“Estamos lejos de que exista una equidad de género”: Paula Herrera
En el Día Internacional de la Mujer, la economista, profesora de la Universidad Javeriana, responde por qué es importante reflexionar sobre la economía del cuidado.
Miguel Martínez Delgadillo/Pesquisa Javeriana
Los efectos de la pandemia se sintieron en la economía de todo el planeta. Desempleo, cierre de empresas, bajas en la producción y en la oferta de servicios terminaron afectando a millones de personas, especialmente a quienes trabajan en la informalidad.
Paula Herrera Idárraga, cofundadora del proyecto Quanta-Cuidado y género, una iniciativa que, según su página web, “busca contribuir al debate público para el diseño de políticas que prioricen la inversión en servicios de cuidado y promuevan la equidad de género en Colombia”, ha investigado el impacto económico diferenciado en las mujeres de Colombia.
Sugerimos: Pensar el desarrollo en clave de cuidado, el trabajo de estas economistas
Idárraga, que además es profesora del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana, conversó con Pesquisa Javeriana sobre la economía del cuidado (remunerado y no remunerado) en el marco del Día Internacional de la Mujer; además, da ideas acerca de la importancia de reconocer estas labores que suelen recaer en las mujeres y para las que urge un reconocimiento económico que representaría el 20 % del PIB nacional.
¿Cuál es la situación actual de la mujer colombiana en términos económicos?
Lo primero que hay que decir es que las mujeres representamos más del 50 % del total de la población en edad de trabajar. Sin embargo, según datos anuales del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), para el 2021 en Colombia había 21 millones de personas ocupadas, de las cuales, ocho millones eran mujeres, es decir, el 39, 5% de la población ocupada.
Esto para dar un panorama de la poca equidad de género que tenemos en términos laborales en el país. La tasa de desempleo de las mujeres es mayor que la de los hombres. Para el 2021 era el 18,1 %; mayor en 7,5 puntos porcentuales a la de los hombres, que fue de 10,6 %.
El hecho de que las mujeres tengan poco acceso al mercado laboral hace que la pobreza, por ejemplo, las afecte más que a los hombres.
Datos del 2020 indicaron que el 47 % de los hogares con jefatura femenina estaban en pobreza monetaria. En el caso de hogares con jefatura masculina era del 40 %. Adicionalmente, para 2019 (datos prepandemia) teníamos que por cada cien hombres que vivían en hogares pobres, había 116 mujeres en esta misma situación.
Además, las mujeres, en promedio, tienen salarios menores. Esa brecha se ha ido acortando, pero cuando se analiza con datos del 2020, es evidente que con la pandemia muchas de las mujeres que perdieron sus puestos de trabajo tenían ingresos más vulnerables y se encontraban en la informalidad.
¿Y qué pasa en otro tipo de contextos como los rurales?
Cuando uno observa los indicadores laborales, las mujeres en la ruralidad tienen menores tasas de ocupación, de participación y mayores tasas de desempleo. Además, enfrentan cargas de cuidado más altas que las que habitan espacios urbanos.
La razón de esto es que muchas mujeres rurales, además de hacer labores de cuidado, también se dedican a actividades de autoconsumo que son muy demandantes. Por ejemplo, el hecho de que en zonas rurales haya menos acceso al agua hace que dediquen muchas horas del día a conseguirla para el consumo o la limpieza de los hogares.
¿Qué es la economía del cuidado y por qué es importante analizarla en este contexto?
La economía del cuidado abarca todas aquellas actividades que se llevan a cabo para el sostenimiento de la vida y pueden ser remuneradas o no remuneradas.
En el proyecto Quanta – Cuidado y género nos referimos al sector del cuidado remunerado como todas las actividades económicas con las que se proveen cuidados, como la educación, la salud, la asistencia social y el servicio doméstico. El no remunerado abarca las actividades domésticas como el cuidado de menores y personas mayores, la preparación de alimentos, la limpieza, la atención a personas enfermas, entre otras.
Pocas actividades económicas se sustituyen con tanta frecuencia por trabajos no remunerados como el cuidado. Por ejemplo, si una persona no puede pagar por el servicio de limpieza en su hogar, ese trabajo recaerá sobre alguien. Pero lo cierto es que cuando los hogares no acceden a este tipo de servicios, la que termina haciéndolo, en la mayoría de los casos, es una mujer. Esto se debe a la división sexual del trabajo que asocia las labores del cuidado a características femeninas y altruistas.
Estos roles de género explican por qué el sector del cuidado remunerado está muy feminizado. Más del 75 % de los trabajadores, incluso a veces más del 90 %, si hablamos del servicio doméstico, son mujeres.
