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La semana pasada, cientos de mujeres envueltas en banderas ucranianas, con globos y pancartas, gritaban en la calle cercana a la oficina del presidente.
Detenidas por oficiales de la policía y costales de arena, le gritaban al presidente Volodímir: “¡Zelenski! ¡Zelenski! ¡Zelenski! ¡Zelenski!”.
Con frecuencia, un furioso reclamo sobresalía entre el ruido.
“¿Dónde está mi hermano?”, gritaba una mujer. “¡Tráiganlos de regreso a casa!”, clamaba una adolescente arrasada en lágrimas.
Los reclamos de la población por las condiciones que viven los soldados en el frente y el creciente número de fallecidos y desaparecidos han sido un fenómeno que se ha visto en Rusia desde que invadió Ucrania a gran escala el año pasado. La manifestación de familias desesperadas por recibir noticias de los soldados desaparecidos en combate durante más de 20 meses de guerra que tuvo lugar la semana pasada fue un atrevimiento poco común en el lado ucraniano.
Petro Yatsenko, vocero de la coordinación de cuarteles generales para el tratamiento de los prisioneros de guerra del Gobierno, comentó que este organismo está trabajando para brindarles información a las familias, pero no había podido determinar si la gran cantidad de desaparecidos habían sido asesinados o capturados. Yatsenko añadió que Rusia había mostrado falta de cooperación con respecto a las personas que había detenido.
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“Entendemos que la gente tiene que manifestar su frustración”, comentó en una entrevista telefónica el miércoles. “El principal problema es que Rusia no proporciona información completa, como la relacionada con civiles que están reteniendo de manera ilegal”.
El ministro de Defensa ruso no respondió a nuestra solicitud de hacer comentarios.
Aun cuando los cementerios se han ido llenando en toda Ucrania, ha habido pocas críticas abiertas sobre la cantidad de pérdidas o el manejo de la guerra por parte del Gobierno. El ánimo de la población, fortalecido por trabajo voluntario generalizado, ha estado abierta y sinceramente unido en apoyo a Zelenski y las fuerzas armadas. Pero el sufrimiento y las pérdidas se siguen acumulando.
El Ministerio del Interior informó este mes que han desaparecido en combate 15.000 soldados y 11.000 civiles; es decir, 26.000 ucranianos. Los familiares de los soldados desaparecidos se frustran cada vez más porque el Gobierno no les responde.
En la manifestación del 16 de octubre, algunas familias dijeron que durante más de un año habían estado esperando noticias de los soldados. Las familias viajaron a la capital desde toda Ucrania y los montes Cárpatos, en el oeste, hasta las ciudades del frente de combate, en el este.
Muchas llevaban carteles y fotografías de los soldados desaparecidos y su dolor se hacía patente por sus manos y sus voces temblorosas mientras se secaban las lágrimas.
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Una pareja llevaba una pancarta que decía: “Estamos orgullosos de los héroes de la Brigada 81. Queremos encontrarlos y traerlos a casa”. La pareja dijo que su hijo, Vadym Safronyuk, de 27 años, desapareció en el este de Ucrania en agosto.
“La última vez que supimos de él fue cuando avanzó a los puestos el 1.° de agosto”, comentó el padre de Vadym, Sehiy Stepanets. “El 7 de agosto, nos dijeron que había desaparecido en combate, bajo un ataque de mortero”.
Ansiosas por compartir su historia, otras familias se agruparon en torno al equipo de periodistas de The New York Times y les pidieron que escribieran el nombre de sus hijos también. Todos estaban en busca de noticias de los hombres de la Brigada 81 que habían desaparecido en reiterados ataques ucranianos alrededor de Bilohorivka.
Casi nunca llegan a los titulares las batallas por Bilohorivka y otros lugares en la zona de combate del este. Para impedir que esa información se pueda compartir con Rusia y evitar que el ánimo decaiga en el país, el Gobierno limita la publicación de los detalles de las bajas militares.
Según las familias, por esas y otras razones, es casi imposible saber qué pasó con algunos soldados.
