La Guardia costera de Libia, el controversial grupo antimigrantes del Mediterráneo
Financiados por gobiernos europeos, esta guardia se encarga de interceptar migrantes en el mar Mediterráneo y de devolverlos hacia Libia con el objetivo de evitar su llegada a territorio europeo. En medio de su labor han sido objetos de denuncias por su hostilidad en el trato a los migrantes y presuntas violaciones de derechos humanos.
Hugo Santiago Caro
Lo último que quieren los migrantes que cruzan el Mediterráneo esperando llegar a Italia es encontrarse de frente con los barcos del gobierno de Libia. Lejos de brindarles asistencia, estos están entrenados para emboscarlos y llevarlos de regreso al país costero en África, donde son recluidos corriendo el riesgo de que se violen sus derechos humanos.
Este grupo tomó forma en 2017 y, con el apoyo de gobiernos europeos como los de Países Bajos e Italia, recibió financiamiento para comenzar operaciones y ser el cuerpo que impida la llegada de migrantes a Europa de forma irregular. “Hubo una gran acción concertada entre Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que apoya estas iniciativas, porque esta política corresponde a la voluntad de la Unión Europea de externalizar la gestión migratoria. Es decir, de pedir a socios en el exterior cooperación para limitar la migración calificada como clandestina”, explica Aymeric Durez, profesor de la Universidad Javeriana y experto en África, sobre el constante apoyo a este grupo por parte de los gobiernos europeos.
Además de las administracions, entidades como la Organización Internacional para las Migraciones han estado detrás de la capacitación de esta Guardia Costera. En 2016 se anunció un aporte en conjunto con Países Bajos de un millón y medio de euros para “desarrollar las capacidades de la Guardia Costera de Libia, para salvar vidas en el mar y apoyar la repatriación humanitaria de los migrantes vulnerables del país”.
En el mismo comunicado en el que señalaban este incentivo, se registraba que solo en mayo de ese año, el mes del anuncio, hubo 1.086 muertes y más de 3.600 rescates en las costas libias de migrantes que buscaban llegar a Europa. Durez explica que, dada la cercanía geográfica entre Libia e Italia (poco más de 1.000 kilómetros), esta ha sido la ruta predilecta para los migrantes que salen de distintos países africanos y orientales buscando mejores oportunidades en Europa. Por ello, la cooperación entre los diferentes gobiernos libios e italianos data de varios años atrás.
“En 2000 existía una cooperación entre Italia y el gobierno libio de Muamar al Gadafi. Los italianos le pedían que limitara las salidas de migrantes para tener un control sobre las migraciones. Sin embargo, después de 2011, con la caída de Gadafi y una intervención de la OTAN, Libia vivió una gran inestabilidad, con la división del país en diversas milicias y dos gobiernos”, afirma Durez.
Esa inestabilidad perdura hasta hoy, pues existen por lo menos dos gobiernos que se disputan el control del país costero: uno desde la capital, Trípoli, y otro en Tobruk. En cuanto a reconocimiento internacional, Naciones Unidas se ha decantado por promover un diálogo y una unificación entre ambas facciones, algo que hasta ahora no ha dado resultado. Por esto, señala Durez, ha sido imposible para los europeos restablecer esta comunicación, considerando que ninguno de los dos gobiernos cuenta con un control total de las fronteras ni puertos. Mientras tanto, Libia sigue siendo uno de los puntos de salida de miles de migrantes, y el grupo que se supone fue entrenado para salvarles la vida constantemente recibe denuncias por parte de organizaciones humanitarias por los tratos que les dan a quienes migran.
En septiembre último, la organización Sea-Watch Italy denunció con videos cómo una de las embarcaciones pertenecientes a este grupo embistió a otra que transportaba a migrantes, causando el naufragio de por lo menos 50 personas. “Intento de asesinato por parte de la llamada Guardia Costera Libia. Mientras discutimos qué banderas enarbolan los barcos de rescate, esta mañana una patrullera libia embistió un bote de goma poniendo en riesgo la vida de aproximadamente 50 personas en el Mediterráneo”, denunció entonces la organización. En el video que difundieron se ve claramente cómo ambos barcos colisionan y el más frágil, el que llevaba a los migrantes, se hunde, dejándolos a la deriva.
