¿Vota a conciencia o por influencia?
Una decisión puede ser manipulada a través de las redes sociales para interferir en la actuación, el pensamiento y el voto de los electores. ¿Cómo funcionan los algoritmos en internet?
Juliana Pabón*
Las redes sociales se han convertido en un escenario de eco y éxito para cualquier campaña electoral. Las matemáticas aplicadas y la psicología son las dos herramientas claves usadas por empresas tecnológicas para inducir el comportamiento de los usuarios a través de la minería de datos, entendida como un conjunto de técnicas que permiten explorar grandes bases de información y encontrar patrones repetitivos, tendencias o reglas que expliquen el comportamiento de una persona.
De esta manera también es posible descifrar sus gustos, ideologías, sentimientos y decisiones a futuro. Incluso dirigir acciones basadas en esta información para encaminarlas hacia un objetivo específico. Por ejemplo, votar por cierto candidato u oponerse a otro. ¿Cómo lo hacen? A través de algoritmos.
En los últimos días salió a la luz el escándalo alrededor del marketing político usado en la campaña presidencial de Donald Trump en 2016 y que, al parecer, fue la estrategia que lo llevó a la Casa Blanca. La compañía privada Cambridge Analytica, dedicada a la minería de datos y el análisis de procesos electorales, lideró la campaña del magnate usando los big data de 50 millones de usuarios de Facebook, manipulando los patrones de comportamiento para estimular el voto hacia el candidato. Lo grave del asunto no se centra únicamente en el uso de información personal —que podría estar en las condiciones y políticas de la red social— sino en haber tomado los datos personales de dichos usuarios para interferir en las elecciones.
Lea: La propaganda disfrazada: influenciadores y patrocinadores en la campaña presidencial
Parte de la sociedad desconoce las nuevas estrategias de marketing en redes que administran y direccionan las decisiones de los consumidores. Esta modalidad, conocida como neuromarketing, proporciona información relevante a las empresas para orientar decisiones, productos, personas o servicios. De hecho, los algoritmos son tan útiles que hasta las ciudades lo están implementando para ayudar a tomar decisiones que afectan las vidas de las personas de manera significativa y positiva, como en la evaluación de desempeño de un maestro, un funcionario público o una predicción sobre la probabilidad de reincidencia criminal o corrupción de un candidato. Este es el caso de los departamentos de Policía de Nueva York y Chicago, en Estados Unidos, que están empleando HunchLab, un programa de vigilancia, para predecir y distribuir policías en las zonas de alta incidencia criminal.
En Colombia, la empresa Quantil se dedica al uso de matemáticas aplicadas para resolver problemas a través de las redes sociales. Diego Jara y Álvaro Riasga, científicos de datos y profesores de la Universidad de los Andes, están desarrollando un modelo llamado CandiData, que busca identificar patrones en estas plataformas acerca de los aspirantes a cargos de elección pública en el país. “El algoritmo es objetivo, no tiene la capacidad de estar a favor o en contra de un candidato, puede ayudar a encontrar lo positivo de una campaña o transformar lo negativo”, afirma Enrique Arrieta, investigador de la firma. Un algoritmo tiene la capacidad de realizar un análisis profundo de 1.000 artículos en un segundo, lo que al ser humano le costaría hasta meses. “A través de estos se pueden identificar patrones de comportamiento en redes sociales: qué se habla, quiénes hablan, cómo hablan o reaccionan frente a un candidato. Incluso pueden identificar si lo posteado tiene algún sentimiento de felicidad, odio, miedo e ironía”, menciona Arrieta.
Para ser más explícitos, muchas aplicaciones que ofrecen servicios de transporte en el mundo usan algoritmos para ofrecer su servicio al público. Evalúan a sus conductores y los ponen en sana competencia. De esta manera, quienes no cumplen con las políticas de servicio y tiempo y además sean calificados de forma negativa por un usuario, estarán en desventaja con otros conductores ante la solicitud de un nuevo servicio. ¿Estaría siendo imparcial y objetivo el algoritmo? ¿Podríamos calificar un servicio como malo simplemente para encaminar e influir en el resultado del análisis del algoritmo dejando de ser asertivo?
Indudablemente, la recopilación de nuestros datos a través de Facebook o Google nos convierte en seres cuantificados que pueden ser fácilmente cifrados e influenciados. No es una coincidencia que luego de entrar en Facebook o un correo, se encuentre “mágicamente” lo que se estaba buscando minutos antes en su buscador. Un algoritmo es capaz de identificar qué requiere y darle una rápida solución. Para bien o para mal, son una herramienta matemática que facilita la solución de problemas de forma eficaz, sin dejar de lado que la información suministrada por ellos puede llegar a influir en el comportamiento de los seres humanos. Cabe preguntarse si los actuales candidatos a la Presidencia, o aspirantes políticos, e inclusive actuales funcionarios públicos, usan o han usado algoritmos para influir en el voto de los electores. Y, de ser así, ¿asumirían un compromiso serio para implementar en sus campañas políticas reglas éticas de restricción y no uso de las mismas?
