“Necesitamos pasar del papel a la práctica”: el reclamo por los derechos afro

La lideresa Luz Marina Becerra habla de los grandes pendientes que tiene el Estado para reparar a las víctimas afro del conflicto armado.

Laura Alejandra Moreno Urriaga
03 de agosto de 2022 - 11:15 p. m.
A través de La Comadre, las lideresas afro hacen procesos de acompañamiento y sanación a otras víctimas del conflicto armado desde sus tradiciones.
A través de La Comadre, las lideresas afro hacen procesos de acompañamiento y sanación a otras víctimas del conflicto armado desde sus tradiciones.
Foto: Pablo Suárez - Race and Equality Colombia
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Desde hace más de veinte años, Luz Marina Becerra ha trabajado en el país por el reconocimiento de los derechos de las mujeres afrodescendientes y la reparación de las víctimas del conflicto armado. Su trabajo la ha hecho merecedora de múltiples reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Derechos Humanos en Colombia de 2021, pero también de hostigamientos y amenazas.

Después de la presentación del capítulo étnico de la Comisión de la Verdad, “Resistir no es aguantar” donde se reconoce el “racismo estructural” en el que se ha desarrollado el país, hablamos sobre la construcción de paz y la defensa de los derechos de las mujeres afrodescendientes con la lideresa que hoy se desempeña como representante de la Coordinación de Mujeres Afrocolombianas, desplazadas y en resistencia (La Comadre) de la Asociación Nacional de Afrocolombianos (Afrodes) y secretaria legal de esta última.

¿Cuál ha sido la participación de La Comadre en la implementación del Acuerdo de paz?

Uno de los puntos del Acuerdo de paz en el que más hemos visto avance, donde por lo menos las víctimas hemos tenido una participación más activa es en el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que es el quinto punto del acuerdo.

Desde su inicio, hemos venido participando desde los procesos de definición de los protocolos de participación y consulta previa que se realizaron con las comunidades. En mayo de 2019 le entregamos a la JEP un informe preliminar sobre violaciones de derechos humanos que padece la población afrocolombiana y víctima de múltiples hechos victimizantes.

En 2020 le entregamos uno a la Comisión de la Verdad sobre daños, afectaciones y resistencias de las mujeres negras en el marco del conflicto armado y, el año pasado presentamos un segundo informe a la JEP con 111 casos de mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado.

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¿Cuáles son las expectativas que tienen para que sus aportes al sistema de justicia transicional sean retribuidos?

Con este sistema de justicia transicional tenemos la esperanza de que efectivamente se pueda construir esa verdad y que la sociedad colombiana se sensibilice, se concientice de cómo el conflicto armado ha impactado los pueblos y comunidades, a las mujeres, al país en general, y tomemos todos acciones decididas, acciones colectivas para ponerle fin a este conflicto y transformar la cultura de violencia por una cultura de paz.

¿Por qué es importante que la JEP revise los casos de violencia sexual en el conflicto armado con un enfoque de género y étnico?

El segundo informe que le entregamos a la JEP estuvo acompañado por dos videos en animación que cuentan los testimonios de mujeres negras víctimas de violencia sexual. Es importante que la JEP investigue estos hechos, por qué las mujeres negras tuvieron que vivir esas atrocidades, quiénes fueron los responsables, que digan qué pasó, por qué pasó para que efectivamente se haga justicia. Esa justicia que por muchos años hemos estado reclamando, pero que no ha tenido eco, y por el contrario sentimos que cada vez hay más impunidad frente a las violaciones de DD. HH.

¿Cuál es el efecto que buscan en la gente con las expresiones artísticas que cuentan lo que han vivido durante el conflicto?

Lo que buscamos con el arte, con las obras de teatro y las obras plásticas es sensibilizar a la sociedad colombiana, sacarla de ese estado de anestesiamiento en el que se encuentra la mayoría por la forma en la que se ha naturalizado la violencia en nuestro país. Buscamos cambiar esa perspectiva que tiene la gente frente a cómo se ha aprendido a naturalizar la violencia, entre todos generamos acciones colectivas para poner fin a ese conflicto y poder avanzar hacia una armonía, hacia la igualdad, hermandad, solidaridad, despojarnos de esos odios en la medida en que estas obras permiten también sanar, contribuyen de manera significativa también en ese proceso de sanación que necesitamos las víctimas en Colombia, pero también contribuyen en el proceso de construcción colectiva. Es importante dar a conocer estas memorias para que no se repita.

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¿Cómo resignificar las vivencias del conflicto a través del arte?

El 21 de abril entregamos un informe a la UBPD acompañado de una exposición artística con muñecos y muñecas que representaban a las víctimas del conflicto, pero les cambiamos el nombre de “muñeco” porque esta es una forma peyorativa con que los grupos armados se refieren a quienes matan en la comunidad; a los familiares les dicen “vayan recojan al muñeco” para que puedan ir por el cuerpo de su ser querido. Cambiamos el nombre de “muñeco”, por cuturú, la palabra que usamos para referirnos a la reunión de sabios y mayores para tomar decisiones en nuestras comunidades.

