Los pendientes de los medios de comunicación con las mujeres
LLYC hizo un estudio con información de 12 países sobre cómo se habla de las mujeres en los medios de comunicación. La infrarrepresentación, la discriminación y los sesgos son los grandes desafíos por superar.
María Alejandra Medina
Las mujeres, en general, están infrarrepresentadas en los medios de comunicación: hay menos noticias sobre ellas, sus nombres propios se mencionan con menor frecuencia e incluso, con excepción de Colombia, firman menos los artículos periodísticos. También hay diferencias en la forma como se habla de ellas: se hacen más referencias a cómo visten o se las vincula más con su rol familiar que a los hombres. Esas son solo algunas de las conclusiones del estudio sobre la presencia de las mujeres en los medios de comunicación hecho por Deep Digital Business, de la firma consultora LLYC, que tomó 78.000 fuentes de información en 12 países (ver infografía con algunos de los principales hallazgos).
El documento hace un gran énfasis en lo que ha denominado el “apellido femenino”: hacer explícito el género cuando se habla de las mujeres. Esto, según lo evidenciado, sucede a menudo con los deportes (“fútbol femenino”) o con los temas económicos (“emprendimiento femenino”), por ejemplo. Aunque reconoce que eso ha cumplido un papel importante para visibilizar, también lo problematiza cuando se “abusa” del uso de ese apellido, cuando se emplea para hablar de contextos “de segunda” o se asocia con sesgos que como sociedad estamos tratando de superar. Se trata de una “subordinación semántica” que “homogeneiza” el grupo diverso que son las mujeres y que, además, confiesa que cuando se habla en genérico se habla de los hombres (por ejemplo, referirse al fútbol masculino solo como “fútbol”).
Datos como que en Colombia las periodistas firmen más sus artículos o que cuando se habla de las mujeres en política se hable más de sus aciertos que en el caso de los hombres (de quienes se habla con mayor frecuencia de sus errores), sin duda, suscitarían investigaciones más profundas: ¿las políticas hacen mejor su trabajo o es condescendencia de los medios? Por lo pronto, en esta entrevista, María Esteve, socia y directora para la región andina de LLYC, cuenta más sobre el estudio y, además, hace algunas reflexiones desde su experiencia como mujer en una posición de liderazgo en el ámbito de la comunicación y el mercadeo.
Le puede interesar: Lili Villarreal: la colombiana jefa de aterrizaje y recuperación de la NASA
¿Por qué hablar de la presencia de las mujeres en los medios de comunicación?
Nosotros, al ser una compañía dedicada a la consultoría en comunicación, asuntos públicos y marketing, apoyada en la tecnología para hacer mejor este trabajo, encontramos que hacer análisis de esta naturaleza nos ayuda a situar en el contexto el comportamiento de las personas o de las narrativas. Hicimos este análisis con la convicción de que la visibilidad de las mujeres puede acelerar la igualdad. A partir de eso, hemos querido volver recurrentes estas investigaciones para favorecer esa aceleración de la igualdad.
Ustedes han hecho otros estudios sobre la representación de las mujeres. ¿Son comparables o a partir de esos ejercicios es posible ver cambios, mejoras o deterioros en los indicadores?
No son comparables porque la investigación del año pasado era sobre la visibilidad de las mujeres en ciertos ámbitos de la sociedad, y este es una suerte de zoom en cómo está representada la mujer en los medios de comunicación. El del año pasado era cómo está representada en la política; este es en medios de comunicación, así que no es comparable, pero sí se confirma una hipótesis: mientras el año pasado hablábamos de la mujer en el umbral de la visibilidad, es decir, apenas visible, este año decimos que estamos infrarrepresentadas en los medios de comunicación. Luego tiene una secuencia sobre la problemática y sobre la oportunidad: cuanta más visibilidad le demos a la mujer también más vamos a poder acelerar la igualdad.
Sobre lo que llaman el “apellido femenino”, ¿realmente es momento de quitarlo? Lo pregunto porque en casos como el del fútbol femenino es evidente que todavía no hay igualdad salarial, ni en el apoyo a las ligas, entonces quizá sí sea necesario seguir nombrándolo.
