Tiempo de las mujeres: ¿sacrificado por ganar más que su pareja?
Un estudio muestra que las mujeres con un salario más alto que el de sus parejas (hombres) dedican todavía más tiempo al trabajo no remunerado.
En Colombia, como en la mayoría de países latinoamericanos, el trabajo no remunerado, que consiste en labores de cuidado y tareas domésticas, ha tenido una etiqueta de género que se les asigna a las mujeres. El tiempo que le dedican a este trabajo llega a ser el doble que el invertido por los hombres, lo que limita su acceso al trabajo con una remuneración justa y su ascenso laboral, pero ¿qué pasa cuando las mujeres logran tener un salario fijo, e incluso mayor que el de sus parejas hombre?, ¿se redistribuyen las cargas del hogar?
La respuesta es desalentadora según la investigación “Ingreso relativo, identidad de género y brecha en el trabajo doméstico no remunerado: Evidencia para Colombia”, realizada como tesis de maestría de la economista Angela Salazar Díaz y publicada como Borrador de Economía por el Banco de la República, donde se evidencia que las cargas del hogar y los sesgos asociados al género aumentan si la mujer percibe más ingresos que su compañero.
Entre 2020 y 2021 las mujeres ocuparon 7:46 horas cada día realizando trabajo no remunerado, es decir, cocinando, lavando, aseando la casa, cuidando a los niños, niñas y adultos mayores. Su carga aumentó durante la pandemia pues según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) del DANE en el período 2016-2017 gastaban 6:55 horas; caso contrario al de los hombres que pasaron de gastar 3:24 horas en 2017 a 3:06 horas en el 2021, pero esa brecha puede aumentar todavía más.
Si bien el recargo del trabajo no remunerado sobre las mujeres desemboca en mayor informalidad para ellas, la necesidad de buscar un trabajo cerca a la casa o que le permita estar en ella, dificultad para acceder a la protección social, a oportunidades de desarrollo académico y laboral e incluso reduce en dos horas su participación en trabajo remunerado según ONU Mujeres, en algunos casos las mujeres logran avanzar profesionalmente y posicionarse en trabajos con mayor remuneración que los hombres. Sin embargo, Salazar aclara que esa situación no es muestra de equidad:
“La disminución del tiempo dedicado a las tareas no remuneradas por parte de las mujeres que invierten más en su carrera profesional no se explica por un aumento en la participación de los hombres, sino por la presencia de ayuda de terceros o de contratación externa que asumen parte de este trabajo”.
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Aunque a primera vista el panorama de que en los hogares conformados por hombre y mujer ambos trabajen y aporten económicamente al sustento de la familia suena equitativo, la investigación de Salazar evidenció que la carga del trabajo doméstico y de cuidado aumenta hasta en una hora más para las mujeres sacrificando parte de su tiempo libre, mientras que no varía la baja participación de los hombres.
De acuerdo con el economista estadounidense Gary Stanley Becker, citado por Salazar, “la distribución de las tareas del hogar responde a consideraciones de eficiencia y de costo de oportunidad (…) En este sentido, la pareja que tenga la menor inversión en capital humano y por ende menor productividad tenderá a especializarse en el trabajo doméstico, mientras que su pareja asumirá la carga del mercado laboral”.
Pero el estudio del caso colombiano anota los cambios a esta teoría teniendo en cuenta el contexto del país y los sesgos de género que interfieren en el comportamiento tanto de los hombres como de las mujeres. Parte del recargo adicional en el trabajo no remunerado se explica como un esfuerzo de la mujer para “aliviar la desviación de roles de género cuando ganan más dinero que su pareja” pues se mantienen etiquetas hacia el hombre como proveedor del hogar, sostén económico protector.
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Por ejemplo, frente a la afirmación “si una mujer gana más dinero que su esposo, es casi seguro que cause problemas” el 43 % de los colombianos encuestados estuvo de acuerdo según la Encuesta Mundial de Valores (2017- 2020), citada en el estudio, dejando en evidencia los sesgos de género que impiden la valoración de las mujeres como iguales frente a los hombres. Una percepción que permanece en países de Latinoamérica como Chile y Brasil, donde el 36 % apoyo la afirmación, y México con el 56,3 %.
La investigación también muestra que los casos donde las mujeres reciben ingresos mayores que su pareja hombre son menos frecuentes en parejas con menor formación académica y con percepciones más tradicionales. Esta reacción negativa frente a los logros económicos de las mujeres, de acuerdo con Salazar, se explica como “el cumplimiento de roles de género dentro de la sociedad”.
Pero la permanencia de esos estereotipos de género no se limita a recargar el trabajo no remunerado a las mujeres, sino que las exponer a diversos tipos de violencia. Los sociólogos Ross Macmillan y Rosemary Gartner explican que la situación en la que las mujeres reciben más ingresos que sus parejas puede incrementar la violencia doméstica contra ellas acudiendo, de nuevo, a los roles de género, como una forma de los hombres para ejercer control o mostrar autoridad frente a su pareja.
