. En el colegio de secundaria se podrán estudiar carreras pertinentes a la riqueza de la región, que en Medellín y la región cafetera estarán relacionadas con la industria textil y la restauración de la economía cafetera; en otras, como en Bogotá, la base será la industria del software.
No vamos a convertir a los jóvenes pobres en empleados; al contrario, los impulsaremos con crédito para que sean emprendedores asociados libremente. Además de implementar el estudio profesional en los colegios de secundaria, convertiremos al actual Icetex en el Banco del Joven, para que otorgue el primer crédito de la vida a las asociaciones de jóvenes emprendedores, a los profesionales recién graduados y a estudiantes de últimos semestres.