Si se pudiera escribir la historia de la televisión colombiana a través del testimonio de una persona, seguramente con lo vivido por Vicky Hernández sería más que suficiente. La actriz vallecaucana, quien aclara que tiene 75 años, no 79, como lo menciona Wikipedia, está en la pantalla desde los cinco, cuando protagonizó comerciales en directo y, posteriormente, fue parte de varios seriados infantiles.
Sus interpretaciones en teatro, cine y televisión siempre se llevan los aplausos y en sus declaraciones siempre hay una profundidad única, que solo se encuentra en quienes, sin importar la edad, siguen aprendiendo de todo y de todos, incluso de lo no tan bueno, como ella dice. Vicky vuelve a llamar la atención, como lo ha hecho por años, cada vez que encarna un rol, en esta ocasión el de una madre que muere por suicidio asistido en la película “Al otro lado del jardín”. Sin embargo, esta vez no hubo entrevistas ni declaraciones sobre su trabajo en la producción, pues su delicada condición de salud se lo impidió. Ahora, que se siente mejor, habló en exclusiva con El Espectador desde su casa en Subachoque.
Sigue a la Revista Vea en WhatsApp¿Cuál es la verdad de su salud?, se dice que estuvo bastante delicada y que su vida peligraba.
“Hay exageración. Solamente me abrieron acá (mostrando una parte de su cuello). Un maravilloso neurocirujano, que es el doctor Enrique Osorio Fonseca, entra por aquí y arregla un problemita de acá atrás, de las cervicales. Quita una vértebra completa, organiza los discos, trabaja los discos de la segunda a la sexta, porque ya estaban rayados”, dice en broma, “como eran de vinilo, 33 revoluciones, entonces ya estaban un poco gastados... Le pedí porros, cumbias, le pedí salsa, boleros, rancheras, le pedí la música clásica que a mí me gusta, para ver si bailo bien el tiempo que me quede en este planeta, porque estaba bastante averiada. Es una cirugía delicada, de esas que se llaman invasivas, pero afortunadamente salió muy bien. Él es un extraordinario neurocirujano. De todas maneras, era mucho mejor arriesgarse a hacer la cirugía que esperar un posible futuro de cuadriplejia”.
¿Ese era el diagnóstico?
“Podría llegarse a eso. Ya están bastante comprometidos los pies, las manos y los brazos. Estamos trabajando en fisioterapia para lograr que los músculos recobren un poco de tono y vuelvan a estar en la posición que corresponde. Porque no sabía, me lo explicó muy bien la señora fisioterapeuta, que cuando usted tiene dolor el músculo se contrae y se va acomodando, trata de huir del dolor, entonces se va deformando la posición que debe tener con respecto a los huesos”.
Vicky Hernández padeció de dolores por años
¿Y cuánto tiempo lleva padeciendo ese dolor?
“Este último año estuvo muy acentuado. Pensaría que hay un año con dolor fuerte en los pies y en las manos. Es que he tenido varios episodios distintos. Hago las cosas completas, como se había dañado la lumbar y tengo cuatro cirugías, y tengo un andamio, platino, clavos, tornillos, grapas, ganchos, alambres, esa es una carpintería complicada…”.
La actriz vive en la tranquilidad de una montaña donde construyó su casa a su gusto
Se habla a veces de las enfermedades ligadas a lo emocional. ¿De pronto ha cargado mucho?
“Creo que sí, por una parte, y, por otro lado, me ha dado costalazos. A los 12 años me di una caída en una piscina, caí de coxis y me resbalé, y de ahí surgieron varios problemas con el tiempo. Después hice, por ejemplo, una obra en el teatro Nacional, que dirigió mi querida Fanny Mikey, que se llamaba “La muerte y la doncella”. Alzaba al señor Helios Fernández, que era grande, lo cargaba sobre la espalda, entraba a un escenario inclinado, con tacones... Entonces ese piso inclinado, más unos tacones, más sostener a un hombre de 85 kg, caminar en el escenario, soliviantarlo y dejarlo sobre una silla. Hacer eso durante los ensayos, siete meses de temporada, con seis funciones semanales, de lunes a sábado, dejan huella. Se produce aplastamiento entre las vértebras, y llegó un momento en que se rozaban los discos y se presionaban las terminales nerviosas. He tenido fibromialgias, todas las que quiera. Ahora estamos ya del otro lado con las terapias, estamos del otro lado del jardín”.
Así llegó Vicky Hernández la cinta ‘Al otro lado del jardín’
¿Cómo llegó a la película “Del otro lado del jardín”?
“Como llego a toda cosa nueva que voy a hacer: sin tener ni idea estrictamente qué va a pasar ni cómo va a pasar. Eso es lo que me gusta del cine, entre otras… Es como siempre, el salto al vacío, el caer ahí a ver cómo es la cosa. En general con los personajes, en cualquier cosa, porque igual, aunque esté en teatro, ensaye y ensaye, siempre está cayendo. Sí llegué con susto, porque era un personaje que hablaba poco, que dejaba ver poco de si, que explícitamente comunicaba poco o nada, y era necesario dar tanto al espectador como al actor, y darle al personaje del hijo (Julián Román) toda la solidez de un caso de muerte, que era mejor que se muriera a pesar del amor, a pesar de la fe, a pesar de creer en la vida, como esta señora lo hacía”.
