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El caso de Gisèle Pélicot ha dado la vuelta al mundo por la crueldad de los delitos y el hecho de que ha sido un juicio de carácter público. Esto, a raíz de la decisión de esta mujer francesa, víctima de violaciones orquestadas por su marido, de “cambiar la vergüenza de bando”, para que la culpa y humillación sea asumida por los agresores, en vez de las víctimas, como usualmente ocurre.
El proceso judicial que se inició el 4 de septiembre en el tribunal de Aviñón, Francia, para resolver las disputas y responsabilidades de los crímenes cometidos por Dominique Pélicot, esposo de la francesa, y decenas de hombres, ha sido documentado por los medios de comunicación dando a conocer detalles, testimonios y, en lo que ha sido posible, rostros de los abusadores sexuales.
Durante cerca de 10 años, Dominique Pélicot intermedió para que más de 50 hombres violaran a su cónyuge; no sin antes haberla drogado, lo que privó a Gisèle de todo tipo de conciencia sobre lo ocurrido.
Los Pélicot tuvieron una relación de 50 años que anteriormente era descrita por la mujer como un matrimonio “fuerte” en el que “tenían todo para ser felices”. Sin embargo, no fue hasta el 2020 que la policía contactó a Gisèle para mostrarle evidencia con videos, conversaciones y fotografías de las violaciones cometidas en su contra y que además habían sido grabadas y agendadas por su marido.
El hecho que desencadenó el actual juicio y sacó la verdad a la luz fue otro delito cometido por Dominique Pélicot. El hombre intentó grabar videos de las partes íntimas de mujeres en un supermercado colocando su celular debajo de sus faldas.
Tras asumir el caso, en la revisión de su computadora las autoridades descubrieron el material que demostró las agresiones contra Gisèle Pélicot.
Los agravios cometidos contra ella son un tipo de agresión que, “al no exterminar a la víctima o desaparecerla del planeta y más bien, habiéndose disminuido y aniquilado su voluntad, manda un mensaje de una violencia excesiva que simboliza: ‘Somos dueños de las mujeres, sus cuerpos y de su soberanía´”, aseveró Sandra Osses, doctora en ciencias políticas y sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género.
‘Debemos hacer frente a este desastre’
“Asistir a un juicio abierto es también para ella una forma de decir que puede superar este desafío, aunque hoy sea solo el principio, que hay que darlo a conocer, que la vergüenza debe cambiar de bando”, Stephane Babonneay, abogado de Gisèle Pélicot.
En el testimonio de la mujer de 71 años se dieron las razones de por qué era necesario que su juicio fuera público. Como lo afirmó The New York Times, después de que Gisèle viera algunas de las pruebas, entre los 20.000 videos y fotografías hallados, quiso poner su caso para que “sirva a una causa más grande y que ninguna mujer vuelva a sufrir una sumisión química”.
“Para que sirva a una causa más grande y que ninguna mujer vuelva a sufrir una sumisión química”.
Gisèle Pélicot
En la generalidad de los casos en los que se presenta violencia de género, de acuerdo con la doctora en psicología y directora del programa de Psicología de la Universidad de Externado, Susana Barradas, el foco suele estar puesto sobre las víctimas, además de que su testimonio suele ser cuestionado y colocado en entredicho.
La visibilidad que ella busca darles a los agresores ha tenido varios efectos. En Francia la ley de cierta forma protege su identidad con base en la presunción de inocencia, según la cual toda persona, incluso siendo acusada, tiene el derecho de ser tratada como inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Como respuesta de la comunidad a lo sucedido, se ha difundido en redes sociales material sobre los acusados, como imágenes, que, a pesar de que muestran a los hombres tapando sus caras y utilizando tapabocas, revelan en cierto grado sus identidades. De la misma forma, nombres, profesiones y otros datos personales han llegado al dominio público.
Aunque esta información y su difusión en línea les haya quitado un velo protector a los acusados, ha generado consecuencias adversas para terceros, probablemente ajenos a las acciones de estos hombres, como sus hijos o parejas.