“Ellos están financiados para realizar ese trabajo. Entonces, cuando nos detienen, no es que los migrantes puedan seguir, porque obviamente una embarcación en dificultad no tendría ningún sentido que continuara su curso cuando un incidente o accidente podría causar muertes en cualquier momento. Lo que ellos quieren es interceptarlos, recogerlos en el mar y devolverlos a tierra. Sabemos muy bien que cuando vuelven se encuentran inmersos en un círculo organizado y sistemático de violencia. Son llevados a centros de detención, a veces oficiales y muchas otras clandestinos, y en cualquiera solo tienen dos maneras de liberarse: pagando extorsiones o escapando”, explica a El Espectador Juan Matías Gil, capitán del barco Geo Barents de Médicos Sin Fronteras (MSF).
En esta embarcación, la organización se dedica también a interceptar a migrantes, pero buscan todo lo contrario del cuerpo libio. Les prestan atención médica y psicológica para transportarlos a los puntos seguros en territorio europeo. A pesar de que son una organización médica y humanitaria, y suelen no involucrarse en temas políticos, en marzo MSF lanzó un llamado a la comunidad internacional para frenar el financiamiento a la Guardia Costera Libia, pues consideraron que es un incentivo para los retornos forzados hacia este país. “Nuestro equipo fue testigo de una devolución en caliente por parte de la Guardia Costera Libia. Ocurrió en aguas internacionales, claramente fuera del área de responsabilidad de los guardacostas libios, en la región maltesa de búsqueda y rescate (SAR). A pesar de que comunicamos que nuestros equipos estaban preparados para prestar asistencia y llevar a las personas a un lugar seguro, las autoridades maltesas y Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) se coordinaron con una patrullera de la Guardia Costera Libia -donada por Italia- para interceptar y devolver por la fuerza a más de 100 personas”, desarrolló el comunicado de MSF.
El capitán Gil explica que es difícil la comunicación con los agentes libios cuando la logran, pues suelen ignorar sus llamados o ser hostiles en los intentos de coordinación para eventuales rescates: “Cuando les envías correos, o llamas a los números oficiales publicados en el sitio de la Organización Marítima Internacional, no responden. Después, cuando nos encontramos con el centro de coordinación marítima, que siempre está en tierra, y logramos comunicarnos vía radio en el mar con sus barcos de rescate, o no te responden, o si lo hacen es en su lengua, el árabe. Entonces es imposible tener una conversación con ellos, y mucho menos seguir instrucciones, porque obviamente no tienen el manejo mínimo de una lengua internacional como el inglés”.
Sin embargo, los encuentros son inevitables y, al igual que la comunicación, terminan siendo experiencias hostiles tanto para el personal humanitario como para los migrantes. Gil denuncia que atraviesan sus barcos entre las embarcaciones improvisadas que llevan a los migrantes y los barcos de rescate, o tratan de impedir que los suban a estos últimos, llegando a amenazar con transportarlos a todos hacia Libia. “Terminan siendo detenciones conflictivas y amenazas con un lenguaje corporal muy agresivo, o interrumpiendo nuestras operaciones de rescate. (...) Nos dicen que con nuestras lanchas nos quedemos quietos, sin proceder con las operaciones en curso. Obviamente esta es una contradicción de la ley marítima internacional, y de todos los convenios que han firmado, como los de derechos humanos y de refugiados”, asegura.
Así es la interacción cuando se trata de rescates en alta mar, en donde las organizaciones humanitarias están para rescatar y brindar asistencia a los migrantes. No obstante, los encuentros se dan también a mar abierto y muchas veces sin que lleguen los cuerpos de rescate, pues de nuevo, en complicidad con otras autoridades del área, llegan primero con el objetivo de retornarlos.
