América Latina, nuevo centro de la pandemia
Alrededor de 920 mil personas han resultado contagiadas por COVID-19 de México a Argentina. De ellas, 50 mil han muerto. Una respuesta gubernamental insuficiente, la situación económica y la falta de inversión en salud pública están pasando factura.
Este miércoles se cumplen 98 días desde que el virus SARS-CoV-2 aterrizó en América Latina. Su llegada fue reportada a finales de febrero, al confirmarse un primer caso en Brasil. Un hombre de 61 años que había llegado de Italia con tos seca, fiebre y dolor de garganta. Una semana después, el 7 de marzo, el turno fue para Argentina. Allí se registró la primera muerte por COVID-19 entre los países latinoamericanos. Desde entonces, alrededor de 920 mil personas han resultado infectadas y al menos 50 mil de ellas han muerto en toda la región. Es por esto que el nuevo epicentro de la pandemia está concentrado en esta porción del continente, desde México hasta el extremo sur, afirman los expertos y coinciden en que aún no llega lo peor.
Así lo advirtió hace dos días Michael Ryan, durante la conferencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El director del Programa de Emergencias Sanitarias sostuvo que “América Central y del Sur, en particular, se han convertido en zonas de transmisión intensas para este virus y no creo que hayamos alcanzado el pico en esa transmisión”. El problema es que cinco de los diez países que concentran el mayor número de casos por coronavirus en el mundo se encuentran en América. Recientemente, “los países que reportaron los mayores aumentos son Brasil, Colombia, Chile, Perú, México, Haití, Argentina y Bolivia”, dijo el funcionario.
Dos causas están detrás de la gravedad del brote latinoamericano. La primera de ellas se debe a una respuesta insuficiente por parte de los gobiernos. No es casual que los presidentes de Brasil y México estén lidiando con un escalamiento de contagios después de subestimar la crisis sanitaria. Jair Bolsonaro, al llamarla “una pequeña gripe”, y Andrés Manuel López Obrador al presumir como defensa una estampita del Corazón de Jesús. Ahora Brasil es el segundo país con mayor número de contagiados a escala global, por debajo de Estados Unidos, y México acaba de superar las 10 mil muertes por COVID-19.
La segunda causa es la situación económica y de salud pública generalizada. Esto lo resume mejor Linnea Sandín, directora asociada del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por su sigla en inglés) en su artículo “COVID-19 expone la desigualdad de América Latina”, publicado a principios de abril. La investigadora cuenta que “de los 20 países con mayor desigualdad económica del mundo, ocho están en América Latina, por lo que es la región más desigual del mundo. Las tres cuartas partes de los latinoamericanos son de ingresos bajos o medios bajos, y solo el 3 % de los latinoamericanos se clasifican como de ingresos altos. El 30 % de la región vive debajo de la línea de pobreza y una de cada cinco personas vive en un barrio pobre. El 60 % de los latinoamericanos están empleados en el sector informal, muchos sin acceso a beneficios o garantías laborales”.
Bajo esas condiciones, cumplir a cabalidad una cuarentena es improbable. Con barrios pobres, densamente poblados, familias que por lo regular son numerosas y residen en lugares muy pequeños, cuyo sustento de vida depende de salir a la calle a rebuscarse lo del día. El resultado es un escalamiento de contagios por coronavirus que amenaza con colapsar los sistemas de salud latinoamericanos, los cuales han sido desestimados por sus gobernantes. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la mayoría de la región invierte menos del 6 % del PIB recomendado en salud pública.
Ese es uno de los dolores de cabeza manifestados por la Organización Mundial de la Salud. Tanto como para asegurar que los latinoamericanos “necesitan nuestro apoyo, necesitan nuestra solidaridad y las complejidades de la estructura de la población, el número de personas que viven en entornos urbanos, los pobres urbanos. Hay tantos factores que impulsan y aumentan la intensidad de la transmisión”, explicó el doctor Ryan, agregando que los países deben trabajar mucho para comprender la magnitud de este virus, especialmente territorios como Haití y otros con sistemas de salud débiles.
Por ahora, ante la presión económica, varios países estudian flexibilizar sus medidas de confinamiento, asunto que deberían “pensar dos veces”, recomendó ayer Carissa Etienne, directora de la OPS. El hecho de que más del 34 % de los nuevos casos de COVID-19 reportados la semana pasada a escala global provengan de Latinoamérica “debería servir como una llamada de atención para redoblar nuestros esfuerzos”.
