‘Busqué las pruebas de las acusaciones contra Palacino y comprobé que no existían’
Alberto Donadio, uno de los periodistas investigativos con más recorrido de Colombia, cree que muchos se equivocaron en el caso de Carlos Palacino, expresidente de la EPS Saludcoop. Su investigación la reunió en un libro que acaba de ser publicado. En él asegura que “se engañó a la opinión pública” y “se cometió un abuso de poder”. El Espectador replica su prólogo.
Alberto Donadio*
Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él: Mohandas K. Gandhi
Cuando empecé a interesarme por el caso Saludcoop en 2015, con miras a escribir un libro, dos fuentes que trabajaron en esa EPS me decían que las cosas no habían pasado como se publicaron en la prensa. Eso significaba que noticias que yo había leído sobre Carlos Palacino durante varios años estaban equivocadas. Significaba que todos los periodistas que habían puesto su firma en distintos artículos no habían dicho la verdad. Significaba que el gobierno había mentido, que muchos funcionarios habían engañado a la opinión pública. Lo primero fue entender que las EPS son empresas privadas que no reciben dinero del Estado sino de sus afiliados, que esos aportes solo se pueden gastar en la salud de esos afiliados, y que la empresa trabaja con ánimo de lucro y puede gastar libremente sus utilidades. En 2015 tuve la oportunidad de hablar en Roma con Sandra Morelli, que fue contralora hasta agosto de 2014. Yo estaba en la península con un hermano y fui a Roma a hablar con ella. Varias veces fuimos a conversar en cafés al abierto y nos tomamos unos camparis. Varias veces le pregunté a la contralora, hija como yo de inmigrantes italianos asentados en Colombia, qué había pasado en Saludcoop y nunca logré entender cuál fue el fraude. Me llamó la atención que no había un ejemplo sencillo que se pudiera resumir en dos minutos. Cuando en 2012 explotó el fraude de Interbolsa, una de las primeras pruebas de la estafa tenía que ver con el folleto que les entregaban a los clientes del Fondo Premium donde les informaban que era un fondo de Curazao que invertía en dólares en bonos de distintos países.
Cuando cayó Interbolsa, se conoció que el dinero se lo prestaban a Víctor Maldonado, principal accionista de Interbolsa, y a Alessandro Corridori, principal arquitecto de la toma de Fabricato. Esos préstamos se hacían sin garantía, con la firma de los distinguidos caballeros. La estafa, pues, era clara y muy sencilla de contar. En Saludcoop no había un ejemplo similar. Palacino había comprado clínicas con dinero de la salud. Saludcoop era una entidad de salud. Sandra Morelli me dijo que cuando volviera a Colombia hablara con Ulahy Beltrán, que fue asesor de la Contraloría. En 2022 el presidente Petro lo nombró superintendente nacional de Salud. Sí, se publicó que Palacino había desviado dinero de la salud para levantar un hotel y campo de golf en el Meta, pero cuando busqué las pruebas de esa y otras acusaciones comprobé que no existían, eran infundios.
Este libro tardó ocho años en publicarse. Si hubiera encontrado pruebas irrefutables sobre ilícitos de Palacino las estaría contando aquí. Si se hubiera dado una estafa clarísima como la del Fondo Premium, donde robaron a los clientes, la estaría relatando con pelos y señales. Si efectivamente se hubieran utilizado dineros de la atención médica para el hotel y el campo de golf de Villa Valeria, ese sería un escándalo vergonzoso. En Interbolsa las pruebas fueron apareciendo gracias a las pesquisas de los liquidadores, de los abogados y de las propias víctimas.
En Saludcoop hubo cuatro liquidadores nombrados por el gobierno. Ninguno, en los años transcurridos desde la intervención en 2011, divulgó pruebas sobre el uso de dineros de la salud para Villa Valeria ni destapó flagrantes irregularidades. Daniel Coronell, quien tiene fama como periodista premium del género investigativo y ha escrito más que otros periodistas sobre Saludcoop, jamás ha publicado pruebas bancarias o contables que demuestren que a un proyecto inmobiliario privado como Villa Valeria ingresaron fondos de la salud. En una columna escribió que el proyecto costó 10 millones de dólares. No afirmó que se desviaron fondos de Saludcoop pero tampoco precisó que los recursos eran de origen privado. En un libro dijo que el proyecto era de Saludcoop. Es decir, la acusación variaba. Señaló que algunos proveedores de Saludcoop dijeron que fueron presionados para adquirir suites hoteleras, pero no lo probó. Dijo que ellos dijeron que los presionaron, que es muy distinto a demostrar la presión.
Y aun si esa presión hubiera existido, el asunto se quedaba en una discusión de la ética mercantil de los negocios privados porque no había de por medio dineros oficiales. También escribió Coronell sobre Villa Valeria que los “felices propietarios de las casas de recreo de Villa Valeria” eran un hijo del excontralor Julio César Turbay Quintero, César Pérez García, condenado por la masacre de Segovia, y varios ejecutivos de laboratorios farmacéuticos y distribuidoras de medicamentos y centros de diagnóstico. Eso no significa nada, a menos que se prueben conexiones ilícitas.
Coronell escribió que Villa Valeria pertenecía a “una compañía en la que son socios el presidente de SaludCoop, Carlos Palacino Antía, y el presidente de la junta directiva de Cafesalud –una de las empresas de SaludCoop–, el arquitecto y antiguo curador urbano Jaime Barrero Fandiño”. ¿Y? ¿Es delito que el presidente de una EPS tenga una compañía? No vi en los escritos de Coronell pruebas de hechos delictivos o reprobables, como los registros contables que probaban que en Interbolsa la esposa de Rodrigo Jaramillo, su presidente, tuvo un sueldo en la compañía de 7 millones de pesos durante 14 años como asesora jurídica y nunca fue a trabajar.
Cuando analicé el fallo de la contralora Morelli que ordenó a Palacino devolver 1,4 billones de pesos, supuestamente desviados hacia inversiones ilegales, no encontré pruebas concretas de cada uno de los desembolsos para cada inversión. El total supuestamente desviado fue de 1,04 billones de pesos pero la Contraloría lo elevó a 1,4 billones de pesos por indexación. Encontré referencias a actas en que se autorizaban las inversiones, pero las actas no dicen que las inversiones se harían con dineros de la salud. Un acta no es prueba de desvío de fondos. A quien se acusa de desviar dinero hay que demostrarle los montos exactos que desvió, pues la autorización no siempre coincide con el desembolso. Y la contralora Morelli tampoco precisó las fechas exactas de los desembolsos tachados de ilegales. Solo sumó las partidas autorizadas a lo largo de meses o años para cada inversión. La suma global, 1,04 billones de pesos, comprende todas las inversiones de Saludcoop en sus 15 años de existencia, lapso en que tuvo ingresos por 15 billones de pesos. Una utilidad del 6,6 % no es anormal. Condenar a una persona porque en actas se aprobaron inversiones es tan necio como afirmar que en las actas se autorizó una estafa. ¿Cómo se defiende alguien de una acusación genérica e inasible?
Un conocimiento cordial entre paisanos no me impide afirmar que la investigación de Sandra Morelli no se sostiene. Cuando contra una persona acusada de uso indebido de dinero no hay un acervo probatorio irrefutable, esa persona es inocente. Amicus Plato, sed magis amica veritas. “Platón es mi amigo, pero más amiga es la verdad”. Siendo amigos ambos, es más honrado poner la verdad por delante.