Cuando hizo la película, donde su personaje también sufre fuertes dolores, ¿ya los suyos eran intensos?
“Sí, pero no terribles como los que estaban cuando hubo esta crisis. Ya había domesticado los de la columna lumbar. La película la hicimos hace dos años”.
¿Y cuál es su posición frente a la temática de la película?
“A mí lo que pasa es que me parece que es un tema sumamente importante para tratar en la época en que estamos viviendo, diría que con más urgencia que en otros momentos. Quizá hay una desmembración de la familia, hay una dispersión, hay una atomización y la sociedad no sabe cómo cargar con las personas enfermas o viejas mayores que tienen problemas para valerse por sí mismas o que están en una condición de no retorno a la salud, en una condición irreversible y de degradación física. Entonces el sufrimiento, si se puede evitar, hay que evitarlo, porque ahí no sufre solo el paciente, sufre toda la gente que está alrededor del paciente. Y creo que seguramente antes, en esas familias tan numerosas, pues habría alguien que podía cuidarlo o estarse con él o acompañarlo, hoy en día eso es más difícil. Hoy en día eso es casi imposible”.
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Los hastíos de Vicky Hernández
Está viviendo en el campo, ¿cuándo dejó Bogotá y por qué?
“Al comienzo había encontrado este espacio, esta montaña, para venir, digamos, cada ocho días. Pero construí la casa, y ya cuando la hice dije: ‘No, haberme metido en esto tan grande para venir cada ocho días no se justifica’. Y fui viniendo, viniendo y me fui quedando, hasta que me quedé a finales de 2008. Y ya del todo, como desde 2010, me quedé acá”.
¿Se hastió de la ciudad?
“La ciudad es muy fatigante. Ahora voy a Bogotá y cuando entro, escucho el ruido... allá no lo oía. Estaba inmersa y no oía el ruido. Ahora cuando voy estoy viendo: la contaminación, no hay calles. Un trayecto de 20 minutos se vuelve de tres horas. Ya no saben cómo robarle (a la gente), cómo quitarle, cómo asustarla. Es terrible. Es una ciudad muy dura. Todo lo que uno ve en una cuadra es asustador, miedoso. Eso sí causa impresión y hartazgo. Una ciudad tan violenta, tan dura, tan difícil para hacer las cosas. De la actuación, reitero, no me canso, no me cansaré. Me encanta, me parece deliciosa”.
¿Se hartó del medio?
“No, el hartazgo, hay que aclarar, no es por el trabajo, no es por la actuación, es por los métodos de trabajo, por los modos de producción. Es muy diferente. He sido feliz en muchas cosas. En esta película, “Del otro lado del jardín”, fui absolutamente feliz. No tuve el más mínimo tropiezo. Fue delicioso haber trabajado ahí”.
Con la edad hay aspectos de una persona que menguan, en su caso, ¿cuáles son?
“De las cosas con las que me he calmado, esta me parece interesante. Antes quizá tenía un poco de prisa, de urgencia, de demostrar que quería mi trabajo y lo quería hacer bien. Ya no. Porque a través del tiempo, de lo que he visto, oigo y conozco, me doy cuenta de que lo que sé o lo que ignoro, nadie lo puede asir, nadie me lo puede dar o quitar. Eso está en mí, está en los más de 60 años de experiencia. Está en haber trabajado con los más grandes y con los más torpes, porque ellos también me han enseñado. Uno aprende a aprender de los errores y de la gente tonta y de la gente que hace su trabajo con las patas. Uno aprende siempre. Uno puede aprender si uno quiere. Y he descubierto que a mí no se me ha agotado la idea o la ilusión de aprender. Y eso me encanta… Me he vuelto un poquitico más paciente, pero muy poquito. He sido muy impaciente toda la vida. Mala cosa”.
Sobre su ex esposo el actor Gerardo Calero, padre de Juan Sebastián Calero
Tiene una excelente relación con su exesposo, el actor Gerardo Calero, ¿cómo lo logra?
“¿Si usted quiso una persona, si usted amó a una persona, si esa persona fue para usted un centro de su vida, si con esa persona usted trajo al mundo un hijo, tiene sentido no ser amigos?
Suele ocurrir…
“A veces sí tiene sentido, es verdad. Pero quiero decir, es tan difícil. ¿Es más fácil ser amigo de esa persona que de otra con la que no ha habido esa historia? Con Gerardo no me he preguntado eso. Admiro en él muchas cosas y otras no tanto, lo mismo le debe pasar a él conmigo. Y cuando uno ha tenido muchos puntos en común en el trabajo, en la ideología, en las costumbres, él es vallecaucano, criado por mamá vallecaucana también, y, entonces ya eso hace, inclusive desde la más tierna infancia, que la crianza sea similar, eso también es un punto de encuentro. La gastronomía, la lectura, ese tipo de cosas acercan a la gente”.
Vicky comenta que todas las plantas de su finca en Subachoque, Cundinamarca, las plantó ella misma, que anhela el momento de recuperarse para volver a “matear” en sus campos y jardines. Que la hace feliz ver a Emma Sofía y Jacobo, de 5 y 7 años, sus nietos, hijos del actor Juan Sebastián Calero; que cose y remienda los peluches y disfraces de los niños de su casa, cocina y que no piensa en el retiro, pues desea seguir actuando cuando un proyecto le llame la atención y tenga las garantías que ella considera justa
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