Desde el momento en que esto pasa, coinciden Durez y Gil, la situación humanitaria a la que se enfrentan los migrantes puede llegar a ser “catastrófica”. Las detenciones pueden durar meses y las situaciones que, cuenta Gil, denuncian los migrantes son traumáticas. Afirma que la gran mayoría de personas que rescatan ya han intentado cruzar este mar y han sido interceptadas y devueltas. “Una vez que saben que no van a sufrir más ese destino, se destapan y nos cuentan todos los abusos que encuentran en ese país. Estamos hablando de secuestros, explotación laboral, llamadas extorsivas a sus familiares en medio de golpizas y torturas para que les envíen dinero y puedan ser liberados, pero también violaciones, embarazos no deseados y tortura psicológica”, describe.
Gil afirma que, según el personal psicológico con el que atienden a los migrantes, a algunos puede llevarles toda la vida recuperarse de estas experiancias. Para el profesor Durez, a pesar de las múltiples denuncias de violaciones de derechos humanos a los migrantes, es difícil que se frene esta financiación, pues pese a que la Unión Europea dice respetar los estándares internacionales, el manejo con los libios obedece a una posición del bloque europeo.
“La política de la Unión Europea es esta, aunque por supuesto es difícil de asumir, ya que siempre se presenta como una organización que respeta el derecho internacional y que busca defender ciertos valores, etc. Entonces, incluso dentro del bloque hay debates y críticas, en particular dentro del Parlamento Europeo, frente a esta política. Aunque los gobiernos están todos conformes con este objetivo de externalización del tema migratorio y la limitación de la llegada de los migrantes. No hay tanta divergencia sobre este punto entre Meloni y los otros gobiernos; todos están en la misma línea por razones de política interna, porque el tema migratorio es un asunto sensible para la política interior”, complementa.
También explica que el trabajo de este grupo ha hecho que la dificultad en la ruta de Libia a Italia se convierta un riesgo que los migrantes prefieran evitar, por lo que ha aumentado el flujo migratorio desde Túnez, Marruecos o Egipto. Allí se ha implementado cooperación con los gobiernos europeos. Muchos de estos son conservadores y, para Durez, la lógica es que permitir el ingreso masivo de migrantes puede beneficiar a ciertas corrientes políticas contrarias a sus propios gobiernos.
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Lo último que quieren los migrantes que cruzan el Mediterráneo esperando llegar a Italia es encontrarse de frente con los barcos del gobierno de Libia. Lejos de brindarles asistencia, estos están entrenados para emboscarlos y llevarlos de regreso al país costero en África, donde son recluidos corriendo el riesgo de que se violen sus derechos humanos.
Este grupo tomó forma en 2017 y, con el apoyo de gobiernos europeos como los de Países Bajos e Italia, recibió financiamiento para comenzar operaciones y ser el cuerpo que impida la llegada de migrantes a Europa de forma irregular. “Hubo una gran acción concertada entre Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que apoya estas iniciativas, porque esta política corresponde a la voluntad de la Unión Europea de externalizar la gestión migratoria. Es decir, de pedir a socios en el exterior cooperación para limitar la migración calificada como clandestina”, explica Aymeric Durez, profesor de la Universidad Javeriana y experto en África, sobre el constante apoyo a este grupo por parte de los gobiernos europeos.
Además de las administracions, entidades como la Organización Internacional para las Migraciones han estado detrás de la capacitación de esta Guardia Costera. En 2016 se anunció un aporte en conjunto con Países Bajos de un millón y medio de euros para “desarrollar las capacidades de la Guardia Costera de Libia, para salvar vidas en el mar y apoyar la repatriación humanitaria de los migrantes vulnerables del país”.
En el mismo comunicado en el que señalaban este incentivo, se registraba que solo en mayo de ese año, el mes del anuncio, hubo 1.086 muertes y más de 3.600 rescates en las costas libias de migrantes que buscaban llegar a Europa. Durez explica que, dada la cercanía geográfica entre Libia e Italia (poco más de 1.000 kilómetros), esta ha sido la ruta predilecta para los migrantes que salen de distintos países africanos y orientales buscando mejores oportunidades en Europa. Por ello, la cooperación entre los diferentes gobiernos libios e italianos data de varios años atrás.