Con el periodista Daniel Coronell no tengo amistad. Tal vez hablé por teléfono con él tres o cuatro veces. Al comenzar esta investigación, no tenía motivo para dudar de la veracidad de Coronell. De hecho, una vez escribí que Palacino fue “el que quebró a Saludcoop”. Yo también le creía a Coronell. Ahora sé, sin lugar a dudas, que es un falsario. Y un impostor, a saber, el que atribuye falsamente a alguien algo.
No es común entre periodistas colombianos la crítica pública del trabajo de otros periodistas. O si se hace no se dan nombres. En el libro sobre el periodista Ricardo Calderón escrito por Diego Garzón (El reportero invisible), Calderón cuenta que viajó a cubrir una masacre con uno de los mejores cronistas de Colombia, que después se convirtió en diplomático. Calderón y el cronista entrevistaron casi a las mismas personas, pero en su periódico el cronista publicó cosas que no habían pasado, citó personajes que no existían y se inventó un perro ficticio que volvió eje del relato.
El cronista diplomático es posiblemente Germán Santamaría, embajador en Portugal en el gobierno de Juan Manuel Santos y lagarto de vieja data de los Santos de El Tiempo. No me voy a referir a un columnista que dirigió el noticiero de una cadena de televisión en los Estados Unidos. Doy su nombre, Daniel Coronell. Si fuera viable elogiarlo por sus investigaciones sobre Saludcoop, lo elogiaría. Pero al investigar durante largo tiempo este caso y releer varias veces sus múltiples escritos contra Palacino, veo que no hizo periodismo investigativo y a veces ni siquiera periodismo. Muy distinto es el caso del libro Los jinetes de la cocaína, publicado en 1987 por Fabio Castillo, el legendario periodista que fue mano derecha de Guillermo Cano en El Espectador. El libro no cita fuentes, pero todo lo que afirma fue quedando demostrado con el paso del tiempo. El material de Coronell sobre Palacino y Saludcoop debería producir certezas, pero produce más bien extrañeza, extrañeza de que un periodista tan leído en el país no haya sido cuestionado antes frente al cúmu- lo de invenciones e infundios de su autoría.
En la columna ya citada sobre Villa Valeria, Coronell afirmó: “La identidad de los promotores del lujoso complejo y la inversión, que supera los diez millones de dólares, ya resultan suficientemente llamativos. ¿De dónde sacaron fondos los dirigentes de un grupo cooperativo para hacer tamañas inversiones?”. Es pura especulación. Una inversión muy grande no es un delito o inmoralidad, a menos que se pruebe lo contrario. Lo que Coronell hizo fue tender un manto de duda sin probar nada. Basta el “¿de dónde sacaron?” para que muchos lectores supongan que con la plata para atender a los pacientes se construyó el campo de golf. No es elucubración mía. Carolina Corcho es una lectora que le creyó a pie juntillas a Coronell y cayó en la trampa. Sí, la misma Carolina Corcho nombrada en 2022 ministra de Salud. En un ensayo de 2018 afirmó que Saludcoop “adquirió clínicas, canchas de golf y unidades residenciales con recursos que debían destinarse a la prestación del servicio a los afiliados”. Un derecho de petición dirigido a la ministra Corcho, solicitando las pruebas de la desviación de fondos de la salud para las canchas de golf, fue contestado en enero de 2023 por el apoderado de la liquidación de Saludcoop. Francisco Javier Gómez Vargas, el apoderado, señaló:
Una vez consultada la información financiera y contable de Saludcoop EPS OC hoy en liquidación, en el sistema de información contable SEVEN, en el período mayo de 2002 a diciembre de 2022, no se evidencia que la entidad haya adquirido un bien correspondiente a canchas o campos de golf.
De manera oficial y contundente quedó demostrado el infundio de Coronell, aunque ahora diga que solo preguntó de dónde sacaron los fondos. Preguntar vale como lo hacía don Guillermo Cano en sus “Libretas de apuntes”. Él preguntaba públicamente por qué las autoridades no capturaban a Pablo Escobar cuando mucha gente lo había visto en partidos de fútbol en el Atanasio Girardot. La financiación indebida de las canchas de golf no se podía demostrar, por lo tanto, ese tema no se debía ventilar en público. Coronell incurrió en lo que en inglés se llama innuendo, una alusión oblicua, un comentario velado o equívoco para lesionar la reputación de alguien, una insinuación indirecta sobre una persona, especialmente de naturaleza denigrante o despectiva.
Esa táctica de sembrar dudas sobre Palacino fue la que utilizó Coronell al señalar que Villa Valeria costó 10 millones de dólares y preguntar de dónde sacaban los dirigentes de un grupo cooperativo ese montón de plata. Aquí Coronell jugaba con el estereotipo de las cooperativas como sinónimo de gente arrancada, como deben ser los miembros de la cooperativa de pescadores de Lorica, pero sin tener en cuenta, por ejemplo, que Colanta, una cooperativa lechera, tuvo ventas por 2,9 billones de pesos en 2021, superiores a las de Alpina ese año. Coopidrogas, una de las cooperativas fundadoras de Saludcoop, tuvo ventas ese mismo año por 2,5 billones de pesos.
Sin probar nada, en 2022 Coronell volvió a utilizar la táctica de tender un manto de duda al mencionar un BMW de 550 millones de pesos de Palacino: “Adoraba manejarlo él mismo, oler el fino cuero de las sillas, el exclusivo palo de rosa del tablero, programar el compu- tador y sentir el pique de la máquina empujándolo contra la silla”. Dice el libro sobre Ricardo Calderón: “Al final, solo cada periodista sabe en la soledad de su escritura qué es verdad y qué es mentira en ella, pero hay que ser responsables con los lectores. La información es un bien común, la imaginación es un bien privado”. ¿Quién le informó a Coronell que Palacino olisqueaba el interior del carro? ¿O es simple ficción para descrestar a sus lectores?
Le pregunté a Palacino sobre el hechizo que, según el columnista, producía en él el tablero del BMW. Contestó lo siguiente:
No tengo ni idea si el carro tenía tablero de palo de rosa, no sabía que tenía un computador programable y mucho me- nos dedicaría mi tiempo a programarlo cuando mi tiempo lo dedicaba a garantizar la calidad de servicio a los afiliados. Y ahí sí cabe la palabra “estúpido”, salir a decir que yo me ponía a oler el cuero del carro. Es una prosa con la cual Coronell ha construido falsamente su imagen de supuesto periodista. Él sabe que la mayoría de la humanidad gusta de esas expresiones y con esas frases rimbombantes atrae a los lectores. Realmente esas expresiones no dejan de ser fantasiosas y solo redactadas con el propósito de arrastrar por el piso la imagen de la persona. La estrategia que utilizan los perversos es desarrollar una campaña de desprestigio contra las personas a base de mentiras.
Continuaba diciendo Coronell que ese BMW era “tan distinto a los buses malolientes de los que [Palacino] tenía que colgarse tratando de que no le raparan el maletín en el que cargaba las facturas cuando empezó su carrera como cobrador”. Una cosa es demostrar que una persona empezó a trabajar como cobrador, que se movilizaba en buses públicos y que luego pasó a vehículos lujosos comprados con dineros mal habidos, y otra cosa es la fórmula de Coronell, en que no se afirma ni se demuestra la comisión de actos indebidos en el ascenso profesional de una persona, pero se tiende el manto de duda. Condenar la mala conducta de figuras públicas es función del periodismo, pero primero hay que demostrarla.
