¿Cómo redistribuir el trabajo de cuidado no remunerado?
En Bogotá, las mujeres dedican 2:25 horas más que los hombres a las tareas diarias del hogar.
El desayuno preparado para poder salir a trabajar y a estudiar, el almuerzo listo para llevar y la cena servida en las noches; la ropa y los uniformes limpios y planchados, la casa aseada y en orden son solo algunas de las actividades que hacen parte del funcionamiento de un hogar. Pero si pensamos en quién realiza este trabajo, en la mayoría de los casos pensamos en las mujeres que viven en la casa.
Como le ha dicho a El Espectador la economista, y hoy ministra de Agricultura, Cecilia López, estas actividades son productivas, “emplean tiempo, energía, insumos del mercado y produce nuevos bienes y servicios”. Sin embargo, es un trabajo no remunerado que se ha recargado a las mujeres bloqueando su participación en espacios de formación, recreación y en el mercado laboral remunerado.
La pobreza de tiempo a la que están sujetas las mujeres se acentúa si su principal actividad es el cuidado. En Bogotá, por ejemplo, “3 de cada 10 mujeres realizan trabajos domésticos y de cuidado no remunerado como actividad principal, dedicando más de 6 horas al día sin recibir ningún ingreso”, explica el Primer Estudio de Línea Base sobre cuidado realizado en la ciudad en junio de este año.
Emma Patricia Quintero, de 42 años, es una de las mujeres que se dedican tiempo completo al trabajo de cuidado. Además de realizar las tareas antes mencionadas, ha empeñado la mitad de su vida a la crianza de sus tres hijos, de 21, 13 y 18 años, los dos primeros, en condición de discapacidad; lo que ha representado para ella mayor responsabilidad y tiempo empleado en atenderlos.
“Tener personas con discapacidad a cargo implica estar disponibles para ellos todo el tiempo y es muy fácil olvidarse de uno. Tampoco está la posibilidad de tener un empleo formal por el tiempo que requiere llevarlos a citas médicas, a controles, terapias y estar al tanto de cualquier eventualidad o crisis que tengan”, dice Quintero, desde la Manzana del Cuidado de Usaquén.
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En estas zonas de atención y servicios a personas encargadas del cuidado no remunerado, que la Alcaldía de Bogotá ha denominado Manzanas del Cuidado, Quintero ha encontrado una alternativa para administrar su tiempo e incluso dice recibir herramientas que ahora la están impulsando a emprender. “He visto formas de devengar dinero y aportar en la parte económica de mi familia, ya he tenido clases sobre cómo crear un logo, una misión, un catálogo y ahora estoy elaborando muñecos para la temporada”.
En articulación con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Secretaría Distrital de la Mujer, que lidera la implementación de las Manzanas de Cuidado, ha identificado las necesidades de alrededor de 1,3 millones de mujeres que invierten su tiempo en el trabajo de cuidado, en especial del 10 % de ellas que lo hacen como principal actividad.
Formación escolar, capacitación en emprendimiento e independencia económica y, atención psicosocial son algunos de los servicios gratuitos que este sistema de cuidado a priorizado, teniendo en cuenta, que como registró el PNUD, el 70 % de ese 10 % tiene secundaria como máximo nivel educativo; el 90 % no cuenta con recursos propios y el 33 % no tiene tiempo libre.
“Si no tengo quién lave, si no tengo quién cuide a mis hijos, y si tampoco tengo la motivación para manejar mi tiempo y mis emociones, no podría venir cada día”, explica Emma Patricia sobre su rutina para asistir a la MDC de Usaquén que recibe a las trabajadoras del cuidado de los barrios Santa Teresa, El Danubio, San Cristóbal Norte y Barrancas Norte.
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Quintero recuerda que “antes mis mañanas eran de hacer oficio, lavar, alistar el almuerzo y ahí se iba la mañana”, mientras que ahora asiste cada mañana a la MDC a clases de rumba, al curso de emprendimiento donde ha aprendido a usar Canva, Power Point y otras herramientas digitales o al curso de muñequería en el que está preparando figuras navideñas para vender en la feria empresarial que se realizará el 9 de diciembre en el lugar.
Su esposo, dedicado a la conducción, le decía a principios de año que las reuniones a las que asistía “le lavaban la cabeza” sobre su rol en el hogar, pero ahora, Quintero cuenta que es el encargado de hacer el almuerzo los sábados y en su tiempo fuera del trabajo se reparte la tarea de cuidar a sus hijos.
