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El daño a los ecosistemas y las fuentes hídricas ha sido un problema que ha afligido al Quindío durante años. El municipio de Génova no es la excepción, pues el aumento de prácticas indiscriminadas dentro de las 8.367 hectáreas que componen la Reserva Regional Páramo y Bosques Altoandinos ha generado un alto consumo de agua y ha contaminado ríos, páramos, humedales y bosques altoandinos de la región por la aplicación de pesticidas.
En este contexto, la supervivencia del paisaje cultural cafetero y de la reserva forestal, que abarca casi el 80 % del municipio, está en peligro.
Para mitigar estas afectaciones, personas como Viviana Viera, líder del colectivo feminista y ambiental EcoGénova, y reconocida cafetera del país, galardonada como Mujer Comfenalco 2023, han tomado acciones, además de poner el foco en las caficultoras del país.
En diálogo con este diario, Viera, quien presta sus servicios a la Agencia de Desarrollo Rural, explicó la situación del Quindío, especialmente los riesgos ambientales que prácticas agroindustriales y actividades económicas ilegales representan para el municipio, además del impacto que el creciente reconocimiento de las mujeres caficultoras ha tenido en la comunidad y cómo ha influido en sus proyectos y causas.
Según ella, hay prácticas extractivistas que implican el uso de maquinaria pesada en áreas montañosas, lo que causa la desviación de fuentes de agua y recursos hídricos. Además, la aplicación masiva de agroquímicos profundiza la degradación ambiental, dado que la monopolización de la especie disminuye las bacterias y microorganismos que mantienen la fertilidad del suelo.
La minería ilegal es otro problema que afecta a Génova, especialmente en la Reserva Regional Páramo y Bosques Altoandinos. Viera explica que se han propuesto e intentado implementar proyectos de pequeñas hidroeléctricas cuyos propietarios o accionistas buscan ingresar a territorios protegidos por normas como la Ley 2 de 1959.
El cambio climático también es un factor de riesgo. La falta de lluvia y la sequía están provocando calores extremos, dejando fincas sin agua y afectando gravemente la producción de café, así como la vida de los ríos y ecosistemas.
¿Cómo fue su trayectoria para llegar a ser una líder ambiental y en la caficultura?
Nací en Cali y soy economista formada en la Universidad de Estrasburgo. Trabajé varios años en el Parlamento Europeo, donde estuve involucrada en temas relacionados con el Tratado de Libre Comercio enfocado en las comunidades de paz, los defensores de derechos humanos y los líderes sociales de la oposición. También participé en las negociaciones del Acuerdo de Paz.
Después de eso, mi esposo y yo decidimos que era un buen momento para regresar a Colombia y trabajar en el campo, un sector que siempre ha sido muy significativo para nosotros, y al retornar a nuestro país el año anterior empezamos a cultivar orgánicamente. Regresé en 2016 para retomar la finca de café de mi familia, convirtiéndome así en la cuarta generación de caficultores. Mi abuelo fue uno de los pioneros en la región desde la época de la colonización, y mi madre y mi abuela también produjeron café.
Desde entonces, junto con mi esposo, estamos produciendo café especial con sello orgánico en la finca familiar. Sin embargo, en el terreno de mi familia han surgido proyectos hidroeléctricos que amenazan a casi toda la población de Génova. Por ello, me he visto obligada a defender los ríos y el agua, y me he convertido en una líder ambiental en la región.
¿Cómo ha ejercido ese liderazgo?
Me ha parecido muy interesante involucrarme en la organización ciudadana y en temas ambientales, como la protección de la tierra a través de políticas públicas y la pedagogía con escuelas a través de formaciones y seminarios. Además, estamos trabajando a nivel nacional con la PCH, consultores de energía, lo que implica un esfuerzo organizativo en varios departamentos.