Por eso causa hilaridad leer que Coronell se declara partidario del escepticismo: “El primer deber de un reportero es el escepticismo. Hacer preguntas, no tragar ente- ro, oír las fuentes y desconfiar de todas, especialmente de las oficiales” (www.losdanieles.com, octubre 30 de 2022).
En cuanto a Saludcoop, Coronell inventó y falsificó y además usó un lenguaje de ficción. Los medios de comunicación –todos– tragaron entero y confiaron a ciegas en las fuentes oficiales. Entre todos escribieron una epopeya de desinformación.
En abril de 2022 Daniel Coronell escribió en www.losdanieles.com: “Un juez condenó a Carlos Gustavo Palacino a diez años de cárcel y a pagar una multa de 296.000 millones de pesos. La sentencia es por los delitos de fraude procesal, estafa y falsedad en documento privado”. La última frase es ficción. La sentencia se dictó únicamente por el delito de peculado por apropiación en favor de terceros, es decir, en favor de Saludcoop, beneficiaria de 36 clínicas en que se invirtieron los dineros. La prensa no explicó que la sentencia se apoyó en un dictamen condenatorio de la Fiscalía pero que desconoció un dictamen absolutorio de la Superintendencia Nacional de Salud, cuyas cifras permiten concluir que las inversiones se hicieron con recursos propios de Saludcoop, no con dineros de la salud. Cuando a un acusado no se le prueban los cargos de manera concluyente, contundente, fehaciente e irrefutable, el acusado es inocente.
Muchos ciudadanos creen en las denuncias de los periodistas sobre peculados y desfalcos. En relación a Saludcoop sí hubo corrupción, pero de otra clase. La corrupción consistió en acusar falsamente de corrupción a Palacino. Las autoridades engañaron al país inventando un escándalo en esa EPS, haciendo creer que Carlos Palacino y otros se habían apoderado de billones de pesos de recursos de la salud. Los periodistas les hicieron eco a las falsas denuncias y engañaron a su vez a la opinión pública. La prensa nunca investigó a fondo las acusaciones, de manera independiente e imparcial. Se volvió correa de transmisión de la mentira gubernamental. Todos los medios de comunicación se convirtieron en altoparlantes de funcionarios estatales que a lo largo de los años repetían mentiras y falsedades.
Para citar un ejemplo, no hay un solo periódico, un solo canal de televisión, una sola cadena de radio que pueda decir que analizó de manera crítica el fallo de responsabilidad fiscal emitido por la contralora Sandra Morelli. La prensa no cumplió el objetivo que una vez señaló Daniel Samper Pizano: “El periodismo investigativo busca una verdad que alguien oculta”.
La iniquidad cometida va más allá de atentar contra la inocencia de una persona. Fue destruida una organización cooperativa que en 15 años se convirtió en la más grande empresa privada de servicios de salud en el país. Sin robarse un peso del presupuesto nacional, porque se financiaba solamente con las cotizaciones de los particulares que libre y voluntariamente se afiliaban, Saludcoop creó un emporio de 36 clínicas, la gran mayoría con habitación individual. Ese esfuerzo de más de 34.000 empleados fue destruido por autoridades públicas que, abusando de sus funciones, en lugar de combatir la corrupción galopante que existe en la administración pública se cebaron contra el sector solidario de la economía nacional, el que representa a los trabajadores.
Fue destruida por el mal periodismo y por la mala fe gubernamental la empresa privada que más empleados tenía en Colombia. En 2011 Saludcoop sumaba 34.000 empleados, superando a Ecopetrol, la empresa más grande del país, y a Almacenes Éxito. Ese emporio fue construido, empezando de cero, por un eficiente ejecutivo llamado Carlos Palacino, nacido en el Tolima en una familia de 14 hermanos.
***
Entiendo que muchas personas se pregunten por qué defiendo a alguien tachado de delincuente. Los motivos son dos y son obvios, naturalmente después de haber comprobado la ausencia de pruebas verdaderas contra la persona tachada de delincuente. En un régimen de derecho y en una sociedad abierta, no dictatorial, ni las leyes ni la moral consienten que se formulen acusaciones infundadas contra una persona. Adicionalmente, es un abuso de poder que las autoridades persigan a un ciudadano y a una institución privada, pues las autoridades no tienen limitaciones en cuanto al gasto de grandes sumas del presupuesto nacional y a destinar cuantos funcionarios sean necesarios para el avieso propósito. La defensa de Palacino constituye la denuncia de la descomunal arbitrariedad cometida por servidores públicos.
Cuando escribí las primeras columnas en 2022 señalando que Coronell acusaba sin pruebas, una amiga periodista me escribió: “No te conocía esa indulgencia con los corruptos”. Ella me conoce hace 40 años pero instintivamente se puso de parte de Coronell. Parece que hay quienes siguen a Coronell no como columnista sino como líder infalible de un culto. “Estás gastando la batería contra los colegas que han hecho un ejercicio decente”, me dijo. Por lo visto, las falsedades repetidas muchas veces hacen estragos aun entre personas críticas, como ella. Ya lo decía Joseph Goebbels, el ministro nazi de propaganda: “Si usted repite una mentira con suficiente frecuencia, la gente la creerá e incluso usted mismo llegará a creerla”.
Agregaba la periodista: “Te centras en un solo asunto [Villa Valeria], y haces como si no hubiera pasado nada cuando sabemos que la gravedad de lo ocurrido llevó a la desaparición de esa EPS”, y continuaba: “Obvias en todo momento que Palacino sí fue sancionado por la Procuraduría (impedido durante 20 años para ejercer cargos públicos por el desvío de parafiscales) y la Contraloría que le impuso una multa millonaria”. Ese es el argumento de autoridad, lo dice la Santa Madre Iglesia y por lo tanto se debe creer y acatar. Es un argumento que no toma en cuenta que los funcionarios públicos en todas las instancias pueden, con deliberada mala fe, expedir fallos injustos y en ocasiones los han expedido.
Hay personas que son conscientes de la generalizada corrupción de la administración pública en Colombia pero parecen no admitir que a veces se emiten condenas amañadas e injustas y sin respaldo probatorio. A esta percepción deformada de la realidad que acusa esta colega periodista contribuyó, sin duda, la propagación acrítica de las acusaciones y condenas oficiales a lo largo de años, y contribuyó, también, que Coronell abanderó desde la prensa el veredicto condenatorio.
El efecto deletéreo, destructor de la verdad, que logró Coronell con sus acusaciones no probadas fue inconmensurable. La amiga periodista llegó prácticamente a sugerirme consultar a un psiquiatra:
Qué hace que un hombre como tú que ha cultivado durante decenas de años, toda su vida, un capital intelectual de hombre probo, honesto, de periodista investigativo imbatible, azote de la corrupción, dejes todo ese capital de lado. No sé qué te puede estar pasando. Ojalá tengas con quién hablar y descubrirlo.
No estoy deschavetado, pero ir contra la corriente no es fácil. Cuando la gente cree en un paradigma, se sorprende si se lo cambian. Tomo muy en serio el encargo fiduciario, el encargo de confianza, que tiene el periodista de contar la verdad, no la verdad filosófica del universo, sino la verdad que radica en los hechos verificables. El periodista investigativo es como el fiscal que habla ante un tribunal. La acusación que formula debe estar acompañada de pruebas sobre cuya veracidad no puede existir ni el más mínimo asomo de duda, a tal punto que queden silenciados y anonadados los abogados de la defensa.
