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Esta semana llegó al Ministerio de Salud una carta firmada por más de 20 químicos farmacéuticos que trabajan en clínicas y hospitales de Bogotá. También se la enviaron al Invima y a la Secretaría Distrital de Salud, porque hay un asunto que los tiene muy preocupados hace semanas: han notado que escasean varios medicamentos esenciales para atender a sus pacientes. En algunos casos, dicen, ya han agotado todas las alternativas disponibles y por esta razón piden una intervención urgente antes de que el problema se les salga de las manos y “ponga en riesgo la salud de los pacientes”.
“Ha habido muchos inconvenientes a nivel hospitalario y ambulatorio. Es un tema que nos preocupa mucho. Ya hay desabastecimiento, por ejemplo, agua estéril, que es un medicamento básico”, dice Patricia Zuluaga, presidenta de la Asociación Colombiana de Farmacovigilancia, quien no hace parte de la lista de firmantes.
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En la carta que le enviaron al Ministerio de Salud hay una larga lista de medicamentos que se usan con frecuencia en los hospitales: acetaminofén (oral e inyectable), amoxicilina, diclofenaco, diripidona, esomeprazol, losartán, carbonato de calcio y cloruro de potasio. Una de las cosas que más los inquieta es que, como dice Luz Dary Terán, química farmacéutica de un hospital de Bogotá, aunque deben hacer maromas para resolver la escasez, ven que aún no hay reportes oficiales de desabastecimiento (tarea del Invima) ni soportes de “no producción” por parte de los fabricantes (las farmacéuticas).
Por otro lado, han notado que sí se producen medicamentos para el canal comercial (droguerías), pero no llegan medicinas para el llamado canal institucional (del que hacen parte los hospitales y sitios de dispensación de las EPS).
No es la primera vez que llega al Ministerio una carta advirtiendo sobre este problema, en las últimas semanas. Los gestores farmacéuticos agremiados en Fenalco, grupo del que hacen parte Audifarma y Cruz Verde, que se encargan de la logística para dispensar medicinas a la mayoría (85 %) de afiliados del régimen contributivo, también habían enviado una alerta al entonces ministro Fernando Ruiz con una lista de 36 medicamentos que escaseaban en el ámbito intrahospitalario. En ella aseguraban que, tras recoger información de los 1.563 puntos que tienen para atender pacientes, notaron que “el nivel de servicio” que les presta la industria farmacéutica “había bajado al 74 %”.
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En otras palabras, como dice un directivo de una de estas empresas que prefiere no ser citado, “algunos laboratorios no les estaban entregando suficiente inventario para el canal institucional, aunque sí nos llegaban pedidos para el canal comercial”.
Según supo El Espectador, la situación también ha empezado a inquietar al Ministerio de Salud. Aunque, pese a nuestra insistencia, no logramos comunicarnos con la cartera de Carolina Corcho, dos fuentes nos confirmaron que la situación está empezando a preocuparles, pero hay algo que no les cuadra al examinar las razones.
Dicho en palabras de Claudia Vaca, fármaco-epidemióloga y profesora de la U. Nacional, se trata de una situación muy extraña, que ni siquiera se estaba presentando en plena pandemia del covid-19. “Se trata de un fenómeno mucho más complejo. Tiene muchas aristas. Las causas de lo que está sucediendo son múltiples y requieren una aproximación integral y de esfuerzos de diferentes entidades para resolverlo”, dice.
Los equipos del Centro de Pensamiento de Medicamentos, Información y Poder de la U. Nacional (del que Vaca es directora), de Salud Visible y del Observatorio del Medicamento de la Federación Médica (Observamed) sintetizaron esas posibles causas en un documento. Tras recibir las alertas, hicieron reuniones con los actores involucrados (algunas EPS, operadores logísticos y hospitales), para comprender por qué estaban hablando de desabastecimiento. Cuando se menciona el término, se prenden todas las alarmas del sector farmacéutico, pues, en estricto sentido, significa que hay ausencia total de un medicamento en el país.
Sin embargo, como nos reiteró ayer el Invima, encargada de activar una ruta específica cuando esto sucede, hasta el momento no tenían en su radar ninguna medicina que estuviera desabastecida. Para el equipo de la U. Nacional y el Observamed, se trata más bien de una “demanda insatisfecha” generada por diversos factores que varían según el grupo de fármacos.
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“Se consolidó y analizó la información sobre los medicamentos desabastecidos en los últimos meses en diferentes entidades (ACEMI, FENALCO, EPS SURA, UNISALUD, Cruz Verde y las Cooperativas de Hospitales Públicos de Santander, Risaralda, Boyacá, Antioquia y Tolima). Se realizaron reuniones de trabajo para aproximarse al análisis de las causas y de las potenciales soluciones a la situación. Se realizó un análisis cualitativo y uno cuantitativo de las listas de medicamentos desabastecidos compartidas”, se lee en el documento.
En suma, este grupo halló cinco posibles causas de lo que está pasando. La primera obedece a un contexto global: hay insuficiencia de materias primas y problemas en la cadena logística. El ejemplo más claro son los anticonceptivos orales. Las empresas que los venden en Colombia han tenido dificultades hasta para hallar suficientes empaques. Esa es una historia que contamos con más detalle en este artículo.
La segunda causa que identificaron tiene que ver con algo que varios actores notaron: algunas compañías parecen estar priorizando el abastecimiento del canal comercial, pues allí los medicamentos se venden a un valor más alto que el acordado en el canal institucional. Eso desencadena situaciones como la que le sucedió al periodista Ricardo Amórtegui: al solicitar en Cruz Verde la rosuvastatina de 40 mg no se la entregaron porque estaba desabastecida en el canal institucional. Sin embargo, sí la tenían disponible para venta (canal comercial). Suena paradójico, pero lo cierto es que no están autorizados, por norma, para mezclar inventarios.
La tercera razón que encontró el equipo del Observamed y la Unal está relacionada con un viejo problema: el poco interés de la industria farmacéutica por producir algunas medicinas que, para ellos, ya no son rentables (como el bicarbonato de sodio). También, se lee en el documento que publicaron con las conclusiones, es posible que incidan la demora del Invima en algunos trámites claves, como en la expedición de registros sanitarios (el permiso que debe tener un medicamento para estar en el mercado). “Eso sucede hace un buen tiempo y es un secreto a voces del que nadie se atreve a hablar”, dice alguien del Ministerio de Salud que conoce de cerca esos procesos, pero prefiere mantenerse en el anonimato.
El último motivo que ayuda a entender esta escasez de medicinas se relaciona con los cambios que hubo en el sistema de salud, que generaron un aumento súbito de la demanda. Por ejemplo, la liquidación de unas EPS. También, posiblemente, incidió la pandemia y la preferencia de ciertas EPS y gestores farmacéuticos por algunas marcas específicas. Por eso pueden estar faltando medicamentos básicos como el acetaminofén.
A eso se suma un inconveniente más: los laboratorios, que son los que deberían reportar el posible desabastecimiento ante el Invima, no lo hacen por temor a sanciones. “Deberían permitirnos reportar a nosotros también”, sugiere una alta directiva de Cruz Verde. Por lo pronto, la situación aún deja muchas preguntas en el aire.
Nota editorial 20 de agosto (1:15 p.m.): editamos la parte final de este artículo, que cerraba con una pregunta mal formulada.