En respuesta a los hechos, los abogados que defienden los 51 hombres han hecho un reclamo por la protección de su información personal y seguridad de los familiares: “Se han compartido en las redes sociales datos personales de los acusados –su identidad, apellido, nombre, profesión y a veces incluso fotografías tomadas dentro de la sala del tribunal–, desafiando las reglas básicas de nuestro derecho”, aseveró Isabelle Crepin-Dehaene, abogada en representación de todos los jurisconsultos de los acusados, citada por The Guardian.
De los más de 70 hombres involucrados, de los que 51 están detenidos y 32 están en libertad, algunos han declarado en el juicio que no se sienten violadores, pues creían, por ejemplo, que Gisèle Pélicot fingía estar dormida; esto, sumado a que su marido organizaba y presenciaba los encuentros.
Sin embargo, por si fuera poco, el esposo de Pélicot tenía el material audiovisual de las violaciones en una carpeta llamada “abusos”. Además el acusado buscaba a los abusadores por medio de foros de internet con la frase: “Tú eres como yo. Te gusta el modo violación”.
“Muchas veces estos casos se comunican con expresiones como ‘Es un monstruo y los otros sus cómplices’, pero ni el acusado es un monstruo, ni los demás sus cómplices. Todos son personas comunes y corrientes porque de categorizarlos como tal les quita responsabilidad “, afirmó Osses.
Desde ese ángulo se explica la decisión de Gisèle, además en su testimonio se corroboró la búsqueda del cambio de bandos de la vergüenza. “Para que otras mujeres, si se despiertan sin memoria, puedan recordar el testimonio. (...) Debemos hacer frente a este desastre”, aseveró.
“Para que otras mujeres, si se despiertan sin memoria, puedan recordar el testimonio. (...) Debemos hacer frente a este desastre”
Gisèle Pélicot
“Not all men”: ¿Una excusa o un hecho?
La etiqueta #NotAllMen se utilizó por primera vez en 2013, cuando la activista y feminista Shafiqah Hudson planteó una sátira: “Yo: ‘Los hombres y los niños son instruidos socialmente para no escucharnos a nosotras. Se les enseña a interrumpirnos cuando nosotras’… Hombre aleatorio: ‘Disculpe. No todos los hombres’”. Sin embargo, muchas personas se sintieron identificadas y se apoderaron del término.
El caso de Pélicot ha generado discusiones sobre el movimiento “Not all men”, que resalta que no todos los hombres son agresores, en contraste con argumentos que señalan que, pese a que no toda la población masculina es violenta, los 51 acusados de este juicio sí son varones. “No todos los hombres, pero siempre un hombre”, es otra crítica frecuente.
Susana Barradas también aseguró que este no es un caso aislado, sino que se relaciona con la forma en que la sociedad sostiene un tipo hegemónico de masculinidad. Esto se refiere, según la Coordinación para la Igualdad de Género en la UNAM, a un modelo de comportamiento masculino del que se origina la desigualdad y que en la cotidianidad se identifica con frases como “los hombres no lloran” o “arriésgate y siempre sé agresivo”.
La reputación del movimiento “Not all men” ya venía siendo cuestionada incluso antes del juicio de Pélicot. Según Barradas y Osses este nació como una respuesta a las luchas feministas y llega a minimizar y deslegitimar las agresiones y violencias contra las mujeres, además de querer contrarrestar la responsabilidad de aquellos que sí cometen los abusos y agresiones.
En todo caso, pese a que el movimiento sea fuertemente cuestionado, no significa que las feministas o personas defensoras de la lucha contra la violencia de género piensen que todos los hombres cometen estos delitos. Pero, como afirmó la doctora en Psicología: “Es necesario que reflexionemos frente al hecho de que todas las mujeres, en algún momento de nuestras vidas, somos propensas a sufrir algún tipo de violencia machista, y que nuestra seguridad en el mundo y en los entornos en los que nos movemos se ve, justamente, afectada por esto”.