Llevo 50 años formulando denuncias y acusaciones en la prensa y en varios libros. Jamás he tenido que rectificar ni retractarme. No me pesa sobre la conciencia haber sido injusto con nadie. No tengo que llamar a nadie delincuente, porque las pruebas presentadas conducen al lector a esa conclusión. No participo en concursos de popularidad o de aplausos. He defendido –gratuitamente, por supuesto–, a banqueros falsamente acusados de un desfalco que no existió –tarea nada popular–, como Nicolás Landes y sus colegas del Banco Andino. Yamid Amat me preguntó en 2003, en la sección “Pregunta Yamid” del noticiero CM&:
Cómo es posible que un hombre como usted que ha consagrado su vida periodística a denunciar y denunciar y denunciar fraudes en los bancos y los ha demostrado y ha triunfado, Michelsen, Correa, el Banco del Estado, Mosquera, está ahora demostrando la inocencia de un hombre.
Le contesté a Yamid:
Esto es una farsa. Es un engaño a la opinión pública afirmar que ha habido un fraude de esa dimensión cuando eso no es cierto. Considero muy grave que el gobierno de Colombia vaya al exterior y presente una demanda cuyas pruebas son falsas. Landes es inocente de estas acusaciones. Hacerle creer a la gente que se está persiguiendo un caso de corrupción que no existió, eso es un engaño tremendo. Eso es un abuso de poder. (Lea completa la entrevista a Alberto Donadio, autor del libro “Palacino es inocente”)
Verbatim, textualmente, palabra por palabra, puedo decir lo mismo hoy, veinte años después, sobre las falsas acusaciones contra Palacino. Se ha engañado a la opinión pública, se ha cometido un abuso de poder.
La amiga periodista no fue la única persona que se comunicó conmigo a raíz de esas columnas publicadas en la revista Semana. También me contactó un abogado que conoció a Palacino a raíz de la liquidación de una cooperativa. Esto fue lo que me dijo:
Palacino era el representante del gremio de las cooperativas, por eso lo conocí. Personaje muy sensato, muy inteligente. Era presidente de la junta directiva de Confecoop, el gremio de las cooperativas. Tuvimos relaciones muy técnicas y fue siempre muy respetuoso. Luego me invitó a trabajar en el proyecto del grupo cooperativo más grande del mundo, el Grupo Mondragón, que quería ampliar sus negocios a Colombia. Trabajé entonces en cercanía con Palacino pero el proyecto no se hizo por la crisis financiera mundial de 2008. Palacino me consultaba. Era un genio en las reuniones. No tenía equipo gerencial. Se lo dije a él. Me aceptaba mi palabra y me decía ayúdeme a mejorar. Me pidió concepto sobre Villa Valeria, un complejo suntuoso, divino, se hizo con recursos de crédito. Claro hubo lagartos que compraron suites. A mí me ofreció suites por ser golfista, le dije no hay la más mínima posibilidad de que compre porque no tengo apartamento propio, vivo en arriendo y mi señora me bota si compro una suite en los Llanos. Palacino se ganó la enemistad de las clínicas del país. Mencionar a Palacino en Marly, Fundación Santa Fe, Clínica del Country, era mencionar al diablo. A Palacino lo veían como un aparecido. Lo veían como una amenaza serísima para las IPS (clínicas).
Me envió la resolución de multa por la integración vertical (es decir por tener Saludcoop clínicas). Estudié la resolución. Le propuse que sacara las clínicas de los estados financieros de Saludcoop y las pusiera en fideicomisos titularizados, así podía seguir contratando con ellas pues no valía la pena pelear con las clínicas privadas. Me dijo que era una gran idea pero que él estaba enardecido con la multa. Palacino me dijo: Me sacan en hombros o me sacan para la enfermería. Yo le dije creo que lo sacan para la enfermería. La intervención de Saludcoop me dolió mucho. Lo usaron de conejillo. Jamás vi en él un hombre deshonesto. Lagartos sí había en Saludcoop, como un diablo, séquito de lagartos, pero jamás sospechas de ilícitos. En el momento de la intervención me llamó el gobierno para que yo fuera el interventor. Les dije que yo estaba impedido porque había trabajado con Palacino en Grupo Mondragón y porque no estaba de acuerdo con lo que habían hecho. Yo tenía conflicto de interés. Años después viajé con un exministro de Hacienda en un vuelo. Me dijo que a Saludcoop la acabó el gobierno y que las encuestas de satisfacción de clientes eran buenas y que las cifras de Saludcoop antes de la intervención eran buenas y que el Estado acabó con esa EPS. Palacino tenía inteligencia sobresaliente, nunca le vi ostentaciones. Muy serio pero muy sencillo. Siempre sentí que hubo una injusticia. Una vez me llamaron a la Fiscalía a declarar, dije que no vi ninguna prueba de desviación de platas a Villa Valeria. Después me quedé tomando un tinto con la fiscal y le pregunté por curiosidad a la doctora qué había contra Palacino y me dijo que no tenían absolutamente nada contra Palacino.
***
Daniel Coronell se superó a sí mismo en enero de 2023 al inventar una nueva falsedad. En www.losdanieles. com escribió:
La juez 49 penal del circuito de Bogotá encontró evidencias de que Palacino se apropió de dineros públicos que debían estar destinados a tratamientos médicos de los afiliados a Saludcoop. Con esa plata compró propiedades en Colombia y en el exterior, hizo préstamos a socios y adquirió vehículos de alta gama.
El juez 49, no la juez, no encontró esas evidencias porque el proceso que se adelantó fue por peculado por apropiación a favor de terceros, concretamente de Saludcoop, no a favor de Palacino. Ningún otro delito se le imputó a Palacino en ese proceso del juzgado 49. Si fuera cierto que el juez encontró esas pruebas, tendrían que reflejarse en la sentencia. Pero la sentencia de 318 páginas no dice que Palacino se apoderó de dineros de los tratamientos médicos, no dice que con esos dineros compró propiedades en Colombia y en el exterior, no menciona ningún inmueble de Palacino en el exterior. Se trata de una calumnia monda y lironda de Coronell. Se trata de un fraude perpetrado de viva voz contra los lectores de www.losdanieles.com. A raíz de esa columna publicada el 15 de enero de 2023 en www.losdanieles.com, le pregunté a Carlos Palacino por sus propiedades en el exterior. Contestó que no tiene ni ha tenido propiedades en el exterior. Podría no estar diciendo la verdad. Pero como es imposible probar una afirmación negativa, corresponde al acusador suministrar las pruebas, cosa que Coronell no hizo.
En una de las páginas históricas de la prensa universal, el escritor Émile Zola publicó en 1898 en el periódico L’Aurore una carta de página entera dirigida al presidente de la república con el título “J’Accuse...!”, proclamando la inocencia del capitán del ejército Alfred Dreyfus, falsamente acusado del delito de traición que cometió otro oficial pero que se le imputó a él por ser judío. Ese día se vendieron 200.000 ejemplares del periódico. Zola pidió la revisión del proceso. Dreyfus estaba preso en la Isla del Diablo en la Guayana Francesa, pagando una condena a cadena perpetua.
Siguiendo el ejemplo de Zola, acuso a los funcionarios que propalaron imputaciones deleznables y que aniquilaron una institución que funcionaba con mayor eficiencia que los organismos que ellos dirigían. Zola escribió: “Mon devoir est de parler, je ne veux pas être complice”. “Mi deber es hablar, no quiero ser cómplice”.
Zola también reprobó “la presse immonde” que se puso de parte del crimen de Estado. El periodismo investigativo no debe ser prensa inmunda. Existe para denunciar los abusos de poder, no para encubrirlos.
