“Usan métodos medievales para ‘curar’ la diversidad sexual”: Carolina Giraldo
La representante Carolina Giraldo que lideró el proyecto de ley - que se acaba de hundir en el Senado, para prohibir las llamadas “terapias de conversión” con que ciertos sectores ultraconservadores pretenden “curar” las opciones sexuales diversas, explica cuál es la esencia del mismo y habla sobre las “torturas” a que son sometidos jóvenes LGBTI para intentar convertirlos en heterosexuales.
Aunque ya iba para tercer debate, esta semana se archivó en el Senado el proyecto de ley para prohibir, en Colombia, la mal llamadas “terapias de conversión” que aluden a la utilización de los Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género (ECOSIEG) ¿Qué sucedió? ¿Es cierto que varios congresistas se salieron para impedir el debate?
Hubo una estrategia dilatoria desde cuando el proyecto pasó de la Cámara al Senado, primero, para agendar la audiencia pública y, luego, para citar el debate. Esta última semana, ya con el tiempo contado, el proyecto estaba en el tercer punto del orden del día en Comisión Primera. Sin embargo, con el paro de FECODE algunos senadores se tardaron y un senador pidió verificación del quórum para levantar la sesión. El debate quedó entonces para el miércoles, plazo final para que los tiempos alcanzaran. Ese día, el mismo senador intentó repetir la estrategia pero no le funcionó. No obstante, no se pudo votar, de todos modos, pues, extrañamente, los dos proyectos que debían debatirse antes, se demoraron y cuando llegó la hora, se levantó la sesión formal.
Si se hubiera podido debatir y votar, ¿se habría hundido de cualquier manera, ante la tremenda oposición que tiene la prohibición de las supuestas “terapias” para “convertir” a una persona con opción sexual diversa, a una heterosexual?
Aunque no se votó, hubo debate informal. De haberse votado, es muy probable que el proyecto se hubiera aprobado porque la mayoría de senadores de la Comisión había manifestado su apoyo al proyecto: Clara López, Alfredo Deluque, Ariel Ávila, Julián Gallo, Alberto Benavides, David Luna, María José Pizarro, Humberto de la Calle y otros. Queda claro que el proyecto no se hundió en una votación, es decir, en democracia, sino por dilaciones y ‘jugaditas’ como la del quórum.
En lo que puede calificarse como una demostración de apertura conceptual, el mismo proyecto de ley fue aprobado tanto en Comisión Primera como en plenaria de la Cámara a la que usted pertenece ¿Cómo lo lograron usted y los otros firmantes?
Fue una votación masiva, hay que decirlo. Congresistas de todos los partidos nos acompañaron tanto en la Comisión como en la plenaria. En realidad, nadie debería oponerse a estos proyectos contra las discriminaciones como los que se han aprobado para proteger los derechos de las mujeres que ayudaron a abrir el camino y a hacer pedagogía así como también sirvieron las audiencias públicas en que sobrevivientes de las “terapias” de conversión contaron sus testimonios. Se sumaron argumentos académicos de expertos en salud y psicología, en respaldo al proyecto. Incluso, líderes religiosos hablaron de la necesidad de prohibir esas prácticas. En la Comisión Primera de Cámara, la votación fue de 22 votos a favor y 2 en contra; y en la plenaria, de 97 votos a favor y 18 votos en contra. Y, lo cierto es que en el Senado no nos dejaron dar el debate porque quienes se oponían, sabían que no tenían los votos necesarios para hundir el proyecto de ley.
Los congresistas elegidos por iglesias o religiones, ¿participaron para impedir la aprobación del proyecto?
Hay congresistas que representan iglesias tanto en Senado como en Cámara. Por ejemplo, Luis Miguel López, con quien tengo una relación respetuosa y cordial, fue un gran opositor. Las ya mencionadas Karina Espinosa (liberal) y Lorena Ríos (Colombia Justa Libres) fueron activistas de la oposición. Luis Miguel López y Lorena Ríos se relacionan, directamente, con grupos religiosos que han sido denunciados en medios de comunicación por realizar “terapias de conversión”. Desde luego, no porque alguien pertenezca a una u otra iglesia tiene que oponerse al proyecto. Es más, en este proceso descubrimos algo reconfortante: hay muchas iglesias que respetan a las personas LGBTIQ+ en Colombia. Debido a esa realidad, la representante cristiana Mary Anne Perdomo, del Pacto, nos acompañó. Es absurdo el antagonismo entre espiritualidad y diversidad que nos quieren imponer. Ni quienes hoy discriminan a las comunidades diversas son los dueños de la fe o la verdad, ni las personas LGBTIQ+ carecen de espiritualidad. Las personas diversas tenemos derecho a vivir nuestra espiritualidad sin ser discriminadas.
