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Desde que tenía once años, Cruz Helena Valencia participaba en espacios de construcción de comunidad y formación en liderazgo en Quibdó, mientras su mamá y sus ochos hermanos mayores trabajaban. Ahora, a sus 23 años, es una lideresa del Pacífico colombiano que dirige procesos de innovación y capacitación en liderazgo con mujeres y niñas de la región en la Escuela de Robótica del Chocó donde es cofundadora de la iniciativa Innovation Girls.
Por su labor y dedicación, Cruz Helena se convirtió en la primera colombiana en ser seleccionada por la Fundación Ford para desarrollar desde el territorio soluciones innovadoras que mitiguen y reduzcan la desigualdad. Como ella, 72 jóvenes lideres de todo el mundo están emprendiendo un camino de diez años de trabajo conjunto y capacitación para cumplir su objetivo en alianza con esta organización.
En este programa recibirá capacitaciones durante los dos primeros años que le ayudarán a fortalecer sus habilidades en innovación y liderazgo, mientras sigue trabajando en su comunidad. Uno de los enfoques principales de las capacitaciones será la igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y niñas, un eje que se alinea con los intereses y la trayectoria de Cruz Helena. Después del ciclo de capacitaciones, como parte de la iniciativa de la Fundación Ford, recibirá acompañamiento a su labor social durante ocho años más.
Hablamos con ella sobre su motivación para ser lideresa en la región, sobre los obstáculos que enfrentan las jóvenes en el Chocó y su rol para contribuir a cerrar la brecha de género.
¿Cómo fue su trayectoria de trabajo comunitario antes de recibir esta distinción?
Antes de llegar a la Escuela de Robótica, yo venía haciendo trabajo comunitario en Quibdó, dedicaba mi vida a eso. Estuve en distintas organizaciones, trabajé con víctimas, estuve en temas ambientales. Mi formación en liderazgo fue con el movimiento Todos por la educación, donde estuve cerca de tres años, y nuestro objetivo era buscar incidir en políticas públicas que realmente hicieran de la educación una prioridad nacional.
En mi trabajo comunitario cofundé Quibdó Lidership Academy, la primera academia de liderazgo en Quibdó, donde buscábamos potencializar oportunidades en los jóvenes universitarios.
¿Por qué decidió que su énfasis iba a ser el liderazgo?
En mi experiencia, yo sentía que era una excepción a la regla, como si yo fuera la única de mi entorno con la oportunidad mínima de salir de las circunstancias difíciles o de ingresar a la universidad. Sentía que las oportunidades no son generalizadas para todos y digo que el escenario que enfrentamos los jóvenes en el Chocó es muy difícil, especialmente cuando sueñas algo y lo quieres cumplir, es muy difícil ser joven en el Chocó.
El liderazgo a casi todos nosotros nos salvó la vida, estando en esos procesos comunitarios nos ayudaron a crecer muchísimo, a darnos cuenta de que la educación era la herramienta que podía salvarnos. A través de esos procesos de liderazgo queríamos ofrecerles a los jóvenes desarrollo en sus habilidades de liderazgo, conectarlos con oportunidades personales y profesionales. Ese trabajo lo realizamos con la organización Mentors 4U Colombia, donde fui becaria y embajadora de operaciones.
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El proceso de formación en el que trabajaba Cruz Helena en la Academia de liderazgo empezó en el 2019 con 20 jóvenes universitarios, de los cuales 17 se graduaron. Aunque el objetivo inicial era continuar la formación en el 2020 con otro grupo, no era viable realizar los talleres a distancia pues las dificultades de acceso a internet y conectividad hacían imposible llevar a cabo las actividades. Actualmente la academia sigue en pie y con el objetivo de retomar la formación presencial en el 2022.
Aunque su formación académica es en derecho, ¿cómo se integró a la Escuela de Robótica del Chocó?
En el 2018 entré a la escuela con el objetivo de apoyar el proceso que hacían desde la escuela, (todo el equipo estaba conformado por hombres). Por mi experiencia trabajando con comunidades y jóvenes, mi objetivo lograr que todo eso que ellos estuvieran haciendo en la escuela se involucrara más con la comunidad y la gente, que tuvieran un sentido de pertenencia por ese espacio.
Yo no sabía nada de tecnología y allá empecé a aprender para entender qué se hacía ahí y entendí la dimensión y la profundidad de la tecnología y cómo eso realmente nos cambia hasta la forma de ver los territorios. Cada problemática se transformaba en una posibilidad de construir un prototipo que transformara esa realidad negativa.
¿A qué problemáticas han logrado darle una solución desde la escuela?
