Construir equidad de género desde la diversidad
Tres lideresas han generado espacios de participación para las mujeres desde la educación, la economía y la defensa de la vida.
Laura Alejandra Moreno Urriaga
Crear programas y campañas de concientización que buscan reducir la brecha de género en temas como el empleo, las labores de cuidado no remunerado, la participación política y el acceso a educación y salud de calidad son algunas de las tareas que a nivel general tienen muchos países. En Colombia, donde la inequidad en estos ámbitos llega a ser muy amplia, las violencias basadas en género toman fuerza y nos dejan como resultado 55 feminicidios en menos de dos meses, según el Observatorio de Feminicidios Colombia.
El panorama, que parece desalentador, no es el mismo para todas las mujeres del país, algunas se ven más afectadas por el territorio donde viven, por su raza, por su exposición al conflicto armado que persiste y por su liderazgo. Hablamos con tres mujeres de distintas regiones del país que desde sus quehaceres han incentivado la participación de las mujeres en espacios de toma de decisión, visibilizan sus derechos y las vulneraciones de las que han sido víctimas y trabajan por entornos más equitativos para ellas y las niñas de sus territorios.
Maricel Sandoval – Cauca
En el municipio de Buenos Aires y toda la región del Norte del Cauca, Maricel Sandoval se ha dado a la tarea de proteger los derechos humanos en su comunidad desde hace más de catorce años. Crecer en medio de una formación comunitaria en la que se gestaron los liderazgos rurales del Cauca gracias a las luchas que han dado los mayores y mayoras le sirvió como herramienta para encaminarse en el servicio y liderazgo desde su profesión como trabajadora social.
Maricel es coordinadora del Palenque de Derechos Humanos Integridad Étnica y Cultural de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca, ACONC, y miembro de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca, ASOM, y desde esos puestos de liderazgo trabaja por defender la autonomía económica de las mujeres y la garantía de sus derechos como parte de la comunidad.
Con ACONC, desarrollaron el Plan de Buen Vivir, en el que dos de sus ejes centrales están relacionados con el desarrollo de las mujeres y la equidad de género. “La mujer del Cauca tiene una gran capacidad de reconstrucción, de protección, es una mujer en pie de lucha que siempre está fortaleciendo, dando de lo que tiene; por eso quedarnos calladas y quietas no es una opción, por el amor que tenemos por la gente, por nuestro territorio ancestral que es donde habitamos”, explica.
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Sin embargo, los trabajos para mantener la represa La Salvajina y la minería ilegal han afectado de forma significativa la economía de las mujeres de la región pues han sido desplazadas por la contaminación del río y por el conflicto armado en la zona. Para mitigar esta condición de vulnerabilidad económica, Sandoval ha trabajado en el Plan de economía propia, que hace parte del Plan de buen vivir, donde las mujeres y los jóvenes reciben atención psicosocial y formación para desarrollar alternativas que les permitan generar ingresos propios.
A través de este proyecto, que cuenta con el apoyo de cooperación internacional, además del empoderamiento económico, las mujeres también hacen parte de escuelas de formación justicia, de la Guardia Cimarrona, como un mecanismo de protección y cuidado y de espacios donde puedan tener herramientas para participar activamente los escenarios comunitarios y políticos.
Desde su experiencia como lideresa y víctima del conflicto, Maricel también lucha contra la violencia de género, económica y obstétrica en la región y para que las mujeres afrodescendientes puedan acceder a la justicia. “Necesitamos mejorar el acceso a la justicia para las mujeres afrodescendientes, somos revictimizadas porque los funcionarios desconocen las características de nuestra población y hay un trato despectivo por ser mujeres, afros y rurales, tres condiciones de vulnerabilidad en el país”, concluye.
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Dayra Góngora – Vaupés
Aunque los grupos indígenas representan el 81,7 % de la población del Vaupés, de acuerdo con el DANE, las condiciones de discriminación y de falta de reconocimiento de sus tradiciones persisten. Así lo ha vivido Dayra Góngora, una mujer de la comunidad indígena cubeo que hace parte de la Asociación de Mujeres Indígenas y de la oficina de enlace de asuntos étnicos en Mitú, capital del Vaupés.
Góngora forma parte de la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas de las comunidades del área de influencia directa de la Microcentral hidroeléctrica de Mitú, AATICAM, que durante el 2018 presentó y trabajo en la implementación del Sistema Educativo Indígena Propio (SEIP), donde se dio cuenta que cumplir con todos los lineamientos del Ministerio de Educación generaba vacíos que no les permitían rescatar su educación.