Lea completa la entrevista a Alberto Donadio, autor del libro “Palacino es inocente”.
Prólogo del libro “Palacino es inocente”, editorial Sílaba.
Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él: Mohandas K. Gandhi
Cuando empecé a interesarme por el caso Saludcoop en 2015, con miras a escribir un libro, dos fuentes que trabajaron en esa EPS me decían que las cosas no habían pasado como se publicaron en la prensa. Eso significaba que noticias que yo había leído sobre Carlos Palacino durante varios años estaban equivocadas. Significaba que todos los periodistas que habían puesto su firma en distintos artículos no habían dicho la verdad. Significaba que el gobierno había mentido, que muchos funcionarios habían engañado a la opinión pública. Lo primero fue entender que las EPS son empresas privadas que no reciben dinero del Estado sino de sus afiliados, que esos aportes solo se pueden gastar en la salud de esos afiliados, y que la empresa trabaja con ánimo de lucro y puede gastar libremente sus utilidades. En 2015 tuve la oportunidad de hablar en Roma con Sandra Morelli, que fue contralora hasta agosto de 2014. Yo estaba en la península con un hermano y fui a Roma a hablar con ella. Varias veces fuimos a conversar en cafés al abierto y nos tomamos unos camparis. Varias veces le pregunté a la contralora, hija como yo de inmigrantes italianos asentados en Colombia, qué había pasado en Saludcoop y nunca logré entender cuál fue el fraude. Me llamó la atención que no había un ejemplo sencillo que se pudiera resumir en dos minutos. Cuando en 2012 explotó el fraude de Interbolsa, una de las primeras pruebas de la estafa tenía que ver con el folleto que les entregaban a los clientes del Fondo Premium donde les informaban que era un fondo de Curazao que invertía en dólares en bonos de distintos países.
Cuando cayó Interbolsa, se conoció que el dinero se lo prestaban a Víctor Maldonado, principal accionista de Interbolsa, y a Alessandro Corridori, principal arquitecto de la toma de Fabricato. Esos préstamos se hacían sin garantía, con la firma de los distinguidos caballeros. La estafa, pues, era clara y muy sencilla de contar. En Saludcoop no había un ejemplo similar. Palacino había comprado clínicas con dinero de la salud. Saludcoop era una entidad de salud. Sandra Morelli me dijo que cuando volviera a Colombia hablara con Ulahy Beltrán, que fue asesor de la Contraloría. En 2022 el presidente Petro lo nombró superintendente nacional de Salud. Sí, se publicó que Palacino había desviado dinero de la salud para levantar un hotel y campo de golf en el Meta, pero cuando busqué las pruebas de esa y otras acusaciones comprobé que no existían, eran infundios.
Este libro tardó ocho años en publicarse. Si hubiera encontrado pruebas irrefutables sobre ilícitos de Palacino las estaría contando aquí. Si se hubiera dado una estafa clarísima como la del Fondo Premium, donde robaron a los clientes, la estaría relatando con pelos y señales. Si efectivamente se hubieran utilizado dineros de la atención médica para el hotel y el campo de golf de Villa Valeria, ese sería un escándalo vergonzoso. En Interbolsa las pruebas fueron apareciendo gracias a las pesquisas de los liquidadores, de los abogados y de las propias víctimas.
En Saludcoop hubo cuatro liquidadores nombrados por el gobierno. Ninguno, en los años transcurridos desde la intervención en 2011, divulgó pruebas sobre el uso de dineros de la salud para Villa Valeria ni destapó flagrantes irregularidades. Daniel Coronell, quien tiene fama como periodista premium del género investigativo y ha escrito más que otros periodistas sobre Saludcoop, jamás ha publicado pruebas bancarias o contables que demuestren que a un proyecto inmobiliario privado como Villa Valeria ingresaron fondos de la salud. En una columna escribió que el proyecto costó 10 millones de dólares. No afirmó que se desviaron fondos de Saludcoop pero tampoco precisó que los recursos eran de origen privado. En un libro dijo que el proyecto era de Saludcoop. Es decir, la acusación variaba. Señaló que algunos proveedores de Saludcoop dijeron que fueron presionados para adquirir suites hoteleras, pero no lo probó. Dijo que ellos dijeron que los presionaron, que es muy distinto a demostrar la presión.
Y aun si esa presión hubiera existido, el asunto se quedaba en una discusión de la ética mercantil de los negocios privados porque no había de por medio dineros oficiales. También escribió Coronell sobre Villa Valeria que los “felices propietarios de las casas de recreo de Villa Valeria” eran un hijo del excontralor Julio César Turbay Quintero, César Pérez García, condenado por la masacre de Segovia, y varios ejecutivos de laboratorios farmacéuticos y distribuidoras de medicamentos y centros de diagnóstico. Eso no significa nada, a menos que se prueben conexiones ilícitas.
Coronell escribió que Villa Valeria pertenecía a “una compañía en la que son socios el presidente de SaludCoop, Carlos Palacino Antía, y el presidente de la junta directiva de Cafesalud –una de las empresas de SaludCoop–, el arquitecto y antiguo curador urbano Jaime Barrero Fandiño”. ¿Y? ¿Es delito que el presidente de una EPS tenga una compañía? No vi en los escritos de Coronell pruebas de hechos delictivos o reprobables, como los registros contables que probaban que en Interbolsa la esposa de Rodrigo Jaramillo, su presidente, tuvo un sueldo en la compañía de 7 millones de pesos durante 14 años como asesora jurídica y nunca fue a trabajar.
Cuando analicé el fallo de la contralora Morelli que ordenó a Palacino devolver 1,4 billones de pesos, supuestamente desviados hacia inversiones ilegales, no encontré pruebas concretas de cada uno de los desembolsos para cada inversión. El total supuestamente desviado fue de 1,04 billones de pesos pero la Contraloría lo elevó a 1,4 billones de pesos por indexación. Encontré referencias a actas en que se autorizaban las inversiones, pero las actas no dicen que las inversiones se harían con dineros de la salud. Un acta no es prueba de desvío de fondos. A quien se acusa de desviar dinero hay que demostrarle los montos exactos que desvió, pues la autorización no siempre coincide con el desembolso. Y la contralora Morelli tampoco precisó las fechas exactas de los desembolsos tachados de ilegales. Solo sumó las partidas autorizadas a lo largo de meses o años para cada inversión. La suma global, 1,04 billones de pesos, comprende todas las inversiones de Saludcoop en sus 15 años de existencia, lapso en que tuvo ingresos por 15 billones de pesos. Una utilidad del 6,6 % no es anormal. Condenar a una persona porque en actas se aprobaron inversiones es tan necio como afirmar que en las actas se autorizó una estafa. ¿Cómo se defiende alguien de una acusación genérica e inasible?
Un conocimiento cordial entre paisanos no me impide afirmar que la investigación de Sandra Morelli no se sostiene. Cuando contra una persona acusada de uso indebido de dinero no hay un acervo probatorio irrefutable, esa persona es inocente. Amicus Plato, sed magis amica veritas. “Platón es mi amigo, pero más amiga es la verdad”. Siendo amigos ambos, es más honrado poner la verdad por delante.
Con el periodista Daniel Coronell no tengo amistad. Tal vez hablé por teléfono con él tres o cuatro veces. Al comenzar esta investigación, no tenía motivo para dudar de la veracidad de Coronell. De hecho, una vez escribí que Palacino fue “el que quebró a Saludcoop”. Yo también le creía a Coronell. Ahora sé, sin lugar a dudas, que es un falsario. Y un impostor, a saber, el que atribuye falsamente a alguien algo.