* Observatorio de Redes Sociales de la Universidad Sergio Arboleda.
Las redes sociales se han convertido en un escenario de eco y éxito para cualquier campaña electoral. Las matemáticas aplicadas y la psicología son las dos herramientas claves usadas por empresas tecnológicas para inducir el comportamiento de los usuarios a través de la minería de datos, entendida como un conjunto de técnicas que permiten explorar grandes bases de información y encontrar patrones repetitivos, tendencias o reglas que expliquen el comportamiento de una persona.
De esta manera también es posible descifrar sus gustos, ideologías, sentimientos y decisiones a futuro. Incluso dirigir acciones basadas en esta información para encaminarlas hacia un objetivo específico. Por ejemplo, votar por cierto candidato u oponerse a otro. ¿Cómo lo hacen? A través de algoritmos.
En los últimos días salió a la luz el escándalo alrededor del marketing político usado en la campaña presidencial de Donald Trump en 2016 y que, al parecer, fue la estrategia que lo llevó a la Casa Blanca. La compañía privada Cambridge Analytica, dedicada a la minería de datos y el análisis de procesos electorales, lideró la campaña del magnate usando los big data de 50 millones de usuarios de Facebook, manipulando los patrones de comportamiento para estimular el voto hacia el candidato. Lo grave del asunto no se centra únicamente en el uso de información personal —que podría estar en las condiciones y políticas de la red social— sino en haber tomado los datos personales de dichos usuarios para interferir en las elecciones.
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Parte de la sociedad desconoce las nuevas estrategias de marketing en redes que administran y direccionan las decisiones de los consumidores. Esta modalidad, conocida como neuromarketing, proporciona información relevante a las empresas para orientar decisiones, productos, personas o servicios. De hecho, los algoritmos son tan útiles que hasta las ciudades lo están implementando para ayudar a tomar decisiones que afectan las vidas de las personas de manera significativa y positiva, como en la evaluación de desempeño de un maestro, un funcionario público o una predicción sobre la probabilidad de reincidencia criminal o corrupción de un candidato. Este es el caso de los departamentos de Policía de Nueva York y Chicago, en Estados Unidos, que están empleando HunchLab, un programa de vigilancia, para predecir y distribuir policías en las zonas de alta incidencia criminal.
En Colombia, la empresa Quantil se dedica al uso de matemáticas aplicadas para resolver problemas a través de las redes sociales. Diego Jara y Álvaro Riasga, científicos de datos y profesores de la Universidad de los Andes, están desarrollando un modelo llamado CandiData, que busca identificar patrones en estas plataformas acerca de los aspirantes a cargos de elección pública en el país. “El algoritmo es objetivo, no tiene la capacidad de estar a favor o en contra de un candidato, puede ayudar a encontrar lo positivo de una campaña o transformar lo negativo”, afirma Enrique Arrieta, investigador de la firma. Un algoritmo tiene la capacidad de realizar un análisis profundo de 1.000 artículos en un segundo, lo que al ser humano le costaría hasta meses. “A través de estos se pueden identificar patrones de comportamiento en redes sociales: qué se habla, quiénes hablan, cómo hablan o reaccionan frente a un candidato. Incluso pueden identificar si lo posteado tiene algún sentimiento de felicidad, odio, miedo e ironía”, menciona Arrieta.
Para ser más explícitos, muchas aplicaciones que ofrecen servicios de transporte en el mundo usan algoritmos para ofrecer su servicio al público. Evalúan a sus conductores y los ponen en sana competencia. De esta manera, quienes no cumplen con las políticas de servicio y tiempo y además sean calificados de forma negativa por un usuario, estarán en desventaja con otros conductores ante la solicitud de un nuevo servicio. ¿Estaría siendo imparcial y objetivo el algoritmo? ¿Podríamos calificar un servicio como malo simplemente para encaminar e influir en el resultado del análisis del algoritmo dejando de ser asertivo?
Indudablemente, la recopilación de nuestros datos a través de Facebook o Google nos convierte en seres cuantificados que pueden ser fácilmente cifrados e influenciados. No es una coincidencia que luego de entrar en Facebook o un correo, se encuentre “mágicamente” lo que se estaba buscando minutos antes en su buscador. Un algoritmo es capaz de identificar qué requiere y darle una rápida solución. Para bien o para mal, son una herramienta matemática que facilita la solución de problemas de forma eficaz, sin dejar de lado que la información suministrada por ellos puede llegar a influir en el comportamiento de los seres humanos. Cabe preguntarse si los actuales candidatos a la Presidencia, o aspirantes políticos, e inclusive actuales funcionarios públicos, usan o han usado algoritmos para influir en el voto de los electores. Y, de ser así, ¿asumirían un compromiso serio para implementar en sus campañas políticas reglas éticas de restricción y no uso de las mismas?
* Observatorio de Redes Sociales de la Universidad Sergio Arboleda.