Lyudmyla Marchenko comentó que su hijo Andriy, de 37 años, se enlistó el año pasado y pasó un mes en entrenamiento en el Reino Unido, cosa que disfrutó mucho y, luego, le enviaba selfis a la familia. Pero tras diez días de su regreso a Ucrania, fue enviado al frente. Desapareció en combate durante el primer ataque. Marchenko susurró: “Es mi único hijo; esto es muy duro”.
Muchas familias se aferran a la esperanza de que sus hijos y esposos desaparecidos siguen con vida, fueron capturados por las fuerzas rusas y están detenidos como prisioneros de guerra. Escriben cartas, van a las oficinas y escupen en frascos para dar muestras de ADN. También recorren el internet para encontrar noticias y fotografías y a veces son engañados por estafadores rusos.
De acuerdo con organizaciones de derechos humanos, Rusia tiene a unos 10.000 ucranianos como prisioneros de guerra, pero no se sabe sus nombres. Rusia se ha negado a proporcionar los expedientes completos de las personas que tienen prisioneras. Pero, para aumentar la frustración de muchas familias, Ucrania también se ha rehusado a publicar los nombres de quienes han confirmado como detenidos de Rusia mientras intenta negociar intercambios de prisioneros.
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Yatsenko dijo que el Gobierno no podía publicar datos personales por cuestiones de privacidad y añadió que Rusia se estaba comunicando con las familias y las estaba incitando a manifestarse en contra del Gobierno en un intento de desestabilizar a la sociedad ucraniana.
Las familias que se manifestaban apoyaban a las fuerzas armadas con sus comentarios, pero también dejaron en claro que querían respuestas. Un pequeño grupo llevaba una bandera rojinegra del Batallón Aidar, una unidad de combate no muy conocida que ha estado en el frente de combate luchando contra Rusia y las fuerzas separatistas aliadas de Rusia desde 2014.
Rusia ha calificado a Aidar como uno de los grupos nacionalistas de extrema derecha que, según ellos, fue la razón por la que invadieron Ucrania. Pero el subcomandante del batallón, quien se hacía llamar Hook, explicó que lo más probable era que la animadversión de Rusia por este grupo fuera por haber sido formado por hombres de la localidad de las provincias del este que se oponían al dominio ruso. “Aidar es como una piedra en el zapato”, comentó.
Las mujeres que llevaban la bandera de Aidar dijeron que ya estaban desaparecidos hasta 100 hombres de ese batallón. La información sobre su paradero ha sido escasa, aunque dieciocho soldados del batallón y dos enfermeras aparecieron en julio en un tribunal ruso.
Pálidos, demacrados y con la cabeza rapada, fueron vistos detrás del cristal del banquillo en una sala de tribunal rusa, acusados de ser parte de una organización terrorista, lo cual amerita una sentencia de dieciséis años de cárcel.
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Algunos grupos de derechos humanos denunciaron el juicio como una violación a las convenciones internacionales del tratamiento de los prisioneros de guerra. Cuando sus amigos y familiares los vieron, fue un momento agridulce: el alivio de que estuvieran vivos junto con el dolor por su situación.
“Se veían terribles”, comentó Lyuba, de 27 años, una médica de combate condecorada que es amiga y colega cercana de las dos prisioneras. “Claramente, podíamos ver que habían sido torturadas. Estaban muy flacas, habían bajado mucho de peso”. Maryna, una enfermera de 26 años, ahora parecía de más de 40, afirmó. De acuerdo con el protocolo militar, Lyuba solo proporcionó su nombre de pila. Otras personas solo dieron sus apodos.
Cuando, en fechas recientes, fueron entrevistados cerca de la línea de combate en la región de Donetsk, Lyuba y otros miembros de Aidar solo aceptaron ser entrevistados si podían hablar acerca de sus compañeros.
Chichen, un comandante de artillería de 26 años quien, al igual que Hook, pidió ser identificado solo por su apodo, comentó que su mejor amigo, Ihor Gayokha, de 35 años, estaba entre los prisioneros. Antes de que aparecieran unas imágenes de video en las que salía siendo interrogado en los canales de las redes sociales rusas, el batallón creía que Gayokha (también su apodo) había sido asesinado en una emboscada en marzo pasado.
No obstante, su madre, Nataliia, quien estaba entre los manifestantes de Kiev, dijo que aún no había recibido ninguna confirmación oficial ni de Rusia ni de Ucrania de que estuviera detenido.