No es común entre periodistas colombianos la crítica pública del trabajo de otros periodistas. O si se hace no se dan nombres. En el libro sobre el periodista Ricardo Calderón escrito por Diego Garzón (El reportero invisible), Calderón cuenta que viajó a cubrir una masacre con uno de los mejores cronistas de Colombia, que después se convirtió en diplomático. Calderón y el cronista entrevistaron casi a las mismas personas, pero en su periódico el cronista publicó cosas que no habían pasado, citó personajes que no existían y se inventó un perro ficticio que volvió eje del relato.
El cronista diplomático es posiblemente Germán Santamaría, embajador en Portugal en el gobierno de Juan Manuel Santos y lagarto de vieja data de los Santos de El Tiempo. No me voy a referir a un columnista que dirigió el noticiero de una cadena de televisión en los Estados Unidos. Doy su nombre, Daniel Coronell. Si fuera viable elogiarlo por sus investigaciones sobre Saludcoop, lo elogiaría. Pero al investigar durante largo tiempo este caso y releer varias veces sus múltiples escritos contra Palacino, veo que no hizo periodismo investigativo y a veces ni siquiera periodismo. Muy distinto es el caso del libro Los jinetes de la cocaína, publicado en 1987 por Fabio Castillo, el legendario periodista que fue mano derecha de Guillermo Cano en El Espectador. El libro no cita fuentes, pero todo lo que afirma fue quedando demostrado con el paso del tiempo. El material de Coronell sobre Palacino y Saludcoop debería producir certezas, pero produce más bien extrañeza, extrañeza de que un periodista tan leído en el país no haya sido cuestionado antes frente al cúmu- lo de invenciones e infundios de su autoría.
En la columna ya citada sobre Villa Valeria, Coronell afirmó: “La identidad de los promotores del lujoso complejo y la inversión, que supera los diez millones de dólares, ya resultan suficientemente llamativos. ¿De dónde sacaron fondos los dirigentes de un grupo cooperativo para hacer tamañas inversiones?”. Es pura especulación. Una inversión muy grande no es un delito o inmoralidad, a menos que se pruebe lo contrario. Lo que Coronell hizo fue tender un manto de duda sin probar nada. Basta el “¿de dónde sacaron?” para que muchos lectores supongan que con la plata para atender a los pacientes se construyó el campo de golf. No es elucubración mía. Carolina Corcho es una lectora que le creyó a pie juntillas a Coronell y cayó en la trampa. Sí, la misma Carolina Corcho nombrada en 2022 ministra de Salud. En un ensayo de 2018 afirmó que Saludcoop “adquirió clínicas, canchas de golf y unidades residenciales con recursos que debían destinarse a la prestación del servicio a los afiliados”. Un derecho de petición dirigido a la ministra Corcho, solicitando las pruebas de la desviación de fondos de la salud para las canchas de golf, fue contestado en enero de 2023 por el apoderado de la liquidación de Saludcoop. Francisco Javier Gómez Vargas, el apoderado, señaló:
Una vez consultada la información financiera y contable de Saludcoop EPS OC hoy en liquidación, en el sistema de información contable SEVEN, en el período mayo de 2002 a diciembre de 2022, no se evidencia que la entidad haya adquirido un bien correspondiente a canchas o campos de golf.
De manera oficial y contundente quedó demostrado el infundio de Coronell, aunque ahora diga que solo preguntó de dónde sacaron los fondos. Preguntar vale como lo hacía don Guillermo Cano en sus “Libretas de apuntes”. Él preguntaba públicamente por qué las autoridades no capturaban a Pablo Escobar cuando mucha gente lo había visto en partidos de fútbol en el Atanasio Girardot. La financiación indebida de las canchas de golf no se podía demostrar, por lo tanto, ese tema no se debía ventilar en público. Coronell incurrió en lo que en inglés se llama innuendo, una alusión oblicua, un comentario velado o equívoco para lesionar la reputación de alguien, una insinuación indirecta sobre una persona, especialmente de naturaleza denigrante o despectiva.
Esa táctica de sembrar dudas sobre Palacino fue la que utilizó Coronell al señalar que Villa Valeria costó 10 millones de dólares y preguntar de dónde sacaban los dirigentes de un grupo cooperativo ese montón de plata. Aquí Coronell jugaba con el estereotipo de las cooperativas como sinónimo de gente arrancada, como deben ser los miembros de la cooperativa de pescadores de Lorica, pero sin tener en cuenta, por ejemplo, que Colanta, una cooperativa lechera, tuvo ventas por 2,9 billones de pesos en 2021, superiores a las de Alpina ese año. Coopidrogas, una de las cooperativas fundadoras de Saludcoop, tuvo ventas ese mismo año por 2,5 billones de pesos.
Sin probar nada, en 2022 Coronell volvió a utilizar la táctica de tender un manto de duda al mencionar un BMW de 550 millones de pesos de Palacino: “Adoraba manejarlo él mismo, oler el fino cuero de las sillas, el exclusivo palo de rosa del tablero, programar el compu- tador y sentir el pique de la máquina empujándolo contra la silla”. Dice el libro sobre Ricardo Calderón: “Al final, solo cada periodista sabe en la soledad de su escritura qué es verdad y qué es mentira en ella, pero hay que ser responsables con los lectores. La información es un bien común, la imaginación es un bien privado”. ¿Quién le informó a Coronell que Palacino olisqueaba el interior del carro? ¿O es simple ficción para descrestar a sus lectores?
Le pregunté a Palacino sobre el hechizo que, según el columnista, producía en él el tablero del BMW. Contestó lo siguiente:
No tengo ni idea si el carro tenía tablero de palo de rosa, no sabía que tenía un computador programable y mucho me- nos dedicaría mi tiempo a programarlo cuando mi tiempo lo dedicaba a garantizar la calidad de servicio a los afiliados. Y ahí sí cabe la palabra “estúpido”, salir a decir que yo me ponía a oler el cuero del carro. Es una prosa con la cual Coronell ha construido falsamente su imagen de supuesto periodista. Él sabe que la mayoría de la humanidad gusta de esas expresiones y con esas frases rimbombantes atrae a los lectores. Realmente esas expresiones no dejan de ser fantasiosas y solo redactadas con el propósito de arrastrar por el piso la imagen de la persona. La estrategia que utilizan los perversos es desarrollar una campaña de desprestigio contra las personas a base de mentiras.
Continuaba diciendo Coronell que ese BMW era “tan distinto a los buses malolientes de los que [Palacino] tenía que colgarse tratando de que no le raparan el maletín en el que cargaba las facturas cuando empezó su carrera como cobrador”. Una cosa es demostrar que una persona empezó a trabajar como cobrador, que se movilizaba en buses públicos y que luego pasó a vehículos lujosos comprados con dineros mal habidos, y otra cosa es la fórmula de Coronell, en que no se afirma ni se demuestra la comisión de actos indebidos en el ascenso profesional de una persona, pero se tiende el manto de duda. Condenar la mala conducta de figuras públicas es función del periodismo, pero primero hay que demostrarla.
Por eso causa hilaridad leer que Coronell se declara partidario del escepticismo: “El primer deber de un reportero es el escepticismo. Hacer preguntas, no tragar ente- ro, oír las fuentes y desconfiar de todas, especialmente de las oficiales” (www.losdanieles.com, octubre 30 de 2022).