Este miércoles se cumplen 98 días desde que el virus SARS-CoV-2 aterrizó en América Latina. Su llegada fue reportada a finales de febrero, al confirmarse un primer caso en Brasil. Un hombre de 61 años que había llegado de Italia con tos seca, fiebre y dolor de garganta. Una semana después, el 7 de marzo, el turno fue para Argentina. Allí se registró la primera muerte por COVID-19 entre los países latinoamericanos. Desde entonces, alrededor de 920 mil personas han resultado infectadas y al menos 50 mil de ellas han muerto en toda la región. Es por esto que el nuevo epicentro de la pandemia está concentrado en esta porción del continente, desde México hasta el extremo sur, afirman los expertos y coinciden en que aún no llega lo peor.
Así lo advirtió hace dos días Michael Ryan, durante la conferencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El director del Programa de Emergencias Sanitarias sostuvo que “América Central y del Sur, en particular, se han convertido en zonas de transmisión intensas para este virus y no creo que hayamos alcanzado el pico en esa transmisión”. El problema es que cinco de los diez países que concentran el mayor número de casos por coronavirus en el mundo se encuentran en América. Recientemente, “los países que reportaron los mayores aumentos son Brasil, Colombia, Chile, Perú, México, Haití, Argentina y Bolivia”, dijo el funcionario.
Dos causas están detrás de la gravedad del brote latinoamericano. La primera de ellas se debe a una respuesta insuficiente por parte de los gobiernos. No es casual que los presidentes de Brasil y México estén lidiando con un escalamiento de contagios después de subestimar la crisis sanitaria. Jair Bolsonaro, al llamarla “una pequeña gripe”, y Andrés Manuel López Obrador al presumir como defensa una estampita del Corazón de Jesús. Ahora Brasil es el segundo país con mayor número de contagiados a escala global, por debajo de Estados Unidos, y México acaba de superar las 10 mil muertes por COVID-19.
La segunda causa es la situación económica y de salud pública generalizada. Esto lo resume mejor Linnea Sandín, directora asociada del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por su sigla en inglés) en su artículo “COVID-19 expone la desigualdad de América Latina”, publicado a principios de abril. La investigadora cuenta que “de los 20 países con mayor desigualdad económica del mundo, ocho están en América Latina, por lo que es la región más desigual del mundo. Las tres cuartas partes de los latinoamericanos son de ingresos bajos o medios bajos, y solo el 3 % de los latinoamericanos se clasifican como de ingresos altos. El 30 % de la región vive debajo de la línea de pobreza y una de cada cinco personas vive en un barrio pobre. El 60 % de los latinoamericanos están empleados en el sector informal, muchos sin acceso a beneficios o garantías laborales”.
Bajo esas condiciones, cumplir a cabalidad una cuarentena es improbable. Con barrios pobres, densamente poblados, familias que por lo regular son numerosas y residen en lugares muy pequeños, cuyo sustento de vida depende de salir a la calle a rebuscarse lo del día. El resultado es un escalamiento de contagios por coronavirus que amenaza con colapsar los sistemas de salud latinoamericanos, los cuales han sido desestimados por sus gobernantes. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la mayoría de la región invierte menos del 6 % del PIB recomendado en salud pública.
Ese es uno de los dolores de cabeza manifestados por la Organización Mundial de la Salud. Tanto como para asegurar que los latinoamericanos “necesitan nuestro apoyo, necesitan nuestra solidaridad y las complejidades de la estructura de la población, el número de personas que viven en entornos urbanos, los pobres urbanos. Hay tantos factores que impulsan y aumentan la intensidad de la transmisión”, explicó el doctor Ryan, agregando que los países deben trabajar mucho para comprender la magnitud de este virus, especialmente territorios como Haití y otros con sistemas de salud débiles.
Por ahora, ante la presión económica, varios países estudian flexibilizar sus medidas de confinamiento, asunto que deberían “pensar dos veces”, recomendó ayer Carissa Etienne, directora de la OPS. El hecho de que más del 34 % de los nuevos casos de COVID-19 reportados la semana pasada a escala global provengan de Latinoamérica “debería servir como una llamada de atención para redoblar nuestros esfuerzos”.