Bendición histórica a curanderas y guardianas de plantas medicinales en Cauca
Una reunión indígena e intercultural en este departamento buscó restablecer el empoderamiento de la mujer y la preservación de la sabiduría ancestral.
Natasha Pentin
A principios de mayo, en la ecoaldea Atlántida, en Cajibío, Cauca, algunos de los mayores sabedores, representantes de la Confederación de Autoridades Ancestrales de Colombia y el Consejo de los Nueve Picos Nevados, se reunieron para dar una bendición histórica a cuatro curanderas de plantas medicinales, un evento llamado “El retorno de la diosa, la madre en el altar”.
La reunión exaltó la lucha histórica de las mujeres indígenas y mestizas por el reconocimiento al servir medicinas sagradas y el importante papel que desempeñan en la preservación de los conocimientos tradicionales.
Marcó un momento de reivindicación de la labor de las mujeres curanderas, reconociendo su fuerza transformadora en el tejido de la humanidad y reconectando con las energías y cualidades femeninas que han sido suprimidas. Según los organizadores del evento, las mujeres están retomando sus altares para ocupar en sus comunidades los roles de sacerdotisas y curanderas, como lo fue en tiempos antiguos.
Los mayores ofrecieron la bendición como una manera de restaurar el equilibrio y la armonía entre lo masculino y lo femenino, tanto individual (dentro de nosotros mismos) como colectivamente. Hicieron un llamado a la curación de las heridas históricas –causadas por la opresión de género– y a la reconstrucción de una sociedad más justa que respete la diversidad y cuide la Madre Tierra.
Desde 2016, representantes de 67 diferentes etnias indígenas de Colombia han integrado la Confederación para la preservación de la cosmovisión ancestral, conservación de lenguas nativas, curación de territorios y reducción de formas de violencia. Porque, a pesar de ser un país pluriétnico con gran diversidad indígena, las comunidades se enfrentan a peligros que amenazan la memoria ancestral.
El mayor Fernando Sarria, miembro de la Confederación, sabedor del pueblo coconuco y docente de la Universidad del Cauca, expresó durante un discurso en la casa sagrada: “La mujer lleva en sus manos y en su pensamiento el conocimiento como un tejido que preserva la tradición y protege la vida, la historia y la memoria de los pueblos”.
Luego se arrodilló humildemente y se dirigió a las curanderas y a las presencias femeninas: “Quiero seguir siendo pequeñito y menor, para caminar con la grandeza de todas (ustedes)”.
En cuanto a la opresión femenina, los grupos indígenas tampoco han estado libres de prejuicios o misoginia; al igual que en la sociedad moderna, las mujeres continúan experimentando formas de discriminación y violencia que restringen su participación en el proceso de paz y la gestión ambiental del país.
El evento se alineó con la visita de Francisco Cali Tzay, relator especial sobre los derechos de los pueblos indígenas. Dijo que las aspiraciones de Colombia a una paz total dependen del “reconocimiento y respeto genuinos de los derechos de los pueblos indígenas”. Dado que el crecimiento y el progreso de las mujeres influyen en las siguientes generaciones, sus derechos y su inclusión en las conversaciones deben ser una prioridad para superar el desequilibrio histórico.
Los otros mayores que asistieron incluyeron al taita Anselmo Tombé, un médico tradicional de pueblo misak, de Cauca; el mayor Larry Jeromito, un médico tradicional del CRIC y reconocido sabedor del pueblo nasa, municipio de Inzá, y el mayor Mauricio Gañan, miembro del Consejo de Mayores y coordinador de las Jornadas de Paz y Dignidad de Embera-Chamí, Río Sucio.
Otros mayores internacionales también vinieron de Hawái y Perú, y compartieron sus tradiciones territoriales, desde el concepto de “Aloha” hasta el ritual Kintu con hojas de coca, respectivamente. Reflejó la visión de la Confederación para el futuro y la aceptación de la diversidad e inclusión, lo que llamaron: “Compartir la memoria de la Madre Tierra para el bien de la humanidad”.
“Estamos en la época de la mujer”
El evento duró cinco días e involucró un sinnúmero de cantos, danzas, conversaciones, rituales, icaros, rezos y caminatas para honrar la fuerza femenina. También hubo un intercambio de plantas maestras que las cuatro curanderas han custodiado y servido durante años con dedicación y voluntad, y otros rituales conducidos por mayores que involucran inipi (cabaña de sudar originaria de pueblos nativos), tabaco, chicha (bebida fermentada) y algodón de la montaña.
