Hilos de paz: mujeres que tejen comunidad en el Meta
Un grupo de 28 mujeres firmantes del Acuerdo de Paz confeccionan ropa para tener autonomía económica y construir un centro de cuidado para sus niños.
Laura Alejandra Moreno Urriaga
Al suroeste del departamento del Meta, a 145 kilómetros de Villavicencio, está el Centro Poblado Georgina Ortiz, antes conocido como zona veredal La Cooperativa, donde más de 100 familias firmantes del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las antiguas Farc llevan cinco años en su proceso de reincorporación. Un camino en el que ha sido indispensable, para esta comunidad, el trabajo de las mujeres en los proyectos productivos que les permitan tener los recursos necesarios para sostener a sus familias.
Elvia Arroyave llegó en 2017 al Centro Poblado Georgina Ortiz, el lugar nombrado así por la comunidad en honor a la memoria de la primera mujer de las Farc asesinada por el Ejército en 1964, en Marquetalia, donde empezó la historia de la guerrilla que, aunque con disidencias, ahora es un movimiento político.
Si bien algunos excombatientes prefirieron dejar el espacio por la falta de garantías que ofrecía el Gobierno y la lenta implementación de los Acuerdos, Elvia se quedó, y como muchos firmantes que eran oriundos de la región, empezó a ser parte de la comunidad que nacía. Las organizaciones y los proyectos fueron el impulso para que definitivamente las familias pudieran establecerse allí.
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Iniciativas como Panela La Esperanza, SachaPaz, Comunicaciones Georgina y el ecoturismo son ejecutadas por los hombres y las mujeres de la zona para incentivar el trabajo y la economía de las familias, pero las mujeres consideraron que hacía falta un espacio liderado únicamente por ellas, y así se creó en 2019 la Asociación de Mujeres Emprendedoras por la Paz y su taller de confecciones.
“Empecé de cero, porque no sabía ni cómo enhebrar una aguja. Ahorita ya sé coser, enhebrar la máquina plana, la fileteadora y sé cortar algunas prendas. Me desenvuelvo un poquito más que cuando empecé. Me gusta porque uno le sirve a la comunidad. Ser sastre o ser cosedor les va a servir a muchas personas aquí”, cuenta Arroyave.
Como ella, son 28 las mujeres que fundaron la Asociación de Mujeres y que iniciaron la formación en costura para luego crear su propio emprendimiento: Hilos de Paz, “nuestra apuesta productiva para la construcción de una nueva Colombia a través de la autonomía de las mujeres”, escriben en las redes sociales del centro poblado desde las que dan a conocer las actividades y productos que confeccionan.
Desde su creación, a Hilos de Paz y a la Asociación de Mujeres se han sumado más colaboradoras tanto del centro poblado como de Vistahermosa, el municipio aledaño, y de otras comunidades cercanas. Para pasar de ser un taller a un emprendimiento, Anyi Cárdenas, o Sol, como la llaman sus compañeras, explica que las mujeres han tenido que invertir sus propios recursos y han sido apoyadas mayoritariamente por organizaciones de cooperación internacional, pues el apoyo institucional ha sido escaso, y en ocasiones nulo.
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“El fortalecimiento y acompañamiento que hemos recibido ha sido por parte de organizaciones internacionales, con la institucionalidad ha sido complejo articularnos, porque todo depende de la voluntad política en todos los niveles”, comenta Cárdenas, aunque resalta los avances que han tenido a escala local, pues la Alcaldía de Vistahermosa ya las tiene en cuenta en los mercados campesinos y actividades que realiza. Además, desde el segundo semestre de 2021, Georgina Ortiz obtuvo la aprobación para organizar su propia Junta de Acción Comunal, a través de la cual se facilitará la comunicación y participación con la Alcaldía.
Un emprendimiento de todas y para todas
A través de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Limpal), las integrantes de Hilos de Paz recibieron cursos de costura y confección, de autocuidado, de prevención de violencias basadas en género y fueron dotadas con algunas máquinas de coser.
