Bogotá tiene un banco de vida

Nació hace 20 días como instituto independiente, pero funciona desde hace 20 años como el Hemocentro. Ha salvado decenas de vidas gracias a sus bancos públicos de sangre, tejidos y cordón umbilical. Esta entidad pública es ejemplo en América Latina

Laura Dulce Romero
24 de marzo de 2017 - 03:00 p. m.
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Los colombianos perdimos la fe. O más bien: jamás la hemos tenido. Cuando pagamos un impuesto no pensamos que se invertirá en vías, educación, ciencia o salud. La respuesta es siempre la misma: irá a los bolsillos de los corruptos. En Bogotá esa sensación es mayor, luego de aguantar casos de corrupción como el de la calle 26.

Por eso, cuando te cuentan que la ciudad tiene una entidad llamada Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud (Idcbis), que alberga bancos de tejidos y sangre de cordón umbilical que salvan la vida de decenas de pacientes, esperas a que el cerebro lo asimile y preguntas lo que ya te han dicho: ¿Es de los bogotanos? ¿Que salva vidas de niños con leucemia? ¿Que es uno de los tres bancos públicos de cordón umbilical de Latinoamérica? Interrogantes que te obligan a te aterrizan y te agradecer las benditas excepciones.

Idcbis nació hace 20 días. O, mejor, se independizó de la Secretaría de Salud, porque realmente funciona hace 20 años. Los bogotanos lo conocíamos como el Hemocentro. El doctor Bernardo Camacho, director de este instituto, confiesa que es producto de un anhelo estructurado a largo plazo.

Comenzaron como banco de sangre, pero los nuevos tiempos trajeron novedosas ideas y oportunidades. Los médicos colombianos viajaron y se capacitaron en Europa y Estados Unidos e intercambiaron conocimiento con otros colegas. Esa vez la propuesta era más arriesgada: crear un banco de tejidos. En Colombia nadie sabía cómo hacerlo. Sin embargo, la administración confió y los resultados hasta ahora han sido extraordinarios: desde 2012 conservan glóbulos oculares, huesos, vasos sanguíneos, válvulas cardiacas, piel y membranas amnióticas con los que salvan la vida de pacientes con quemaduras, problemas de corazón, riesgo de cegueras o que han padecido graves accidentes.

En ese proceso fueron pioneros en múltiples ocasiones: “fuimos los primeros en traer una unidad móvil de donación de sangre a este país; hemos sido los únicos que hemos adquirido un radiador de componentes sanguíneos que tiene como misión inhibir ciertas celular para evitar la enfermedad injerto versus huésped; colocamos la inmunohematología automatizada, que no existía hace 20 años; implementamos en el análisis de la sangre las pruebas de biología molecular y creamos el único banco multitejidos público del país”.

Hasta ahora han recolectado 500.000 unidades de sangre, han distribuido un millón de componentes sanguíneos, han procurado unas 550 córneas y han sido el banco proveedor de piel y de membrana para la unidad de quemados del Hospital Simón Bolívar, la más importante de Colombia.

Aunque hasta ese momento sus avances eran sorprendentes, el grupo del doctor Camacho quería más. No por ambición, sino por explorar y explotar su capital humano en beneficio de los bogotanos. La inversión con la que habían construido el Instituto se veía, así que de nuevo el Distrito no contaba con argumentos para negarse. Otro proyecto, con un enfoque sólido en investigación, podría marcar la diferencia. Fue así como crearon el banco de cordón umbilical.

La joya de la corona

En los últimos años, la medicina ha puesto sus esperanzas en las células madres conocidas como progenitores hematopoyéticos. Sus beneficios son asombrosos, porque regeneran componentes de la sangre: leucocitos, glóbulos rojos y plaquetas. “Enfermedades como la leucemia, aplasia medular, linfomas, se puede curar con un trasplante de estas células, que se toman de varias partes, una de ellas el cordón umbilical”.