“En 2000 existía una cooperación entre Italia y el gobierno libio de Muamar al Gadafi. Los italianos le pedían que limitara las salidas de migrantes para tener un control sobre las migraciones. Sin embargo, después de 2011, con la caída de Gadafi y una intervención de la OTAN, Libia vivió una gran inestabilidad, con la división del país en diversas milicias y dos gobiernos”, afirma Durez.
Esa inestabilidad perdura hasta hoy, pues existen por lo menos dos gobiernos que se disputan el control del país costero: uno desde la capital, Trípoli, y otro en Tobruk. En cuanto a reconocimiento internacional, Naciones Unidas se ha decantado por promover un diálogo y una unificación entre ambas facciones, algo que hasta ahora no ha dado resultado. Por esto, señala Durez, ha sido imposible para los europeos restablecer esta comunicación, considerando que ninguno de los dos gobiernos cuenta con un control total de las fronteras ni puertos. Mientras tanto, Libia sigue siendo uno de los puntos de salida de miles de migrantes, y el grupo que se supone fue entrenado para salvarles la vida constantemente recibe denuncias por parte de organizaciones humanitarias por los tratos que les dan a quienes migran.
En septiembre último, la organización Sea-Watch Italy denunció con videos cómo una de las embarcaciones pertenecientes a este grupo embistió a otra que transportaba a migrantes, causando el naufragio de por lo menos 50 personas. “Intento de asesinato por parte de la llamada Guardia Costera Libia. Mientras discutimos qué banderas enarbolan los barcos de rescate, esta mañana una patrullera libia embistió un bote de goma poniendo en riesgo la vida de aproximadamente 50 personas en el Mediterráneo”, denunció entonces la organización. En el video que difundieron se ve claramente cómo ambos barcos colisionan y el más frágil, el que llevaba a los migrantes, se hunde, dejándolos a la deriva.
“Ellos están financiados para realizar ese trabajo. Entonces, cuando nos detienen, no es que los migrantes puedan seguir, porque obviamente una embarcación en dificultad no tendría ningún sentido que continuara su curso cuando un incidente o accidente podría causar muertes en cualquier momento. Lo que ellos quieren es interceptarlos, recogerlos en el mar y devolverlos a tierra. Sabemos muy bien que cuando vuelven se encuentran inmersos en un círculo organizado y sistemático de violencia. Son llevados a centros de detención, a veces oficiales y muchas otras clandestinos, y en cualquiera solo tienen dos maneras de liberarse: pagando extorsiones o escapando”, explica a El Espectador Juan Matías Gil, capitán del barco Geo Barents de Médicos Sin Fronteras (MSF).
En esta embarcación, la organización se dedica también a interceptar a migrantes, pero buscan todo lo contrario del cuerpo libio. Les prestan atención médica y psicológica para transportarlos a los puntos seguros en territorio europeo. A pesar de que son una organización médica y humanitaria, y suelen no involucrarse en temas políticos, en marzo MSF lanzó un llamado a la comunidad internacional para frenar el financiamiento a la Guardia Costera Libia, pues consideraron que es un incentivo para los retornos forzados hacia este país. “Nuestro equipo fue testigo de una devolución en caliente por parte de la Guardia Costera Libia. Ocurrió en aguas internacionales, claramente fuera del área de responsabilidad de los guardacostas libios, en la región maltesa de búsqueda y rescate (SAR). A pesar de que comunicamos que nuestros equipos estaban preparados para prestar asistencia y llevar a las personas a un lugar seguro, las autoridades maltesas y Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) se coordinaron con una patrullera de la Guardia Costera Libia -donada por Italia- para interceptar y devolver por la fuerza a más de 100 personas”, desarrolló el comunicado de MSF.
