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Pasó en Río de Janeiro 2016, Londres 2012, Beijing 2008 y Atenas 2004… y la cuenta puede seguir hasta Seúl 1988. En la era moderna, la organización de los Juegos Olímpicos, así como la de otros eventos deportivos de gran relevancia, ha sido sinónimo de desalojos forzosos de comunidades pobres y, en particular, de migrantes. París 2024 no fue la excepción.
Desde mediados de 2023, medio centenar de organizaciones sociales, como Médicos del Mundo, vienen denunciando una “limpieza social” en la capital francesa de cara a los Juegos Olímpicos como la que se ha visto en anteriores ediciones. En Atenas, por ejemplo, la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT) documentó cientos de violaciones al derecho a la vivienda en la comunidad gitana en la ciudad, así como un patrón de amenazas para forzar el desalojo de comunidades romaníes.
Un reporte del Centro sobre Derechos de Vivienda y Desalojos (COHRE), un grupo de derechos humanos, denunció que el Gobierno chino habría forzado el desalojo de hasta 1,25 millones de residentes en Pekín para la preparación de los juegos. Lo mismo ocurrió cuatro años después. Pero no solo son los desalojos durante la preparación: es el “legado olímpico” que queda después del evento.
Un repaso a lo ocurrido en Londres en 2012 lo explica. En 2007, para la preparación de los juegos de 2012, la Alcaldía de Londres forzó el desalojo de miles de personas de la urbanización de Clays Lane, barrio pobre que albergaba a personas vulnerables y migrantes, para construir allí la Villa Olímpica, con la promesa de que las viviendas construidas allí serían asequibles para todos al terminar las Olimpiadas, pero lo que vino después fue todo lo contrario.
“A medida que surgieron edificios de apartamentos de lujo y la zona ha logrado su objetivo de convertirse en un vecindario muy demandado, las viviendas destinadas a personas con bajos ingresos quedaron fuera de su alcance”, asegura Paul Watt, profesor del Birkbeck College, Universidad de Londres, a Reuters.
Los Juegos Olímpicos tienen una enorme historia en el proceso de gentrificación y desarrollo inmobiliario que fuerza el desplazamiento de los pobres en las ciudades anfitrionas. El costo puede ser más alto que el beneficio de albergar el evento: expertos dicen que la deuda adquirida por Grecia para los juegos desencadenó su crisis financiera. Brasil, por otro lado, se quedó con varios “elefantes blancos” que había prometido entregar al público, pero que al final tuvo que rematar entre negocios privados.
Con tantos antecedentes, el caso de París es preocupante porque, en medio de ese proceso de preparación, los migrantes han sido la población más vulnerable. Estas denuncias chocan con el interés del Comité Olímpico Internacional (COI) de poner en primera plana el drama de las personas refugiadas —el equipo de refugiados será el segundo en desfilar durante la ceremonia de apertura— y de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quien había declarado que sería un evento con alta “responsabilidad social”.
Desde hace un año, cientos de migrantes fueron abordados por la policía francesa en Seine-Saint-Denis, donde se levantó la Villa Olímpica, con la idea de participar de un programa “voluntario” de reubicación. Quienes no accedían por las buenas eran presionados y amenazados, según Médicos del Mundo. Estas personas eran subidas a buses que los llevaban a las afueras de París, en donde se presentaba el mayor problema: en su nuevo asentamiento eran evaluados para ver si cumplían con los requisitos de asilo. “Es una antesala a la deportación”, afirma Emmanuel Pereira, abogado que trabaja cerca de París, en The New York Times.
Además, las reubicaciones, según la organización Utopia 56, solo garantizan alojamiento durante tres semanas, razón por la que muchas personas migrantes se resistían a salir. Los desalojos se presentaron hasta los últimos días previos a los Juegos. La semana pasada, las autoridades sacaron a unas 470 personas de los campamentos a lo largo del Canal de l’Ourcq, por donde pasó la llama olímpica, y en Pont-Marie, donde se realizará la ceremonia de apertura este viernes. En total, unas 13.000 personas, incluidas migrantes, fueron sacadas de París.
“Realmente han llevado a cabo una limpieza social masiva justo antes del comienzo de los Juegos Olímpicos”, comentó Paul Alauzy, de Médicos del Mundo.
Según el Gobierno francés, los desalojos no han tenido nada que ver con los Juegos Olímpicos, sino que responden a una necesidad de reubicar a la gente cuando un campamento de migrantes o personas sin hogar se vuelve muy grande. El Ministerio del Interior ha dicho, además, que esto es parte de una política para repartir a las personas solicitantes de asilo en todo el país y no dejar la carga solo para París. Sin embargo, organizaciones sociales y medios locales han destacado comunicaciones internas del Gobierno en las que se pide específicamente identificar a las personas sin hogar que estaban cerca de las sedes olímpicas para sacarlas de allí.
“Este verano, París y su región podrán presentarse de una manera que las autoridades consideren favorable: una ‘Ciudad Luz’ estéril, con su miseria casi invisible”, señaló un informe publicado por 80 organizaciones sociales. Paradójicamente, pese al desprecio que han demostrado esta y otras políticas del Gobierno contra las personas migrantes, varios atletas con ascendencia de otro país, como Zinedine Zidane, Kylian Mbappé y Teddy Riner, así como el actor Omar Sy, están en la lista corta de candidatos a encender el pebetero olímpico este viernes, uno de los eventos claves de la jornada. Si se da, esta sería una gran fotografía sobre la ambigüedad de Francia frente a la migración.
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