Ya que usted lo menciona, hasta hace pocos años ningún congresista de la comunidad diversa se reconocía como tal, en público ni en campaña o, después, en su ejercicio parlamentario. En el Congreso anterior al actual, el representante Mauricio Toro, iniciador de este proyecto de ley, fue el primero en elegirse abiertamente por su condición de vocero de las personas LGBTI ¿Cuántos se reconocen como tales, hoy?
Este el primer Congreso que tiene un mayor número de parlamentarios abiertamente declarados como miembros de la población LGBT. En Cámara somos 6, y en el Senado, está Angélica Lozano. También es el primer Congreso en que funciona la Comisión Accidental de la Diversidad, creada por nuestra iniciativa. Trabajamos, de la mano, personas diversas con congresistas aliados de la causa y quienes pertenecen a diferentes partidos como Juan Carlos Losada (L.), Daniel Carvalho (Centro Esp.), Liliana Rodríguez (Verde), Jennifer Pedraza (Centro Esp.), Sandra Ramírez (Comunes), entre otros. Tradicionalmente, el Congreso ha sido un escenario hostil a la población LGBT pero esa situación está cambiando.
En esencia, este proyecto, más conocido por la sigla ECOSIEG y que tiene como objeto prohibir los “esfuerzos de cambio de orientación sexual”, ¿cuáles materias reglamenta?
Con este proyecto buscamos que a nadie se le obligue a “corregir” su orientación sexual o identidad de género. Ser LGBTI no es una enfermedad y por eso el lema del proyecto de ley es Nada que Curar. Y mire el proceso de movilización que creó esta iniciativa: en muchos sitios del país, este año, la frase líder de las marchas del orgullo LGBTIQ+ va a ser #NadaQueCurar. Textualmente, la ponencia radicada para el tercer debate dice que “tiene por objeto prohibir las mal llamadas ‘terapias de conversión’ para obligar a las personas a cambiar o reprimir su orientación sexual e identidad y expresión de género (y) se establecen agravantes penales para las prácticas violentas con ese fin…” Es una definición precisa que desvirtúa todas las mentiras que han intentado instalar quienes se oponen, con falacias, al proyecto.
Esos “esfuerzos” o “terapias de conversión”, ¿cómo se realizan, qué tipo de actividades se hacen durante su ejecución y con cuáles fines los desarrollan?
Víctor Madrigal, experto independiente de Naciones Unidas, ha dicho que estas prácticas se realizan en 68 países en el mundo. En Colombia, se han hecho con violencia física y psicológica y han terminado por anular a algunos de los que han sido sometidos a ellas. Tales prácticas van desde “terapias” psicológicas, uno a uno; espacios de entrenamiento (coaching) en los que tratan a quienes llegan, como enfermos; sesiones grupales estilo alcohólicos anónimos; retiros espirituales de fines de semana con exorcismos violentos, hasta IPS (Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud) o fundaciones en donde internan a las personas durante meses, todo para tratar de eliminar su elección gay.
¿Con cuáles métodos intentan cambiar la identidad sexual?
Hemos tenido evidencias o testimonios de aplicación de electrochoques, momentos de ahogamiento, violencia sexual o exorcismos que terminan en lesiones físicas por el intento de hacer “vomitar” el supuesto demonio de la homosexualidad. Los efectos de esas prácticas son muy nocivos y van desde la ansiedad y depresión hasta la ideación suicida o el suicidio. El proyecto de ley, que volveremos a presentar en la próxima legislatura, busca, justamente, alzar ese velo siniestro y que la institucionalidad pueda garantizar que esos espacios de violencia física y psicológica se erradiquen para siempre.
Naciones Unidas ha afirmado, efectivamente, que las “terapias de conversión” son una forma de tortura ¿es verdad que algunos de quienes han pasado por esas experiencias han sido obligados, también, a estar desnudos, a aceptar palizas e, incluso, alguien pasó por una lobotomía o extracción parcial del cerebro? O ¿estas descripciones son exageradas?
