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Mientras las autoridades geológicas monitorean de manera permanente la actividad sísmica en el volcán nevado del Ruiz y mantienen en amarillo la alerta ante una posible erupción, el Gobierno redobló esfuerzos para asegurarse de que se cumplan las órdenes de evacuación en las zonas más próximas, labor que resultó más compleja de lo que muchos esperaban.
La razón, hay miembros de comunidades que, aunque le temen a una posible erupción, están más preocupados por tener que dejar atrás el fruto de toda una vida de trabajos y no se quieren a arriesgar a que los avivatos pasen por sus casas y fincas para saquearlas mientras el país está pendiente de las fumarolas en la parte alta de la montaña. Así como suena, es más el miedo a los ladrones que a los eventos de la naturaleza.
, tras asegurar que como ser humano entiende que los campesinos tengan apego especial por sus parcelas y sus animales domésticos y ganadería, pero que no hay que olvidar que en este momento hay que estar preparados para cualquier eventualidad y que lo que puede estar en riesgo ante una erupción es la vida misma.
Lo dijo en pleno Viernes Santo de 2023. Casualmente, en el Viernes Santo de 1983, exactamente 40 años atrás, Velasco estaba en Popayán tratando de ayudar a sus paisanos tras el terremoto que en aquella jornada borró a la ciudad del mapa y se convirtió en uno de los desastres naturales más dolorosos para Colombia. Diez años después, Velasco era alcalde de la ciudad y estaba liderando las obras de reconstrucción de la capital caucana.
Los terremotos no se pueden prever y en aquella Semana Santa de 1983 Colombia estaba mucho menos preparada que hoy para atender este tipo de calamidades. El país no sabía tanto de emergencias, ni contaba con equipos técnicos y humanos para socorro tan sofisticados como los de hoy. Popayán le hizo frente al dolor a punta de tesón y del sentimiento de solidaridad de sus habitantes, mientras llegaban las primeras ayudas estatales, demoradas porque las comunicaciones también eran más rudimentarias que las de hoy.
Las consecuencias de esa falta de preparación también se vivieron en 1985, cuando una erupción en el volcán nevado del Ruiz terminó inundando y desbordando el río Lagunilla, que a su turno acabó con el municipio tolimense de Armero. Hubo 25 mil muertos. La erupción tampoco podía evitarse, pero a medida que pasan los años surgen nuevas evidencias de que sí se pudo hacer mucho más en materia de prevención y atención de desastres para que la tragedia no tomara las dimensiones que tuvo.
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Hoy, Velasco es el responsable de que Colombia enfrente con las circunstancias con la seriedad que el caso requiere y con las herramientas de las que dispone el Estado. Y una de esas herramientas es, precisamente, la de hacer cumplir las órdenes de evacuación. Así toque con Policía.
“Hemos tenido que tomar acciones policivas en Villa María. No podemos andar pidiendo el favor, la gente sabe que tiene que evacuar”, enfatiza desde el Puesto de Mando Unificado, a donde viajó por orden del presidente, Gustavo Petro, para coordinar las labores de prevención, que han incluido concertaciones con la comunidad para que, por lo menos, los menores de edad salgan cuanto antes de la zona. Pero eso no significa que los adultos se puedan quedar allí de manera indefinida. La orden de evacuación se mantiene.
Funcionarios del Ministerio de Agricultura están apoyando en temas relacionados con los traslados de ganado y, respecto a los inmuebles que pudiesen ser afectados en caso de alguna avalancha, Velasco les envió un mensaje claro a los campesinos.