El capitán Gil explica que es difícil la comunicación con los agentes libios cuando la logran, pues suelen ignorar sus llamados o ser hostiles en los intentos de coordinación para eventuales rescates: “Cuando les envías correos, o llamas a los números oficiales publicados en el sitio de la Organización Marítima Internacional, no responden. Después, cuando nos encontramos con el centro de coordinación marítima, que siempre está en tierra, y logramos comunicarnos vía radio en el mar con sus barcos de rescate, o no te responden, o si lo hacen es en su lengua, el árabe. Entonces es imposible tener una conversación con ellos, y mucho menos seguir instrucciones, porque obviamente no tienen el manejo mínimo de una lengua internacional como el inglés”.
Sin embargo, los encuentros son inevitables y, al igual que la comunicación, terminan siendo experiencias hostiles tanto para el personal humanitario como para los migrantes. Gil denuncia que atraviesan sus barcos entre las embarcaciones improvisadas que llevan a los migrantes y los barcos de rescate, o tratan de impedir que los suban a estos últimos, llegando a amenazar con transportarlos a todos hacia Libia. “Terminan siendo detenciones conflictivas y amenazas con un lenguaje corporal muy agresivo, o interrumpiendo nuestras operaciones de rescate. (...) Nos dicen que con nuestras lanchas nos quedemos quietos, sin proceder con las operaciones en curso. Obviamente esta es una contradicción de la ley marítima internacional, y de todos los convenios que han firmado, como los de derechos humanos y de refugiados”, asegura.
Así es la interacción cuando se trata de rescates en alta mar, en donde las organizaciones humanitarias están para rescatar y brindar asistencia a los migrantes. No obstante, los encuentros se dan también a mar abierto y muchas veces sin que lleguen los cuerpos de rescate, pues de nuevo, en complicidad con otras autoridades del área, llegan primero con el objetivo de retornarlos.
Desde el momento en que esto pasa, coinciden Durez y Gil, la situación humanitaria a la que se enfrentan los migrantes puede llegar a ser “catastrófica”. Las detenciones pueden durar meses y las situaciones que, cuenta Gil, denuncian los migrantes son traumáticas. Afirma que la gran mayoría de personas que rescatan ya han intentado cruzar este mar y han sido interceptadas y devueltas. “Una vez que saben que no van a sufrir más ese destino, se destapan y nos cuentan todos los abusos que encuentran en ese país. Estamos hablando de secuestros, explotación laboral, llamadas extorsivas a sus familiares en medio de golpizas y torturas para que les envíen dinero y puedan ser liberados, pero también violaciones, embarazos no deseados y tortura psicológica”, describe.
Gil afirma que, según el personal psicológico con el que atienden a los migrantes, a algunos puede llevarles toda la vida recuperarse de estas experiancias. Para el profesor Durez, a pesar de las múltiples denuncias de violaciones de derechos humanos a los migrantes, es difícil que se frene esta financiación, pues pese a que la Unión Europea dice respetar los estándares internacionales, el manejo con los libios obedece a una posición del bloque europeo.
“La política de la Unión Europea es esta, aunque por supuesto es difícil de asumir, ya que siempre se presenta como una organización que respeta el derecho internacional y que busca defender ciertos valores, etc. Entonces, incluso dentro del bloque hay debates y críticas, en particular dentro del Parlamento Europeo, frente a esta política. Aunque los gobiernos están todos conformes con este objetivo de externalización del tema migratorio y la limitación de la llegada de los migrantes. No hay tanta divergencia sobre este punto entre Meloni y los otros gobiernos; todos están en la misma línea por razones de política interna, porque el tema migratorio es un asunto sensible para la política interior”, complementa.
También explica que el trabajo de este grupo ha hecho que la dificultad en la ruta de Libia a Italia se convierta un riesgo que los migrantes prefieran evitar, por lo que ha aumentado el flujo migratorio desde Túnez, Marruecos o Egipto. Allí se ha implementado cooperación con los gobiernos europeos. Muchos de estos son conservadores y, para Durez, la lógica es que permitir el ingreso masivo de migrantes puede beneficiar a ciertas corrientes políticas contrarias a sus propios gobiernos.
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