A su nacimiento, la princesa Isabel era la tercera en la línea de sucesión con pocas posibilidades para llegar al trono. Pero acontecimientos inesperados confluyeron a su favor, y a los 25 años ascendió al trono que ocupó más que nadie en la historia de las monarquías inglesas.
La hija mayor del Rey Jorge VI pasó de tener una educación tranquila a tener que prepararse como futura soberana.
En la casa de Londres de sus abuelos maternos, el conde y la condesa de Strathmore, nació la princesa Isabel a las 2:40 a.m. del miércoles 21 de abril de 1926, siendo la primera hija de los entonces Duque y la Duquesa de York, más tarde el Rey Jorge VI y la Reina Isabel, la Reina Madre, que se habían casado tres años antes.
Sigue a la Revista Vea en WhatsAppAl mes, la recién nacida fue bautizada bajo la religión anglicana en la capilla privada del Palacio de Buckingham como Elizabeth Alexandra Mary, nombres que, como es tradición, obedecen a referencias de antepasados célebres. En su caso, llevó el primer nombre de su madre, Elizabeth Angela Marguerite Bowes-Lyon, el segundo de su bisabuela, Alexandra de Dinamarca, reina consorte del rey Eduardo VII, y el tercero por su abuela, María de Teck, reina consorte del rey Jorge V.
Al momento de su nacimiento, la princesa Isabel entró como la tercera en la línea de sucesión al trono, detrás de su tío y de su padre, quienes serían respectivamente los reyes Eduardo VIII y Jorge VI. Esta condición le permitió crecer fuera de la atención del público y de la prensa, en un entorno relativamente tranquilo en la casa de sus padres en Londres, aunque pasaba temporadas largas en las casas de campo de sus abuelos, los monarcas de Inglaterra.
La pequeña Lilibet, como le decían en el seno familiar, recibió la mejor preparación de la época, con maestros que la formaron en estudios en historia constitucional, leyes y literatura. La niña nunca se imaginó que, tras la muerte de su abuelo, el Rey Jorge V, acaecida cuando iba ella a cumplir 10 años, tomaría su lugar en el futuro y que por la sucesión de sucesos inesperados, llegaría al trono mucho antes de lo que cualquiera hubiese previsto.
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ISABEL II, REINA POR AMOR
Nadie vislumbró que su tío Eduardo, siendo un hombre joven y saludable, no tuviera hijos y menos que abdicaría por amor cuando llevaba menos de un año en el poder. Siendo el Rey Eduardo VIII, declaró su intención de casarse con Wallis Simpson, una mujer que estaba en proceso de divorciarse de su segundo marido.
Al igual que su familia, los líderes políticos y representantes de la iglesia de Inglaterra, de la cual el monarca es la cabeza, rechazaron de plano esta posibilidad. Sin este apoyo y empecinado en seguir con sus planes, el monarca decidió apartarse voluntariamente del trono. De haber elegido el deber sobre el amor, el Rey Eduardo VIII hubiera gobernado hasta su muerte, y la princesa Isabel, con toda seguridad, no se habría convertido en la monarca con el reinado más largo en la historia de su nación.
El inesperado ascenso de su padre al trono, cambió su condición. Como hija mayor del Rey Jorge VI, en el espacio de un año la princesa Isabel había pasado de una educación real, comparativamente tranquila, a ser la primera en la línea de sucesión al trono, dignidad que solo le quitaría un hijo varón nacido de sus padres. Es importante señalar que la preferencia existente en la sucesión de los hijos varones sobre las hijas terminó con el Acuerdo de Perth, establecido en el 2011.
ISABEL II Y SUS ORÍGENES REALES
La reina Isabel II era tataranieta de la reina Victoria, además de tener vínculos con la mayoría de las casas reales europeas reinantes y no reinantes. En su genealogía figura que descendía de la Casa de los Estuardo, que reinaron en Escocia, de la también casa real escocesa de Roberto I Bruce, de la Casa de los Tudor y que se remonta hasta la Casa de Wessex, gobernantes de Inglaterra 10 siglos atrás.
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