“Las organizaciones indígenas en el departamento han perdido fuerza de participación y con el cambio de gobierno local después del 2018 nos quitaron el proyecto educativo para ponerlo a cargo del vicariato, algo que nos revictimizó; nos señalaban y vulneraban nuestros derechos como pueblos indígenas”, explica. Una situación que confluyó con las manifestaciones a nivel nacional durante el 2019.
Las organizaciones indígenas protestaron y allí, Góngora vio una oportunidad para reunirse con las mujeres indígenas de otras comunidades, pues cuenta que no se conocían porque su participación era muy baja. “Dentro de las organizaciones está muy marcada la poca participación de la mujer en la toma de decisiones y en espacios donde podríamos gestionar soluciones para mejorar nuestros territorios”.
Desde entonces se articularon como asociación de mujeres indígenas para que los asuntos de sus comunidades representados en Mitú y en la Gobernación, además de tener un enfoque étnico, tengan un enfoque diferencial de género. Con la gestión de estas mujeres se logró que el Vaupés creara la una oficina de la mujer. “El trabajo de las mujeres aquí ha estado encaminado en visibilizarnos, en defender el territorio y los derechos de las mujeres. Somos un movimiento dentro del movimiento indígena, estamos aprendiendo y nos estamos articulando para participar en espacios de nivel nacional”, concluyó.
Nubia Russi – Tolima
Desde hace 23 años, Nubia Russi ha trabajado en pro de los derechos de las víctimas de desaparición forzada y del reclutamiento en el marco del conflicto armado. Su labor se inició en el sur del Tolima, en el municipio de Roncesvalles, donde se crio y donde la desaparición de su padre, a manos de las antiguas Farc, la convirtieron en otra víctima del conflicto.
Partiendo de su experiencia personal, Russi se dedicó a trabajar por las víctimas de la desaparición forzada, tanto de los desaparecidos, como de las buscadoras, que en su mayoría siguen siendo mujeres, madres, hijas, hermanas o esposas que por años han buscado a sus familiares, la verdad sobre su paradero y que se haga justicia, sin tener éxito.
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En su liderazgo, estuvo al frente de importantes procesos, como el de calificación y reparación colectiva de Roncesvalles como pueblo víctima del conflicto armado, afectado por los crímenes cometidos por las Farc y la ausencia del Estado. También fue la autora del primer informe sobre tomas guerrilleras, despojo y reclutamiento forzado en Tolima que se entregó a la JEP y demostró las vulneraciones de derechos humanos que sufrieron los campesinos y las mujeres de la región, así como el desplazamiento y despojo de tierras.
Su trabajo con las mujeres víctimas, además de promover sus derechos, buscar espacios para la memoria de los desaparecidos y buscar el acceso a la justicia la ha llevado a escribir la historia de otras mujeres que, como ella, han sido afectadas por el conflicto. En colaboración con el laboratorio de periodismo Consejo de Redacción, Russi contó la historia de Gloria Marulanda, quien después de que su hijo fuera reclutado por las Farc, se dio la tarea de liderar a las mujeres buscadoras de su región.
“Mi trabajo sigue, a la distancia, pero sigue, porque aunque tuviera un esquema de seguridad y chalecos antibalas, el riesgo era mucho, no había condiciones de seguridad y las amenazas me hicieron exiliarme”, explica Russi, que al igual que Maricel Sandoval, en 2019 hizo parte de un programa de seguridad que las llevó por unos meses a España; sin embargo, el panorama de Russi la obligó a quedarse en ese país.
5 logros en igualdad de género, según nuestros/as lectores/as
- Débora Arango, con su arte crítico y social. Diana Trujillo en la parte científica. Francia Márquez con su activismo social y político. Katherine Ibargüen con sus reconocimientos deportivos. Shakira con sus aportes musicales que dejan en alto el nombre de la nación.
- El voto femenino, el acceso a la anticoncepción y ahora (por fin) al aborto, el acceso masivo a la educación, el ingreso de las mujeres a la investigación avanzada en ciencia y tecnología. La capacidad de las mujeres rurales de hacer visible su aporte al desarrollo social y a la paz (o a la contención de los efectos de la guerra).
- Las mujeres víctimas que se han unido en Antioquia y Medellín para generar procesos productivos, procesos de memoria paz y reconciliación. Las mujeres de Cali que se unieron a defender a sus hijos jóvenes en el marco del paro del 28 de abril.
- En los billetes está Virginia Gutiérrez, fundadora de la facultad de sociología de la Universidad Nacional. Esmeralda Arboleda, luchadora por el voto femenino. Por supuesto, Katherine Ibargüen, Ximena Restrepo, Mariana Pajón, Ma. Isabel Urrutia. María Canom como ruptura de género en la política de los años 30. Débora Arango, trasgresora desde el arte.
- Cada día vemos más mujeres participantes en eventos deportivos, científicas e investigadoras, escritoras y periodistas, aún falta igualdad de salarios.