Antes de dar comienzo al evento, la abuela Ana María Hoyos, cofundadora de la ecoaldea Atlántida y una de las cuatro curanderas, invitó a todos los participantes (de Colombia y el extranjero) a crear su altar personal en los pétalos del tejido de altares, un espacio sagrado alrededor del fuego para reflexionar profundamente sobre su aporte y servicio a la humanidad.
La abuela Ana María es miembro cofundadora del Consejo de Abuelas de Colombia y del Consejo de Abuelos y Abuelas del Cauca, promotora de las Caminatas Sagradas, danzante del Sol y de la Luna, portadora del altar de la Búsqueda de Visión y dedicada a la activación de lugares sagrados del planeta.
Ella y la abuela Patricia Rodríguez son portadoras de una medicina ancestral de los Andes, un cactus que, según los mayores, aclara pensamientos, abre el corazón y permite sanar el cuerpo emocional, espiritual y físico. La abuela Patricia también es líder del Fuego Sagrado de Itzachilatlan, portadora del altar de la Búsqueda de Visión, danzante del Sol y de la Luna, y miembro del Consejo de Abuelas de Colombia.
“Llevamos años luchando y hasta con lágrimas, pero al fin estamos en el tiempo en que se reconoce el lugar de las mujeres en los altares”, expresó la abuela Ana María. Las otras dos mujeres también dedican sus vidas al estudio y servicio de los saberes ancestrales, trabajando con otras maestras.
Maya Martínez Gómez es guardiana de las medicinas kambo, tepezcohuite, jurema y bufo, fundadora de la ONG Somos Sanctuary en Nueva York, productora musical y música terapeuta.
El tepezcohuite, llamado también jurema, se conoce por sus compuestos antiinflamatorios, propiedades relajantes musculares, regulación del sueño e incluso por ser un antibiótico natural. Jurema, mezclado con un polvo de syrian rue, conduce a un profundo viaje interior a la sanación y conexión espiritual.
“El Retorno de la diosa es un llamado no solo al pueblo colombiano, sino a la humanidad, a la revisión del altar de nuestro hogar, al altar interno que cargamos,” dijo Maya. “Un llamado a la reestructuración y rebalance de nuestras polaridades internas”.
Maya expresó que en su camino como mujer la medicina no había encontrado muchas dificultades, sino, por el contrario, mucha apertura de puertas. Tuvo que hacer entrenamientos bastante exigentes y retos físicos para “estar a nivel de los hombres,” pero esas experiencias le trajeron fortaleza, disciplina, visión, enfoque y claridad.
Xochi Bucuru es curandera tradicional colombiana, cofundadora de la ONG Cultural Tras La Huella, pedagoga en salud y desarrollo humano, gestora cultural y promotora de proyectos comunitarios indígenas y portadora de yagé y ayahuasca.
Ella ha acompañado a los mayores de los pueblos indígenas haciendo que sus voces tomen un lugar de importancia en nuestras sociedades, no necesariamente por idealizar sus vidas, pero reconocer que sus conocimientos pueden contribuir bastante en todo lo que nos acontece en el presente.
Durante un compartir con los participantes del evento, Xochi expresó que su camino con las medicinas desde los 14 años no fue fácil. En su caso, experimentó mucho rechazo por parte de varios mayores indígenas por ser una mujer joven, aún con su ciclo lunar activo (menstruación). Entonces, en sus palabras, el Retorno de la diosa fue importante para “volver a recordar esa memoria originaria y comprender la importancia de estar unidos para fortalecer un bien común”.
Xochi prepara yagé con su familia, una bebida ancestral espesa y amarga de los pueblos indígenas de la selva amazónica. Se ha popularizado mucho en los últimos años por su capacidad de acompañar la profundidad del inconsciente, develar el origen de bloqueos emocionales y asumir las tareas para sanarlos.
Xochi lo llamó una labor que busca “sanar, no solo a la humanidad, sino el entorno, es algo que podemos observar a nivel mundial, exponencialmente un cambio y un despertar en la conciencia colectiva”.
Las plantas maestras, como la ayahuasca, están causando un gran revuelo en la cultura popular y están rodeadas de propaganda o mala prensa cuando la medicina llega a manos equivocadas.
Por lo tanto, es importante proteger este conocimiento tradicional, tanto para la aplicación responsable de estas plantas para el aprovechamiento de su potencial y como vehículo para la conservación. El evento marcó el inicio de la integración de diversas tradiciones curativas guiadas por mujeres —para enriquecer y complementar el proceso hasta ahora liderado por hombres— para la comprensión y el compartir de las medicinas ancestrales con un enfoque amoroso que se extienda en la conciencia global. Como el mayor Larry Jeromito anunció: “Estamos en la época de la mujer”.