Sin embargo, para llegar a este punto, fue necesario que él participara también en las charlas sobre cuidado impartidas por la Secretaría de la Mujer. Un punto en el que todavía no se ha logrado el objetivo del sistema de cuidado: que los hombres participen de la redistribución de las tareas.
Hasta el momento, las MDC ofrecen el servicio de lavandería, lo que reduce el tiempo que se invierte en este trabajo, pero quienes se encargan entonces de llevar las bolsas de ropa, separarla y usar las lavadoras siguen siendo las mujeres.
Los estereotipos de género siguen siendo una barrera para garantizar que haya una redistribución del trabajo doméstico no remunerado; en Bogotá, dos de cada cuatro personas creen que la mayoría de la población piensa que está mal visto que los hombres se dediquen a los oficios del hogar y aunque el 89 % de las personas considera que los hombres deben ayudar en los oficios del hogar, “aunque no sea su obligación”, de acuerdo con el Primer Estudio de Línea Base sobre cuidado de Bogotá.
En Usaquén, donde viven alrededor de 1.538 mujeres dedicadas al cuidado no remunerado, Quintero resalta el acompañamiento psicológico al que ha podido acceder y lo que representa para su salud mental contar con espacios de esparcimiento y socialización. “Aquí aprendí a validar mis sentimientos; tenemos espacios para descargarnos y socializar nuestras experiencias. Esto se ha vuelto una terapia para mí”, recalca.
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Los servicios a los que Quintero puede acceder no están disponibles para todas las trabajadoras del cuidado en esta MDC y no porque exista alguna restricción, sino porque otras compañeras todavía se ven limitadas por el trabajo del hogar. “Algunas tienen que cuidar a sus niños, hacer tareas con ellos, o cuidar a sus papás, y si son mayores de cinco años no los pueden cuidar aquí”, dice Emma Patricia.
Estos servicios también son necesarios para las trabajadoras del cuidado remunerado, en su mayoría mujeres, pues aunque la Secretaría de la Mujer reconoce que “estas trabajadoras enfrentan condiciones laborales precarias como incumplimiento en el pago de su salario, prestaciones o primas”, todavía no hacen parte de los servicios ofertados por las Manzanas del Cuidado.
El desayuno preparado para poder salir a trabajar y a estudiar, el almuerzo listo para llevar y la cena servida en las noches; la ropa y los uniformes limpios y planchados, la casa aseada y en orden son solo algunas de las actividades que hacen parte del funcionamiento de un hogar. Pero si pensamos en quién realiza este trabajo, en la mayoría de los casos pensamos en las mujeres que viven en la casa.
Como le ha dicho a El Espectador la economista, y hoy ministra de Agricultura, Cecilia López, estas actividades son productivas, “emplean tiempo, energía, insumos del mercado y produce nuevos bienes y servicios”. Sin embargo, es un trabajo no remunerado que se ha recargado a las mujeres bloqueando su participación en espacios de formación, recreación y en el mercado laboral remunerado.
La pobreza de tiempo a la que están sujetas las mujeres se acentúa si su principal actividad es el cuidado. En Bogotá, por ejemplo, “3 de cada 10 mujeres realizan trabajos domésticos y de cuidado no remunerado como actividad principal, dedicando más de 6 horas al día sin recibir ningún ingreso”, explica el Primer Estudio de Línea Base sobre cuidado realizado en la ciudad en junio de este año.
Emma Patricia Quintero, de 42 años, es una de las mujeres que se dedican tiempo completo al trabajo de cuidado. Además de realizar las tareas antes mencionadas, ha empeñado la mitad de su vida a la crianza de sus tres hijos, de 21, 13 y 18 años, los dos primeros, en condición de discapacidad; lo que ha representado para ella mayor responsabilidad y tiempo empleado en atenderlos.
“Tener personas con discapacidad a cargo implica estar disponibles para ellos todo el tiempo y es muy fácil olvidarse de uno. Tampoco está la posibilidad de tener un empleo formal por el tiempo que requiere llevarlos a citas médicas, a controles, terapias y estar al tanto de cualquier eventualidad o crisis que tengan”, dice Quintero, desde la Manzana del Cuidado de Usaquén.