Este texto hace parte del gran especial de aniversario de los 135 años de El Espectador, que analiza cómo podemos tener un futuro más sostenible. Encuentre aquí el especial completo.
Crear programas y campañas de concientización que buscan reducir la brecha de género en temas como el empleo, las labores de cuidado no remunerado, la participación política y el acceso a educación y salud de calidad son algunas de las tareas que a nivel general tienen muchos países. En Colombia, donde la inequidad en estos ámbitos llega a ser muy amplia, las violencias basadas en género toman fuerza y nos dejan como resultado 55 feminicidios en menos de dos meses, según el Observatorio de Feminicidios Colombia.
El panorama, que parece desalentador, no es el mismo para todas las mujeres del país, algunas se ven más afectadas por el territorio donde viven, por su raza, por su exposición al conflicto armado que persiste y por su liderazgo. Hablamos con tres mujeres de distintas regiones del país que desde sus quehaceres han incentivado la participación de las mujeres en espacios de toma de decisión, visibilizan sus derechos y las vulneraciones de las que han sido víctimas y trabajan por entornos más equitativos para ellas y las niñas de sus territorios.
Maricel Sandoval – Cauca
En el municipio de Buenos Aires y toda la región del Norte del Cauca, Maricel Sandoval se ha dado a la tarea de proteger los derechos humanos en su comunidad desde hace más de catorce años. Crecer en medio de una formación comunitaria en la que se gestaron los liderazgos rurales del Cauca gracias a las luchas que han dado los mayores y mayoras le sirvió como herramienta para encaminarse en el servicio y liderazgo desde su profesión como trabajadora social.
Maricel es coordinadora del Palenque de Derechos Humanos Integridad Étnica y Cultural de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca, ACONC, y miembro de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca, ASOM, y desde esos puestos de liderazgo trabaja por defender la autonomía económica de las mujeres y la garantía de sus derechos como parte de la comunidad.
Con ACONC, desarrollaron el Plan de Buen Vivir, en el que dos de sus ejes centrales están relacionados con el desarrollo de las mujeres y la equidad de género. “La mujer del Cauca tiene una gran capacidad de reconstrucción, de protección, es una mujer en pie de lucha que siempre está fortaleciendo, dando de lo que tiene; por eso quedarnos calladas y quietas no es una opción, por el amor que tenemos por la gente, por nuestro territorio ancestral que es donde habitamos”, explica.
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Sin embargo, los trabajos para mantener la represa La Salvajina y la minería ilegal han afectado de forma significativa la economía de las mujeres de la región pues han sido desplazadas por la contaminación del río y por el conflicto armado en la zona. Para mitigar esta condición de vulnerabilidad económica, Sandoval ha trabajado en el Plan de economía propia, que hace parte del Plan de buen vivir, donde las mujeres y los jóvenes reciben atención psicosocial y formación para desarrollar alternativas que les permitan generar ingresos propios.
A través de este proyecto, que cuenta con el apoyo de cooperación internacional, además del empoderamiento económico, las mujeres también hacen parte de escuelas de formación justicia, de la Guardia Cimarrona, como un mecanismo de protección y cuidado y de espacios donde puedan tener herramientas para participar activamente los escenarios comunitarios y políticos.
Desde su experiencia como lideresa y víctima del conflicto, Maricel también lucha contra la violencia de género, económica y obstétrica en la región y para que las mujeres afrodescendientes puedan acceder a la justicia. “Necesitamos mejorar el acceso a la justicia para las mujeres afrodescendientes, somos revictimizadas porque los funcionarios desconocen las características de nuestra población y hay un trato despectivo por ser mujeres, afros y rurales, tres condiciones de vulnerabilidad en el país”, concluye.
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Dayra Góngora – Vaupés
Aunque los grupos indígenas representan el 81,7 % de la población del Vaupés, de acuerdo con el DANE, las condiciones de discriminación y de falta de reconocimiento de sus tradiciones persisten. Así lo ha vivido Dayra Góngora, una mujer de la comunidad indígena cubeo que hace parte de la Asociación de Mujeres Indígenas y de la oficina de enlace de asuntos étnicos en Mitú, capital del Vaupés.
Góngora forma parte de la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas de las comunidades del área de influencia directa de la Microcentral hidroeléctrica de Mitú, AATICAM, que durante el 2018 presentó y trabajo en la implementación del Sistema Educativo Indígena Propio (SEIP), donde se dio cuenta que cumplir con todos los lineamientos del Ministerio de Educación generaba vacíos que no les permitían rescatar su educación.
