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En la esquina de una de las calles del municipio de San Juan Nepomuceno, Bolívar, hay una casa grande, pintada de blanco y rosado, y sobre su gran puerta color marrón se lee: “Narrar para vivir”. Allí han llegado cientos de mujeres víctimas y sobrevivientes del conflicto armado de la región de los Montes de María, compuesta por ocho municipios del norte de Sucre y siete del departamento de Bolívar, a buscar refugio, consuelo y fuerzas para salir adelante. Una de esas mujeres es Ruby Sierra Peñate, indígena zenú, quien en entrevista con El Espectador contó cómo llegó a esta red de mujeres.
“Iba hacia la Alcaldía a dar una declaración y vi algo que decía ‘Narrar para vivir’. Pregunté y me dijeron que era un grupo de mujeres, y me preguntaron qué necesitaba. Recuerdo que dije que tenía mucho miedo porque cuando caminaba sentía que venían detrás de mí. Las que estaban ahí me abrazaron y me dijeron: ‘No llores, quítate esos miedos que no te va a pasar nada, con este grupo vas a salir adelante’... y hace 20 años estoy aquí”, recordó Sierra.
“Narrar para vivir” fue creada por Mayerlis Angarita Robles, lideresa innata, de baja estatura, pero muy poderosa (como muchas mujeres la describen) como una forma de superar los dolores y duelos que el conflicto armado estaba dejando en la región, principalmente la violencia paramilitar.
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La red se creó en 2000, un mes después de la masacre de El Salado, cuando un grupo de 450 paramilitares, bajo el mando de Salvatore Mancuso y Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, llegaron al corregimiento de El Salado, en el municipio de El Carmen de Bolívar, Bolívar. Allí asesinaron, torturaron y violentaron a la población civil, dejando cientos de víctimas y causando el desplazamiento de 4.000 personas.
En estos casi 24 años de existencia han logrado convocar a cientos de mujeres y ahora son 1.150 personas en los 15 municipios de los Montes de María. Para Adelma Pacheco, tesorera y oriunda de Toluviejo, Sucre, el empuje y las ganas de salir adelante han sido la clave del trabajo en estos años.
“Nosotras trabajamos como hormigas, vamos articulando una con la otra y nos vemos por la necesidad de poder escuchar nuestras experiencias y vivencias, lo que nos ha mantenido unidas. Somos mujeres echadas para delante, y ni el conflicto nos quitó las ganas de seguir soñando”, expresó Pacheco.
Esta expansión que han tenido en estos años las ha llevado a ser reconocidas a escala regional y nacional por el trabajo y la lucha por los derechos de las mujeres víctimas del conflicto armado. Esto las condujo a ser parte de las 70 organizaciones escogidas para generar condiciones de fortalecimiento, participación y escucha en espacios de seguridad y gobernanza ciudadana. Estas acciones se realizan desde el programa “Somos Comunidad”, iniciativa de Usaid en Colombia e implementado por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad), que busca el fortalecimiento del tejido social y de los sistemas de seguridad locales con el fin de que sean más sostenibles y responsables con la ciudadanía.
Paola Molina, especialista en equidad de género e inclusión social de “Somos Comunidad”, en entrevista con esta redacción, explicó las acciones que están realizando con “Narrar para vivir” desde junio de 2023, enfocadas en la generación de condiciones para el empoderamiento de las mujeres.
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“Queremos democratizar liderazgos, porque así se fortalece la organización; entonces todo 2023 construimos y desarrollamos una hoja de ruta basada en talleres de comunicación interna y externa, metodología de diagnósticos participativos y apropiación de la Resolución 1325 sobre mujeres, paz y seguridad”, explicó Molina.
“Somos Comunidad” también acompañó a “Narrar para vivir” en la renovación de estatutos y reglas internas de la red y en el crecimiento administrativo. Según explicó Pacheco a la redacción, están trabajando en la oportunidad de que “Narrar” sea la que maneje sus propios recursos, puedan llegar a más lugares y abrir nuevas puertas.
Alzar la voz para sanar
“He narrado para vivir y vivido para narrar, y hoy, como lideresa, creo más que nunca que la palabra transforma y la memoria sana, así como el sonido de las gaitas y los tambores que danzan al ritmo de nuestros corazones, que unidos bailan esa música propia, esa que nos hace llorar, pero también reír a carcajadas, porque la mujer montemariana es música, es danza, es fuerza, es lucha, es resistencia, es familia, es comunidad, es diversidad”.