Hemos tenido noticia de casos, además de los que mencioné antes, de desnudez y baños con chorros de agua fría al aire libre para “bajar la calentura”; de aplicación de hormonas sin consentimiento para volverse hombre o mujer “de verdad”; de abuso sexual para “probar lo que es correcto” y tenemos, en nuestros registros, varios casos de suicidio. No hemos tenido denuncias por lobotomías. Ese tipo de métodos buscan, en general, anular a la persona, su autonomía y su libre desarrollo mientras le repiten, una y otra vez, que solo puede ser feliz si es heterosexual, y que la homosexualidad es la fuente de males familiares que van desde quiebra económica hasta la aparición de enfermedades, como cáncer, en alguno de los parientes. En todo este proceso ha sido muy doloroso el sinfín de chats, mensajes y personas que me abordan en los pasillos del Congreso o en la calle para decirme que han sido víctimas de las presuntas “terapias” pero que nunca quisieron hablar del sufrimiento por el que pasaron. Esto supone un subregistro revictimizante.
Según la organización All Out (ONG de derechos humanos), el 44% de la población LGBTIQ+ de Colombia ha sufrido ese tipo de vejámenes, la mayoría, menores de 20 años ¿Esa cifra es confiable?
La información que tenemos es la de la encuesta de la organización All Out que usted menciona, además de la que publicó, en el año 2020, el Instituto Williams, de la Universidad de California - Los Ángeles, que realizó un estudio con las comunidades sexualmente diversas con el fin de proporcionar una visión general e integral del estado de la salud y el bienestar de la población LGBTI colombiana. Los resultados divulgados revelan que el 21% de las personas LGBT ha recibido “tratamiento” de alguien que trató de cambiar o impedir su orientación sexual no heterosexual o su identidad y expresión diversa de género. Esa cifra demuestra, entonces, que en Colombia uno de cada cinco miembros de la comunidad ha sido sometido a un ECOSIEG, lo que significa que el 25% de las lesbianas, el 17% de las mujeres bisexuales, el 21% de los hombres bisexuales y el 35% de las personas transgénero ha sido víctima de uno de los métodos conocido como Esfuerzo de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género.
Según otras estadísticas citadas por el exrepresentante Mauricio Toro, 1 de cada 5 personas de la comunidad referida, “afirma haber sido sometida a algún esfuerzo (en Colombia) para cambiar su orientación o identidad de género” ¿esas “terapias” son tan comunes en el país y son tan numerosos los padres de familia que obligan a sus hijos e hijas a pasar por esas experiencias?
Lo que nos dice el Instituto Williams, en su informe de 2020, efectivamente lo confirma. Pero no creo que los padres de familia lleven a sus hijos a este tipo de experiencias con el fin de hacerles daño. Estoy convencida que muchos papás y mamás que no cuentan con las herramientas para abordar estos temas, buscan acompañamiento. Y, a veces, lo que termina pasando es que los lugares a donde llevan a sus hijos no son seguros ni tienen conocimiento solvente. Hay mucho engaño a las familias en esos procesos. El problema no está en los padres: consiste en que, bajo la excusa de” ayudar”, profesionales y no profesionales se valen de métodos medievales para “corregir” a la gente, para “curar” algo que no se puede curar porque no es una enfermedad. Y la mayoría cobra (dinero) por hacerlo.
¿En dónde se practican esas “terapias” y quiénes las ofrecen?
Se practican en centros de salud, fundaciones, espacios de “entrenamiento”, consultorios psiquiátricos y psicológicos y, da tristeza decirlo, también en lugares de fe. Ningún científico o académico serio avala una práctica medieval como esta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene unas definiciones exactas sobre lo que puede calificarse como enfermedad, y ha dicho, claramente, que ser homosexual o trans no es un trastorno físico o psicológico. Ese es el estándar médico actual y, por lo tanto, la ciencia no avala estas supuestas terapias, que en realidad no lo son puesto que solo consta que son muy perjudiciales. Quienes a partir de la cobertura de la salud las practican, violan los estándares médicos aceptados en el mundo científico.
Los opositores del proyecto que acaba de ser eliminado, han dicho que están en desacuerdo con él porque si se aprobara, la población LGBTI les “impondría su condición sexual” a los heterosexuales. Eso argumentó la senadora Espinosa que se autodefine como “creyente, madre y heterosexual”. Ella también sostiene que si este proyecto llegara a ser ley, los padres de familia tendrían prohibido orientar a sus hijos ¿Es cierto?
