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Cannabis y tabaco: un matrimonio potencialmente lucrativo, pero inconveniente

Últimamente, se han reportado alianzas internacionales entre compañías tabacaleras y productoras de cannabis. Seguro traerán importantes inyecciones de fondos al sector de cannabis, que cada vez enfrenta más retos económicos. Pero, ¿cuál es el precio de estos tratos?

Paola Cubillos *
31 de agosto de 2023 - 12:47 a. m.
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Foto: Diego Peña Pinilla
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Dos movimientos inusuales han sido reportados en la prensa internacional en los últimos meses sobre la entrada de las tabacaleras en el sector cannabis: La multinacional tabacalera estadounidense Philip Morris adquirirá la empresa israelí de inhaladores de cannabis para uso médico Syqe Medical por 650 millones de dólares, lo que la convertirá en una de las mayores empresas del sector mundial del cannabis; hace poco, la compañía estadounidense Charlotte’s Web Holdings, cuya historia fue presentada a todo el mundo mediante los documentales de CNN, anunció hoy que ha formado una empresa conjunta con una empresa de desarrollo de fármacos botánicos y filial de British American Tobacco, la que aportaría 10 millones de dólares a esta iniciativa. La empresa conjunta se creó con la intención de lograr la aprobación de la FDA de un nuevo fármaco botánico para una condición neurológica de interés para los directivos de Charlotte’s Web y BAT. (Puede leer: Crean “subcomisión” en el Congreso para que haya más diálogo sobre reforma a la salud)

Anteriormente, compañías canadienses que operan en el sector del cannabis de uso adulto, habían recibido dineros de las tabacaleras. En 2018, Altria Group, la empresa matriz de Philip Morris International invirtió $ 1.8 mil millones en Cronos Group, dando a Altria una participación del 45% en Cronos; e Imperial Brands, una compañía tabacalera británica, firmó un acuerdo de colaboración con Auxly Cannabis Group en el 2019, donde Imperial Brands haría una inversión en Auxly para desarrollar, producir y vender productos de cannabis.

No debe sorprenderle a nadie que las tabacaleras quieran diversificar sus portafolios y emplear las innovaciones en dispositivos de administración de nicotina usando potencialmente una sustancia psicoactiva diferente, y así ampliar el mercado potencial. Y para el sector del cannabis que no ha alcanzado las metas comerciales extremadamente sobredimensionadas que se plantearon hace algunos años, y donde se reportan frecuentemente pérdidas, sus recursos pueden ser una bendición. (Le puede interesar: El reto de atender la salud mental y los embarazos de quienes cruzan el Darién)

Sin embargo, estas relaciones pueden ser problemáticas desde muchos puntos de vista, en particular en lo que concierne a la posible aplicación médica de los cannabinoides en el tratamiento de diferentes enfermedades, teniendo en cuenta del impacto de las prácticas ya conocidas de las tabacaleras –y el fuerte lobby que pueden ejercer– en la salud pública.

El consumo de tabaco se ha relacionado con una variedad de problemas de salud graves, como diferentes tipos de cáncer, enfermedades cardíacas y otras enfermedades respiratorias crónicas. Históricamente, y a medida que los riesgos para la salud asociados con el tabaco se hicieron cada vez más evidentes, las organizaciones de salud pública, los gobiernos y los grupos de defensa comenzaron a presionar por medidas más fuertes para frenar el consumo de tabaco. Actualmente existen regulaciones estrictas e iniciativas destinadas a reducir las tasas de tabaquismo y proteger la salud pública a nivel mundial, y hay importantes esfuerzos para limitar la influencia de los grupos de lobby en las regulaciones y legislación. (También puede leer: La artritis se duplicó después del covid-19)

Hay motivos de preocupación importantes cuando las tabacaleras quieren entrar al sector médico apoyando investigación, como podría suceder en los dos casos citados: el contexto más amplio de los esfuerzos de salud pública para reducir los daños asociados con el consumo de tabaco, se han creado acuerdos internacionales, como el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco que no solo que describe un conjunto integral de medidas para reducir el consumo de tabaco y sus efectos nocivos, si no hace claras referencias a los conflictos de intereses en el contexto del control del tabaco.

El artículo 5.3 del tratado establece que al establecer e implementar políticas de salud pública relacionadas con el control del tabaco, los gobiernos deben proteger estas políticas de los intereses comerciales y otros intereses creados de la industria tabacalera. Esto incluye protegerse contra la influencia indebida de las compañías tabacaleras y garantizar que las políticas de salud pública permanezcan libres de conflictos que puedan comprometer su efectividad. (Puede interesarle: ¿Qué dice sobre Colombia el estudio más completo sobre resistencia a los antibióticos?)

Dado el potencial de sesgo y conflictos de intereses cuando los investigadores reciben fondos de las industrias que están estudiando, existe un consenso creciente dentro de la comunidad científica para restringir a los investigadores de aceptar fondos de las compañías tabacaleras. La justificación de estas restricciones se basa en la preocupación de que dicha financiación podría conducir a resultados de investigación sesgados, minimizar los daños del tabaco o impedir el progreso de políticas efectivas de control del tabaco. O simplemente contribuyen a mejorar la “buena voluntad” de estas compañías.