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En estas zonas de atención y servicios a personas encargadas del cuidado no remunerado, que la Alcaldía de Bogotá ha denominado Manzanas del Cuidado, Quintero ha encontrado una alternativa para administrar su tiempo e incluso dice recibir herramientas que ahora la están impulsando a emprender. “He visto formas de devengar dinero y aportar en la parte económica de mi familia, ya he tenido clases sobre cómo crear un logo, una misión, un catálogo y ahora estoy elaborando muñecos para la temporada”.
En articulación con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Secretaría Distrital de la Mujer, que lidera la implementación de las Manzanas de Cuidado, ha identificado las necesidades de alrededor de 1,3 millones de mujeres que invierten su tiempo en el trabajo de cuidado, en especial del 10 % de ellas que lo hacen como principal actividad.
Formación escolar, capacitación en emprendimiento e independencia económica y, atención psicosocial son algunos de los servicios gratuitos que este sistema de cuidado a priorizado, teniendo en cuenta, que como registró el PNUD, el 70 % de ese 10 % tiene secundaria como máximo nivel educativo; el 90 % no cuenta con recursos propios y el 33 % no tiene tiempo libre.
“Si no tengo quién lave, si no tengo quién cuide a mis hijos, y si tampoco tengo la motivación para manejar mi tiempo y mis emociones, no podría venir cada día”, explica Emma Patricia sobre su rutina para asistir a la MDC de Usaquén que recibe a las trabajadoras del cuidado de los barrios Santa Teresa, El Danubio, San Cristóbal Norte y Barrancas Norte.
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Quintero recuerda que “antes mis mañanas eran de hacer oficio, lavar, alistar el almuerzo y ahí se iba la mañana”, mientras que ahora asiste cada mañana a la MDC a clases de rumba, al curso de emprendimiento donde ha aprendido a usar Canva, Power Point y otras herramientas digitales o al curso de muñequería en el que está preparando figuras navideñas para vender en la feria empresarial que se realizará el 9 de diciembre en el lugar.
Su esposo, dedicado a la conducción, le decía a principios de año que las reuniones a las que asistía “le lavaban la cabeza” sobre su rol en el hogar, pero ahora, Quintero cuenta que es el encargado de hacer el almuerzo los sábados y en su tiempo fuera del trabajo se reparte la tarea de cuidar a sus hijos.
Sin embargo, para llegar a este punto, fue necesario que él participara también en las charlas sobre cuidado impartidas por la Secretaría de la Mujer. Un punto en el que todavía no se ha logrado el objetivo del sistema de cuidado: que los hombres participen de la redistribución de las tareas.
Hasta el momento, las MDC ofrecen el servicio de lavandería, lo que reduce el tiempo que se invierte en este trabajo, pero quienes se encargan entonces de llevar las bolsas de ropa, separarla y usar las lavadoras siguen siendo las mujeres.
Los estereotipos de género siguen siendo una barrera para garantizar que haya una redistribución del trabajo doméstico no remunerado; en Bogotá, dos de cada cuatro personas creen que la mayoría de la población piensa que está mal visto que los hombres se dediquen a los oficios del hogar y aunque el 89 % de las personas considera que los hombres deben ayudar en los oficios del hogar, “aunque no sea su obligación”, de acuerdo con el Primer Estudio de Línea Base sobre cuidado de Bogotá.
En Usaquén, donde viven alrededor de 1.538 mujeres dedicadas al cuidado no remunerado, Quintero resalta el acompañamiento psicológico al que ha podido acceder y lo que representa para su salud mental contar con espacios de esparcimiento y socialización. “Aquí aprendí a validar mis sentimientos; tenemos espacios para descargarnos y socializar nuestras experiencias. Esto se ha vuelto una terapia para mí”, recalca.
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Los servicios a los que Quintero puede acceder no están disponibles para todas las trabajadoras del cuidado en esta MDC y no porque exista alguna restricción, sino porque otras compañeras todavía se ven limitadas por el trabajo del hogar. “Algunas tienen que cuidar a sus niños, hacer tareas con ellos, o cuidar a sus papás, y si son mayores de cinco años no los pueden cuidar aquí”, dice Emma Patricia.
Estos servicios también son necesarios para las trabajadoras del cuidado remunerado, en su mayoría mujeres, pues aunque la Secretaría de la Mujer reconoce que “estas trabajadoras enfrentan condiciones laborales precarias como incumplimiento en el pago de su salario, prestaciones o primas”, todavía no hacen parte de los servicios ofertados por las Manzanas del Cuidado.