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Rumores van y vienen sobre las relaciones políticas y económicas de Colombia con Estados Unidos. En su opinión, ¿el gobierno Biden, que tiene carácter democrático, mira con desconfianza la administración Duque, más afín con el autoritarismo de Trump?
La coyuntura actual se asemeja algo a la que caracterizó la interlocución incómoda que hubo entre los presidentes Álvaro Uribe y Barack Obama, en el sentido de que el estilo de liderazgo y énfasis distintos de Obama en política exterior no favorecían al entonces mandatario colombiano. Si bien nunca hubo tal cercanía entre Duque y Trump, las ansias evidentes del Gobierno colombiano de alinearse con las posturas del expresidente estadounidense (estrategia que, ingenuamente, creía benéfica para la agenda propia), se tradujeron en un aval tácito de la forma impulsiva y autoritaria de gobernar de Trump, hecho que, evidentemente, puede generar inquietud, si no desconfianza, en la nueva administración de Estados Unidos.
¿No será que no solo se trataba de un “aval tácito”, sino de identidad plena del Gobierno colombiano con el autoritarismo de Trump? Así se ha notado, más ahora, por la represión como respuesta a las protestas que han sido respaldadas, en contraste, por la Casa Blanca.
Dándole el beneficio de la duda a Duque, quisiera pensar que más que una identificación plena con el autoritarismo de Trump, la hubo con sus estrategias de “mano dura”.
A veces parece que Colombia les da exagerada importancia a ciertos episodios con ese país. Una llamada de Biden a Duque, ¿sí es relevante? Una charla telefónica, ¿qué significa en la política internacional de Estados Unidos?
Cuando se producen cambios de gobierno, sobre todo en un país potencia como Estados Unidos, las conversaciones iniciales realizadas por el mandatario entrante se toman como un termómetro de sus prioridades diplomáticas, así como de las posibles afinidades y antipatías que pueda tener en relación con otros líderes del mundo. De ahí que la secuencia de las llamadas telefónicas, que obedece a un cuidadoso proceso de planeación, suscita discusión. En justicia, Duque no fue el único a quien el presidente Biden hizo esperar. Ocurrió lo mismo con Benjamin Netanyahu, cuyo embajador en Washington incluso reclamó el “desplante” en Twitter. A su vez, antes de hablar con Duque, solo hay registro de conversaciones, en el lado sur del continente, entre Biden y los líderes de México y Guatemala, lo cual puede ser indicativo de la importancia menor que tendrá América Latina en su política exterior.
El cambio de embajador de Colombia en Washington, ¿interesa a Estados Unidos o pasa inadvertido?
Tengo la convicción de que el cambio de embajador en Washington fue una condición -explícita o implícita- para que el equipo de Biden considerara una conversación entre este y Duque. El hecho de que el Gobierno colombiano no le pidiera, de inmediato, la renuncia al embajador Francisco Santos, después de sus insólitas incidencias en la campaña electoral estadounidense, envió una señal dañina a Washington por la cual Bogotá aún está pagando los platos rotos.
A mi modo de ver, Francisco Santos y Juan Carlos Pinzón representan la misma línea, de extrema derecha, de Uribe y Duque. Para usted, ¿Santos y Pinzón significan algo diferente ante el Departamento de Estado?
Comparto la apreciación general de que se trata de dos funcionarios de la misma tendencia ideológica. Sin embargo, la receptividad que puede tener Juan Carlos Pinzón ante el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa, el Congreso y la misma Casa Blanca puede ser distinta por dos razones básicas: primera, a diferencia de Santos, Pinzón no ha hecho, que se sepa, comentarios enojosos sobre la inocuidad del Departamento de Estado ni ha manifestado simpatías políticas hacia uno u otro partido en Estados Unidos; y, segunda, su ejercicio anterior como ministro de Defensa y luego como embajador del gobierno de Juan Manuel Santos en Washington fue en general bien visto, además de haberle permitido cultivar relaciones que puede reactivar en sus funciones actuales. Ahora bien, es probable que el embajador Pinzón se vea en apuros, ante algunos círculos estadounidenses, a la hora de justificar su cambio de 180 grados respecto del Acuerdo de Paz que tanto defendió en su gestión anterior.
Todavía se mencionan las intervenciones de miembros del partido de gobierno colombiano y de este mismo en la campaña de Estados Unidos contra Biden y en apoyo a Trump. Es cierto, en sus análisis, o es fábula que 1) La campaña del actual presidente de Estados Unidos se molestó con la interferencia y que esto puso en mala posición a Duque, y 2) El gobierno Biden, aunque sea amistoso, ¿mantendrá fría distancia con la administración nacional?
