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‘Uribe habló de la necesidad de reconstruir la Patria’

El libro de los defensores de derechos humanos Iván Cepeda y Jorge Rojas será presentado el 9 de diciembre. La polémica obra hace un paralelo entre el brote de las Auc en Córdoba y el ascenso político del Presidente. El Espectador presenta apartes del primer capítulo de un libro que desde ya anuncia debate y controversia.

Iván Cepeda
06 de diciembre de 2008 - 10:00 p. m.
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El próximo 9 de diciembre, la editorial Random House Mondadori presentará y pondrá a la venta el libro A las puertas de El Ubérrimo, cuyos autores somos los defensores de derechos humanos Iván Cepeda y Jorge Rojas. El texto realiza una crónica de la historia del paramilitarismo en el departamento de Córdoba, desde los tiempos de las primeras masacres, a mediados de la década de 1980; pasando por la creación de las Convivir y el surgimiento de las Auc, hasta el control de la vida local por medio del Pacto de Santa Fe de Ralito.

A lo largo del relato, los autores presentamos en paralelo qué acontecía en la hacienda El Ubérrimo, y qué hacía su dueño, el hoy presidente de la República Álvaro Uribe Vélez. Como dice el epílogo del libro: “A las puertas de El Ubérrimo, a escasos kilómetros de esa hacienda, en su entorno político y social, nació y alcanzó su ascenso en los últimos veinticinco años el proyecto paramilitar”. Para El Espectador, presentamos, en exclusiva, uno de los capítulos de la obra, que de seguro causará polémica y se convertirá en un ingrediente más de divergencia y discusión en el ya polarizado escenario de la política colombiana.

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“La exitosa carrera política de Álvaro Uribe Vélez trajo sus frutos. Su nombre comenzó a oírse en los círculos políticos como parte de la baraja de los aspirantes a la Presidencia de la República. Seguidores y líderes regionales lanzaron su candidatura. Poco antes de que terminara su período como gobernador, representantes de los sectores del comercio, la industria y la ganadería de Antioquia le solicitaron que renunciara a la Gobernación y que comenzara su campaña. Como muestra de su respaldo, los gremios organizaron una demostración pública que congregó a más de tres mil personas en la Plaza Cisneros, al frente de La Alpujarra, donde se encuentra la Gobernación. Los medios de comunicación destacaron que entre quienes encabezaban la manifestación se encontraba el jefe del clan Ochoa, el caballista Fabio Ochoa. Los Uribe y los Ochoa nunca ocultaron sus relaciones de amistad. El acto culminó con las canciones de Darío Gómez, ‘El rey del despecho’.

En Córdoba, los dirigentes de las asociaciones ganaderas veían en Uribe Vélez a un político ligado entrañablemente al departamento como dueño de El Ubérrimo y de otras tierras. Su primera aparición pública en Córdoba, como precandidato, debía tener lugar en calidad de orador central en el homenaje a Rodrigo García Caicedo, considerado uno de los más claros exponentes de la doctrina de la autodefensa, admirador confeso de los hermanos Castaño Gil y víctima de un atentado dinamitero.

Inconvenientes de última hora impidieron que el gobernador de Antioquia pudiera asistir. Entre los asistentes al homenaje estaban Jorge Visbal Martelo, que convocaba el acto, y el ex comandante de la Brigada 11, Iván Ramírez. Pocos meses después del evento, en mayo de 1998, el general Ramírez se vio envuelto en una embarazosa situación, cuando la embajada de Estados Unidos decidió retirarle la visa de ingreso a ese país por presuntas violaciones de derechos humanos cometidas


cuando era comandante de la brigada del Ejército en Montería. Al conocer la decisión, el general aseguró que lo único que había hecho era combatir durante 36 años a los terroristas y que era insólito que hacia el final de su carrera fuera tratado como uno de ellos.