¿Por qué hablar de la economía del cuidado?
Porque ha sido una lucha y una batalla de las organizaciones de mujeres. Creo que antes de que llegáramos las académicas a hablar del tema, por lo menos en el contexto colombiano, iniciativas como la Mesa de Economía Feminista llevaban mucho tiempo liderando esta temática desde el activismo.
Gracias a eso hoy sabemos que si recibieran pago todas aquellas labores que se realizan de cuidado y de oficios del hogar no remuneradas, representarían el 20 % del PIB nacional. Sería el sector más grande de la economía, incluso comparándolo con otros como el del comercio o el de servicios.
¿Ha funcionado la ley 1413 que ordena incluir en las cuentas nacionales el tema de la economía del cuidado?
Se promulgó en el 2010 y a pesar de que han pasado más de diez años, no ha habido muchos avances para distribuir el trabajo no remunerado. El hecho de que las mujeres no se encuentren participando en el mercado laboral hace que tengan menos acceso, por ejemplo, a la pensión, o que tengan menor autonomía económica, lo que las hace más vulnerables a la pobreza. Esto nos lo muestran las estadísticas.
La economía del cuidado nos recuerda que somos seres humanos que trabajamos, pero también tenemos otra vida por fuera de nuestro trabajo y merecemos tener unos espacios de disfrute con nuestras familias, con nosotros mismos o con amigos.
No solo le habla a personas que tienen familias o niños y abuelos, sino incluso a las personas que han decidido estar solas, para cuidar de sí mismas. Eso nos puede dar elementos para cuestionar las jornadas de trabajo en las cuales estamos inmersos.
Mientras que unas actividades remuneradas requieren de mucho tiempo y son altamente valoradas, otras actividades que no lo son, como los trabajos del hogar, pero que también demandan de mucho tiempo, no son apreciadas. Creo que reconocer y valorar el trabajo no remunerado es el mayor aporte de la economía del cuidado.
¿Qué se podría esperar de una política pública que le apunte a mejorar la vida de las mujeres?
Una política pública debe enfocarse en el contexto en el que nos encontramos: una crisis económica que afectó mucho más a las mujeres. De los 2,4 millones de empleos que se perdieron durante 2020, el 58,3 % eran de mujeres. De los 1.2 millones de empleos que faltan por recuperar para volver a los niveles de 2019, el 74 % son de mujeres.
Para afrontar esta crisis de empleo son necesarias políticas enfocadas en la reactivación del sector del cuidado remunerado.
¿Por qué es importante generar políticas que se enfoquen en la reactivación de este sector?
Invertir en estas actividades de cuidado remunerado tendrá un doble impacto en la recuperación del empleo femenino: Primero, permitirá que muchas mujeres que dejaron la fuerza laboral para dedicarse al cuidado no remunerado puedan volver a participar.
Segundo, es un sector feminizado, ocupa más mujeres que el resto de sectores y fue donde se concentró la pérdida de empleos.
Lo otro que nosotras hemos encontrado es que es un sector que tiene puestos de trabajos muy vulnerables y con una alta informalidad. Por dar una cifra, el número de mujeres ocupadas en el servicio doméstico en 2019 era mayor que el total de ocupadas en todo el sector educativo. Parte de la economía del cuidado es también reconocer este trabajo y dar condiciones dignas que no las deje en tan alta vulnerabilidad.
Nosotros hemos llamado la atención para que se reconozca este sector del cuidado remunerado dentro de las estadísticas oficiales. Actualmente el trabajo del servicio doméstico, en las estadísticas oficiales, está agrupado con actividades artísticas y de entretenimiento, esto hace que cuando se orientan políticas públicas formuladas a partir de la estadística, no se puedan identificar afectaciones particulares.
¿Cómo entender el Día Internacional de la Mujer en este contexto?
Creo que el Día de la Mujer nos sirve, primero, para reconocer y visibilizar estas brechas que aún existen y que estamos a muchos años de cerrarlas si no se toman acciones al respecto.
Es un día para recordar las acciones que se han tomado en el pasado y que han logrado que las mujeres tengamos libertades económicas que antes no gozábamos. No dar por hecho esos derechos sino rendirles homenaje a quienes dieron esas luchas que no son fáciles y que para muchas significaron violencias.
Lo segundo sería reconocer que aún nos queda mucho camino por recorrer. Estamos lejos de que exista una equidad de género.
