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Alrededor de una olla, en una mesa o a orillas de un río, la comida ha sido un punto de unión para que comunidades campesinas, afrocolombianas e indígenas se organicen, dialoguen y creen acciones colaborativas en pro de sus territorios.
A través de mingas, ollas comunitarias, bazares, sancochadas, paseos de olla o cualquier actividad en torno a la comida se desarrolla un trabajo colectivo en los territorios. Por ejemplo, traer los diferentes alimentos, pelarlos, cocinarlos y hasta prender un fogón de leña o improvisar uno a orilla del río.
“La comida resulta ser un escenario donde las dinámicas comunitarias se fortalecen, al igual que el tejido social, donde se puede hablar y generar prácticas y tradiciones en torno a la comida, que permiten fortalecer procesos sociales”, afirmó a esta redacción Joshua Mitrotti, director de la actividad “Somos Comunidad”, financiada por Usaid e implementada por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad).
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Con este punto de partida, “Somos Comunidad” creó en 2022 “Recetas para la resiliencia”, una apuesta para contar historias sobre el liderazgo social en Colombia a partir de la gastronomía local.
“‘Recetas para la resiliencia’ es un espacio para que la gente dialogue, colabore, intercambie experiencias y conocimientos, reconstruya el tejido social y se fomente la confianza para crear redes”, explicó Stephanie Goldstucker, especialista en desarrollo comunitario de “Somos Comunidad”.
Entre junio y septiembre de 2023 se realizaron 12 encuentros junto a ocho chefs y personas de la industria de los alimentos en Colombia para compartir experiencias con cocineros y cocineras tradicionales de estos territorios.
En esos encuentros probaron, conocieron y cocinaron juntos pan de maíz, carne con flor de plátano, mote de queso, mazamorra, ceviche de piangua, arroz atollado, jaleas, aperitivos de cacao y diferentes platos típicos de las comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas de Santander de Quilichao y Tambo (Cauca), San José de Uré y San Pelayo (Córdoba), Teorama (Norte de Santander), Bagre, Briceño y Zaragoza (Antioquia), Ovejas y San Onofre (Sucre), María La Baja (Bolívar) y Tumaco (Nariño).
Algunos chefs de la Fundación Alpina, Futuro Coca y restaurantes como Bandido en Bogotá, Sambombi de Medellín y La Vereda de Popayán acompañaron estos espacios, donde tejieron redes para compra de ingredientes locales de forma directa con los y las cocineras tradicionales.
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En entrevista con esta redacción, Goldstucker también resaltó el trabajo que realizaron en territorio con mujeres cocineras tradicionales y el rol que cumplen en la transmisión de conocimientos y liderazgo en las comunidades.
“Nos hemos dado cuenta de que las mujeres lideran gran parte de las comunidades que visitamos, pero muchos también son hombres. Aunque en algunas eran señores muy mayores, están haciendo relevo generacional con las mujeres”, explicó Goldstucker.
La especialista en desarrollo comunitario de “Somos Comunidad” también señaló que durante las visitas a territorio, las cocineras tradicionales pudieron compartir con las mujeres y hombres chefs sus historias personales y las dificultades que han tenido para abrir sus propios restaurantes.
Una referente para ellas es Luz Dary Cogollo, una mujer cordobesa que llegó a Bogotá a causa del conflicto armado y ha logrado abrirse paso en el escenario gastronómico de la capital. Aunque no ha sido fácil, actualmente está al frente de cuatro restaurantes y es invitada por chefs nacionales e internacionales.
Resolver conflictos en torno a la comida
Sentarse a la mesa no solo permite compartir y degustar un plato de comida, sino también generar un diálogo y escucha entre quienes comparten ese espacio, razón por la que se ha convertido en escenario para resolver conflictos entre vecinos.
“Cuando había un conflicto en la comunidad se decía: ‘Vamos a unir a los compadres’. Ese día la comunidad se organizaba y decía: ‘Fulano pone la yuca, fulano el ñame, fulano esto’, porque los compadres tienen que salir de aquí con su amistad que tenían de mucho tiempo, reconciliados”, manifestó una mujer lideresa y cocinera tradicional.
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A través de estas acciones cotidianas, de preparar los alimentos y sentarse alrededor de ellos, se logra prevenir, mitigar y recuperar los lazos que algunas veces estuvieron rotos por acciones violentas. “Cuando me siento a comer con otra persona tengo un acuerdo tácito de paz, de compartir, de dialogar y de colaborar. Este no es un espacio de disputa, sino de resolución”, señaló Goldstucker.
Estas son acciones encaminadas al trabajo de “Somos Comunidad” en 35 municipios de siete departamentos del país: la resiliencia comunitaria y la seguridad humana. Aunque muchos territorios de estos fueron afectados por el conflicto armado -o lo siguen viviendo- se busca potenciar con sus recetas y platos tradicionales sus lazos de pertenencia con el territorio y una opción para salir adelante.