Ese argumento es absurdo. La desafortunada declaración de la senadora Espinosa es el ejemplo más claro de la desinformación que muchos y muchas han promovido. Se basa en una concepción del mundo en que solo cabe la existencia de hombres y mujeres heterosexuales desconociendo que también hay una minoría LGBTI que, además, conforma familias. Hay que decir que la homosexualidad no se “contagia”, como tampoco se “contagia” la heterosexualidad. Pero esa es la estrategia de pánico social de los opositores para intentar impedir que se adopten medidas contra la discriminación. En ninguna parte del proyecto se habla de prohibir a los padres darles consejos a sus hijos. Se prohíben los tratos y prácticas violatorios de los derechos humanos. Lo cierto es que hay una corriente antiderechos creciente, organizada y financiada, que teme que se reconozca que ser LGBTI es normal. Esa corriente desarrolla una agenda nacional e internacional que tiene como tarea atacar de manera específica a las personas trans y buscar que se restrinjan derechos adquiridos.
No sé si se trata de una estrategia pero han logrado su objetivo: crear pánico en ciertos espacios…
Sabemos que recogieron miles de firmas asegurando que los niños se volverían transexuales a pesar de que el proyecto de ley no habla de cambio de sexo ni pretende regularlo. Han llegado con estas mentiras a las comunidades indígenas. Su condición de religiosidad debería impedirles, como mínimo, difundir mentiras. En desarrollo de sus campañas tanto en el Congreso como en el Concejo de Bogotá, han dicho que actúan en defensa de los niños, pero cuando un adolescente gay es torturado, al parecer, eso sí no les importa. Aquí nadie se cansa: volveremos a insistir, llegaremos a acuerdos y tendremos una versión mucho mejor del proyecto que se acaba e hundir para el 20 de julio. Existe una movilización de redes de sobrevivientes que nos impulsa a no desfallecer.
“Tocar el tema de la diversidad sexual sigue siendo incómodo”
Salirse para desbaratar el número de congresistas necesario para votar el proyecto que prohíbe las “terapias de conversión” se entiende como un veto a este asunto tan sensible ¿Quiénes se retiraron de la Comisión Primera de Senado?
Tocar el tema de la diversidad sexual sigue siendo una conversación incómoda, tanto en los hogares como en el Congreso. Este nunca ha legislado a favor de la población LGBT. Además, la Comisión Primera de Senado es un escenario complejo. Lo curioso es que después de levantar la sesión y aunque algunos se retiraron, otros se quedaron para manifestarse a pesar de que el proyecto ya estaba hundido. Varios de ellos hicieron intervenciones desde un punto de vista ultraconservador y repitiendo falsedades que habían circulado en las redes y que no tenían que ver con el proyecto. De todos modos, para mí, es un avance que se quiera hablar más que antes sobre la elección sexual pero falta mucho camino pues se hizo evidente una polarización extrema. Las senadoras Karina Espinosa y Lorena Ríos que no hacen parte de la Comisión pero que tienen votantes político-religiosos, fueron muy activas en su empeño en hundir el proyecto, lo mismo que María Fernanda Cabal y J.P. Hernández que firmaron la ponencia de archivo.
“A nadie se le puede obligar a convertirse en lo que no es”
Los opositores del proyecto que ustedes han impulsado, han dicho que si se aprobara, habrá casos de mutilación de órganos sexuales en los niños “y otras partes del cuerpo, sanas” ¿Por qué y con base en qué hacen esas afirmaciones que, francamente, son aterradoras?
La única mutilación infantil que existe en Colombia es la que les practican las comunidades emberas a las niñas con la ablación. Precisamente, yo trabajo con las mujeres embera que luchan por erradicar esa costumbre en sus comunidades. Las otras mutilaciones que se mencionan son, simplemente, una ficción. A ningún niño, en Colombia, se le ha hecho una cirugía de cambio de sexo. Por consenso médico, en el país se realizan después de los 18 años de edad. Pero con afirmaciones como esa, se pretende crear pánico. A nadie se le ocurre que, por ley, se ordene mutilar los genitales de los niños. De hecho, el proyecto contempla que a nadie se le puede obligar a volverse heterosexual así como, si se diera el caso, tampoco, a los heterosexuales se les puede someter a ser LGBT. Se sabe que por más que alguien intente convertir a otro en lo que no nace de su esencia, esta se mantendrá siempre y por encima de cualquier intento.
