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A 400 km de Bogotá encuentran pistas de un hongo que preocupa al mundo

Un estudio del Instituto Nacional de Salud, publicado en la revista “Journal of Fungim”, reseña el hallazgo del hongo ‘Candida auris’ en una muestra de agua. Desde 2016, este microorganismo inquieta mucho a los médicos y salubristas.

Juan Diego Quiceno
03 de octubre de 2022 - 02:08 a. m.
Imagen del hongo Candida auris.
Imagen del hongo Candida auris.
Foto: Getty Images/iStockphoto - iStock
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Hace unos meses, investigadores del Instituto Nacional de Salud hicieron un hallazgo imprevisto. Estaban en el Laboratorio de Microbiología procesando muestras de agua recolectadas en varias investigaciones. Entre ellas había una mezcla de agua dulce que drena de la tierra y agua de mar salada que había sido colectada a más de 400 kilómetros de Bogotá, en el noroeste de Colombia. Tras algunas pruebas, los científicos encontraron que allí habitaba un patógeno llamado Candida auris. (Lea ¿Impuestos a bebidas azucaradas pierden fuerza en la tributaria?)

C. auris no es un organismo desconocido. “Hace parte de un gran grupo de hongos (género Candida) con capacidad de producir enfermedad en el huésped, ya sea un humano o un animal. Lo que pasa en particular con este patógeno es que no sabemos con certeza muchas cosas, entre ellas, cuál es su origen y su hábitat en el medio ambiente. Lo que nosotros encontramos, en concordancia con estudios internacionales, nos sugiere que el ambiente natural del C. auris pueden ser los cuerpos de agua”, cuenta Patricia Escandón Hernández, coordinadora del Grupo de Microbiología del INS de la Dirección de Investigación en Salud Pública y autora del estudio que reseña el hallazgo, publicado en la revista internacional académica Journal of Fungi. (Lea Algunas precisiones sobre un fallecimiento que ocurrió en una universidad de Bogotá=

No se trata del primer aislamiento de C. auris en el país, ya se han hecho muchos en hospitales y en pacientes infectados, pero sí el único, hasta ahora, que da pistas sobre dónde habita. El cuerpo de agua en el que está se ubica en una zona con poca actividad humana a su alrededor y con presencia de fauna y flora diversas. El hallazgo en ambientes naturales puede ser fundamental para entender la importancia del C. auris.

Un verdadero misterio

La primera vez que los médicos lo encontraron en un paciente fue en Japón en 2009, en el oído de una mujer de 70 años internada en el Hospital Geriátrico Metropolitano de Tokio (auris, de hecho, significa oído en latín). Parecía un caso esporádico de un microorganismo más, de los miles que están presentes no solo en el ambiente, sino incluso en la piel de las personas. La doctora Escandón dice, por ejemplo, que si ahora mismo se tomara una muestra de su piel, se encontraría la presencia de hongos, bacterias y parásitos. Pero pocos de ellos tienen capacidad real de generar algún daño y esto es gracias a una defensa que tenemos los humanos: nuestra temperatura.

La temperatura corporal, esa que le anuncia el termómetro si lo prueba en un día normal, puede oscilar entre los 36 ºC y los 37,5 ºC, dependiendo incluso de la hora del día en que la tome. Esa cifra permanece constante porque los humanos somos seres homeotermos, es decir, regulamos y mantenemos nuestra temperatura incluso si afuera hace frío. Esto es una ventaja evolutiva: el calor corporal evita la infección por virus, bacterias y hongos, que solo sobreviven a ciertos grados. Por eso, el caso de la mujer en Japón era inusual: hasta entonces nunca se había reportado que C. auris tuviera la capacidad de superar esa barrera natural. La situación pronto tomó un matiz diferente. (Lea Un hospital colombiano entre los mejores del mundo en 2022)

Durante 2016, seis años después del caso de la japonesa, hospitales de todo el mundo, pero especialmente de Corea del Sur, Sudáfrica, Kuwait y la India, comenzaron a reportar la identificación de la infección por C. auris en decenas de pacientes internados en sus habitaciones de cuidado intensivo. Poco a poco fue evidente que es un patógeno que los expertos llaman “oportunista”: suele aprovechar los sistemas inmunes débiles, de personas ya enfermas y críticas, para atacar. Por eso es común y representa un riesgo principalmente para quienes están hospitalizados. Alguien sano no está en riesgo debido a esta infección.

Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU., la infección por C. auris es invasiva y puede afectar la sangre, el corazón, el cerebro, los ojos, los huesos y otras partes del cuerpo. Más de uno de cada tres pacientes mueren en EE. UU. durante el mes en el que recibieron el diagnóstico, aunque, dice Escandón, es difícil establecer que esa sea la causa principal de los decesos, pues se trata de pacientes que ya tienen una condición clínicamente grave.

