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Si usted fuera un fumador en Brasil, el precio que tendría que pagar por un cigarrillo sería el doble del que le cobrarían en Colombia. Para poder calmar la ansiedad tendría que desembolsillarse, aproximadamente, 2,54 dólares para obtener una cajetilla, algo así como $6.604 (pesos colombianos). ¿Lo haría? ¿Daría esa cantidad de dinero para saciar las ganas de fumar?
Durante la última década una de las estrategias que ha adoptado Brasil para reducir el tabaquismo ha sido incrementar la cantidad de impuestos sobre el cigarrillo. Gracias a esa apuesta, aconsejada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lograron algo que parecía impensable: que los fumadores adultos se redujeran en un 46%. El cálculo de las autoridades sanitarias era simple. Si a un ciudadano le tocan el bolsillo, lo más probable es que por los altos precios se abstenga de fumar.
Esa es la misma fórmula sobre la que la OMS volvió a llamar la atención hace un par de días. En su informe sobre ‘La epidemia global de tabaco, 2015’, el organismo recalcó la eficiencia de esa receta. “El aumento de los impuestos es una de las más eficaces —y rentables— maneras de reducir el consumo de productos que matan, al tiempo que se generan ingresos sustanciales”, sentenció su directora, Margaret Chan.
El llamado lo hacía mostrando ejemplos como el de Estados Unidos o Turquía, donde sucedió algo similar a lo de Brasil. En los últimos diez años el país asiático elevó la tasa de impuestos al 65%, lo que triplicó el precio de los cigarrillos. Eso desembocó en una disminución de las ventas (12%) y en una reducción del 27% del tabaquismo. Sin embargo, otras son las cifras que muestra Fedetabaco. Basados en el Informe Contrabando de Países de América Latina 2014, elaborado por la firma KPMG LLP, aseguran que el 29% del consumo en Brasil no es doméstico. Las marcas paraguayas que entran por contrabando, predominan en el mercado. En el 44% de los puntos de venta cariocas los almacenan y los venden.
Pero la alerta que esta vez lanzó la OMS intenta ser un poco más amplia. Su sugerencia es que los países impongan impuestos que representen más del 75% del precio de venta de una cajetilla. En el mundo 33 naciones han adoptado el consejo. De ellas, solo una es latinoamericana (Chile, con 81%). En Ecuador esa cifra es del 70% y en Venezuela del 71%.
En Colombia, ese porcentaje, de acuerdo al informe, equivale al 49%. Y aunque en los últimos años ha habido intentos por incrementarlo, las discusiones han desembocado en disputas difíciles de zanjar. El último se hizo a finales de 2014 cuando se estaba planeando la reforma tributaria. El solo anuncio provocó el disgusto de varios gobernadores y protestas de tabacaleros. Un aumento, decían, perjudicaría a unas 6.000 familias que viven del cultivo de tabaco y de paso, permitiría que se disparara el contrabando.
La razón de ese último argumento, en palabras de Heliodoro Campos, presidente de Fedetabaco, federación que asocia a esos agricultores, es sencilla: “El contexto de Colombia es muy distinto al de otros países. Subirle el precio al cigarrillo es abrirle un boquete al contrabando porque no hay un control estricto. En vez de caer el consumo, lo que descenderá será el recaudo de impuestos y la inversión en salud, pues lo que se recolecta en términos de tabaco se destina a ese sector. Los agricultores se verán afectados. Además, el que es fumador siempre seguirá fumando”.
Aunque ese punto parece ser una constante en otros países. La OMS lo advierte en su informe. “La industria siempre se ha opuesto a las medidas de control (...) Hace afirmaciones espurias sobre el daño económico causado por el aumento de impuestos que no están confirmadas por la evidencia. Una usual es que los impuestos más altos conducen a un aumento del contrabando y el comercio ilícito”.
En Colombia, de hecho, no hay suficientes estudios que muestren esa relación. Sin embargo, algunos elaborados por Fedesarrollo concuerdan con Campo. En uno llamado ‘Caracterización del mercado de los cigarrillos en Colombia (2008 - 2012)’, se asegura que “entre esos años el consumo de cigarrillos se redujo 6%, pero el contrabando creció en 572,6%”. Otro, publicado en 2012 en la cartilla 'Contrabando de cigarrillos y tributación en Colombia', reitera ese punto pero alerta la culpabilidad de las autoridades y su falta de coordinación.
A la hora de hacer un balance también hay que tener en cuenta que no hay estudios avalados por la DIAN. Así lo cree Yul Francisco Dorado, director de Corporate Accountability International, una ONG que desde hace diez años le hace seguimiento al Convenio Marco para el Control del Tabaco en el país. Según él, ejemplos como los de Brasil, muestran la eficacia de la medida de la OMS. “Colombia es el segundo de América Latina con el impuesto más bajo al cigarrillo después de Paraguay. Es una pena. Además, está en mora de ratificar el protocolo de comercio ilícito de la OMS. Y eso, al igual que la aprobada Ley anticontrabando, será un mecanismo para luchar contra el comercio ilícito”, asegura.
Pero para dimensionar la advertencia de la OMS habría que añadirle otro ingrediente esencial: el impacto del tabaquismo en la salud pública. De acuerdo a cifras del 2014 del MinSalud, uno de cada diez colombianos muere por cáncer atribuido al cigarrillo. De su excesivo uso se desprenden las enfermedades que encabezan el ránking de las muertes en nuestro país, como la cardiopatía isquémica, que mata a 79 de cada 100.00 colombianos al año y la enfermedad cerebrovascular, que cobra la vida del 8.7% de las mujeres. Eso, sin contar que por cada peso que se recauda por los impuestos al cigarrillo, se gastan $8 para tratar las enfermedades que produce. Y esa diferencia nos está costando unos $3,1 billones, es decir, solo un billón menos de lo que invirtió el Gobierno para construir las primeras 100 mil viviendas gratis.