En cuanto a la caficultura, me muevo principalmente en el ámbito de la agroecología y el café orgánico especial. Desde la Cooperativa de Caficultores del Quindío, hemos avanzado en el cultivo de café orgánico y hemos obtenido una certificación internacional. Ahora trabajo en la Agencia de Desarrollo Rural, entre Bogotá y el Quindío, abordando temas relacionados con la reforma rural integral y la producción agrícola del país.
¿Cómo surgió el colectivo feminista y ambiental EcoGénova?
Ocurrió cuando yo estaba en mi mundo, haciendo café y compartiendo con mi familia. Para ese entonces llegaron empresas que mentían sobre mi propiedad, me di cuenta de que estaban en la construcción de proyectos muy grandes que atentaban contra la vida de la tierra.
Querían construir cinco centrales hidroeléctricas, así que tuve que salir a investigar y fue allí donde me encontré con otras dos mujeres que también estaban indagando debido a la extrañeza de la situación y en la búsqueda de proteger la vida misma se creó el colectivo feminista EcoGénova.
¿Qué logros ambientales han conseguido con EcoGénova?
Uno de nuestros principales éxitos ha sido la revocación de cinco concesiones de agua sobre ríos en el Quindío, abarcando cuatro municipios. Esta denuncia ha sido un proceso largo, pero finalmente hemos logrado cancelar estas concesiones, lo que valida nuestras luchas y el esfuerzo invertido. Además, hemos apoyado otros procesos en Pijao y Salento, donde organizamos un cabildo abierto sobre temas ambientales. También hemos iniciado varios procesos sancionatorios contra multinacionales del aguacate, aunque aún no hemos obtenido sanciones concretas. Pero seguimos trabajando para aumentar la conciencia ambiental sobre la protección de los ríos.
Afortunadamente, nuestro trabajo ha recibido apoyo internacional y ha sido objeto de reportajes a nivel global, lo que amplifica el foco de nuestra defensa del medio ambiente.
¿Qué implicaciones ha tenido ser una líder ambiental en la región en términos de seguridad?
Recuerdo claramente el impacto que sentí cuando un grupo de accionistas de una mina llegó a mi finca. Las amenazas han sido una constante, pero considero que es tanto un deber como un privilegio estar en esta región.
En Colombia, es bien sabido que desafiar los intereses de ciertos grupos puede complicar la situación. A pesar de los riesgos, continuamos con optimismo, luchando por la conciencia ambiental y el uso adecuado de la tierra. Este compromiso no solo es una parte fundamental de nuestro trabajo, sino también una contribución importante a la protección del medio ambiente en nuestra región.
¿Qué representa ser una mujer en el gremio caficultor?
El papel de la mujer en la caficultura es superimportante, realmente creo que ha sido también bastante valorado a lo largo del tiempo, pero en el campo, específicamente, hay un retroceso significativo en los derechos de las mujeres, lo que hace que su situación sea mucho más difícil en comparación con la de los hombres. A menudo, es necesario reafirmar estos derechos debido a comentarios desactualizados como: “No debería dejar salir a su mujer” y afirmaciones similares. Aunque estos comentarios pueden parecer anacrónicos, siguen siendo comunes en el entorno rural.
En mi caso, al haber sido criada en la ciudad y ser feminista, me he visto en la necesidad de luchar por derechos que ya se han conquistado en otros lugares. Esta experiencia ha sido particularmente desafiante, ya que el retroceso en los derechos de las mujeres en el campo se manifiesta en muchos aspectos.
Uno de los desafíos más notorios es la gestión de personal. En el ámbito agrícola, donde la mayoría de los trabajadores son hombres que realizan las labores más duras, dar una orden como mujer a veces resulta en que no se me tome en serio. El mundo agrícola sigue siendo predominantemente masculino, con pocas mujeres en posiciones de decisión. Es necesario luchar por la visibilidad y ganarse esos espacios en todos los niveles.
Además, hemos enfrentado numerosos desafíos adicionales debido a que las autoridades locales a menudo menosprecian nuestro trabajo. Cuando comenzamos nuestra defensa del agua, también fuimos desestimadas por ser mujeres; se nos decía que estábamos locas o que no entendíamos de lo que hablábamos. Intentaron restar importancia a nuestra labor simplemente por el hecho de ser mujeres.