Mientras la Organización Mundial de la Salud prendía las alarmas en 2016 estableciendo alertas en todo el mundo por este hongo, muchas preguntas seguían en el aire. Y la principal era y sigue siendo por qué sucedió. ¿Qué provocó que C. auris pudiera traspasar la temperatura corporal?

“Algunos autores proponen que se debe al cambio climático. Al vivir en un ambiente natural que podría ser el agua, se adaptó a los aumentos de temperatura. Una hipótesis es que fue ese calentamiento lo que impulsó la evolución del hongo: al sobrevivir a mayores temperaturas, pudo superar nuestras barreras de defensa”, explica Escandón. “Por eso es clave tener la certeza de cuál es el hábitat natural del patógeno en el ambiente”. Se cree que cuando C. auris evolucionó, fueron las aves los animales que posibilitaron que se extendiera por el mundo. Los casos se multiplicaron en Europa, en donde el patógeno provocó cierres completos de salas de hospitales.

A fines de junio de 2016, por ejemplo, un artículo publicado en la revista británica especializada BMC informó de “un brote en curso de 50 casos de C. auris” en Royal Brompton, un importante centro médico de atención de corazón y pulmón del Reino Unido. El hospital cerró su UCI durante una semana, pero no informó por qué. Durante los primeros meses de los brotes ese silencio fue también una constante. Matt Richtel, un reconocido reportero del New York Times ganador del Premio Pulitzer, escribió en 2019, respecto a esa dificultad, que nunca se había enfrentado “a un desafío periodístico tan difícil e inesperado”: “Un médico en España me escribió que el hospital no quería mala prensa por parecer un semillero del hongo”, puso como ejemplo.

Las particularidades de ‘C. auris’

Entre 2012 y 2013, mucho antes de que el brote llamara la atención del mundo, una unidad de cuidados intensivos de un centro hospitalario de tercer nivel en Maracaibo, Venezuela, reportó la afectación de 18 pacientes por lo que creyó era otro hongo, el Candida haemulonii. Posteriormente, en 2016, la Organización Panamericana de la Salud reconoció ese brote en Venezuela como el primero de C. auris en las Américas. Ese mismo año, en Colombia, un hospital de la costa norte reportó cinco casos de infección por C. auris, aunque en principio los identificó erróneamente.

“Uno de los problemas particulares de este hongo es que no se identifica fácilmente por los métodos convencionales que puede tener un hospital. Eso hizo que hubiese identificaciones equivocadas”, explica la doctora Escandón. Desde 2016, y en concordancia con el resto del mundo, el INS emitió una alerta nacional sobre la aparición de C. auris, lo que llevó a la implementación de la vigilancia nacional en la que esta infección es de notificación obligatoria. Durante los primeros meses, tres departamentos hacían la notificación; hoy, el 80 % del país la hace. Desde entonces, en Colombia puede haber 1.720 casos positivos en pacientes ubicados en el 62 % del territorio nacional.

Para esa identificación no basta con que se informe de un caso probable de infección. La entidad debe aislarlo y enviar la muestra al INS, en donde en laboratorios más sofisticados se confirma o se descarta. Afortunadamente, dice Escandón, la gran mayoría de casos colombianos responden al tratamiento de antibióticos, una ventaja que no tienen en Europa o incluso en Estados Unidos, donde, después de que fuera evidente que C. auris es un patógeno oportunista y de difícil diagnóstico, los médicos notaron que no respondía a los tratamientos. Los medicamentos que comúnmente se usan para tratar otras infecciones por la familia de hongos Candida, con frecuencia no tienen efecto en C. auris.

Existen tres clases principales de medicinas para tratar estas infecciones: los llamados azoles, los polienos y las equinocandinas. Según los CDC, aproximadamente el 85 % de los aislamientos de C. auris en EE. UU. son resistentes a los primeros y el 33 % a los segundos. Solo el 1 % pueden resistir los terceros, por lo que este tipo de medicamentos se han vuelto fundamentales para tratar la enfermedad.

Durante los primeros meses de 2021, sin embargo, la Red de Laboratorios de Resistencia a los Antibióticos de ese país detectó grupos independientes de casos de C. auris resistentes a los tres medicamentos, especialmente en Texas y el Distrito de Columbia. Ninguno de los grupos de pacientes había estado antes expuesto a esos fármacos, un hecho que le sugiere a los CDC que por primera vez se está dando una transmisión de cepas multirresistentes de C. auris en EE. UU.

Por todas estas particularidades, finaliza Escandón, es clave seguir buscando respuestas a las preguntas abiertas que aún deja este hongo. Tras el hallazgo imprevisto recién publicado en Colombia, el INS se prepara para hacer colectas en diversos cuerpos de agua en diferentes zonas del país. Mientras científicos de todo el mundo intentan despejar las dudas, las entidades de salud siguen obligadas a reportar cualquier aparición del hongo en los hospitales y clínicas de Colombia.

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