La explicación es de Ana María Perdomo, directora médica del banco de sangre de cordón umbilical del Idcbis. Una mujer joven, divertida y convencida de que el trabajo que se ha logrado hasta ahora es ejemplo en nuestro continente. “Hoy contamos con más de 1.200 células para hacer trasplantes en niños, en este banco que es público. Tal vez no sepan, pero los bancos públicos de este tipo no son frecuentes en América Latina, sólo los tienen Argentina, México y Brasil”.

Perdomo explica que para obtener estas células se adelanta un procedimiento que requiere de buenos equipos y excelentes profesionales. Esos requisitos los cumple el Idcbis: todos sus profesionales cuentan con maestrías y doctorados y hay unas instalaciones envidiables con máquinas de última tecnología para el análisis y conservación de tejidos, células y sangre.

En el caso del cordón, el proceso debe ser perfecto. El primer paso es elegir a las maternas, pues deben cumplir con requisitos muy estrictos. Cuando nace el niño, se punza el cordón umbilical y se toman 120 mililitros de sangre, que se llevan al Instituto, donde los procesan en una máquina para realizar su reducción y obtener los progenitores hematopoyéticos. “Al final solo obtenemos 20 ml. Luego las células madres las congelamos y criopreservamos a 190 grados bajo cero en nitrógeno líquido. Ahí pueden permanecer hasta 30 años”.

Abre un tanque y sale una nube espesa que se disipa cuando oprime un botón. Perdomo saca una tableta y rápidamente su guante cambia de color a blanco por el hielo. “Aquí están guardadas y listas para servir”: se refiere a las células. Cuando un paciente está muy enfermo y no hay otra opción que un trasplante de médula ósea, como se conoce, los médicos piden al banco unas células. Se confrontan los datos de las personas con el registro y, si es compatible, se envían para el procedimiento.

El cuerpo humano es un misterio. Nadie entiende bien por qué, pero una vez entran al torrente circulatorio, la mayoría busca la médula, su hogar. Ahí se multiplican, se encargan de reproducir de nuevo los elementos de la sangre y así ayudan a combatir la enfermedad. En ese viaje hacia la médula hay algunas células distraídas que se pierden en el camino. Hoy Perdomo lidera una investigación que busca indagar qué ocurre con ellas, pero además espera hallar la forma de obligarlas a ir a su destino final y que se adhieran rápidamente. De esta manera aumentarían las posibilidades de éxito de los trasplantes. Para lograrlo se necesita más inversión que, lastimosamente, este año disminuirá por decisiones gubernamentales.

Los recursos que han utilizado provienen del sistema general de regalías, del fondo de ciencia, que será disminuido. Les preocupa que el Gobierno haya decidido disminuir su presupuesto para invertirlo en infraestructura. Camargo considera que, si bien son indispensables las obras, el futuro está en la ciencia y los descubrimientos para mejorar la calidad de vida del ser humano. “Colombia tiene los recursos más bajos para investigación en América Latina. Solo el 0,22 % del PIB es destinado a investigación. Chile y Brasil ya están por encima del 1 %. Estamos en la era del conocimiento y nosotros nos estamos quedando atrás”, agrega.

De todas maneras, con lo que recolectaron hasta ahora han incrementado las probabilidades genéticas de encontrar sangre de cordón para trasplantar niños colombianos. Y lo mejor: han disminuido el valor de estos costosos tratamientos: “20 mililitros de células obtenidas de sangre de cordón importadas cuestan alrededor de 25.000 dólares. Nosotros, con el montaje de este banco, logramos significar hasta un 90 % este valor”.

Después de lo que han logrado no se quedarán quietos y continuará con el cuarto componente del centro: la unidad de terapia celular. Junto a los aliados del Idcbis (las univesidades Nacional, Los Andes, La Javeriana y el Instituto de Cancerología), esperan investigar más esta rama. Ya están montando equipos y próximamente abrirán este nuevo espacio para otras enfermedades como cáncer, lupus, diabetes tipo uno y alzhéimer. Aunque temen a la falta de recursos, confían en que sus resultados convenzan a sus pacientes y demás ciudadanos sobre la importancia de invertir en estos proyectos. Al final son ellos quienes deben exigirles a sus gobernantes, cuando los eligen, en qué invertir su dinero.

Por Laura Dulce Romero

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