“Las organizaciones indígenas en el departamento han perdido fuerza de participación y con el cambio de gobierno local después del 2018 nos quitaron el proyecto educativo para ponerlo a cargo del vicariato, algo que nos revictimizó; nos señalaban y vulneraban nuestros derechos como pueblos indígenas”, explica. Una situación que confluyó con las manifestaciones a nivel nacional durante el 2019.
Las organizaciones indígenas protestaron y allí, Góngora vio una oportunidad para reunirse con las mujeres indígenas de otras comunidades, pues cuenta que no se conocían porque su participación era muy baja. “Dentro de las organizaciones está muy marcada la poca participación de la mujer en la toma de decisiones y en espacios donde podríamos gestionar soluciones para mejorar nuestros territorios”.
Desde entonces se articularon como asociación de mujeres indígenas para que los asuntos de sus comunidades representados en Mitú y en la Gobernación, además de tener un enfoque étnico, tengan un enfoque diferencial de género. Con la gestión de estas mujeres se logró que el Vaupés creara la una oficina de la mujer. “El trabajo de las mujeres aquí ha estado encaminado en visibilizarnos, en defender el territorio y los derechos de las mujeres. Somos un movimiento dentro del movimiento indígena, estamos aprendiendo y nos estamos articulando para participar en espacios de nivel nacional”, concluyó.
Nubia Russi – Tolima
Desde hace 23 años, Nubia Russi ha trabajado en pro de los derechos de las víctimas de desaparición forzada y del reclutamiento en el marco del conflicto armado. Su labor se inició en el sur del Tolima, en el municipio de Roncesvalles, donde se crio y donde la desaparición de su padre, a manos de las antiguas Farc, la convirtieron en otra víctima del conflicto.
Partiendo de su experiencia personal, Russi se dedicó a trabajar por las víctimas de la desaparición forzada, tanto de los desaparecidos, como de las buscadoras, que en su mayoría siguen siendo mujeres, madres, hijas, hermanas o esposas que por años han buscado a sus familiares, la verdad sobre su paradero y que se haga justicia, sin tener éxito.
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En su liderazgo, estuvo al frente de importantes procesos, como el de calificación y reparación colectiva de Roncesvalles como pueblo víctima del conflicto armado, afectado por los crímenes cometidos por las Farc y la ausencia del Estado. También fue la autora del primer informe sobre tomas guerrilleras, despojo y reclutamiento forzado en Tolima que se entregó a la JEP y demostró las vulneraciones de derechos humanos que sufrieron los campesinos y las mujeres de la región, así como el desplazamiento y despojo de tierras.
Su trabajo con las mujeres víctimas, además de promover sus derechos, buscar espacios para la memoria de los desaparecidos y buscar el acceso a la justicia la ha llevado a escribir la historia de otras mujeres que, como ella, han sido afectadas por el conflicto. En colaboración con el laboratorio de periodismo Consejo de Redacción, Russi contó la historia de Gloria Marulanda, quien después de que su hijo fuera reclutado por las Farc, se dio la tarea de liderar a las mujeres buscadoras de su región.
“Mi trabajo sigue, a la distancia, pero sigue, porque aunque tuviera un esquema de seguridad y chalecos antibalas, el riesgo era mucho, no había condiciones de seguridad y las amenazas me hicieron exiliarme”, explica Russi, que al igual que Maricel Sandoval, en 2019 hizo parte de un programa de seguridad que las llevó por unos meses a España; sin embargo, el panorama de Russi la obligó a quedarse en ese país.
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- Débora Arango, con su arte crítico y social. Diana Trujillo en la parte científica. Francia Márquez con su activismo social y político. Katherine Ibargüen con sus reconocimientos deportivos. Shakira con sus aportes musicales que dejan en alto el nombre de la nación.
- El voto femenino, el acceso a la anticoncepción y ahora (por fin) al aborto, el acceso masivo a la educación, el ingreso de las mujeres a la investigación avanzada en ciencia y tecnología. La capacidad de las mujeres rurales de hacer visible su aporte al desarrollo social y a la paz (o a la contención de los efectos de la guerra).
- Las mujeres víctimas que se han unido en Antioquia y Medellín para generar procesos productivos, procesos de memoria paz y reconciliación. Las mujeres de Cali que se unieron a defender a sus hijos jóvenes en el marco del paro del 28 de abril.
- En los billetes está Virginia Gutiérrez, fundadora de la facultad de sociología de la Universidad Nacional. Esmeralda Arboleda, luchadora por el voto femenino. Por supuesto, Katherine Ibargüen, Ximena Restrepo, Mariana Pajón, Ma. Isabel Urrutia. María Canom como ruptura de género en la política de los años 30. Débora Arango, trasgresora desde el arte.
- Cada día vemos más mujeres participantes en eventos deportivos, científicas e investigadoras, escritoras y periodistas, aún falta igualdad de salarios.
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