En Colombia, como en la mayoría de países latinoamericanos, el trabajo no remunerado, que consiste en labores de cuidado y tareas domésticas, ha tenido una etiqueta de género que se les asigna a las mujeres. El tiempo que le dedican a este trabajo llega a ser el doble que el invertido por los hombres, lo que limita su acceso al trabajo con una remuneración justa y su ascenso laboral, pero ¿qué pasa cuando las mujeres logran tener un salario fijo, e incluso mayor que el de sus parejas hombre?, ¿se redistribuyen las cargas del hogar?
La respuesta es desalentadora según la investigación “Ingreso relativo, identidad de género y brecha en el trabajo doméstico no remunerado: Evidencia para Colombia”, realizada como tesis de maestría de la economista Angela Salazar Díaz y publicada como Borrador de Economía por el Banco de la República, donde se evidencia que las cargas del hogar y los sesgos asociados al género aumentan si la mujer percibe más ingresos que su compañero.
Entre 2020 y 2021 las mujeres ocuparon 7:46 horas cada día realizando trabajo no remunerado, es decir, cocinando, lavando, aseando la casa, cuidando a los niños, niñas y adultos mayores. Su carga aumentó durante la pandemia pues según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) del DANE en el período 2016-2017 gastaban 6:55 horas; caso contrario al de los hombres que pasaron de gastar 3:24 horas en 2017 a 3:06 horas en el 2021, pero esa brecha puede aumentar todavía más.
Si bien el recargo del trabajo no remunerado sobre las mujeres desemboca en mayor informalidad para ellas, la necesidad de buscar un trabajo cerca a la casa o que le permita estar en ella, dificultad para acceder a la protección social, a oportunidades de desarrollo académico y laboral e incluso reduce en dos horas su participación en trabajo remunerado según ONU Mujeres, en algunos casos las mujeres logran avanzar profesionalmente y posicionarse en trabajos con mayor remuneración que los hombres. Sin embargo, Salazar aclara que esa situación no es muestra de equidad:
“La disminución del tiempo dedicado a las tareas no remuneradas por parte de las mujeres que invierten más en su carrera profesional no se explica por un aumento en la participación de los hombres, sino por la presencia de ayuda de terceros o de contratación externa que asumen parte de este trabajo”.
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Aunque a primera vista el panorama de que en los hogares conformados por hombre y mujer ambos trabajen y aporten económicamente al sustento de la familia suena equitativo, la investigación de Salazar evidenció que la carga del trabajo doméstico y de cuidado aumenta hasta en una hora más para las mujeres sacrificando parte de su tiempo libre, mientras que no varía la baja participación de los hombres.
De acuerdo con el economista estadounidense Gary Stanley Becker, citado por Salazar, “la distribución de las tareas del hogar responde a consideraciones de eficiencia y de costo de oportunidad (…) En este sentido, la pareja que tenga la menor inversión en capital humano y por ende menor productividad tenderá a especializarse en el trabajo doméstico, mientras que su pareja asumirá la carga del mercado laboral”.
Pero el estudio del caso colombiano anota los cambios a esta teoría teniendo en cuenta el contexto del país y los sesgos de género que interfieren en el comportamiento tanto de los hombres como de las mujeres. Parte del recargo adicional en el trabajo no remunerado se explica como un esfuerzo de la mujer para “aliviar la desviación de roles de género cuando ganan más dinero que su pareja” pues se mantienen etiquetas hacia el hombre como proveedor del hogar, sostén económico protector.
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Por ejemplo, frente a la afirmación “si una mujer gana más dinero que su esposo, es casi seguro que cause problemas” el 43 % de los colombianos encuestados estuvo de acuerdo según la Encuesta Mundial de Valores (2017- 2020), citada en el estudio, dejando en evidencia los sesgos de género que impiden la valoración de las mujeres como iguales frente a los hombres. Una percepción que permanece en países de Latinoamérica como Chile y Brasil, donde el 36 % apoyo la afirmación, y México con el 56,3 %.
La investigación también muestra que los casos donde las mujeres reciben ingresos mayores que su pareja hombre son menos frecuentes en parejas con menor formación académica y con percepciones más tradicionales. Esta reacción negativa frente a los logros económicos de las mujeres, de acuerdo con Salazar, se explica como “el cumplimiento de roles de género dentro de la sociedad”.
Pero la permanencia de esos estereotipos de género no se limita a recargar el trabajo no remunerado a las mujeres, sino que las exponer a diversos tipos de violencia. Los sociólogos Ross Macmillan y Rosemary Gartner explican que la situación en la que las mujeres reciben más ingresos que sus parejas puede incrementar la violencia doméstica contra ellas acudiendo, de nuevo, a los roles de género, como una forma de los hombres para ejercer control o mostrar autoridad frente a su pareja.