Esta es una estrofa de la canción Vengo de los Montes de María, de María Angélica Marín, que dedicó estos versos a las lideresas y defensoras de derechos humanos, y da cuenta del poder de la palabra. Para las integrantes de “Narrar para vivir”, tener una red donde desahogarse y sentirse respaldadas, a pesar de las depresiones, los miedos y los dolores que aún quedan de la guerra, ha sido elemental para sus procesos de sanación personal.
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“Narrar nos dio el empuje para sanar y con ollas comunitarias hemos contado nuestras historias. Antes a mí no me gustaba decir nada porque pensaba que había sufrido más que otras, pero en las ollas he escuchado otras historias de mujeres que han vivido más cosas que yo”, señaló Ruby Sierra.
Aunque se han creado espacios para hablar y han contado con apoyo psicosocial en varios momentos, en “Narrar para vivir” este tema sigue siendo central, pues, como explicó Adelma Pacheco, “es uno de los flagelos que se están convirtiendo en una bola de nieve en los Montes de María”. Esto se trabajó durante el primer encuentro de comunicaciones internas y externas con “Somos Comunidad” en julio del 2023, donde se afianzó la importancia de escucharse entre todas, construir y responder a necesidades propias, de otros y colectivas.
La escucha ha sido central en el proceso de Narrar para Vivir, pues muchas mujeres se articularon al proceso a través de la Red de Mujeres de los Montes de María. Algunas como Adelma llegaron así y recordó que su vida se transformó del cielo a la tierra, pues comenzó a animar a las mujeres de su municipio a sumarse y a construir nuevos caminos en conjunto.
“En el territorio no solamente nos unen esos lazos del conflicto armado, sino también la comprensión, la calidad humana, el amor al territorio, la defensa de los derechos y otras acciones que hacemos día a día que nos unen más”, afirmó Pacheco.
La paz se construye con las mujeres
Por su trayectoria y alcance en el territorio, “Narrar para vivir” participó en un espacio organizado por el equipo de Género e Inclusión Social de “Somos Comunidad”, en alianza con la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, para recoger sus peticiones y ser tenidas en cuenta en la construcción del Plan de Acción de la Resolución 1325. Este plan dará cumplimiento a la Resolución de Mujeres, Paz y Seguridad de 2000, de Naciones Unidas, cuyo objetivo es que las mujeres participen en agendas de paz, seguridad y protección de sus derechos en situaciones de conflicto.
“Los temas de seguridad muchas veces competen a los hombres, y quienes participan son los hombres, entonces con esta resolución las mujeres sí deben participar en temas de paz y seguridad. En ese espacio participaron 40 mujeres y recogimos sus necesidades en materia de seguridad en los Montes de María”, dijo Paola Molina.
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Para el programa “Somos Comunidad”, impulsar la inclusión de las mujeres en espacios de incidencia de políticas públicas para la protección de sus derechos y el fortalecimiento de sus liderazgos son acciones que contribuyen a mejorar las condiciones de seguridad y convivencia ciudadana en sus territorios.
En temas de seguridad, la casa de “Narrar para vivir” ha funcionado como refugio temporal cuando alguna mujer está amenazada, mientras activan las rutas de protección municipales, departamentales o nacionales. En temas de paz, el más reciente es que entregaron información a la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) de 100 casos de familiares de sus integrantes.
Los sueños de expandir la red
Uno de los proyectos de “Narrar para vivir” es poder llegar a otros territorios y a muchas más mujeres que estén necesitando espacios de diálogo, escucha y apoyo. Aunque la organización funciona con una facilitadora en cada uno de los 15 municipios, quieren replicar el empoderamiento personal y los conocimientos adquiridos a las demás mujeres para que nazcan más liderazgos que siembren esas semillas en otros territorios.
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“El empoderamiento personal es central. Si ya estoy formada, cómo puedo formar a las demás personas. Queremos poder hacerlo de forma más rápida, irradiar aún más y así podernos expandir a otros territorios”, afirmó Pacheco.
Para lograr este propósito, el programa “Somos Comunidad” realizará una segunda fase de su trabajo en el territorio con ejercicios de ollas comunitarias para el fortalecimiento de esos lazos y realizar acciones de incidencia. Se plantea dejar capacidad instalada y articulación con las instituciones en materia de seguridad de la región para trabajar de forma conjunta la atención de amenazas y violencias contra las lideresas en los Montes de María.