¿Qué hace falta para evitar la revictimización de las mujeres en el proceso de búsqueda de sus familiares?

Lo que buscamos es que existan las garantías durante los procesos de búsqueda, y parte de esas garantías es que las mujeres tengan protección, eso va a evitar la revictimización. También fomentamos estrategias de sanación propia como las que hemos construido desde La Comadre, desde nuestras prácticas y saberes ancestrales para acompañar todos estos procesos de búsqueda, de documentación de casos, de construcción de la verdad, de búsqueda de la justicia, de nuestros desaparecidos que han logrado trascender no solo a nivel personal, sino a nivel familiar y comunitarios.

¿Cómo afrontar la violencia contra líderes y lideresas sociales cuando no hay un acompañamiento del Estado?

Esto es algo a lo que nos toca enfrentarnos permanentemente porque ser defensor de DD. HH. en Colombia casi que nos convierte en objetivo militar. Yo siempre he dicho que entre los defensores y defensoras de DD. HH., entre las organizaciones de DD. HH. y las instituciones se debería generar un matrimonio porque de alguna manera nosotros aportamos. Parte del trabajo que hacemos es aportar en la construcción de una mejor sociedad, somos portadores de las voces de la población que nos ha dado su voto de confianza para que los representemos, somos quienes llevamos a las instituciones nuestras demandas, nuestras agendas políticas a partir de las necesidades y propuestas de solución a esas necesidades y problemáticas, y en esa medida creo debería haber ese matrimonio.

Pero resulta que no es así, este es un país donde los DD. HH. se vulneran de manera permanente y los convertimos es en la piedra en el zapato para las instituciones en la medida en que no quieren ver a líderes y lideresas exigiendo las garantías y materialización de derechos para ciudadanos y ciudadanas del país. Eso también conlleva a que seamos amenazados en la medida en que no existe ese respaldo institucional y estatal a la gran labor que realizamos y eso hace que los violentos sientan legitimidad para amenazarnos, perseguirnos y violentarnos, porque ni siquiera sienten el rechazo por parte del Estado como principal garante de nuestros derechos.

¿La protección a líderes y lideresas dependen de voluntades políticas?

Sí, la protección varía según el gobierno de turno. La voluntad política de esos dirigentes que nos representan, que están en los espacios de poder deben reconocer y ver en los líderes y lideresas ese actor clave en la construcción de políticas públicas, en los aportes que hacemos a la construcción de marcos normativos, a la construcción de la paz, a una mejor convivencia y a la reconciliación.

Muchas veces por sus mismos intereses políticos nos miran como una piedra en el zapato y ahí es donde se requiere ese reconocimiento, que esté por encima de sus intereses.

¿Considera que las instituciones que velan por los derechos humanos y de las mujeres sí tienen un enfoque étnico?

A la mayoría de las entidades, por no decir que todas, carecen de la inclusión del enfoque diferencial étnico racial y de género. Las organizaciones hemos venido luchando de manera permanente para que en cada una de las instituciones se incluya la variable étnica de forma que esto permita construir estadísticas y cifras claras de la población negra afrocolombiana, de las mujeres.

En el caso de las instituciones que se crearon para atender a las víctimas, el incluir esta variable y este enfoque diferencial significa que van a tener un soporte para construir esas bases y estadísticas frente a la manera como hemos sido afectados por el conflicto armado, cuáles son las cifras reales de víctimas en la población y de mujeres afrocolombianas. Hoy vemos que hay un subregistro en la Unidad de Víctimas siendo la población afrocolombiana uno de los grupos más afectados por el conflicto.

¿Desde Afrodes han percibido un impacto positivo a raíz de la firma del Acuerdo de paz?

El Acuerdo de paz generó grandes expectativas y esperanzas para la sociedad colombiana y para los pueblos más afectados por el flagelo de la guerra y del conflicto armado y político que se ha vivido, pero sentimos que esas expectativas no han sido satisfechas. El conflicto se ha recrudecido, hoy las mujeres enfrentan un contexto adverso para la garantía de sus derechos fundamentales.

Aunque el gobierno firmó el Acuerdo de paz con las Farc, las dinámicas de violencia tanto en zonas rurales como urbanas donde viven las mujeres negras afrocolombianas las continúan afectando a través de nuevas violaciones a sus derechos fundamentales. Por otra parte, la gran preocupación es que, aunque existen políticas públicas que el Estado ha diseñado para garantizar los derechos de las mujeres afrocolombianas, estas continúan presentando bajos niveles de efectividad, estos marcos normativos se quedan solamente en el papel, pero no hay un avance real hacia su implementación, de ahí que necesitamos dar ese salto y pasar del papel a la práctica.

Laura Alejandra Moreno Urriaga

Por Laura Alejandra Moreno Urriaga

Comunicadora y periodista de la U. Javeriana. Hago parte del equipo editorial de Impacto Mujer en El Espectador. He trabajado como periodista en temas de género, verdad y conflicto. También en coordinación de proyectos de innovación social y estrategias de contenidos multimedia.@lamorenourlamoreno@elespectador.com

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