A principios de mayo, en la ecoaldea Atlántida, en Cajibío, Cauca, algunos de los mayores sabedores, representantes de la Confederación de Autoridades Ancestrales de Colombia y el Consejo de los Nueve Picos Nevados, se reunieron para dar una bendición histórica a cuatro curanderas de plantas medicinales, un evento llamado “El retorno de la diosa, la madre en el altar”.
La reunión exaltó la lucha histórica de las mujeres indígenas y mestizas por el reconocimiento al servir medicinas sagradas y el importante papel que desempeñan en la preservación de los conocimientos tradicionales.
Marcó un momento de reivindicación de la labor de las mujeres curanderas, reconociendo su fuerza transformadora en el tejido de la humanidad y reconectando con las energías y cualidades femeninas que han sido suprimidas. Según los organizadores del evento, las mujeres están retomando sus altares para ocupar en sus comunidades los roles de sacerdotisas y curanderas, como lo fue en tiempos antiguos.
Los mayores ofrecieron la bendición como una manera de restaurar el equilibrio y la armonía entre lo masculino y lo femenino, tanto individual (dentro de nosotros mismos) como colectivamente. Hicieron un llamado a la curación de las heridas históricas –causadas por la opresión de género– y a la reconstrucción de una sociedad más justa que respete la diversidad y cuide la Madre Tierra.
Desde 2016, representantes de 67 diferentes etnias indígenas de Colombia han integrado la Confederación para la preservación de la cosmovisión ancestral, conservación de lenguas nativas, curación de territorios y reducción de formas de violencia. Porque, a pesar de ser un país pluriétnico con gran diversidad indígena, las comunidades se enfrentan a peligros que amenazan la memoria ancestral.
El mayor Fernando Sarria, miembro de la Confederación, sabedor del pueblo coconuco y docente de la Universidad del Cauca, expresó durante un discurso en la casa sagrada: “La mujer lleva en sus manos y en su pensamiento el conocimiento como un tejido que preserva la tradición y protege la vida, la historia y la memoria de los pueblos”.
Luego se arrodilló humildemente y se dirigió a las curanderas y a las presencias femeninas: “Quiero seguir siendo pequeñito y menor, para caminar con la grandeza de todas (ustedes)”.
En cuanto a la opresión femenina, los grupos indígenas tampoco han estado libres de prejuicios o misoginia; al igual que en la sociedad moderna, las mujeres continúan experimentando formas de discriminación y violencia que restringen su participación en el proceso de paz y la gestión ambiental del país.
El evento se alineó con la visita de Francisco Cali Tzay, relator especial sobre los derechos de los pueblos indígenas. Dijo que las aspiraciones de Colombia a una paz total dependen del “reconocimiento y respeto genuinos de los derechos de los pueblos indígenas”. Dado que el crecimiento y el progreso de las mujeres influyen en las siguientes generaciones, sus derechos y su inclusión en las conversaciones deben ser una prioridad para superar el desequilibrio histórico.
Los otros mayores que asistieron incluyeron al taita Anselmo Tombé, un médico tradicional de pueblo misak, de Cauca; el mayor Larry Jeromito, un médico tradicional del CRIC y reconocido sabedor del pueblo nasa, municipio de Inzá, y el mayor Mauricio Gañan, miembro del Consejo de Mayores y coordinador de las Jornadas de Paz y Dignidad de Embera-Chamí, Río Sucio.
Otros mayores internacionales también vinieron de Hawái y Perú, y compartieron sus tradiciones territoriales, desde el concepto de “Aloha” hasta el ritual Kintu con hojas de coca, respectivamente. Reflejó la visión de la Confederación para el futuro y la aceptación de la diversidad e inclusión, lo que llamaron: “Compartir la memoria de la Madre Tierra para el bien de la humanidad”.
“Estamos en la época de la mujer”
El evento duró cinco días e involucró un sinnúmero de cantos, danzas, conversaciones, rituales, icaros, rezos y caminatas para honrar la fuerza femenina. También hubo un intercambio de plantas maestras que las cuatro curanderas han custodiado y servido durante años con dedicación y voluntad, y otros rituales conducidos por mayores que involucran inipi (cabaña de sudar originaria de pueblos nativos), tabaco, chicha (bebida fermentada) y algodón de la montaña.