Una de las cosas que más nos afecta acá en el Chocó es el desbordamiento de los ríos, porque nuestra comunidad históricamente se ha construido cerca de los ríos, eso hace que cada vez que hay un desbordamiento se pierden vidas y muchos bienes materiales, que en este territorio son difíciles de tener. Para eso se creó un sensor de alerta temprana que todo el tiempo monitorea el caudal del río y envía alertas a las comunidades para que la gente sepa cuando el nivel del río está aumentando demasiado y que hay una posibilidad de un desbordamiento, así pueden evacuar más rápido, salvar vidas y salvar bienes.
Y así hemos ido avanzado, tenemos dispositivos para personas invidentes, dispositivos que monitorean el aire constantemente para saber si están contaminados. Otros identifican si en una zona están haciendo tala indiscriminada de árboles, miden el ruido y las vibraciones para determinar si hay tala.
¿De dónde surge la idea de empoderar en especial a mujeres y niñas para que hagan parte de estos procesos de innovación y tecnología?
Mientas estaba en la escuela me di cuenta de que había poca participación de mujeres, había dos niñas y empezamos a preocuparnos por involucrarlas más, así nació Innovation Girls, un programa desde la escuela dirigido para mujeres donde buscamos empoderarlas en ciencia y tecnología con un componente de liderazgo y emprendimiento, patrocinado por la organización Manos Visibles.
Creemos que las mujeres se pueden formar en ciencia y tecnología, incluso en un territorio como el Chocó donde es más difícil porque es muy machista. Entre las chichas que aplicaban al programa, encontramos dos patrones, la mayoría de ellas eran líderes y más del 50 % estaban emprendiendo.
¿Cómo se complementan esos emprendimientos con la capacitación en innovación y tecnología que reciben las mujeres que hacen parte del programa?
Ellas querían aprender de robótica porque esos emprendimientos que tienen resuelven problemáticas y querían ver cómo usaban la ciencia a favor. Eso hizo que le diéramos un enfoque muy fuerte en emprendimiento al programa, donde recibían formación en estos temas y usaban la tecnología para potencializar esos emprendimientos que tienen un sentido social y que resuelven una problemática en específico, además que generan ingresos e independencia económica para esas mujeres. Ahí se creó un círculo de ayuda donde entre ellas se ayudan, emplean a otras mujeres, se capacitan en temas diversos, desde las tutoras, que son en un 70 % mujeres.
¿Quiénes son las mujeres que conforman Innovation Girls?
Son mujeres de los cuatro departamentos del Pacífico, alrededor de 18 municipios del litoral Pacífico, con distintas profesiones y edades. Esa es la ventaja de Innovation Girls, aquí concurren todas las edades, hay mujeres de los 16 a los 51 años, con distintas escolaridades también.
Aunque la mayoría son jóvenes, en cada versión siempre hay mujeres mayores que enriquecen y hacen más fructífero el proceso, con ellas creamos un laboratorio de emprendimiento y las invitamos a acercarse a las herramientas tecnológicas que las pueden ayudar.
¿Cómo llegar a más mujeres con el programa?
Nosotras entendemos las dinámicas de las mujeres en el Pacífico, ellas ya son lideresas, ellas ya dirigen sus comunidades y nosotras tenemos claro que cuando formamos a una mujer acá en el territorio estamos formando a comunidades. El desarrollo de las habilidades va más allá de decir que las empoderamos porque ellas ya son empoderadas de lo que hacen, nuestro trabajo es facilitarles las posibilidades y darles las herramientas para que estén en espacios que normalmente no han podido habitar.
En una etapa del proceso que se llama “Puesta en marcha”, emprendedoras como Blanca, que tiene la empresa Cocos Blanca donde le compra insumos a mujeres campesinas y emplea a más mujeres para transformar esa materia prima en derivados del coco, reciben herramientas comunicativas, de redes, de canales de negocio y al final puede hacer una presentación de su emprendimiento a inversionistas donde cuenta lo que hace y cómo está dinamizando la economía de las mujeres en Buenaventura.
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Cruz Helena y su familia son víctimas del conflicto armado, su mamá fue desplazada de la localidad Bellavista en el municipio de Bojayá y siendo la menor de nueve hermanos, vio las dificultades económicas y sociales que implicó empezar desde cero en Quibdó.
“Vi cómo la pobreza estuvo siempre en la puerta de nuestra casa, eso me hizo tomar conciencia desde muy niña, eran muchas dificultades que me hacían pensar que yo realmente quería hacer algo para ayudar a la gente. Todas las situaciones de dificultad que nos marcaron se convirtieron en la motivación para que yo tratara de hacer algo diferente para poder romper esa cadena”, recordó.