FUPAD celebra 60 años con enfoque de género y liderazgo femenino
Katie Taylor, directora ejecutiva de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD), destaca la importancia del enfoque de género en la intervención social de la organización, que cumple 60 años.
Para Katie Taylor, directora ejecutiva hemisférica de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD), no es posible imaginar el trabajo de la organización sin enfoque de género. No es un aprendizaje que se esté bregando a implementar, es un modo de trabajar que, simplemente, no podría ser de otra manera.
El Día de la Mujer, FUPAD celebra 60 años de servicio a poblaciones vulnerables en América Latina y el Caribe. Cuando se conversa con Taylor, ella insiste en que el centro de la conversación debe ser el enfoque de género. Esta visión transversal, que consiste en identificar cómo los fenómenos sociales que enfrenta cada comunidad afectan distinto a las personas en función de su género, permite ser más eficientes y abordar mejor las especificidades de cada caso. “La migración desde Venezuela (una de las áreas de trabajo de la fundación) no es un tema teórico, es un asunto con cara humana”, sentencia Taylor. “Una migrante puede ser una mujer embarazada, una madre de tres hijos o una anciana. Entonces el apoyo que brindemos debe tener en cuenta necesidades específicas”.
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Entender esas especificidades es lo que Taylor considera que hace de la intervención de FUPAD en Tumaco, Nariño, un caso de éxito. La fundación aportó la financiación y apoyó la consolidación de las distintas etapas de un proyecto productivo de cacao en ese municipio. El emprendimiento está conformado plenamente por mujeres afro.
Katie Taylor está orgullosa de que la organización que hoy dirige esté liderada por tres mujeres: junto a ella, Elizabeth Fox, experta en comunicaciones y salud, funge como directora de programa, y Soraya Osorio es directora regional para Colombia y las Américas. Siempre aclara que también hay “un equipo de hombres extraordinarios” en la organización, pero considera que el liderazgo femenino favorece la eficiencia. Es una idea coherente con su insistencia en el enfoque de género a la hora de trabajar: para ella, las mujeres ayudan a entender mejor las necesidades específicas de las poblaciones, pues su visión aporta a la diversidad de las aproximaciones.
La preocupación de Taylor por la eficiencia en el servicio social y sus habilidades de liderazgo provienen de su época en el sector privado. Trabajó 20 años para la General Electric, pero estaba en una posición de privilegio. Ella era consciente de eso y por eso sintió inquietud para ayudar. Siempre trabajó en la Fundación General Electric en distintos países latinoamericanos y participó también de la creación de asociaciones de trabajadores industriales, con la convicción de que las empresas tenían un deber de apoyar las causas sociales. Hasta que se cansó y decidió que el trabajo social no podía ser una actividad secundaria en su vida, propia de los tiempos libres, sino un ejercicio protagónico.
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Katie Taylor es estadounidense, pero tiene vibra latina y se autodenomina “gringa lusitana”. Su padre era americano y su madre, portuguesa. Habla usando sus manos, es de voz expresiva y tiene acento mexicano cuando habla español. Es una mujer feminista que celebra la diversidad en toda su expresión. También es religiosa, siente que sus padres, un hombre y una mujer de historias, valores y religiones distintas, le inculcaron el respeto por la diferencia, así como una fuerte ética del trabajo. Por eso último, las directivas de Taylor apuntan a evitar soluciones asistencialistas. Sí, a menudo es necesario recurrir a ayuda humanitaria, pero su prioridad es que las comunidades tengan herramientas de trabajo. Esto es lo que llama “empoderamiento”.
Cuando mira por el retrovisor de los 60 años de FUPAD, Katie Taylor es optimista. “El mundo ha mejorado para las mujeres”, afirma, pero sabe que no es suficiente. Quiere seguir trabajando por un mayor acceso a derechos para todas las mujeres en la región y por un aumento del empoderamiento económico. Frente al retroceso de décadas en igualdad de género que ocurrió tras la pandemia, Taylor afirma que comparte “el realismo, pero no el pesimismo”. Es cierto que la violencia hacia mujeres y niños aumentó, pero en ningún momento esto ha llevado que personas como ella tengan menos voluntad de trabajar por su causa.