Fue sólo hasta en 1999 que el nuevo candidato asistió a varios eventos públicos en Córdoba que tenían connotación electoral. Participó en la 39ª Feria Exposición Agropecuaria, Comercial, Microempresarial y Equina. Los medios de comunicación locales se refirieron a él como “dueño de considerables extensiones de tierra en Córdoba” y como al que “se le acredita cuando ocupaba la Gobernación de Antioquia la paternidad de revitalizar las cuestionadas Convivir, muchas de las cuales se convirtieron luego en autodefensas”. En la noche del 18 de junio, el ex gobernador de Antioquia estuvo en un coctel que ofrecía el evento. En las fotos publicadas en las páginas sociales de El Meridiano de Córdoba, Uribe Vélez apareció con Johanna Mancuso, ejecutiva de ventas del periódico y prima del que ya entonces era uno de los comandantes de las Auc, Salvatore Mancuso. En la misma velada estuvo Giuliana Mancuso, reina nacional de la ganadería y prima del jefe paramilitar . El candidato presidencial, que había conocido años atrás a Mancuso, sabía de quién eran parientes la ejecutiva de El Meridiano y la reina.

Junto a las jóvenes Mancuso, al acto social de la feria ganadera concurrió Róger Taboada, en ese entonces vicepresidente del Banco Ganadero. Meses después, Taboada se convirtió en tesorero de la campaña presidencial de Álvaro Uribe Vélez. Su amistad con él lo llevó a ser cónsul general de Colombia en San Francisco, California. Luego de ser diplomático comenzaron sus problemas judiciales: la Fiscalía le dictó orden de captura por su presunta participación en una serie de operaciones ilícitas que hicieron parte del millonario desfalco en el Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario, Finagro, del cual fue presidente, y que beneficiaban al narcotraficante Luis Enrique Micky Ramírez, antiguo socio de Pablo Escobar. Las investigaciones señalaban que Taboada habría otorgado 855 créditos de 29 millones de pesos cada uno, supuestamente dirigidos a ganaderos. El ex funcionario tenía orden de captura por los delitos de concierto para delinquir, lavado de activos, falsedad en documento y fraude procesal. Después de mantenerse prófugo lo capturaron en junio de 2008.

Acompañado por dos de los principales firmantes del Pacto de Santa Fe de Ralito, Miguel Alfonso de la Espriella y Eleonora Pineda, el candidato Álvaro Uribe recorrió Córdoba, hizo actos en la plaza pública, dictó conferencias y habló con la gente del pueblo. En avisos y fotos publicados en El Meridiano de Córdoba aparecía él con camisa roja, la mano en el corazón, detrás suyo el tricolor nacional y a su lado los rostros sonrientes de Miguel Alfonso y Eleonora. Con ellos fue a los barrios de Montería y habló de derrotar la violencia y la corrupción; asistió a las manifestaciones realizadas en las zonas del Bajo y Alto Sinú, San Jorge, Sahagún y Cereté. Se reunió con jóvenes universitarios cordobeses a los cuales les habló de la necesidad de “reconstruir la Patria”.

Finalmente, en enero de 2002, visitaron la tierra de Eleonora Pineda, el municipio de Tierralta, el mismo en el que se había sellado la alianza entre los políticos regionales y las Auc. En la foto de aquella comitiva, el candidato iba sentado en la parte delantera de un jeep descapotado rojo y en la parte de atrás Pineda y De la Espriella con los escoltas. El recibimiento de la caravana fue apoteósico. La semana siguiente a los actos en Tierralta estalló la polémica por la injerencia y las presiones paramilitares sobre las campañas electorales a la Presidencia y el Congreso de la República. El aspirante conservador Juan Camilo Restrepo denunció que en Córdoba, y de forma particular en los municipios de Tierralta y Valencia, existían candidatos al Congreso de origen y respaldo paramilitar, que a los demás aspirantes se les impedía el acceso a la zona y la distribución de su propaganda.