En cuanto a Saludcoop, Coronell inventó y falsificó y además usó un lenguaje de ficción. Los medios de comunicación –todos– tragaron entero y confiaron a ciegas en las fuentes oficiales. Entre todos escribieron una epopeya de desinformación.
En abril de 2022 Daniel Coronell escribió en www.losdanieles.com: “Un juez condenó a Carlos Gustavo Palacino a diez años de cárcel y a pagar una multa de 296.000 millones de pesos. La sentencia es por los delitos de fraude procesal, estafa y falsedad en documento privado”. La última frase es ficción. La sentencia se dictó únicamente por el delito de peculado por apropiación en favor de terceros, es decir, en favor de Saludcoop, beneficiaria de 36 clínicas en que se invirtieron los dineros. La prensa no explicó que la sentencia se apoyó en un dictamen condenatorio de la Fiscalía pero que desconoció un dictamen absolutorio de la Superintendencia Nacional de Salud, cuyas cifras permiten concluir que las inversiones se hicieron con recursos propios de Saludcoop, no con dineros de la salud. Cuando a un acusado no se le prueban los cargos de manera concluyente, contundente, fehaciente e irrefutable, el acusado es inocente.
Muchos ciudadanos creen en las denuncias de los periodistas sobre peculados y desfalcos. En relación a Saludcoop sí hubo corrupción, pero de otra clase. La corrupción consistió en acusar falsamente de corrupción a Palacino. Las autoridades engañaron al país inventando un escándalo en esa EPS, haciendo creer que Carlos Palacino y otros se habían apoderado de billones de pesos de recursos de la salud. Los periodistas les hicieron eco a las falsas denuncias y engañaron a su vez a la opinión pública. La prensa nunca investigó a fondo las acusaciones, de manera independiente e imparcial. Se volvió correa de transmisión de la mentira gubernamental. Todos los medios de comunicación se convirtieron en altoparlantes de funcionarios estatales que a lo largo de los años repetían mentiras y falsedades.
Para citar un ejemplo, no hay un solo periódico, un solo canal de televisión, una sola cadena de radio que pueda decir que analizó de manera crítica el fallo de responsabilidad fiscal emitido por la contralora Sandra Morelli. La prensa no cumplió el objetivo que una vez señaló Daniel Samper Pizano: “El periodismo investigativo busca una verdad que alguien oculta”.
La iniquidad cometida va más allá de atentar contra la inocencia de una persona. Fue destruida una organización cooperativa que en 15 años se convirtió en la más grande empresa privada de servicios de salud en el país. Sin robarse un peso del presupuesto nacional, porque se financiaba solamente con las cotizaciones de los particulares que libre y voluntariamente se afiliaban, Saludcoop creó un emporio de 36 clínicas, la gran mayoría con habitación individual. Ese esfuerzo de más de 34.000 empleados fue destruido por autoridades públicas que, abusando de sus funciones, en lugar de combatir la corrupción galopante que existe en la administración pública se cebaron contra el sector solidario de la economía nacional, el que representa a los trabajadores.
Fue destruida por el mal periodismo y por la mala fe gubernamental la empresa privada que más empleados tenía en Colombia. En 2011 Saludcoop sumaba 34.000 empleados, superando a Ecopetrol, la empresa más grande del país, y a Almacenes Éxito. Ese emporio fue construido, empezando de cero, por un eficiente ejecutivo llamado Carlos Palacino, nacido en el Tolima en una familia de 14 hermanos.
***
Entiendo que muchas personas se pregunten por qué defiendo a alguien tachado de delincuente. Los motivos son dos y son obvios, naturalmente después de haber comprobado la ausencia de pruebas verdaderas contra la persona tachada de delincuente. En un régimen de derecho y en una sociedad abierta, no dictatorial, ni las leyes ni la moral consienten que se formulen acusaciones infundadas contra una persona. Adicionalmente, es un abuso de poder que las autoridades persigan a un ciudadano y a una institución privada, pues las autoridades no tienen limitaciones en cuanto al gasto de grandes sumas del presupuesto nacional y a destinar cuantos funcionarios sean necesarios para el avieso propósito. La defensa de Palacino constituye la denuncia de la descomunal arbitrariedad cometida por servidores públicos.
Cuando escribí las primeras columnas en 2022 señalando que Coronell acusaba sin pruebas, una amiga periodista me escribió: “No te conocía esa indulgencia con los corruptos”. Ella me conoce hace 40 años pero instintivamente se puso de parte de Coronell. Parece que hay quienes siguen a Coronell no como columnista sino como líder infalible de un culto. “Estás gastando la batería contra los colegas que han hecho un ejercicio decente”, me dijo. Por lo visto, las falsedades repetidas muchas veces hacen estragos aun entre personas críticas, como ella. Ya lo decía Joseph Goebbels, el ministro nazi de propaganda: “Si usted repite una mentira con suficiente frecuencia, la gente la creerá e incluso usted mismo llegará a creerla”.
Agregaba la periodista: “Te centras en un solo asunto [Villa Valeria], y haces como si no hubiera pasado nada cuando sabemos que la gravedad de lo ocurrido llevó a la desaparición de esa EPS”, y continuaba: “Obvias en todo momento que Palacino sí fue sancionado por la Procuraduría (impedido durante 20 años para ejercer cargos públicos por el desvío de parafiscales) y la Contraloría que le impuso una multa millonaria”. Ese es el argumento de autoridad, lo dice la Santa Madre Iglesia y por lo tanto se debe creer y acatar. Es un argumento que no toma en cuenta que los funcionarios públicos en todas las instancias pueden, con deliberada mala fe, expedir fallos injustos y en ocasiones los han expedido.
Hay personas que son conscientes de la generalizada corrupción de la administración pública en Colombia pero parecen no admitir que a veces se emiten condenas amañadas e injustas y sin respaldo probatorio. A esta percepción deformada de la realidad que acusa esta colega periodista contribuyó, sin duda, la propagación acrítica de las acusaciones y condenas oficiales a lo largo de años, y contribuyó, también, que Coronell abanderó desde la prensa el veredicto condenatorio.
El efecto deletéreo, destructor de la verdad, que logró Coronell con sus acusaciones no probadas fue inconmensurable. La amiga periodista llegó prácticamente a sugerirme consultar a un psiquiatra:
Qué hace que un hombre como tú que ha cultivado durante decenas de años, toda su vida, un capital intelectual de hombre probo, honesto, de periodista investigativo imbatible, azote de la corrupción, dejes todo ese capital de lado. No sé qué te puede estar pasando. Ojalá tengas con quién hablar y descubrirlo.
No estoy deschavetado, pero ir contra la corriente no es fácil. Cuando la gente cree en un paradigma, se sorprende si se lo cambian. Tomo muy en serio el encargo fiduciario, el encargo de confianza, que tiene el periodista de contar la verdad, no la verdad filosófica del universo, sino la verdad que radica en los hechos verificables. El periodista investigativo es como el fiscal que habla ante un tribunal. La acusación que formula debe estar acompañada de pruebas sobre cuya veracidad no puede existir ni el más mínimo asomo de duda, a tal punto que queden silenciados y anonadados los abogados de la defensa.
