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Muerte Reina Isabel II: el día que su vida cambió para siempre

En medio de un viaje oficial, la princesa Isabel sufrió la pérdida más grande su vida y tuvo que asumir el rol que marcaría una era.

Por Redacción Vea
08 de septiembre de 2022
En medio de un viaje oficial, la princesa Isabel sufrió la pérdida más grande su vida y tuvo que asumir el rol que marcaría una era.
Fotografía por: gettyimages

Isabel viajó como princesa a Kenia y regresó a Inglaterra convertida en Reina, luego del fallecimiento de su padre. Crónica de los días que cambiaron para siempre la vida de la princesa.

Isabel fue coronada en la abadía de Westminster, el 2 de junio de 1953.

Isabel fue coronada en la abadía de Westminster, el 2 de junio de 1953.

Fotografía por: gettyimages

Con su padre en el poder, la princesa Isabel comenzó a cobrar protagonismo dentro de la vida pública, dejando entrever que, como primera en la línea de sucesión y futura monarca, tenía una cita con su destino y debía prepararse. Y no fue fácil. Con menos de 3 años en el trono, el Rey Jorge VI afrontó la Segunda Guerra Mundial, suceso en el que su hija se mostró muy activa en pro de ayudar al objetivo de la nación, dejando ver su gran talante.

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En 1940, siendo una adolescente, realizó su primera intervención en radio con un mensaje alentador a los niños evacuados de las grandes ciudades a lugares más seguros. Tres años más tarde, con 17 años, hizo su primera aparición pública en solitario, visitando a la Guardia de Granaderos.

Un cambio en la ley, que redujo la edad para aceptar un nombramiento real, le permitió a Isabel, a los 18, ser nombrada Consejera de Estado. En un país inmerso en una guerra, la posibilidad de que el Rey sufriera algún percance era factible, por lo que la princesa podría asumir varias de sus funciones.

Aunque la guerra se inclinaba a favor de su país y de los Aliados, su compromiso tomó una nueva dimensión, cuando en 1945 hizo parte del Servicio Territorial Auxiliar Femenino, recibiendo entrenamiento como conductora y mecánica, hecho que fue bien recibido por sus futuros súbditos.

Con una nación herida a pesar de la victoria, la familia real estuvo a la altura de las circunstancias para mantenerla unida. La princesa Isabel, como miembro activo, estaba presente en los acontecimientos y celebraciones. Y fue en un viaje real a África, en 1947, que coincidió con su cumpleaños número 21, que realizó su recordada transmisión especial a la Commonwealth en la que dijo: “Declaro ante todos vosotros que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.

Un viaje con pronto regreso

Con su salud en franco deterioro por un cáncer de pulmón, finalmente el reinado de Jorge VI concluyó tras 15 años y 57 días en el trono. El Rey, que apenas contaba con 56 años, murió mientras dormía en su habitación en la casa campestre de Sandringham. Días antes, el monarca realizó su última aparición pública, cuando despidió a su hija mayor en el aeropuerto, pues emprendía una gira por la Commonwealth junto a su esposo, el príncipe Felipe.

La pareja real se encontraba en Kenia cuando llegó la triste noticia. Disfrutaba de la naturaleza en un alojamiento en el bosque de Aberdare cuando el asistente de Felipe, quien por radio había confirmado la información que un periodista le había comentado, le informó al príncipe la noticia que el mundo ya conocía. Con mucho tacto, llevó a su esposa al jardín, y mientras lo recorrían, le informó de la muerte de su padre.

Su secretario, Martin Charteris, recuerda una corta conversación que tuvo momentos después: “Estaba sentada erguida, aceptando plenamente su destino. Le pregunté qué nombre tomaría: “El mío, por supuesto””. La noticia provocó que Isabel adelantara su regreso. Con 25 años, la nueva reina, ya era madre del príncipe Carlos y de la princesa Ana, la misma que había conocido en vida a tres reyes, y era desde ese día, la monarca del Reino Unido y los demás países que integran la mancomunidad.

Con la solemnidad que exige el momento y guardando un riguroso luto, la soberana aterrizó el 7 de febrero en Londres, ciudad que parecía más gris por la partida de un Rey que había sido querido y respetado. Al día siguiente, se dirigió al Consejo de Adhesión en el Palacio de St. James, diciendo: “Por la repentina muerte de mi querido padre estoy llamada a asumir los deberes y responsabilidades de la soberanía. Mi corazón está demasiado lleno para decirles hoy algo más que trabajaré siempre, como lo hizo mi padre a lo largo de su reinado, para promover la felicidad y la prosperidad de mis pueblos, extendidos por todo el mundo”.

Así, desapareció la princesa Isabel y surgió la Reina Isabel II, quien, tras 16 meses de luto y preparación, fue coronada en la abadía de Westminster, el 2 de junio de 1953, en una majestuosa ceremonia seguida por millones de personas en el país. Su figura encarnó la grandeza de una histórica y milenaria monarquía que consolidó a la Casa Windsor en el trono de Inglaterra.

Siempre Windsor

En su momento, se especuló con la posibilidad de cambiar el nombre de la Casa Windsor, que fue fundada en 1917 por el rey Jorge V, por el de Casa de Mountbatten, el apellido del duque de Edimburgo. El cambio no se dio, como cuentan los eruditos del tema, por un consejo que el primer ministro Winston Churchill le dio a la reina Isabel II.

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