Arroyave recuerda que después de esas capacitaciones hicieron su primer trabajo macro elaborando mil tapabocas a pedido de la FAO, así como el aprendizaje que esto les dejó. “Nosotras, las exguerrilleras, ya teníamos unas costumbres y trabajábamos unidas, entonces ahora aprendimos a compartir las ideas entre todas y ahí pudimos generar ya un modelo de negocio”.
Fue entonces cuando el año pasado, después de la experiencia con los tapabocas, decidieron confeccionar moda para empoderar a las mujeres. En medio de un proyecto llamado Vivas, apoyado por la OIM y la Embajada de Suecia, las mujeres expandieron su producción para crear Poderosas, una línea de faldas confeccionadas por ellas mismas y que se destacan por sus diseños y por el mensaje que buscan transmitir.
“Nosotras no solo queríamos hacer ropa por hacer, le apostamos a hacer prendas para que las mujeres se sientan identificadas, se sientan poderosas y libres. Aunque parezca simple, para nosotras significa mucho, porque tratamos de recuperar los principios con los que nos formamos y poder visibilizarlos”, cuenta Cárdenas.
Y es que las faldas que confeccionan tienen dos estilos: unas son largas, llenas de diseños con flores y con una abertura a un lado; quieren que quienes las vistan se sientan libres y cómodas. Por otro lado, las que más llaman la atención son sus faldas “cargo”, cortas, rudas y prácticas, con bolsillos a los lados y una cremallera que resalta. Sandra, recientemente elegida como la representante de la Asociación de Mujeres Emprendedoras por la Paz, explica que la falda “cargo” está llena de “pules”, como les dicen a los accesorios que usaban para personalizar sus uniformes.
“Durante un mes hicimos un curso para aprender a hacer nuestros propios moldes de las prendas y ya hoy en día nosotras mismas podemos hacerlos, y trabajar de forma más independiente después de lo que hemos aprendido”, recuerda Sandra, quien fue también una de las mujeres que trabajaron de la mano de Manifiesta, la marca de moda con un mensaje social que ha sido recocida durante todo el proceso de reincorporación y que se reunió con Hilos de Paz para acompañarlas durante la creación de Poderosas.
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En el proceso de fabricación de la primera línea de faldas, Manifiesta compartió su experiencia presentando el primer desfile, confeccionado y modelado por excombatientes en 2019, fueron parte de la campaña en redes para dar a conocer Hilos de Paz y las orientaron en el proceso de distribución y venta. Como resultado, las mujeres del centro poblado vendieron 60 faldas “cargo” y 75 faldas largas.
“El trabajo con Manifiesta fue muy bonito, el intercambio de saberes, ellas estuvieron aquí en el territorio, en la sastrería, explicando cómo es su trabajo, cómo venden sus productos. Nosotras estábamos muy contentas por lograr el objetivo, y eso nos dio un impulso para seguir adelante”, cuenta Sandra y recuerda que parte importante de la difusión fue la decisión de que ellas mismas fueran las protagonistas de sus creaciones.
Para promocionar sus faldas, ellas fueron las modelos, pues querían transmitir el mensaje de fuerza y empoderamiento femenino; además, no quisieron que las fotos representaran algo distinto a su territorio; por eso las fotos se realizaron en el centro poblado con los paisajes que forman parte de su cotidianidad.
Este año, junto con las faldas, están tejiendo manillas con palabras dirigidas a las mujeres: valiente, poderosa, fuerte, autónoma e independiente, las mismas que serán parte de la nueva colección que darán a conocer en marzo y que fue confeccionada de forma independiente a partir de los saberes que les dejó la primera experiencia. “Con el proyecto van a ver que las muchachas exguerrilleras también queremos salir adelante. Demostrarles que nosotras también podemos y seguimos pudiendo, ya no con armas, sino con herramientas políticas o de otra forma. En este momento seguiremos aportando junto con las demás muchachas de la comunidad, porque es muy importante la solidaridad con todos y todas”, comenta Arroyave.