Aunque ya iba para tercer debate, esta semana se archivó en el Senado el proyecto de ley para prohibir, en Colombia, la mal llamadas “terapias de conversión” que aluden a la utilización de los Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género (ECOSIEG) ¿Qué sucedió? ¿Es cierto que varios congresistas se salieron para impedir el debate?
Hubo una estrategia dilatoria desde cuando el proyecto pasó de la Cámara al Senado, primero, para agendar la audiencia pública y, luego, para citar el debate. Esta última semana, ya con el tiempo contado, el proyecto estaba en el tercer punto del orden del día en Comisión Primera. Sin embargo, con el paro de FECODE algunos senadores se tardaron y un senador pidió verificación del quórum para levantar la sesión. El debate quedó entonces para el miércoles, plazo final para que los tiempos alcanzaran. Ese día, el mismo senador intentó repetir la estrategia pero no le funcionó. No obstante, no se pudo votar, de todos modos, pues, extrañamente, los dos proyectos que debían debatirse antes, se demoraron y cuando llegó la hora, se levantó la sesión formal.
Si se hubiera podido debatir y votar, ¿se habría hundido de cualquier manera, ante la tremenda oposición que tiene la prohibición de las supuestas “terapias” para “convertir” a una persona con opción sexual diversa, a una heterosexual?
Aunque no se votó, hubo debate informal. De haberse votado, es muy probable que el proyecto se hubiera aprobado porque la mayoría de senadores de la Comisión había manifestado su apoyo al proyecto: Clara López, Alfredo Deluque, Ariel Ávila, Julián Gallo, Alberto Benavides, David Luna, María José Pizarro, Humberto de la Calle y otros. Queda claro que el proyecto no se hundió en una votación, es decir, en democracia, sino por dilaciones y ‘jugaditas’ como la del quórum.
En lo que puede calificarse como una demostración de apertura conceptual, el mismo proyecto de ley fue aprobado tanto en Comisión Primera como en plenaria de la Cámara a la que usted pertenece ¿Cómo lo lograron usted y los otros firmantes?
Fue una votación masiva, hay que decirlo. Congresistas de todos los partidos nos acompañaron tanto en la Comisión como en la plenaria. En realidad, nadie debería oponerse a estos proyectos contra las discriminaciones como los que se han aprobado para proteger los derechos de las mujeres que ayudaron a abrir el camino y a hacer pedagogía así como también sirvieron las audiencias públicas en que sobrevivientes de las “terapias” de conversión contaron sus testimonios. Se sumaron argumentos académicos de expertos en salud y psicología, en respaldo al proyecto. Incluso, líderes religiosos hablaron de la necesidad de prohibir esas prácticas. En la Comisión Primera de Cámara, la votación fue de 22 votos a favor y 2 en contra; y en la plenaria, de 97 votos a favor y 18 votos en contra. Y, lo cierto es que en el Senado no nos dejaron dar el debate porque quienes se oponían, sabían que no tenían los votos necesarios para hundir el proyecto de ley.
Los congresistas elegidos por iglesias o religiones, ¿participaron para impedir la aprobación del proyecto?
Hay congresistas que representan iglesias tanto en Senado como en Cámara. Por ejemplo, Luis Miguel López, con quien tengo una relación respetuosa y cordial, fue un gran opositor. Las ya mencionadas Karina Espinosa (liberal) y Lorena Ríos (Colombia Justa Libres) fueron activistas de la oposición. Luis Miguel López y Lorena Ríos se relacionan, directamente, con grupos religiosos que han sido denunciados en medios de comunicación por realizar “terapias de conversión”. Desde luego, no porque alguien pertenezca a una u otra iglesia tiene que oponerse al proyecto. Es más, en este proceso descubrimos algo reconfortante: hay muchas iglesias que respetan a las personas LGBTIQ+ en Colombia. Debido a esa realidad, la representante cristiana Mary Anne Perdomo, del Pacto, nos acompañó. Es absurdo el antagonismo entre espiritualidad y diversidad que nos quieren imponer. Ni quienes hoy discriminan a las comunidades diversas son los dueños de la fe o la verdad, ni las personas LGBTIQ+ carecen de espiritualidad. Las personas diversas tenemos derecho a vivir nuestra espiritualidad sin ser discriminadas.