Es cierto que la activa participación de miembros del Centro Democrático en la campaña republicana, en Florida, y el favoritismo no tan disimulado hacia Trump (acordémonos del intento por vincular a Biden con Petro y las acusaciones de que el candidato demócrata era socialista o castrochavista) crearon un mal ambiente tanto en el Congreso como en el equipo de Biden. No obstante, no creo que la cordialidad fría que, seguramente, caracterizará la relación bilateral mientras Duque esté en la Presidencia se deba exclusivamente a este episodio, sino a diferencias importantes respecto de temas neurálgicos, como los derechos humanos y la implementación de los Acuerdos de Paz, por no mencionar los de Cuba y Venezuela.
El cumplimiento real, no retórico, del Acuerdo de Paz que apoyó Obama y cuyo vicepresidente era Biden, ¿cuánto incidirá en las relaciones entre los dos países en este período?
Juzgando por distintos comunicados de legisladores demócratas desde antes de la elección de Biden y por algunos pronunciamientos hechos por voceros de su administración, incluso del embajador estadounidense en Colombia, la implementación del Acuerdo de Paz representa una prioridad alta en la agenda bilateral. En consecuencia, es de esperar que el estancamiento en dicho proceso siga siendo fuente de tensión con el gobierno Duque.
¿Cómo se traduciría esa tensión: en presiones diplomáticas, en condiciones para entrega de recursos económicos, en llamados de atención o en sanciones?
Diría que en presiones diplomáticas, llamados de atención y condicionamientos para la ayuda, en ese orden.
¿Cuánta presión pondrá Estados Unidos sobre Colombia por asuntos como la ausencia de una política efectiva de protección a líderes sociales y excombatientes sumados a los excesos policiales en las marchas que el Ejecutivo no rechaza con vigor?
Conociendo el estilo de no confrontación de Biden, pero teniendo presente la importancia de la relación con Colombia, me atrevería a pensar que aunque haya presión y exigencias, estas se airearán más en privado que en público.
La agenda de los derechos humanos y las anunciadas exigencias de Estados Unidos a Colombia sobre el cumplimiento de los estándares internacionales en esta materia, ¿son meramente cosméticas como lo afirman algunos comentaristas?
No considero nada cosméticas las exigencias hechas por la situación de derechos humanos en Colombia. Si bien este problema competirá, como ha sucedido siempre, con otras prioridades estratégicas en materia de seguridad y comercio, creo que sería un error subestimar la centralidad que Biden quiere darles a los derechos humanos en su política exterior, posición que tiene obvio eco entre los demócratas del Congreso. En cambio, me temo que las proclamas del Estado colombiano sobre su cumplimiento de las reglas en materia de derechos humanos sean más aparentes que reales, al menos, a juzgar por los informes críticos de reconocidos organismos nacionales e internacionales.
¿Es posible que el gobierno demócrata llegue a hacer una exigencia apremiante sobre reforma a la Policía Nacional?
Creo improbable que el nivel de exigencia y condicionamiento llegue a ese punto, toda vez que Biden busca ser respetuoso de las decisiones soberanas de gobiernos extranjeros. A su vez, los procedimientos contemplados en la ley estadounidense para condicionar este tipo de ayuda se limitan a evaluar el Estado en cuestión y a verificar si está tomando medidas creíbles para atender y resolver los problemas en derechos humanos.
Organismos de investigación y centros de pensamiento en Washington, como Human Rights Watch o Wola, han evidenciado las fallas de Colombia en protección a la protesta pacífica y control de los abusos policiales. Estos centros y sus pronunciamientos, ¿también influyen y cuánto en los círculos oficiales de Estados Unidos?
En el proceso de evaluación realizado por el Departamento de Estado sobre derechos humanos, en las deliberaciones del Congreso, las opiniones y los análisis, y actores representativos de la sociedad civil tanto en Estados Unidos como en Colombia, tienen una relativa importancia. En cuanto a las protestas y los abusos policiales, no cabe duda de que esas voces han afectado la imagen de la Policía y del gobierno Duque en Estados Unidos y resto del mundo. De ahí el viaje relámpago de “control de daño” realizado el mes pasado a Washington por Marta Lucía Ramírez.
¿Con cuál resultado, según su criterio?
Además de promover la versión del Gobierno colombiano sobre el paro, probablemente sus resultados fueron la materialización de la renuncia del embajador Santos y la ambientación de la llamada telefónica posterior al presidente Duque.
El asunto de las fumigaciones aéreas sobre los cultivos de hoja de coca era el primero en el gobierno Trump. ¿En qué lugar de importancia lo tendrá Biden junto con el combate al narcotráfico?
Aunque es improbable que el gobierno Biden se pronuncie en contra de la aspersión aérea toda vez que la fumigación de la coca sigue siendo, a ojos estadounidenses, un componente central de la estrategia antidrogas en Colombia, la cual sigue siendo prioritaria, no hay duda de que está abierto a las alternativas que analistas, comunidades cocaleras y el mismo Capítulo Cuarto de los Acuerdos de Paz han planteado.
Colombia es un aliado histórico de Estados Unidos, y ahora con mayor razón por la situación venezolana. ¿La administración Biden tiene tanto interés en sacar por la fuerza a Maduro como lo deseaba Trump?