Emprender y construir comunidad van de la mano
Además de empoderar y fortalecer la economía de las habitantes del centro poblado, las mujeres de Hilos de Paz también han venido trabajando paralelamente la formación en temas de género, cuidado y corresponsabilidad sobre el hogar. Construir un centro de cuidado y educación infantil integral es parte de sus metas, por eso, parte del dinero recaudado con la primera colección fue utilizado para construir un primer espacio para cuidar a los niños del lugar.
Sin embargo, atender a los más de 60 niños y niñas de la comunidad no es una tarea fácil. El primer módulo construido apenas tiene capacidad para recibir a 15 menores de edad, pero, aunque ya está la estructura, todavía hacen falta adecuaciones para que el espacio sea apto para niños. El siguiente paso será completar el lugar para que los hijos de las mujeres que se dedican tiempo completo al proyecto sean cuidados mientras ellas trabajan. Actualmente, las cinco mujeres que están trabajando en la sastrería tienen hijos, entre ellos está uno de tres años de Arroyave. Tienen que llevarlos con ellas al trabajo, lo que representa un riesgo.
“Con las labores de cuidado antes teníamos una corresponsabilidad muy integral y se daba una distribución más equitativa dentro de la organización, pero ahora hay más niños y entramos a un nuevo sistema donde de una u otra forma hay condiciones externas, económicas y sociales que han hecho que las labores de cuidado se recarguen en las mujeres”, explica Arroyave.
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Cárdenas, además de ser parte de Hilos de Paz, es promotora de prevención de violencias basadas en género y trabaja en el proyecto Comunicaciones Georgina. Desde su experiencia ha sido una de las encargadas de hacer pedagogía en torno a la corresponsabilidad con las familias del centro poblado, la disminución de los micromachismos y el desarrollo del centro de cuidado, pues consideran que para lograr una economía totalmente autónoma se debe priorizar el tema del cuidado.
Especifica que “no queremos que el centro de cuidado sea algo muy institucional, queremos que los papás y mamás puedan participar y construir colectivamente cómo es que quieren que los niños y niñas sean educados, con una percepción desde el buen vivir, con respeto hacia nuestros indígenas, las comunidades y el medio ambiente. Queremos tener una percepción de cuidado, de educación autónoma y que recupere un poco nuestra cultura y principios”. Para que esto se logre, también trabajan en la capacitación de compañeras para que puedan ser parte de las cuidadoras del centro.
Al suroeste del departamento del Meta, a 145 kilómetros de Villavicencio, está el Centro Poblado Georgina Ortiz, antes conocido como zona veredal La Cooperativa, donde más de 100 familias firmantes del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las antiguas Farc llevan cinco años en su proceso de reincorporación. Un camino en el que ha sido indispensable, para esta comunidad, el trabajo de las mujeres en los proyectos productivos que les permitan tener los recursos necesarios para sostener a sus familias.
Elvia Arroyave llegó en 2017 al Centro Poblado Georgina Ortiz, el lugar nombrado así por la comunidad en honor a la memoria de la primera mujer de las Farc asesinada por el Ejército en 1964, en Marquetalia, donde empezó la historia de la guerrilla que, aunque con disidencias, ahora es un movimiento político.
Si bien algunos excombatientes prefirieron dejar el espacio por la falta de garantías que ofrecía el Gobierno y la lenta implementación de los Acuerdos, Elvia se quedó, y como muchos firmantes que eran oriundos de la región, empezó a ser parte de la comunidad que nacía. Las organizaciones y los proyectos fueron el impulso para que definitivamente las familias pudieran establecerse allí.
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Iniciativas como Panela La Esperanza, SachaPaz, Comunicaciones Georgina y el ecoturismo son ejecutadas por los hombres y las mujeres de la zona para incentivar el trabajo y la economía de las familias, pero las mujeres consideraron que hacía falta un espacio liderado únicamente por ellas, y así se creó en 2019 la Asociación de Mujeres Emprendedoras por la Paz y su taller de confecciones.
“Empecé de cero, porque no sabía ni cómo enhebrar una aguja. Ahorita ya sé coser, enhebrar la máquina plana, la fileteadora y sé cortar algunas prendas. Me desenvuelvo un poquito más que cuando empecé. Me gusta porque uno le sirve a la comunidad. Ser sastre o ser cosedor les va a servir a muchas personas aquí”, cuenta Arroyave.