Llevo 50 años formulando denuncias y acusaciones en la prensa y en varios libros. Jamás he tenido que rectificar ni retractarme. No me pesa sobre la conciencia haber sido injusto con nadie. No tengo que llamar a nadie delincuente, porque las pruebas presentadas conducen al lector a esa conclusión. No participo en concursos de popularidad o de aplausos. He defendido –gratuitamente, por supuesto–, a banqueros falsamente acusados de un desfalco que no existió –tarea nada popular–, como Nicolás Landes y sus colegas del Banco Andino. Yamid Amat me preguntó en 2003, en la sección “Pregunta Yamid” del noticiero CM&:
Cómo es posible que un hombre como usted que ha consagrado su vida periodística a denunciar y denunciar y denunciar fraudes en los bancos y los ha demostrado y ha triunfado, Michelsen, Correa, el Banco del Estado, Mosquera, está ahora demostrando la inocencia de un hombre.
Le contesté a Yamid:
Esto es una farsa. Es un engaño a la opinión pública afirmar que ha habido un fraude de esa dimensión cuando eso no es cierto. Considero muy grave que el gobierno de Colombia vaya al exterior y presente una demanda cuyas pruebas son falsas. Landes es inocente de estas acusaciones. Hacerle creer a la gente que se está persiguiendo un caso de corrupción que no existió, eso es un engaño tremendo. Eso es un abuso de poder. (Lea completa la entrevista a Alberto Donadio, autor del libro “Palacino es inocente”)
Verbatim, textualmente, palabra por palabra, puedo decir lo mismo hoy, veinte años después, sobre las falsas acusaciones contra Palacino. Se ha engañado a la opinión pública, se ha cometido un abuso de poder.
La amiga periodista no fue la única persona que se comunicó conmigo a raíz de esas columnas publicadas en la revista Semana. También me contactó un abogado que conoció a Palacino a raíz de la liquidación de una cooperativa. Esto fue lo que me dijo:
Palacino era el representante del gremio de las cooperativas, por eso lo conocí. Personaje muy sensato, muy inteligente. Era presidente de la junta directiva de Confecoop, el gremio de las cooperativas. Tuvimos relaciones muy técnicas y fue siempre muy respetuoso. Luego me invitó a trabajar en el proyecto del grupo cooperativo más grande del mundo, el Grupo Mondragón, que quería ampliar sus negocios a Colombia. Trabajé entonces en cercanía con Palacino pero el proyecto no se hizo por la crisis financiera mundial de 2008. Palacino me consultaba. Era un genio en las reuniones. No tenía equipo gerencial. Se lo dije a él. Me aceptaba mi palabra y me decía ayúdeme a mejorar. Me pidió concepto sobre Villa Valeria, un complejo suntuoso, divino, se hizo con recursos de crédito. Claro hubo lagartos que compraron suites. A mí me ofreció suites por ser golfista, le dije no hay la más mínima posibilidad de que compre porque no tengo apartamento propio, vivo en arriendo y mi señora me bota si compro una suite en los Llanos. Palacino se ganó la enemistad de las clínicas del país. Mencionar a Palacino en Marly, Fundación Santa Fe, Clínica del Country, era mencionar al diablo. A Palacino lo veían como un aparecido. Lo veían como una amenaza serísima para las IPS (clínicas).
Me envió la resolución de multa por la integración vertical (es decir por tener Saludcoop clínicas). Estudié la resolución. Le propuse que sacara las clínicas de los estados financieros de Saludcoop y las pusiera en fideicomisos titularizados, así podía seguir contratando con ellas pues no valía la pena pelear con las clínicas privadas. Me dijo que era una gran idea pero que él estaba enardecido con la multa. Palacino me dijo: Me sacan en hombros o me sacan para la enfermería. Yo le dije creo que lo sacan para la enfermería. La intervención de Saludcoop me dolió mucho. Lo usaron de conejillo. Jamás vi en él un hombre deshonesto. Lagartos sí había en Saludcoop, como un diablo, séquito de lagartos, pero jamás sospechas de ilícitos. En el momento de la intervención me llamó el gobierno para que yo fuera el interventor. Les dije que yo estaba impedido porque había trabajado con Palacino en Grupo Mondragón y porque no estaba de acuerdo con lo que habían hecho. Yo tenía conflicto de interés. Años después viajé con un exministro de Hacienda en un vuelo. Me dijo que a Saludcoop la acabó el gobierno y que las encuestas de satisfacción de clientes eran buenas y que las cifras de Saludcoop antes de la intervención eran buenas y que el Estado acabó con esa EPS. Palacino tenía inteligencia sobresaliente, nunca le vi ostentaciones. Muy serio pero muy sencillo. Siempre sentí que hubo una injusticia. Una vez me llamaron a la Fiscalía a declarar, dije que no vi ninguna prueba de desviación de platas a Villa Valeria. Después me quedé tomando un tinto con la fiscal y le pregunté por curiosidad a la doctora qué había contra Palacino y me dijo que no tenían absolutamente nada contra Palacino.
***
Daniel Coronell se superó a sí mismo en enero de 2023 al inventar una nueva falsedad. En www.losdanieles. com escribió:
La juez 49 penal del circuito de Bogotá encontró evidencias de que Palacino se apropió de dineros públicos que debían estar destinados a tratamientos médicos de los afiliados a Saludcoop. Con esa plata compró propiedades en Colombia y en el exterior, hizo préstamos a socios y adquirió vehículos de alta gama.
El juez 49, no la juez, no encontró esas evidencias porque el proceso que se adelantó fue por peculado por apropiación a favor de terceros, concretamente de Saludcoop, no a favor de Palacino. Ningún otro delito se le imputó a Palacino en ese proceso del juzgado 49. Si fuera cierto que el juez encontró esas pruebas, tendrían que reflejarse en la sentencia. Pero la sentencia de 318 páginas no dice que Palacino se apoderó de dineros de los tratamientos médicos, no dice que con esos dineros compró propiedades en Colombia y en el exterior, no menciona ningún inmueble de Palacino en el exterior. Se trata de una calumnia monda y lironda de Coronell. Se trata de un fraude perpetrado de viva voz contra los lectores de www.losdanieles.com. A raíz de esa columna publicada el 15 de enero de 2023 en www.losdanieles.com, le pregunté a Carlos Palacino por sus propiedades en el exterior. Contestó que no tiene ni ha tenido propiedades en el exterior. Podría no estar diciendo la verdad. Pero como es imposible probar una afirmación negativa, corresponde al acusador suministrar las pruebas, cosa que Coronell no hizo.
En una de las páginas históricas de la prensa universal, el escritor Émile Zola publicó en 1898 en el periódico L’Aurore una carta de página entera dirigida al presidente de la república con el título “J’Accuse...!”, proclamando la inocencia del capitán del ejército Alfred Dreyfus, falsamente acusado del delito de traición que cometió otro oficial pero que se le imputó a él por ser judío. Ese día se vendieron 200.000 ejemplares del periódico. Zola pidió la revisión del proceso. Dreyfus estaba preso en la Isla del Diablo en la Guayana Francesa, pagando una condena a cadena perpetua.
Siguiendo el ejemplo de Zola, acuso a los funcionarios que propalaron imputaciones deleznables y que aniquilaron una institución que funcionaba con mayor eficiencia que los organismos que ellos dirigían. Zola escribió: “Mon devoir est de parler, je ne veux pas être complice”. “Mi deber es hablar, no quiero ser cómplice”.
Zola también reprobó “la presse immonde” que se puso de parte del crimen de Estado. El periodismo investigativo no debe ser prensa inmunda. Existe para denunciar los abusos de poder, no para encubrirlos.
Lea completa la entrevista a Alberto Donadio, autor del libro “Palacino es inocente”.
Prólogo del libro “Palacino es inocente”, editorial Sílaba.