De manera creciente, hay consenso internacional sobre que la salida de Maduro del poder, tanto por la fuerza como mediante el cerco diplomático y las sanciones, no va a resultar, con lo cual la negociación se vislumbra como única alternativa viable. Con la oposición debilitada y fracturada, el régimen “atornillado” y frente a una crisis social y económica de proporciones incalculables en ese país ya no es cuestión de si habrá negociación en Venezuela, sino cuándo, entre quiénes y sobre qué se hará. En cualquier escenario, tanto Estados Unidos como Colombia tienen un rol decisivo qué cumplir.
El gobierno Duque ha sido el más activo de América Latina en la oposición a Maduro, pero se ha desgastado en ese esfuerzo sin ningún resultado. ¿Lo pone en mala posición también en este campo frente a la administración estadounidense?
En efecto, la insistencia inamovible de Duque en el cerco diplomático, el reconocimiento de Guaidó como presidente, la salida forzada de Maduro del poder y la no interacción diplomática con el régimen no solo no ha resultado, sino que ha alejado a Colombia de la mesa de quienes están buscando una salida negociada a la crisis venezolana. Con la llegada de Biden a la Casa Blanca, la posición de Estados Unidos se inclina hacia la negociación, como señalé arriba, lo cual plantea un desafío a esta administración en cuanto a mantener su posición improductiva y solitaria, o buscar acercarse a distintas contrapartes internacionales para promover una transición política negociada en Venezuela.
Me parece difícil ese cambio de posición de Colombia, al menos en lo que resta del actual gobierno. En este asunto Duque se “quemó” por asumir públicamente una postura tan belicosa con Venezuela. ¿Cree usted que podría retroceder sin quedar mal con su partido?
El problema de Duque es que sus inamovibles se construyeron desde antes de su elección a la Presidencia, lo cual plantea su dificultad para cambiar. Sin embargo, no hay duda de que, en cualquier escenario de negociación con Maduro, la participación futura de este gobierno dependerá de que ocurra tal cambio.
Colombia ha sido igualmente agresivo con Cuba en este período y algunos dirían que hasta desagradecido por el apoyo que dio la isla durante las negociaciones del Acuerdo de Paz. ¿Hay cambio de enfoque en el gobierno Biden respecto de Cuba y, por tanto, también incidiría en la política exterior del país?
Anticipo que Biden buscará retornar a la normalización de la relación con Cuba que Obama había iniciado, y en la cual cabe recordar que Colombia tuvo una participación activa. De ahí que el próximo gobierno colombiano tendría que, igualmente, calibrar o modificar la posición equivocada que ha adoptado el actual gobierno.
Dos interpretaciones de la llamada Biden - Duque
La administración Duque le dio tanta importancia que a la conversación con Biden que hasta contó, públicamente, los minutos (25) que duró la llamada y detalló los temas tratados. Pero la Casa Blanca emitió un comunicado con otro énfasis: “el apoyo a los manifestantes pacíficos” y a “la acción de la ley (con) altos estándares de responsabilidad” ¿Cómo interpreta las diferencias de enfoque entre una y otra información?
Los resúmenes oficiales de las conversaciones telefónicas y presenciales que se realizan entre mandatarios de distintos países, garantizan cierta transparencia en el quehacer diplomático; y, al mismo tiempo, ofrecen la oportunidad de “traducir” lo hablado en palabras propias. De allí que no deba sorprender que, con frecuencia, las narrativas de las partes no coincidan en un 100%, pues cada resumen hace énfasis en lo que le interesa resaltar al gobierno respectivo. En este caso, ciertamente llama la atención que la Casa Blanca haya hecho hincapié en el derecho a la protesta pacífica y en la rendición de cuentas de las fuerzas del orden, en clara alusión a la violencia policial, así como en la salida negociada a la crisis en Venezuela, aspectos que la Casa de Nariño excluyó.
“Está por verse si los condicionamientos a la asistencia policial, se activan”
La aparente indiferencia del gobierno Duque frente a los asesinatos de líderes sociales, excombatientes y ahora, de manifestantes, es un tema que interesa a sectores demócratas del Congreso. Estos, ¿cuánto inciden en el resultado final?
Pese a que las decisiones en política exterior estadounidense se concentran en el Ejecutivo como en todo sistema presidencial, en Estados Unidos el Congreso ejerce influencia significativa en el otorgamiento de asistencia, entre otros asuntos. En el caso colombiano, un grupo importante de legisladores viene exigiendo la congelación de la venta de equipos y, en general, de la asistencia antinarcóticos que recibe la Policía Nacional hasta tanto no haya avances comprobados en la responsabilidad judicial por la excesiva violencia ejercida en medio del paro nacional. A ello se suman los reclamos relacionados con el asesinato de líderes sociales y excombatientes. Está por verse si los condicionamientos, ya existentes, a la asistencia policial y militar se activan, lo cual depende, en buena medida, de la certificación del Departamento de Estado sobre el comportamiento de Colombia en esta materia.