Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En el malestar que ha llevado a la gente a las calles se destacan dos ingredientes: el rechazo a las reformas del gobierno de Iván Duque y las constantes denuncias de abuso policial. Solo en estas dos semanas, la Defensoría del Pueblo ha reportado 42 muertos y la Fiscalía investiga si 11 de estos fueron a manos de miembros de la Policía. También hay 16 denuncias de violencia sexual, 870 uniformados lesionados y cientos de civiles desaparecidos. En ese panorama resaltan las lesiones oculares, producidas generalmente por balas de goma o latas de gas lacrimógeno usadas por el Escuadrón Antidisturbios (Esmad) para dispersar a los manifestantes.
El ministro de Defensa de Colombia, Diego Molano, ha defendido el accionar de la Policía en este paro. Ha dicho que los casos de agresiones por parte de uniformados son aislados y deben ser investigados y sancionados. “Pero no es un comportamiento generalizado, no es la instrucción que sea así. La gran preocupación que tenemos, y por lo que deberíamos apostar toda la sociedad, es cómo se protege la seguridad y la vida de todos”, le dijo Molano el fin de semana pasado a El Espectador. No parece haber ánimos en el Ejecutivo para una reforma policial de fondo, que es uno de los puntos del pliego del Comité del Paro. Jóvenes, en su mayoría estudiantes entre los 20 y 30 años: ese es el perfil de las víctimas de lesiones oculares que hablaron con este diario sobre sus casos, sus procesos de recuperación y las secuelas físicas y emocionales que dejaron, denuncian los disparos y las armas del Esmad.