Estas restricciones tienen como objetivo salvaguardar la integridad y credibilidad de la investigación científica, asegurando que la evidencia utilizada para informar las decisiones políticas siga siendo imparcial y confiable. Muchas instituciones y revistas de investigación de renombre han implementado políticas que desalientan o prohíben a los investigadores aceptar fondos de compañías tabacaleras y otras industrias con intereses creados en los resultados de su investigación.

Que las compañías que operan en el sector salud, como las compañías de cannabis medicinal, estén dispuestas a aceptar dineros de las tabacaleras pueden entrar en conflictos éticos dado el reconocido papel de esta industria en la promoción de productos nocivos, cuando las empresas que producen medicinas o dispositivos médicos tienen la responsabilidad ética de priorizar la salud y el bienestar de las personas. Relaciones estrechas con las tabacaleras también se prestan para un mayor escrutinio regulatorio, pues los entes sanitarios examinan las relaciones entre empresas que operan en el sector salud y las industrias que tienen un impacto negativo en la salud, como el tabaco. (Puede leer: Organizaciones médicas y científicas llaman al Gobierno y EPS a la sensatez y al diálogo)

El avance de las tabacaleras en el sector del cannabis médico también podría representar retos para la colaboración, pues otras organizaciones médicas, grupos de defensa y agencias de salud pública pueden dudar en colaborar o apoyar a las empresas vinculadas al tabaco debido a preocupaciones sobre la credibilidad y la alineación.

El interés de las tabacaleras en el segmento del cannabis de uso adulto también plantea unos retos importantes. Actualmente, son las mismas tabacaleras productoras de dispositivos de administración de nicotina las que pretenden posicionar sus productos como unas herramientas de “reducción de daños”, apoyándose en algunas instancias en iniciativas de investigación con resultados cuestionables. Por ejemplo, con Heat Not Burn, Philip Morris International ha realizado investigaciones sobre productos de tabaco sin combustión, afirmando que estos productos producen menos productos químicos nocivos en comparación con los cigarrillos tradicionales. Sin embargo, la historia de la industria tabacalera de minimizar los riesgos y promover alternativas “más seguras” ha llevado a muchos expertos en salud pública a abordar dicha investigación con precaución.

Algunos investigadores han expresado su preocupación por la participación de PMI en la financiación de estudios y su influencia en la interpretación de los resultados. De igual manera, la Fundación para un Mundo Libre de Humo, fundada y financiada por Philip Morris International, se estableció con el objetivo declarado de avanzar en las estrategias de reducción del daño del tabaco. Sin embargo, la fuente de financiamiento de la fundación planteó preocupaciones dentro de la comunidad de salud pública sobre posibles conflictos de intereses e influencia de la industria.

Con el afán de capitalizar en el mercado de “reducción del daño”, ofreciendo alternativas para la combustión del tabaco, la intención inicial de presentar los dispositivos de calentamiento como una herramienta para que los fumadores abandonaran el cigarrillo, se ha poco a poco desdibujado. Aunque la evidencia refiere que los dispositivos electrónicos de administración de nicotina si pueden llegar a reemplazar a los cigarrillos tradicionales para los fumadores, existen dudas sobre la intención de las tabacaleras con estos productos: ¿Están realmente haciendo la transición a productos libres de humo para promover la salud pública, o simplemente buscan mantener las ganancias adaptándose a las preferencias cambiantes de los consumidores mientras siguen involucradas en una industria dañina? ¿Los productos de nicotina libres de humo realmente reducen el daño en gran medida? ¿Están estas afirmaciones respaldadas por investigaciones científicas independientes y rigurosas, o existe el riesgo de que la industria exagere los beneficios para ganar legitimidad? (Puede interesarle: La música podría reducir el dolor de los bebés en intervenciones médicas menores)

El que muchos jóvenes se hayan volcado a su extensiva utilización sin ser fumadores previos, también plantea importantes preguntas: ¿Los productos libres de humo atraen a jóvenes o no fumadores que de otra manera no habrían usado productos de nicotina? ¿Estas empresas estarían contribuyendo inadvertida o intencionalmente a la adicción a la nicotina en estas poblaciones vulnerables? ¿Están utilizando marcas atractivas, sabores o tácticas publicitarias que podrían atraer a los jóvenes?

Con una innegable trayectoria de minimización de los daños causados por sus productos y de tergiversación de los resultados de sus investigaciones, una fuerte y astuta maquinaria publicitaria, una gran capacidad de hacer lobby e influenciar las políticas públicas, y teniendo la habilidad de tender redes de grupos de influencia y presión que no den la apariencia de estar financiados por las tabacaleras directamente, es difícil pensar como un sector que apenas se construye como el del cannabis, y que tiene la posibilidad de empezar con el pie derecho, quiera adquirir las mañas y las estrategias sucias del tabaco.

Por allí van las cosas, desafortunadamente. Cada vez veremos más amalgamas entre tabaco y cannabis, y será labor de las entidades públicas entonces escudriñar estas relaciones con lupa y establecer restricciones significativas a la industria si el interés verdadero es salvaguardar la salud de los ciudadanos – y no solo de generar dinero a como dé lugar.

(Mientras se escriben estas palabras, una ciudad alemana se prepara para ofrecer una gran feria de tabaco y productos asociados, donde compañías de cannabis ofrecerán sus servicios, y se darán charlas sobre el cannabis, incluyendo el cannabis con fines médicos).

*M.D, Miembro de la Sociedad Latinoamericana Interdisciplinaria de Cannabinología.

Por Paola Cubillos *

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