Antes de dar comienzo al evento, la abuela Ana María Hoyos, cofundadora de la ecoaldea Atlántida y una de las cuatro curanderas, invitó a todos los participantes (de Colombia y el extranjero) a crear su altar personal en los pétalos del tejido de altares, un espacio sagrado alrededor del fuego para reflexionar profundamente sobre su aporte y servicio a la humanidad.
La abuela Ana María es miembro cofundadora del Consejo de Abuelas de Colombia y del Consejo de Abuelos y Abuelas del Cauca, promotora de las Caminatas Sagradas, danzante del Sol y de la Luna, portadora del altar de la Búsqueda de Visión y dedicada a la activación de lugares sagrados del planeta.
Ella y la abuela Patricia Rodríguez son portadoras de una medicina ancestral de los Andes, un cactus que, según los mayores, aclara pensamientos, abre el corazón y permite sanar el cuerpo emocional, espiritual y físico. La abuela Patricia también es líder del Fuego Sagrado de Itzachilatlan, portadora del altar de la Búsqueda de Visión, danzante del Sol y de la Luna, y miembro del Consejo de Abuelas de Colombia.
“Llevamos años luchando y hasta con lágrimas, pero al fin estamos en el tiempo en que se reconoce el lugar de las mujeres en los altares”, expresó la abuela Ana María. Las otras dos mujeres también dedican sus vidas al estudio y servicio de los saberes ancestrales, trabajando con otras maestras.
Maya Martínez Gómez es guardiana de las medicinas kambo, tepezcohuite, jurema y bufo, fundadora de la ONG Somos Sanctuary en Nueva York, productora musical y música terapeuta.
El tepezcohuite, llamado también jurema, se conoce por sus compuestos antiinflamatorios, propiedades relajantes musculares, regulación del sueño e incluso por ser un antibiótico natural. Jurema, mezclado con un polvo de syrian rue, conduce a un profundo viaje interior a la sanación y conexión espiritual.
“El Retorno de la diosa es un llamado no solo al pueblo colombiano, sino a la humanidad, a la revisión del altar de nuestro hogar, al altar interno que cargamos,” dijo Maya. “Un llamado a la reestructuración y rebalance de nuestras polaridades internas”.
Maya expresó que en su camino como mujer la medicina no había encontrado muchas dificultades, sino, por el contrario, mucha apertura de puertas. Tuvo que hacer entrenamientos bastante exigentes y retos físicos para “estar a nivel de los hombres,” pero esas experiencias le trajeron fortaleza, disciplina, visión, enfoque y claridad.
Xochi Bucuru es curandera tradicional colombiana, cofundadora de la ONG Cultural Tras La Huella, pedagoga en salud y desarrollo humano, gestora cultural y promotora de proyectos comunitarios indígenas y portadora de yagé y ayahuasca.
Ella ha acompañado a los mayores de los pueblos indígenas haciendo que sus voces tomen un lugar de importancia en nuestras sociedades, no necesariamente por idealizar sus vidas, pero reconocer que sus conocimientos pueden contribuir bastante en todo lo que nos acontece en el presente.
Durante un compartir con los participantes del evento, Xochi expresó que su camino con las medicinas desde los 14 años no fue fácil. En su caso, experimentó mucho rechazo por parte de varios mayores indígenas por ser una mujer joven, aún con su ciclo lunar activo (menstruación). Entonces, en sus palabras, el Retorno de la diosa fue importante para “volver a recordar esa memoria originaria y comprender la importancia de estar unidos para fortalecer un bien común”.
Xochi prepara yagé con su familia, una bebida ancestral espesa y amarga de los pueblos indígenas de la selva amazónica. Se ha popularizado mucho en los últimos años por su capacidad de acompañar la profundidad del inconsciente, develar el origen de bloqueos emocionales y asumir las tareas para sanarlos.
Xochi lo llamó una labor que busca “sanar, no solo a la humanidad, sino el entorno, es algo que podemos observar a nivel mundial, exponencialmente un cambio y un despertar en la conciencia colectiva”.
Las plantas maestras, como la ayahuasca, están causando un gran revuelo en la cultura popular y están rodeadas de propaganda o mala prensa cuando la medicina llega a manos equivocadas.
Por lo tanto, es importante proteger este conocimiento tradicional, tanto para la aplicación responsable de estas plantas para el aprovechamiento de su potencial y como vehículo para la conservación. El evento marcó el inicio de la integración de diversas tradiciones curativas guiadas por mujeres —para enriquecer y complementar el proceso hasta ahora liderado por hombres— para la comprensión y el compartir de las medicinas ancestrales con un enfoque amoroso que se extienda en la conciencia global. Como el mayor Larry Jeromito anunció: “Estamos en la época de la mujer”.