Como ella, son 28 las mujeres que fundaron la Asociación de Mujeres y que iniciaron la formación en costura para luego crear su propio emprendimiento: Hilos de Paz, “nuestra apuesta productiva para la construcción de una nueva Colombia a través de la autonomía de las mujeres”, escriben en las redes sociales del centro poblado desde las que dan a conocer las actividades y productos que confeccionan.
Desde su creación, a Hilos de Paz y a la Asociación de Mujeres se han sumado más colaboradoras tanto del centro poblado como de Vistahermosa, el municipio aledaño, y de otras comunidades cercanas. Para pasar de ser un taller a un emprendimiento, Anyi Cárdenas, o Sol, como la llaman sus compañeras, explica que las mujeres han tenido que invertir sus propios recursos y han sido apoyadas mayoritariamente por organizaciones de cooperación internacional, pues el apoyo institucional ha sido escaso, y en ocasiones nulo.
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“El fortalecimiento y acompañamiento que hemos recibido ha sido por parte de organizaciones internacionales, con la institucionalidad ha sido complejo articularnos, porque todo depende de la voluntad política en todos los niveles”, comenta Cárdenas, aunque resalta los avances que han tenido a escala local, pues la Alcaldía de Vistahermosa ya las tiene en cuenta en los mercados campesinos y actividades que realiza. Además, desde el segundo semestre de 2021, Georgina Ortiz obtuvo la aprobación para organizar su propia Junta de Acción Comunal, a través de la cual se facilitará la comunicación y participación con la Alcaldía.
Un emprendimiento de todas y para todas
A través de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Limpal), las integrantes de Hilos de Paz recibieron cursos de costura y confección, de autocuidado, de prevención de violencias basadas en género y fueron dotadas con algunas máquinas de coser.
Arroyave recuerda que después de esas capacitaciones hicieron su primer trabajo macro elaborando mil tapabocas a pedido de la FAO, así como el aprendizaje que esto les dejó. “Nosotras, las exguerrilleras, ya teníamos unas costumbres y trabajábamos unidas, entonces ahora aprendimos a compartir las ideas entre todas y ahí pudimos generar ya un modelo de negocio”.
Fue entonces cuando el año pasado, después de la experiencia con los tapabocas, decidieron confeccionar moda para empoderar a las mujeres. En medio de un proyecto llamado Vivas, apoyado por la OIM y la Embajada de Suecia, las mujeres expandieron su producción para crear Poderosas, una línea de faldas confeccionadas por ellas mismas y que se destacan por sus diseños y por el mensaje que buscan transmitir.
“Nosotras no solo queríamos hacer ropa por hacer, le apostamos a hacer prendas para que las mujeres se sientan identificadas, se sientan poderosas y libres. Aunque parezca simple, para nosotras significa mucho, porque tratamos de recuperar los principios con los que nos formamos y poder visibilizarlos”, cuenta Cárdenas.
Y es que las faldas que confeccionan tienen dos estilos: unas son largas, llenas de diseños con flores y con una abertura a un lado; quieren que quienes las vistan se sientan libres y cómodas. Por otro lado, las que más llaman la atención son sus faldas “cargo”, cortas, rudas y prácticas, con bolsillos a los lados y una cremallera que resalta. Sandra, recientemente elegida como la representante de la Asociación de Mujeres Emprendedoras por la Paz, explica que la falda “cargo” está llena de “pules”, como les dicen a los accesorios que usaban para personalizar sus uniformes.
“Durante un mes hicimos un curso para aprender a hacer nuestros propios moldes de las prendas y ya hoy en día nosotras mismas podemos hacerlos, y trabajar de forma más independiente después de lo que hemos aprendido”, recuerda Sandra, quien fue también una de las mujeres que trabajaron de la mano de Manifiesta, la marca de moda con un mensaje social que ha sido recocida durante todo el proceso de reincorporación y que se reunió con Hilos de Paz para acompañarlas durante la creación de Poderosas.