Es verdad que a veces necesitamos hacer esos énfasis para conseguir la igualdad, y puede ser que en el caso del fútbol por las circunstancias en las que estamos aún se necesite la diferenciación para seguir impulsando esa igualdad. No puedo decir exactamente cuándo debería eliminarse o no, lo que sí creo es que llega un momento en el que el matiz segrega, y no creo que queramos profundizar la segregación ni la discriminación. Conforme vayamos consiguiendo mayor igualdad, deberíamos ir eliminando estas claves en el lenguaje y en la forma en la que registramos la información cuando hay mujeres implicadas. No creo que haya una fórmula o una lista de chequeo, creo que en la medida en que se vayan consiguiendo los derechos que corresponden, necesitaremos menos recursos de diferenciación como estos.
También hablan de la mayor frecuencia con que a las mujeres se les pregunta por la familia, pero quizás, al igual que en el caso anterior, cuando aún existe el “techo de cristal”, sea necesario seguir hablando de eso. ¿La solución no sería que a los hombres también les pregunten por su familia?
El asunto es de igualdad. ¿Por qué si nos referimos al “fútbol profesional femenino” no nos referimos al “fútbol profesional masculino”? Lo mismo pasa con lo de la familia: ¿por qué mayoritariamente a las mujeres cuando las abordan en el ámbito profesional también las abordan en el ámbito familiar y no sucede lo mismo con los hombres? La clave está en que el abordaje sea igualitario, no que se deje de preguntar, sino que también se les pregunte a ellos. No es que se deje de hablar de fútbol profesional femenino, sino tal vez también hablar de fútbol profesional masculino si necesitamos todavía la diferencia para impulsar más derechos.
Sugerimos: “OK, computador”: la visión de la mujer que lidera a ChatGPT
Hay que reconocer que por falta de esfuerzo o de tiempo, muchas veces los periodistas no buscamos una mayor diversidad en las fuentes expertas que consultamos. Pero, lo digo desde mi experiencia, me he encontrado con universidades o centros de pensamiento que recomiendan con mayor frecuencia a hombres que a mujeres como fuentes expertas. También me ha pasado que las mujeres con mayor frecuencia que los hombres me han dicho que prefieren no comentar sobre algún tema por no considerarse lo suficientemente expertas, pese a que probablemente sí tienen algo valioso por decir. ¿Hay algo de síndrome de la impostora en esto?
Creo que hay medidas que son fáciles de implementar. Por ejemplo, en eventos como los paneles debería haber paridad. Cuando hay una regla de paridad, la paridad sucede. Eso también puede producir que más mujeres vean a otras mujeres y en consecuencia se genere esa movilización. El desafío no es solamente que consigas al analista, no puede ser el esfuerzo de una sola persona, sino que sean iniciativas o políticas dentro de las organizaciones. Nosotros mismos las tenemos; no podemos hacer encuentros sin paridad. Algo que ha pasado, y no es afortunado, es que empiezo a oír mujeres diciendo que no quieren que las inviten porque son mujeres, pero, aunque no nos gustan las cuotas, las cuotas también producen el cambio. Y también está la misión de que no sean siempre las mismas, que también ha pasado un poco. ¿Por qué? No sé, no se lo podría atribuir 100 % al síndrome de la impostora, pero puede tener de eso también.
Ha existido el estereotipo de que las mujeres son mejores “por naturaleza” para comunicar, porque la comunicación al ser una “habilidad blanda” es “femenina”, y a partir de eso también pasa que en el lugar de trabajo se les carga a las mujeres las labores de cuidado del ambiente laboral, etc. Desempeñándose en este campo y ahora en una posición de liderazgo, ¿qué reflexiones podría hacer sobre ese estereotipo?
Para ser bueno en algo siempre hay que prepararse. Por ejemplo, nosotros ayudamos a que las personas puedan expresar mejor sus ideas, y no creo que las expresen peor o mejor si son hombres o si son mujeres; creo que las expresan peor o mejor cuanto más decidan prepararse para mejorar su expresión. Prefiero no pensar que tenemos una predisposición a ser mejores o peores en algo, y de lo que sí estoy convencida es de que eres mejor o peor en aquello que decidas ser mejor o peor.