Para aquellas personas que creen que esto es solo una lucha de unas cuantas mujeres feministas, no es así, esta lucha tiene mucho que enseñarnos a todos y a todas y también puede ser un día importante para reconocer y visibilizar las distintas batallas que aún se están dando en varios ámbitos.
Los efectos de la pandemia se sintieron en la economía de todo el planeta. Desempleo, cierre de empresas, bajas en la producción y en la oferta de servicios terminaron afectando a millones de personas, especialmente a quienes trabajan en la informalidad.
Paula Herrera Idárraga, cofundadora del proyecto Quanta-Cuidado y género, una iniciativa que, según su página web, “busca contribuir al debate público para el diseño de políticas que prioricen la inversión en servicios de cuidado y promuevan la equidad de género en Colombia”, ha investigado el impacto económico diferenciado en las mujeres de Colombia.
Sugerimos: Pensar el desarrollo en clave de cuidado, el trabajo de estas economistas
Idárraga, que además es profesora del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana, conversó con Pesquisa Javeriana sobre la economía del cuidado (remunerado y no remunerado) en el marco del Día Internacional de la Mujer; además, da ideas acerca de la importancia de reconocer estas labores que suelen recaer en las mujeres y para las que urge un reconocimiento económico que representaría el 20 % del PIB nacional.
¿Cuál es la situación actual de la mujer colombiana en términos económicos?
Lo primero que hay que decir es que las mujeres representamos más del 50 % del total de la población en edad de trabajar. Sin embargo, según datos anuales del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), para el 2021 en Colombia había 21 millones de personas ocupadas, de las cuales, ocho millones eran mujeres, es decir, el 39, 5% de la población ocupada.
Esto para dar un panorama de la poca equidad de género que tenemos en términos laborales en el país. La tasa de desempleo de las mujeres es mayor que la de los hombres. Para el 2021 era el 18,1 %; mayor en 7,5 puntos porcentuales a la de los hombres, que fue de 10,6 %.
El hecho de que las mujeres tengan poco acceso al mercado laboral hace que la pobreza, por ejemplo, las afecte más que a los hombres.
Datos del 2020 indicaron que el 47 % de los hogares con jefatura femenina estaban en pobreza monetaria. En el caso de hogares con jefatura masculina era del 40 %. Adicionalmente, para 2019 (datos prepandemia) teníamos que por cada cien hombres que vivían en hogares pobres, había 116 mujeres en esta misma situación.
Además, las mujeres, en promedio, tienen salarios menores. Esa brecha se ha ido acortando, pero cuando se analiza con datos del 2020, es evidente que con la pandemia muchas de las mujeres que perdieron sus puestos de trabajo tenían ingresos más vulnerables y se encontraban en la informalidad.
¿Y qué pasa en otro tipo de contextos como los rurales?
Cuando uno observa los indicadores laborales, las mujeres en la ruralidad tienen menores tasas de ocupación, de participación y mayores tasas de desempleo. Además, enfrentan cargas de cuidado más altas que las que habitan espacios urbanos.
La razón de esto es que muchas mujeres rurales, además de hacer labores de cuidado, también se dedican a actividades de autoconsumo que son muy demandantes. Por ejemplo, el hecho de que en zonas rurales haya menos acceso al agua hace que dediquen muchas horas del día a conseguirla para el consumo o la limpieza de los hogares.
¿Qué es la economía del cuidado y por qué es importante analizarla en este contexto?
La economía del cuidado abarca todas aquellas actividades que se llevan a cabo para el sostenimiento de la vida y pueden ser remuneradas o no remuneradas.
En el proyecto Quanta – Cuidado y género nos referimos al sector del cuidado remunerado como todas las actividades económicas con las que se proveen cuidados, como la educación, la salud, la asistencia social y el servicio doméstico. El no remunerado abarca las actividades domésticas como el cuidado de menores y personas mayores, la preparación de alimentos, la limpieza, la atención a personas enfermas, entre otras.
Pocas actividades económicas se sustituyen con tanta frecuencia por trabajos no remunerados como el cuidado. Por ejemplo, si una persona no puede pagar por el servicio de limpieza en su hogar, ese trabajo recaerá sobre alguien. Pero lo cierto es que cuando los hogares no acceden a este tipo de servicios, la que termina haciéndolo, en la mayoría de los casos, es una mujer. Esto se debe a la división sexual del trabajo que asocia las labores del cuidado a características femeninas y altruistas.
Estos roles de género explican por qué el sector del cuidado remunerado está muy feminizado. Más del 75 % de los trabajadores, incluso a veces más del 90 %, si hablamos del servicio doméstico, son mujeres.
¿Por qué hablar de la economía del cuidado?