Ya que usted lo menciona, hasta hace pocos años ningún congresista de la comunidad diversa se reconocía como tal, en público ni en campaña o, después, en su ejercicio parlamentario. En el Congreso anterior al actual, el representante Mauricio Toro, iniciador de este proyecto de ley, fue el primero en elegirse abiertamente por su condición de vocero de las personas LGBTI ¿Cuántos se reconocen como tales, hoy?
Este el primer Congreso que tiene un mayor número de parlamentarios abiertamente declarados como miembros de la población LGBT. En Cámara somos 6, y en el Senado, está Angélica Lozano. También es el primer Congreso en que funciona la Comisión Accidental de la Diversidad, creada por nuestra iniciativa. Trabajamos, de la mano, personas diversas con congresistas aliados de la causa y quienes pertenecen a diferentes partidos como Juan Carlos Losada (L.), Daniel Carvalho (Centro Esp.), Liliana Rodríguez (Verde), Jennifer Pedraza (Centro Esp.), Sandra Ramírez (Comunes), entre otros. Tradicionalmente, el Congreso ha sido un escenario hostil a la población LGBT pero esa situación está cambiando.
En esencia, este proyecto, más conocido por la sigla ECOSIEG y que tiene como objeto prohibir los “esfuerzos de cambio de orientación sexual”, ¿cuáles materias reglamenta?
Con este proyecto buscamos que a nadie se le obligue a “corregir” su orientación sexual o identidad de género. Ser LGBTI no es una enfermedad y por eso el lema del proyecto de ley es Nada que Curar. Y mire el proceso de movilización que creó esta iniciativa: en muchos sitios del país, este año, la frase líder de las marchas del orgullo LGBTIQ+ va a ser #NadaQueCurar. Textualmente, la ponencia radicada para el tercer debate dice que “tiene por objeto prohibir las mal llamadas ‘terapias de conversión’ para obligar a las personas a cambiar o reprimir su orientación sexual e identidad y expresión de género (y) se establecen agravantes penales para las prácticas violentas con ese fin…” Es una definición precisa que desvirtúa todas las mentiras que han intentado instalar quienes se oponen, con falacias, al proyecto.
Esos “esfuerzos” o “terapias de conversión”, ¿cómo se realizan, qué tipo de actividades se hacen durante su ejecución y con cuáles fines los desarrollan?
Víctor Madrigal, experto independiente de Naciones Unidas, ha dicho que estas prácticas se realizan en 68 países en el mundo. En Colombia, se han hecho con violencia física y psicológica y han terminado por anular a algunos de los que han sido sometidos a ellas. Tales prácticas van desde “terapias” psicológicas, uno a uno; espacios de entrenamiento (coaching) en los que tratan a quienes llegan, como enfermos; sesiones grupales estilo alcohólicos anónimos; retiros espirituales de fines de semana con exorcismos violentos, hasta IPS (Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud) o fundaciones en donde internan a las personas durante meses, todo para tratar de eliminar su elección gay.
¿Con cuáles métodos intentan cambiar la identidad sexual?
Hemos tenido evidencias o testimonios de aplicación de electrochoques, momentos de ahogamiento, violencia sexual o exorcismos que terminan en lesiones físicas por el intento de hacer “vomitar” el supuesto demonio de la homosexualidad. Los efectos de esas prácticas son muy nocivos y van desde la ansiedad y depresión hasta la ideación suicida o el suicidio. El proyecto de ley, que volveremos a presentar en la próxima legislatura, busca, justamente, alzar ese velo siniestro y que la institucionalidad pueda garantizar que esos espacios de violencia física y psicológica se erradiquen para siempre.
Naciones Unidas ha afirmado, efectivamente, que las “terapias de conversión” son una forma de tortura ¿es verdad que algunos de quienes han pasado por esas experiencias han sido obligados, también, a estar desnudos, a aceptar palizas e, incluso, alguien pasó por una lobotomía o extracción parcial del cerebro? O ¿estas descripciones son exageradas?
