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Numerosos científicos han manifestado públicamente que han sufrido acoso tras hablar del coronavirus en pandemia. La revista Nature analiza el problema en un trabajo que ha llevado a cabo a partir de una encuesta a 321 científicos que han hablado sobre el COVID-19 con los medios o en redes sociales. Un 15 % de las personas encuestadas han recibido amenazas de muerte y un 22 %, amenazas de violencia física o sexual. (Le recomendamos: ¿Cuándo dejaremos de usar tapabocas en Colombia? No será en el partido contra Ecuador)
Nature relata, por ejemplo, el caso de la médica de enfermedades infecciosas Krutika Kuppalli, que llevaba apenas una semana en su nuevo trabajo en septiembre de 2020, cuando alguien la llamó por teléfono a su casa y la amenazó de muerte.
Kuppalli, que acababa de mudarse de California (EE. UU.) a la Universidad Médica de Carolina del Sur, en Charleston, llevaba meses lidiando con el acoso online tras haber dado entrevistas en los medios de comunicación sobre el COVID-19 y su miedo aumentó al recibir una llamada amenazándola de muerte. “Me puso muy ansiosa, nerviosa y alterada”, declara Kuppalli, que ahora trabaja en la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra, Suiza. Ante una segunda llamada parecida la policía le sugirió que se comprase un arma. La experiencia de Kuppalli durante la pandemia no es aislada. (Puede leer más sobre coronavirus y salud aquí)
El trabajo de Nature, que se basa en un primer sondeo que realizó el Science Media Centre australiano (AusSMC) entre investigadores de COVID-19, indica que la situación es preocupante. Del SMC de Australia recogieron un total de 50 testimonios, de los cuales seis (12 %) declararon haber recibido amenazas de muerte y otros seis dijeron haber recibido amenazas de violencia física o sexual.
La encuesta recoge agresiones que van desde ataques a la credibilidad y a la reputación hasta amenazas físicas, que en algunos casos se materializaron. “Seis científicos dijeron que habían sido atacados físicamente. La encuesta se realizó de forma anónima, pero sabemos que su procedencia era: tres en el Reino Unido, uno en Nueva Zelanda y dos en EE UU. También ha habido algunas denuncias públicas de agresiones, como la del consejero científico jefe del Reino Unido, Chris Whitty, que fue agarrado y empujado en la calle. Algunos científicos denunciaron también el envío de cartas con pólvora a su casa”, dice a SINC, Richard Van Noorden, editor de la revista. (Le puede interesar: ¿Tomar una aspirina diaria por prevención? Científicos ya no lo recomiendan)
La encuesta se distribuyó por correo electrónico después a científicos que contribuyen habitualmente en los contenidos de los SMC del Reino Unido, Alemania, Canadá, Taiwán y Nueva Zelanda. Nature también la envió a investigadores de EE. UU. y Brasil que habían sido citados de forma destacada en los medios de comunicación. Del total, alrededor de tres cuartas partes de los encuestados procedieron de Reino Unido, Alemania o Estados Unidos.
De ellos, la cuarta parte de los encuestados dijo que “siempre” o “habitualmente” recibía comentarios de trolls o ataques personales tras hablar sobre COVID-19. Más del 40 % se sintieron afectados emocional o psicológicamente.
Michael Head, investigador principal de salud global, Universidad de Southampton (Reino Unido), cuenta: “Yo mismo he recibido muchas amenazas a lo largo de la pandemia. Para los que hemos combatido la desinformación antivacunas desde antes de la pandemia, la presencia de estos intentos de intimidación es desgastante, pero no es sorprendente. También me gustaría añadir un punto importante: como académico blanco y hombre, me imagino que soy mucho menos propenso a recibir estas agresiones que un científico que hace un trabajo similar pero de un grupo demográfico diferente”.
“Es difícil decir si la incidencia de las amenazas serias, es decir, amenazas de muerte o amenazas de violencia física o sexual, o ataques a domicilio, ha aumentado, porque no existe ninguna encuesta previa en la que se preguntara a tantos investigadores sobre ello”, enfatiza Richard Van Noorden.
Las agresiones los alejan de los medios
Las personas encuestadas que declararon haber sufrido trolling en línea o ataques personales fueron más propensas a afirmar que sus experiencias habían afectado su voluntad de hablar con los medios de comunicación. Otros manifestaron que dudaban si hablar sobre algunos temas porque veían el impacto negativo que habían sufrido compañeros de profesión.
En general, los científicos apreciaron sus interacciones con los medios de comunicación a pesar de estas experiencias. El 85 % las calificaron como “siempre” o “casi siempre” positivas, el 84 % dijo que pudo hacer llegar su mensaje al público y el 63% que hablar con los medios fue personalmente gratificante.
Eso es preocupante durante una pandemia que ha estado acompañada de una oleada de desinformación, dice Fiona Fox, directora ejecutiva del UK Science Media Center (SMC) en Londres a Nature. “Es una gran pérdida si un científico que estaba comprometido con los medios de comunicación, compartiendo su experiencia, es sacado de un debate público en un momento en el que nunca lo habíamos necesitado tanto”, dice.
¿Cómo hacer frente a este acoso?
El artículo de Nature señala que la Royal Society de Canadá creó en mayo un grupo de trabajo sobre “protección del asesoramiento público”, en respuesta a lo que percibía como un aumento de los ataques a científicos y funcionarios de salud pública.
Existen algunos consejos también para los científicos por parte del SMC de Reino Unido sobre cómo hacer frente al acoso. “Este documento se creó por primera vez en 2013 y se actualizó en 2019, para responder a algunas preocupaciones anteriores”, indica Richard Van Noorden.
El editor señala algunas medidas que las instituciones pueden tomar, como eliminar los datos de contacto de los científicos de los sitios web; proporcionar personal que ayude a filtrar los correos electrónicos, las llamadas y los mensajes de las redes sociales; facilitar el acceso a los agentes de seguridad del campus; hacer declaraciones públicas condenando los abusos; o remitir las amenazas muy extremas y específicas a la policía.
“Es necesario investigar más a fondo si alguna institución individual está equipada para hacer esto. En particular, los encuestados afirmaron que cuando contaron sus problemas a su empleador, este les apoyó en un 80 % de las ocasiones, pero esto sugiere que uno de cada cinco no lo hizo, y escuchamos al menos un caso (de alguien que no quiso ser nombrado) en el que la institución no proporcionó apoyo hasta que se le insistió mucho. Un hecho que recoge el artículo”, concluye.