Entre los últimos actos que realizó en Montería antes del día de las elecciones, el candidato Uribe Vélez se reunió con los principales dirigentes gremiales de Córdoba. A ese encuentro asistió Pedro Ghisays, uno de los grandes propietarios de las empresas de apuestas en la región. Años después, Ghisays apareció en los documentos que fueron incautados en la caleta que Salvatore Mancuso tenía escondida en uno de sus apartamentos y que daban cuenta de las redes de testaferrato con las que el jefe paramilitar manejaba los bienes ilícitos de los que disponía.

En las elecciones presidenciales de 2002, el candidato Álvaro Uribe obtuvo una clara victoria. Habiendo comenzado la campaña con una diferencia en las encuestas de veinte puntos a favor de su contrincante, el liberal Horacio Serpa, el día de las elecciones logró ganarle con el 53,04% de los votos. No pudo ganar en Córdoba. Pero sus aliados políticos y firmantes del Pacto de Santa Fe de Ralito, Miguel Alfonso de la Espriella y Eleonora Pineda, obtuvieron resonantes triunfos en zonas como Valencia y Tierralta.

Para celebrar su elección, el nuevo presidente de la República visitó El Ubérrimo con su familia y recibió en su hacienda a los líderes de la sociedad cordobesa que querían congratularlo. Tanto en sus vacaciones como en ocasiones especiales, Jerónimo y Tomás Uribe visitaban Córdoba. Frecuentaban sus amistades y también realizaban encuentros con aliados políticos de su padre. En aquella ocasión estuvieron en el municipio de San Antero y fueron atendidos por el alcalde de la localidad, Wílmer Pérez Padilla. Él ofreció un almuerzo en honor a los hijos del Presidente electo. En una declaración a la prensa, Jerónimo dijo que pedirían a su padre apoyo para la propuesta del alcalde acerca de la construcción de un corredor turístico.

El alcalde Pérez había sido uno de los firmantes del Pacto de Santa Fe de Ralito y algunos lo acusaban de ser aliado de narcotraficantes. Por esta razón decidió acogerse a sentencia anticipada por el delito de concierto para delinquir agravado y reconoció sus vínculos con las Auc. Asimismo, la Contraloría dictó contra él fallo de responsabilidad fiscal en la firma del contrato con una empresa de Bogotá y le ordenó reembolsar más de 235 millones de pesos. Por su parte, la Procuraduría lo inhabilitó por doce años para ejercer cargos públicos por dar mal uso a las regalías del municipio.

Era el tiempo del comienzo de los diálogos con las Autodefensas Unidas de Colombia, del inicio de los escándalos por la elección de muchos congresistas acusados de alianzas con los grupos paramilitares, del intento por desarrollar el pacto para la “refundación de la patria”. Era el tiempo en que comenzaba a gobernar el país el dueño de El Ubérrimo”.

Antecedentes de un duro debate

El 2 de mayo pasado, Iván Cepeda publicó en El Espectador una columna titulada “La prueba es Montería”, en la que hablaba de la omnipresencia del paramilitarismo tanto en el diseño físico, como en el ambiente político y social de la capital cordobesa. Además, se preguntaba cómo era posible vivir en esa ciudad en las últimas décadas e ignorar lo que estaba ocurriendo y denunciaba la injerencia de los ‘paras’ en la Universidad de Córdoba y cómo a la sombra del puente que mandó a construir el presidente Uribe, y que lleva a su hacienda El Ubérrimo, en las riberas del río Sinú, habitan miles de desplazados en la miseria.

En respuesta, la Presidencia rechazó las que llamó “informaciones calumniosas”, señalando a Cepeda como un “farsante” y alguien que “posa de víctima de violación de derechos humanos y en la práctica es un hostigador a que éstos se violen”. Ahora, con el libro A las puertas de El Ubérrimo, que será publicado este martes, se enciende una vez más la polémica.

Por Iván Cepeda

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