Hemos tenido noticia de casos, además de los que mencioné antes, de desnudez y baños con chorros de agua fría al aire libre para “bajar la calentura”; de aplicación de hormonas sin consentimiento para volverse hombre o mujer “de verdad”; de abuso sexual para “probar lo que es correcto” y tenemos, en nuestros registros, varios casos de suicidio. No hemos tenido denuncias por lobotomías. Ese tipo de métodos buscan, en general, anular a la persona, su autonomía y su libre desarrollo mientras le repiten, una y otra vez, que solo puede ser feliz si es heterosexual, y que la homosexualidad es la fuente de males familiares que van desde quiebra económica hasta la aparición de enfermedades, como cáncer, en alguno de los parientes. En todo este proceso ha sido muy doloroso el sinfín de chats, mensajes y personas que me abordan en los pasillos del Congreso o en la calle para decirme que han sido víctimas de las presuntas “terapias” pero que nunca quisieron hablar del sufrimiento por el que pasaron. Esto supone un subregistro revictimizante.
Según la organización All Out (ONG de derechos humanos), el 44% de la población LGBTIQ+ de Colombia ha sufrido ese tipo de vejámenes, la mayoría, menores de 20 años ¿Esa cifra es confiable?
La información que tenemos es la de la encuesta de la organización All Out que usted menciona, además de la que publicó, en el año 2020, el Instituto Williams, de la Universidad de California - Los Ángeles, que realizó un estudio con las comunidades sexualmente diversas con el fin de proporcionar una visión general e integral del estado de la salud y el bienestar de la población LGBTI colombiana. Los resultados divulgados revelan que el 21% de las personas LGBT ha recibido “tratamiento” de alguien que trató de cambiar o impedir su orientación sexual no heterosexual o su identidad y expresión diversa de género. Esa cifra demuestra, entonces, que en Colombia uno de cada cinco miembros de la comunidad ha sido sometido a un ECOSIEG, lo que significa que el 25% de las lesbianas, el 17% de las mujeres bisexuales, el 21% de los hombres bisexuales y el 35% de las personas transgénero ha sido víctima de uno de los métodos conocido como Esfuerzo de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género.
Según otras estadísticas citadas por el exrepresentante Mauricio Toro, 1 de cada 5 personas de la comunidad referida, “afirma haber sido sometida a algún esfuerzo (en Colombia) para cambiar su orientación o identidad de género” ¿esas “terapias” son tan comunes en el país y son tan numerosos los padres de familia que obligan a sus hijos e hijas a pasar por esas experiencias?
Lo que nos dice el Instituto Williams, en su informe de 2020, efectivamente lo confirma. Pero no creo que los padres de familia lleven a sus hijos a este tipo de experiencias con el fin de hacerles daño. Estoy convencida que muchos papás y mamás que no cuentan con las herramientas para abordar estos temas, buscan acompañamiento. Y, a veces, lo que termina pasando es que los lugares a donde llevan a sus hijos no son seguros ni tienen conocimiento solvente. Hay mucho engaño a las familias en esos procesos. El problema no está en los padres: consiste en que, bajo la excusa de” ayudar”, profesionales y no profesionales se valen de métodos medievales para “corregir” a la gente, para “curar” algo que no se puede curar porque no es una enfermedad. Y la mayoría cobra (dinero) por hacerlo.
¿En dónde se practican esas “terapias” y quiénes las ofrecen?
Se practican en centros de salud, fundaciones, espacios de “entrenamiento”, consultorios psiquiátricos y psicológicos y, da tristeza decirlo, también en lugares de fe. Ningún científico o académico serio avala una práctica medieval como esta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene unas definiciones exactas sobre lo que puede calificarse como enfermedad, y ha dicho, claramente, que ser homosexual o trans no es un trastorno físico o psicológico. Ese es el estándar médico actual y, por lo tanto, la ciencia no avala estas supuestas terapias, que en realidad no lo son puesto que solo consta que son muy perjudiciales. Quienes a partir de la cobertura de la salud las practican, violan los estándares médicos aceptados en el mundo científico.
Los opositores del proyecto que acaba de ser eliminado, han dicho que están en desacuerdo con él porque si se aprobara, la población LGBTI les “impondría su condición sexual” a los heterosexuales. Eso argumentó la senadora Espinosa que se autodefine como “creyente, madre y heterosexual”. Ella también sostiene que si este proyecto llegara a ser ley, los padres de familia tendrían prohibido orientar a sus hijos ¿Es cierto?