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En el proceso de fabricación de la primera línea de faldas, Manifiesta compartió su experiencia presentando el primer desfile, confeccionado y modelado por excombatientes en 2019, fueron parte de la campaña en redes para dar a conocer Hilos de Paz y las orientaron en el proceso de distribución y venta. Como resultado, las mujeres del centro poblado vendieron 60 faldas “cargo” y 75 faldas largas.
“El trabajo con Manifiesta fue muy bonito, el intercambio de saberes, ellas estuvieron aquí en el territorio, en la sastrería, explicando cómo es su trabajo, cómo venden sus productos. Nosotras estábamos muy contentas por lograr el objetivo, y eso nos dio un impulso para seguir adelante”, cuenta Sandra y recuerda que parte importante de la difusión fue la decisión de que ellas mismas fueran las protagonistas de sus creaciones.
Para promocionar sus faldas, ellas fueron las modelos, pues querían transmitir el mensaje de fuerza y empoderamiento femenino; además, no quisieron que las fotos representaran algo distinto a su territorio; por eso las fotos se realizaron en el centro poblado con los paisajes que forman parte de su cotidianidad.
Este año, junto con las faldas, están tejiendo manillas con palabras dirigidas a las mujeres: valiente, poderosa, fuerte, autónoma e independiente, las mismas que serán parte de la nueva colección que darán a conocer en marzo y que fue confeccionada de forma independiente a partir de los saberes que les dejó la primera experiencia. “Con el proyecto van a ver que las muchachas exguerrilleras también queremos salir adelante. Demostrarles que nosotras también podemos y seguimos pudiendo, ya no con armas, sino con herramientas políticas o de otra forma. En este momento seguiremos aportando junto con las demás muchachas de la comunidad, porque es muy importante la solidaridad con todos y todas”, comenta Arroyave.
Emprender y construir comunidad van de la mano
Además de empoderar y fortalecer la economía de las habitantes del centro poblado, las mujeres de Hilos de Paz también han venido trabajando paralelamente la formación en temas de género, cuidado y corresponsabilidad sobre el hogar. Construir un centro de cuidado y educación infantil integral es parte de sus metas, por eso, parte del dinero recaudado con la primera colección fue utilizado para construir un primer espacio para cuidar a los niños del lugar.
Sin embargo, atender a los más de 60 niños y niñas de la comunidad no es una tarea fácil. El primer módulo construido apenas tiene capacidad para recibir a 15 menores de edad, pero, aunque ya está la estructura, todavía hacen falta adecuaciones para que el espacio sea apto para niños. El siguiente paso será completar el lugar para que los hijos de las mujeres que se dedican tiempo completo al proyecto sean cuidados mientras ellas trabajan. Actualmente, las cinco mujeres que están trabajando en la sastrería tienen hijos, entre ellos está uno de tres años de Arroyave. Tienen que llevarlos con ellas al trabajo, lo que representa un riesgo.
“Con las labores de cuidado antes teníamos una corresponsabilidad muy integral y se daba una distribución más equitativa dentro de la organización, pero ahora hay más niños y entramos a un nuevo sistema donde de una u otra forma hay condiciones externas, económicas y sociales que han hecho que las labores de cuidado se recarguen en las mujeres”, explica Arroyave.
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Cárdenas, además de ser parte de Hilos de Paz, es promotora de prevención de violencias basadas en género y trabaja en el proyecto Comunicaciones Georgina. Desde su experiencia ha sido una de las encargadas de hacer pedagogía en torno a la corresponsabilidad con las familias del centro poblado, la disminución de los micromachismos y el desarrollo del centro de cuidado, pues consideran que para lograr una economía totalmente autónoma se debe priorizar el tema del cuidado.
Especifica que “no queremos que el centro de cuidado sea algo muy institucional, queremos que los papás y mamás puedan participar y construir colectivamente cómo es que quieren que los niños y niñas sean educados, con una percepción desde el buen vivir, con respeto hacia nuestros indígenas, las comunidades y el medio ambiente. Queremos tener una percepción de cuidado, de educación autónoma y que recupere un poco nuestra cultura y principios”. Para que esto se logre, también trabajan en la capacitación de compañeras para que puedan ser parte de las cuidadoras del centro.