Mujeres en el campo aún venden café en verde en lugar de un producto terminado. Implementar un proceso más agroindustrial permitiría cubrir mejor los costos, ya que el precio internacional del café es bajo y, en ocasiones, solo cubre los costos de inversión y mano de obra. Producir café suele ser poco rentable, y vender el producto procesado sería mucho más beneficioso. Además, la falta de mano de obra para la recolección del café es un problema creciente. Cada vez es más difícil contratar personal, lo que en algunos casos lleva a la pérdida de cosechas. Las mujeres están realizando esfuerzos adicionales, formando grupos de trabajo en las fincas y recurriendo a mano de obra rural para la cosecha. No obstante, enfrentan la competencia de cultivos ilícitos que ofrecen jornales más altos, lo que hace que muchos prefieran trabajar en esas regiones.
¿Por qué cree que ahora se reconoce más el papel de las mujeres caficultoras, cuando siempre han estado presentes en el sector?
El creciente reconocimiento del papel de las mujeres caficultoras se debe en gran parte a su creciente protagonismo en el sector. Aunque las mujeres siempre han estado presentes en la producción de café, ahora están logrando destacar de manera más evidente. Las asociaciones de mujeres caficultoras están creando sus propias marcas de café, lo que les permite llevar el producto procesado hasta el último eslabón de la cadena. Este cambio refleja una transformación social que resalta el papel cada vez más relevante y responsable de las mujeres en la industria, un rol que antes se limitaba principalmente a tareas del hogar y al cuidado de los niños.
El empoderamiento femenino en el campo está avanzando, aunque de manera gradual. Cada vez más mujeres ocupan puestos de representación en la industria cafetera, tanto en la Federación Nacional de Cafeteros como en cooperativas locales. Un ejemplo notable es la presencia de una gerente mujer en la Cooperativa de Caficultores del Quindío. Estas mujeres están involucradas activamente en negociaciones, comercialización y otros aspectos claves de la industria, superando barreras tradicionales con un esfuerzo considerable.
A pesar de los desafíos, el trabajo y el compromiso de las mujeres caficultoras han conseguido asegurarles un lugar más destacado y significativo en la producción de café, porque también es muy importante preservar la cultura cafetera por la misma razón de que está en bastante riesgo.
¿Qué impacto tiene este creciente reconocimiento en la vida y el trabajo de las mujeres caficultoras?
El creciente reconocimiento de las mujeres caficultoras está teniendo un impacto significativo en sus vidas y trabajos. Este cambio en la percepción ha transformado una visión negativa en una mucho más positiva, especialmente en comunidades machistas. Recibir premios y reconocimientos no solo valida el trabajo de estas mujeres, sino que también refuerza la importancia de sus luchas y esfuerzos.
En mi organización, que se centra en la cultura campesina y el empoderamiento femenino, el reconocimiento de nuestro trabajo es crucial. Destaca el papel fundamental que las mujeres desempeñan en el medio ambiente y en la producción agrícola. Nuestro vínculo con la vida desde su inicio nos convierte en defensoras naturales del agua, la tierra y la siembra. Visibilizar a las mujeres que trabajan en el campo y que desarrollan proyectos para la protección del medio ambiente es esencial para avanzar en estas áreas y asegurarles un mayor espacio en la sociedad.
Personalmente, el reconocimiento que he recibido ha sido muy significativo. Ha puesto en relieve el impacto positivo de la labor de denuncia y protección ambiental que he estado realizando. Este tipo de reconocimiento no solo valida nuestras luchas, sino que también subraya la importancia de nuestras acciones, brindándonos un impulso para seguir adelante con nuestro trabajo.
En resumen, el reconocimiento y los premios ayudan a mostrar el esfuerzo y la dedicación de las mujeres en el campo, otorgándoles el valor y el respeto que merecen y contribuyendo al avance social y ambiental.