Ese argumento es absurdo. La desafortunada declaración de la senadora Espinosa es el ejemplo más claro de la desinformación que muchos y muchas han promovido. Se basa en una concepción del mundo en que solo cabe la existencia de hombres y mujeres heterosexuales desconociendo que también hay una minoría LGBTI que, además, conforma familias. Hay que decir que la homosexualidad no se “contagia”, como tampoco se “contagia” la heterosexualidad. Pero esa es la estrategia de pánico social de los opositores para intentar impedir que se adopten medidas contra la discriminación. En ninguna parte del proyecto se habla de prohibir a los padres darles consejos a sus hijos. Se prohíben los tratos y prácticas violatorios de los derechos humanos. Lo cierto es que hay una corriente antiderechos creciente, organizada y financiada, que teme que se reconozca que ser LGBTI es normal. Esa corriente desarrolla una agenda nacional e internacional que tiene como tarea atacar de manera específica a las personas trans y buscar que se restrinjan derechos adquiridos.
No sé si se trata de una estrategia pero han logrado su objetivo: crear pánico en ciertos espacios…
Sabemos que recogieron miles de firmas asegurando que los niños se volverían transexuales a pesar de que el proyecto de ley no habla de cambio de sexo ni pretende regularlo. Han llegado con estas mentiras a las comunidades indígenas. Su condición de religiosidad debería impedirles, como mínimo, difundir mentiras. En desarrollo de sus campañas tanto en el Congreso como en el Concejo de Bogotá, han dicho que actúan en defensa de los niños, pero cuando un adolescente gay es torturado, al parecer, eso sí no les importa. Aquí nadie se cansa: volveremos a insistir, llegaremos a acuerdos y tendremos una versión mucho mejor del proyecto que se acaba e hundir para el 20 de julio. Existe una movilización de redes de sobrevivientes que nos impulsa a no desfallecer.
“Tocar el tema de la diversidad sexual sigue siendo incómodo”
Salirse para desbaratar el número de congresistas necesario para votar el proyecto que prohíbe las “terapias de conversión” se entiende como un veto a este asunto tan sensible ¿Quiénes se retiraron de la Comisión Primera de Senado?
Tocar el tema de la diversidad sexual sigue siendo una conversación incómoda, tanto en los hogares como en el Congreso. Este nunca ha legislado a favor de la población LGBT. Además, la Comisión Primera de Senado es un escenario complejo. Lo curioso es que después de levantar la sesión y aunque algunos se retiraron, otros se quedaron para manifestarse a pesar de que el proyecto ya estaba hundido. Varios de ellos hicieron intervenciones desde un punto de vista ultraconservador y repitiendo falsedades que habían circulado en las redes y que no tenían que ver con el proyecto. De todos modos, para mí, es un avance que se quiera hablar más que antes sobre la elección sexual pero falta mucho camino pues se hizo evidente una polarización extrema. Las senadoras Karina Espinosa y Lorena Ríos que no hacen parte de la Comisión pero que tienen votantes político-religiosos, fueron muy activas en su empeño en hundir el proyecto, lo mismo que María Fernanda Cabal y J.P. Hernández que firmaron la ponencia de archivo.
“A nadie se le puede obligar a convertirse en lo que no es”
Los opositores del proyecto que ustedes han impulsado, han dicho que si se aprobara, habrá casos de mutilación de órganos sexuales en los niños “y otras partes del cuerpo, sanas” ¿Por qué y con base en qué hacen esas afirmaciones que, francamente, son aterradoras?
La única mutilación infantil que existe en Colombia es la que les practican las comunidades emberas a las niñas con la ablación. Precisamente, yo trabajo con las mujeres embera que luchan por erradicar esa costumbre en sus comunidades. Las otras mutilaciones que se mencionan son, simplemente, una ficción. A ningún niño, en Colombia, se le ha hecho una cirugía de cambio de sexo. Por consenso médico, en el país se realizan después de los 18 años de edad. Pero con afirmaciones como esa, se pretende crear pánico. A nadie se le ocurre que, por ley, se ordene mutilar los genitales de los niños. De hecho, el proyecto contempla que a nadie se le puede obligar a volverse heterosexual así como, si se diera el caso, tampoco, a los heterosexuales se les puede someter a ser LGBT. Se sabe que por más que alguien intente convertir a otro en lo que no nace de su esencia, esta se mantendrá siempre y por encima de cualquier intento.