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Investigadores del Marymount College de Nueva York publicaron un estudio que intenta establecer cuánta materia fecal de perro lleva el calzado de los neoyorkinos, que luego iría a parar en sus hogares del Upper East Side, un vecindario del distrito de Manhattan.
La investigación fue publicada en la revista Indoor and Built Environment, y concluye que hay un fuerte argumento para dejar los zapatos en la puerta y así no correr el riesgo de propagar bacterias fecales por toda la casa.
Los investigadores dijeron que evitaron tomar muestras científicas de áreas obviamente contaminadas. En cambio, identificaron lugares que parecían limpios, donde encontraron cerca de 31.000 bacterias fecales (Lea también: Expresidente de Cafesalud EPS va a juicio por presunta corrupción en contratos).
Esa densidad de microbios disminuyó en las muestras de superficie tomadas al interior de edificios neoyorkinos. Sin embargo, según el estudio, el indicador fue “más alto en las alfombras que en los pisos que no tenían una”.
“En general, nuestra evidencia indica la ubicuidad de FIB (bacteria indicadora fecal) en las aceras, una vía de translocación a través de las suelas de los zapatos y la acumulación en las superficies de los pisos interiores, particularmente en las áreas alfombradas”, encontró la investigación.
La propiedad de perros en Nueva York se disparó durante la pandemia. Con esto, se ha evidenciado una escasez de paseadores de perros. Es por ello que, según un artículo del New York Times, un paseador de perros puede ganar más de $ 100,000 al año.
Pero con un mayor número de mascotas viene también un aumento inevitable en la producción fecal, y las autoridades de esa ciudad estadounidense han prometido multar por $250 dólares a los dueños que no eliminen los desechos caninos. La ley no se aplica a un perro guía que acompaña a una persona ciega (No se pierda: Tercer paciente con VIH logra la remisión del virus tras trasplante de células madre).
La forma en la que el estudio de llevó a cabo aviva el debate que viven algunos pobladores de Nueva York, en especial entre quienes tienen y no tienen perros. “Había muchos agachados en la acera con pipetas estériles”, dice Alessandra Leri, coautora de la investigación. Para las superficies interiores, los investigadores usaron cinta adhesiva para recolectar muestras y luego dejaron que las bacterias se atiborraran de nutrientes fluorescentes que podrían examinarse en el laboratorio.