Las mujeres, en general, están infrarrepresentadas en los medios de comunicación: hay menos noticias sobre ellas, sus nombres propios se mencionan con menor frecuencia e incluso, con excepción de Colombia, firman menos los artículos periodísticos. También hay diferencias en la forma como se habla de ellas: se hacen más referencias a cómo visten o se las vincula más con su rol familiar que a los hombres. Esas son solo algunas de las conclusiones del estudio sobre la presencia de las mujeres en los medios de comunicación hecho por Deep Digital Business, de la firma consultora LLYC, que tomó 78.000 fuentes de información en 12 países (ver infografía con algunos de los principales hallazgos).
El documento hace un gran énfasis en lo que ha denominado el “apellido femenino”: hacer explícito el género cuando se habla de las mujeres. Esto, según lo evidenciado, sucede a menudo con los deportes (“fútbol femenino”) o con los temas económicos (“emprendimiento femenino”), por ejemplo. Aunque reconoce que eso ha cumplido un papel importante para visibilizar, también lo problematiza cuando se “abusa” del uso de ese apellido, cuando se emplea para hablar de contextos “de segunda” o se asocia con sesgos que como sociedad estamos tratando de superar. Se trata de una “subordinación semántica” que “homogeneiza” el grupo diverso que son las mujeres y que, además, confiesa que cuando se habla en genérico se habla de los hombres (por ejemplo, referirse al fútbol masculino solo como “fútbol”).
Datos como que en Colombia las periodistas firmen más sus artículos o que cuando se habla de las mujeres en política se hable más de sus aciertos que en el caso de los hombres (de quienes se habla con mayor frecuencia de sus errores), sin duda, suscitarían investigaciones más profundas: ¿las políticas hacen mejor su trabajo o es condescendencia de los medios? Por lo pronto, en esta entrevista, María Esteve, socia y directora para la región andina de LLYC, cuenta más sobre el estudio y, además, hace algunas reflexiones desde su experiencia como mujer en una posición de liderazgo en el ámbito de la comunicación y el mercadeo.
Le puede interesar: Lili Villarreal: la colombiana jefa de aterrizaje y recuperación de la NASA
¿Por qué hablar de la presencia de las mujeres en los medios de comunicación?
Nosotros, al ser una compañía dedicada a la consultoría en comunicación, asuntos públicos y marketing, apoyada en la tecnología para hacer mejor este trabajo, encontramos que hacer análisis de esta naturaleza nos ayuda a situar en el contexto el comportamiento de las personas o de las narrativas. Hicimos este análisis con la convicción de que la visibilidad de las mujeres puede acelerar la igualdad. A partir de eso, hemos querido volver recurrentes estas investigaciones para favorecer esa aceleración de la igualdad.
Ustedes han hecho otros estudios sobre la representación de las mujeres. ¿Son comparables o a partir de esos ejercicios es posible ver cambios, mejoras o deterioros en los indicadores?
No son comparables porque la investigación del año pasado era sobre la visibilidad de las mujeres en ciertos ámbitos de la sociedad, y este es una suerte de zoom en cómo está representada la mujer en los medios de comunicación. El del año pasado era cómo está representada en la política; este es en medios de comunicación, así que no es comparable, pero sí se confirma una hipótesis: mientras el año pasado hablábamos de la mujer en el umbral de la visibilidad, es decir, apenas visible, este año decimos que estamos infrarrepresentadas en los medios de comunicación. Luego tiene una secuencia sobre la problemática y sobre la oportunidad: cuanta más visibilidad le demos a la mujer también más vamos a poder acelerar la igualdad.
Sobre lo que llaman el “apellido femenino”, ¿realmente es momento de quitarlo? Lo pregunto porque en casos como el del fútbol femenino es evidente que todavía no hay igualdad salarial, ni en el apoyo a las ligas, entonces quizá sí sea necesario seguir nombrándolo.