Porque ha sido una lucha y una batalla de las organizaciones de mujeres. Creo que antes de que llegáramos las académicas a hablar del tema, por lo menos en el contexto colombiano, iniciativas como la Mesa de Economía Feminista llevaban mucho tiempo liderando esta temática desde el activismo.
Gracias a eso hoy sabemos que si recibieran pago todas aquellas labores que se realizan de cuidado y de oficios del hogar no remuneradas, representarían el 20 % del PIB nacional. Sería el sector más grande de la economía, incluso comparándolo con otros como el del comercio o el de servicios.
¿Ha funcionado la ley 1413 que ordena incluir en las cuentas nacionales el tema de la economía del cuidado?
Se promulgó en el 2010 y a pesar de que han pasado más de diez años, no ha habido muchos avances para distribuir el trabajo no remunerado. El hecho de que las mujeres no se encuentren participando en el mercado laboral hace que tengan menos acceso, por ejemplo, a la pensión, o que tengan menor autonomía económica, lo que las hace más vulnerables a la pobreza. Esto nos lo muestran las estadísticas.
La economía del cuidado nos recuerda que somos seres humanos que trabajamos, pero también tenemos otra vida por fuera de nuestro trabajo y merecemos tener unos espacios de disfrute con nuestras familias, con nosotros mismos o con amigos.
No solo le habla a personas que tienen familias o niños y abuelos, sino incluso a las personas que han decidido estar solas, para cuidar de sí mismas. Eso nos puede dar elementos para cuestionar las jornadas de trabajo en las cuales estamos inmersos.
Mientras que unas actividades remuneradas requieren de mucho tiempo y son altamente valoradas, otras actividades que no lo son, como los trabajos del hogar, pero que también demandan de mucho tiempo, no son apreciadas. Creo que reconocer y valorar el trabajo no remunerado es el mayor aporte de la economía del cuidado.
¿Qué se podría esperar de una política pública que le apunte a mejorar la vida de las mujeres?
Una política pública debe enfocarse en el contexto en el que nos encontramos: una crisis económica que afectó mucho más a las mujeres. De los 2,4 millones de empleos que se perdieron durante 2020, el 58,3 % eran de mujeres. De los 1.2 millones de empleos que faltan por recuperar para volver a los niveles de 2019, el 74 % son de mujeres.
Para afrontar esta crisis de empleo son necesarias políticas enfocadas en la reactivación del sector del cuidado remunerado.
¿Por qué es importante generar políticas que se enfoquen en la reactivación de este sector?
Invertir en estas actividades de cuidado remunerado tendrá un doble impacto en la recuperación del empleo femenino: Primero, permitirá que muchas mujeres que dejaron la fuerza laboral para dedicarse al cuidado no remunerado puedan volver a participar.
Segundo, es un sector feminizado, ocupa más mujeres que el resto de sectores y fue donde se concentró la pérdida de empleos.
Lo otro que nosotras hemos encontrado es que es un sector que tiene puestos de trabajos muy vulnerables y con una alta informalidad. Por dar una cifra, el número de mujeres ocupadas en el servicio doméstico en 2019 era mayor que el total de ocupadas en todo el sector educativo. Parte de la economía del cuidado es también reconocer este trabajo y dar condiciones dignas que no las deje en tan alta vulnerabilidad.
Nosotros hemos llamado la atención para que se reconozca este sector del cuidado remunerado dentro de las estadísticas oficiales. Actualmente el trabajo del servicio doméstico, en las estadísticas oficiales, está agrupado con actividades artísticas y de entretenimiento, esto hace que cuando se orientan políticas públicas formuladas a partir de la estadística, no se puedan identificar afectaciones particulares.
¿Cómo entender el Día Internacional de la Mujer en este contexto?
Creo que el Día de la Mujer nos sirve, primero, para reconocer y visibilizar estas brechas que aún existen y que estamos a muchos años de cerrarlas si no se toman acciones al respecto.
Es un día para recordar las acciones que se han tomado en el pasado y que han logrado que las mujeres tengamos libertades económicas que antes no gozábamos. No dar por hecho esos derechos sino rendirles homenaje a quienes dieron esas luchas que no son fáciles y que para muchas significaron violencias.
Lo segundo sería reconocer que aún nos queda mucho camino por recorrer. Estamos lejos de que exista una equidad de género.
Para aquellas personas que creen que esto es solo una lucha de unas cuantas mujeres feministas, no es así, esta lucha tiene mucho que enseñarnos a todos y a todas y también puede ser un día importante para reconocer y visibilizar las distintas batallas que aún se están dando en varios ámbitos.