En 1989 los hermanos Lyle y Erik Menéndez asesinaron a sus padres, José y Kitty Menéndez. La noticia ocupó los titulares de los medios y comenzó así un caso, que por años se mantendría en la atención del público. Inicialmente, los hijos del magnate de la música, que era presidente de la disquera RCA, no estuvieron vinculados a la investigación y se pensaba en terceros involucrados, incluso, se mencionó la participación de la mafia.
Sin embargo, la vida lujosa, el gasto excesivo y otras conductas de los hermanos de 21 y 18 años en ese entonces, llamaron la atención de los detectives, esto, sumado a una especie de confesión de Erik a su psicólogo, derivó en la detención de los parricidas. Vieron dos juicios, uno en el que por poco salen victoriosos, porque aseguraron ser víctimas de abuso sexual por años de su padre, y con una madre, que calló y nunca los defendió. Los Menéndez alegaron que temían por sus vidas y por eso mataron a sus papás.
Sigue a la Revista Vea en WhatsAppMás tarde, vino un segundo juicio donde se limitaron los testigos sobre la violación a los hijos del magnate y al final, fueron acusados de doble homicidio. Aunque se pensó en la pena capital, Erik y Lyle esquivaron esta sentencia y fueron condenados a dos cadenas perpetuas, sin posibilidad de libertad condicional, en 1996.
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Los hermanos Lyle y Erik Menéndez fueron separados para evitar una fuga
‘Cuando fueron condenados, los hermanos pidieron ser encarcelados juntos. Pero en aquella época, los encargados de la prisión tenían como norma separar a quienes habían delinquido en alianza, esto, sumado, a un riesgo de fuga que aseguró, un investigador, podía presentarse, llevó a las autoridades a separarlos.
Durante los siguientes 22 años, Lyle y Erik estuvieron lejos, aunque en el mismo estado. Erik se mantuvo en San Diego y su hermano mayor en Los Ángeles.
En la serie de Netflix, Monstruos, la historia de Lyle y Erik Menéndez, todo esto se evidencia: el crimen, los testigos, el juicio y una escena donde en la noche son separados y los hermanos, que se apoyaban y consolaban, pero también discutían, se ven desconcertados por la distancia.
La serie de Ryan Murphy, sin embargo, no incluyó la que para muchos de los que han seguido el caso es el momento más emotivo, conmovedor y por qué no decirlo amoroso que han vivido los hermanos. Es claro que no se tuvo en cuenta ya que esta ocurrió dos décadas después de que fueron sentenciados y hasta allá no llegó la dramaturgia de Ryan.
Se trata de lo vivido en el 2018, que fue registrado por medios estadounidenses, como ABC, y es cuando finalmente los hermanos, hoy de 53 y 56 años, se vuelven a encontrar.
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Por años, Lyle pidió que se le cambiara a una prisión más cercana a su hermano menor, pues solo se hablaban mediante cartas.
Así fue el reencuentro de los hermanos Lyle y Erik Menéndez después de 20 años
Fue el 22 de febrero de 2018, cuando finalmente el hermano mayor, Lyle, fue escuchado. Lo trasladaron de la prisión estatal de Mule Creek, en el norte de California, al centro correccional Richard J. Donovan de San Diego, donde Erik estaba encarcelado desde 2013. Estuvieron en unidades separadas y finalmente, el 4 de abril de ese año, los hermanos vivieron una escena digna de una película de reencuentro.
Según Robert Rand, un periodista que ha estado en contacto con los Menéndez y su familia, reveló que Lyle estaba poco emotivo cuando se dirigía a ver a Erik, pero una vez el guardia abrió la puerta y lo vio, los dos “se abrazaron y empezaron a llorar de inmediato”. Era la primera vez que se veían desde 1996. Ninguno de los dos dijo nada y solo lloraron como niños, el momento fue tan intenso que algunos de quienes presenciaron el momento se conmovieron y celebraron el reencuentro.
Había pasado tanto tiempo desde que se habían visto por última vez y tenían tanto de qué hablar que las autoridades penitenciarias los dejaron compartir en un cuarto a solas. Mientras estuvieron alejados, los dos se habían casado.
Desde entonces, los hermanos se han preocupado por trabajar de la mano en actividades sociales en la cárcel. Aunque no comparten celda, si están en el mismo pabellón, uno que les permite practicar yoga y tomar clases. Como hermanos comparten los períodos de ejercicio físico y leen juntos.