Es verdad que a veces necesitamos hacer esos énfasis para conseguir la igualdad, y puede ser que en el caso del fútbol por las circunstancias en las que estamos aún se necesite la diferenciación para seguir impulsando esa igualdad. No puedo decir exactamente cuándo debería eliminarse o no, lo que sí creo es que llega un momento en el que el matiz segrega, y no creo que queramos profundizar la segregación ni la discriminación. Conforme vayamos consiguiendo mayor igualdad, deberíamos ir eliminando estas claves en el lenguaje y en la forma en la que registramos la información cuando hay mujeres implicadas. No creo que haya una fórmula o una lista de chequeo, creo que en la medida en que se vayan consiguiendo los derechos que corresponden, necesitaremos menos recursos de diferenciación como estos.
También hablan de la mayor frecuencia con que a las mujeres se les pregunta por la familia, pero quizás, al igual que en el caso anterior, cuando aún existe el “techo de cristal”, sea necesario seguir hablando de eso. ¿La solución no sería que a los hombres también les pregunten por su familia?
El asunto es de igualdad. ¿Por qué si nos referimos al “fútbol profesional femenino” no nos referimos al “fútbol profesional masculino”? Lo mismo pasa con lo de la familia: ¿por qué mayoritariamente a las mujeres cuando las abordan en el ámbito profesional también las abordan en el ámbito familiar y no sucede lo mismo con los hombres? La clave está en que el abordaje sea igualitario, no que se deje de preguntar, sino que también se les pregunte a ellos. No es que se deje de hablar de fútbol profesional femenino, sino tal vez también hablar de fútbol profesional masculino si necesitamos todavía la diferencia para impulsar más derechos.
Sugerimos: “OK, computador”: la visión de la mujer que lidera a ChatGPT
Hay que reconocer que por falta de esfuerzo o de tiempo, muchas veces los periodistas no buscamos una mayor diversidad en las fuentes expertas que consultamos. Pero, lo digo desde mi experiencia, me he encontrado con universidades o centros de pensamiento que recomiendan con mayor frecuencia a hombres que a mujeres como fuentes expertas. También me ha pasado que las mujeres con mayor frecuencia que los hombres me han dicho que prefieren no comentar sobre algún tema por no considerarse lo suficientemente expertas, pese a que probablemente sí tienen algo valioso por decir. ¿Hay algo de síndrome de la impostora en esto?
Creo que hay medidas que son fáciles de implementar. Por ejemplo, en eventos como los paneles debería haber paridad. Cuando hay una regla de paridad, la paridad sucede. Eso también puede producir que más mujeres vean a otras mujeres y en consecuencia se genere esa movilización. El desafío no es solamente que consigas al analista, no puede ser el esfuerzo de una sola persona, sino que sean iniciativas o políticas dentro de las organizaciones. Nosotros mismos las tenemos; no podemos hacer encuentros sin paridad. Algo que ha pasado, y no es afortunado, es que empiezo a oír mujeres diciendo que no quieren que las inviten porque son mujeres, pero, aunque no nos gustan las cuotas, las cuotas también producen el cambio. Y también está la misión de que no sean siempre las mismas, que también ha pasado un poco. ¿Por qué? No sé, no se lo podría atribuir 100 % al síndrome de la impostora, pero puede tener de eso también.
Ha existido el estereotipo de que las mujeres son mejores “por naturaleza” para comunicar, porque la comunicación al ser una “habilidad blanda” es “femenina”, y a partir de eso también pasa que en el lugar de trabajo se les carga a las mujeres las labores de cuidado del ambiente laboral, etc. Desempeñándose en este campo y ahora en una posición de liderazgo, ¿qué reflexiones podría hacer sobre ese estereotipo?
Para ser bueno en algo siempre hay que prepararse. Por ejemplo, nosotros ayudamos a que las personas puedan expresar mejor sus ideas, y no creo que las expresen peor o mejor si son hombres o si son mujeres; creo que las expresan peor o mejor cuanto más decidan prepararse para mejorar su expresión. Prefiero no pensar que tenemos una predisposición a ser mejores o peores en algo, y de lo que sí estoy convencida es de que eres mejor o peor en aquello que decidas ser mejor o peor.