Para Katie Taylor, directora ejecutiva hemisférica de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD), no es posible imaginar el trabajo de la organización sin enfoque de género. No es un aprendizaje que se esté bregando a implementar, es un modo de trabajar que, simplemente, no podría ser de otra manera.
El Día de la Mujer, FUPAD celebra 60 años de servicio a poblaciones vulnerables en América Latina y el Caribe. Cuando se conversa con Taylor, ella insiste en que el centro de la conversación debe ser el enfoque de género. Esta visión transversal, que consiste en identificar cómo los fenómenos sociales que enfrenta cada comunidad afectan distinto a las personas en función de su género, permite ser más eficientes y abordar mejor las especificidades de cada caso. “La migración desde Venezuela (una de las áreas de trabajo de la fundación) no es un tema teórico, es un asunto con cara humana”, sentencia Taylor. “Una migrante puede ser una mujer embarazada, una madre de tres hijos o una anciana. Entonces el apoyo que brindemos debe tener en cuenta necesidades específicas”.
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Entender esas especificidades es lo que Taylor considera que hace de la intervención de FUPAD en Tumaco, Nariño, un caso de éxito. La fundación aportó la financiación y apoyó la consolidación de las distintas etapas de un proyecto productivo de cacao en ese municipio. El emprendimiento está conformado plenamente por mujeres afro.
Katie Taylor está orgullosa de que la organización que hoy dirige esté liderada por tres mujeres: junto a ella, Elizabeth Fox, experta en comunicaciones y salud, funge como directora de programa, y Soraya Osorio es directora regional para Colombia y las Américas. Siempre aclara que también hay “un equipo de hombres extraordinarios” en la organización, pero considera que el liderazgo femenino favorece la eficiencia. Es una idea coherente con su insistencia en el enfoque de género a la hora de trabajar: para ella, las mujeres ayudan a entender mejor las necesidades específicas de las poblaciones, pues su visión aporta a la diversidad de las aproximaciones.
La preocupación de Taylor por la eficiencia en el servicio social y sus habilidades de liderazgo provienen de su época en el sector privado. Trabajó 20 años para la General Electric, pero estaba en una posición de privilegio. Ella era consciente de eso y por eso sintió inquietud para ayudar. Siempre trabajó en la Fundación General Electric en distintos países latinoamericanos y participó también de la creación de asociaciones de trabajadores industriales, con la convicción de que las empresas tenían un deber de apoyar las causas sociales. Hasta que se cansó y decidió que el trabajo social no podía ser una actividad secundaria en su vida, propia de los tiempos libres, sino un ejercicio protagónico.
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Katie Taylor es estadounidense, pero tiene vibra latina y se autodenomina “gringa lusitana”. Su padre era americano y su madre, portuguesa. Habla usando sus manos, es de voz expresiva y tiene acento mexicano cuando habla español. Es una mujer feminista que celebra la diversidad en toda su expresión. También es religiosa, siente que sus padres, un hombre y una mujer de historias, valores y religiones distintas, le inculcaron el respeto por la diferencia, así como una fuerte ética del trabajo. Por eso último, las directivas de Taylor apuntan a evitar soluciones asistencialistas. Sí, a menudo es necesario recurrir a ayuda humanitaria, pero su prioridad es que las comunidades tengan herramientas de trabajo. Esto es lo que llama “empoderamiento”.
Cuando mira por el retrovisor de los 60 años de FUPAD, Katie Taylor es optimista. “El mundo ha mejorado para las mujeres”, afirma, pero sabe que no es suficiente. Quiere seguir trabajando por un mayor acceso a derechos para todas las mujeres en la región y por un aumento del empoderamiento económico. Frente al retroceso de décadas en igualdad de género que ocurrió tras la pandemia, Taylor afirma que comparte “el realismo, pero no el pesimismo”. Es cierto que la violencia hacia mujeres y niños aumentó, pero en ningún momento esto ha llevado que personas como ella tengan menos voluntad de trabajar por su causa.