Coca-Cola y Pepsi pagan para no ser vinculados con obesidad
Un estudio revela la lista de asociaciones científicas, universidades y agencias del gobierno de EE. UU. que durante los últimos cinco años recibieron dinero de estos dos gigantes de las gaseosas para ayudar a ocultar sus vínculos con la obesidad y otras enfermedades.
Redacción Salud
Así como en su momento las tabacaleras y empresas de alcohol financiaron a investigadores y líderes de opinión para que desviaran el debate sobre los impactos que tenían sus productos en la salud, lo mismo está ocurriendo actualmente con la industria azucarera, que viene invirtiendo importantes recursos económicos para limpiar su imagen y no ser relacionada con enfermedades como la obesidad, la diabetes y el aumento de caries.
Un estudio publicado en la revista científica de la Asociación de Medicina Preventiva de Estados Unidos revela que las principales fábricas de bebidas azucaradas del mundo, Coca-Cola y PepsiCo, financiaron en los últimos cinco años a 96 organizaciones que tienen un papel importante en la promoción de hábitos saludables de ese país, además de influenciar en la legislación nacional para que su negocio no se viese afectado.
Entre 2011 y 2015, las dos gigantes del azúcar “presionaron contra 29 proyectos de ley de salud pública destinados a reducir el consumo de refrescos o mejorar la nutrición”, apunta el estudio. Se trata de proyectos legislativos que pretendían aumentar los impuestos sobre estas bebidas, reglamentar la publicidad y colocar etiquetas de advertencia sanitaria, tal como la tienen los cigarrillos ahora, para que la gente conozca las consecuencias de su consumo.
Esa larga lista la conforman prestigiosas organizaciones, como la Asociación de Diabetes de EE. UU. y la Fundación de Investigación de la Diabetes Juvenil, así como la Sociedad Estadounidense de Cáncer, la Asociación Estadounidense de Medicina, la Cruz Roja y el Centro de Control de Enfermedades (la principal agencia del Gobierno encargada de la protección de la salud), entre otras, quienes firmaron millonarios contratos con estas poderosas empresas.
“Las organizaciones de salud deberían rechazar el patrocinio ofrecido por las empresas de refrescos y encontrar otras alternativas de financiación. Al aceptar el dinero generan un conflicto de intereses, lo que introduce un sesgo subconsciente a favor de la empresa donante. Las lecciones se pueden aprender de la historia, cuando las tabacaleras daban dinero a las organizaciones que trabajaban con temas de violencia doméstica, hambre y el progreso de las minorías”, recomiendan los autores de la investigación, Daniel Aaron y Michael Siegel, de la Universidad de Boston.
El estudio pone como ejemplo a la ONG Save the Children, que en un principio apoyó la lucha de los impuestos a las bebidas azucaradas y después, en 2010, cuando recibió US$5 millones de Coca-Cola y PepsiCo, dejó atrás su lucha.
También están involucradas las prestigiosas universidades de Harvard, Washington, Georgia y Carolina del Sur. Mientras en el otro extremo se encuentran la Academia de Nutrición y Dietética, la Academia de Pediatría de EE. UU y el Colegio Estadounidense de Cardiología, que decidieron no volver a renovar contratos con Coca-Cola desde 2015, cuando The New York Times reveló que la compañía había donado US$1,5 millones para la creación del Global Energy Balance Network, un grupo formado por científicos que intentaban devaluar el papel de las bebidas azucaradas en la epidemia mundial de obesidad, atribuyéndola a la falta de ejercicio físico.
En efecto, las cifras son preocupantes. El año pasado, investigadores de la Universidad de Harvard y el Imperial College de Londres calcularon que el consumo de bebidas azucaradas provoca 133.000 muertes al año por diabetes, otras 45.000 por enfermedades cardiovasculares y 6.450 más por diferentes tipos de cáncer. De ahí que la Organización Mundial de la Salud (OMS) respalde un impuesto para estos productos.
Así como en su momento las tabacaleras y empresas de alcohol financiaron a investigadores y líderes de opinión para que desviaran el debate sobre los impactos que tenían sus productos en la salud, lo mismo está ocurriendo actualmente con la industria azucarera, que viene invirtiendo importantes recursos económicos para limpiar su imagen y no ser relacionada con enfermedades como la obesidad, la diabetes y el aumento de caries.
Un estudio publicado en la revista científica de la Asociación de Medicina Preventiva de Estados Unidos revela que las principales fábricas de bebidas azucaradas del mundo, Coca-Cola y PepsiCo, financiaron en los últimos cinco años a 96 organizaciones que tienen un papel importante en la promoción de hábitos saludables de ese país, además de influenciar en la legislación nacional para que su negocio no se viese afectado.
Entre 2011 y 2015, las dos gigantes del azúcar “presionaron contra 29 proyectos de ley de salud pública destinados a reducir el consumo de refrescos o mejorar la nutrición”, apunta el estudio. Se trata de proyectos legislativos que pretendían aumentar los impuestos sobre estas bebidas, reglamentar la publicidad y colocar etiquetas de advertencia sanitaria, tal como la tienen los cigarrillos ahora, para que la gente conozca las consecuencias de su consumo.
Esa larga lista la conforman prestigiosas organizaciones, como la Asociación de Diabetes de EE. UU. y la Fundación de Investigación de la Diabetes Juvenil, así como la Sociedad Estadounidense de Cáncer, la Asociación Estadounidense de Medicina, la Cruz Roja y el Centro de Control de Enfermedades (la principal agencia del Gobierno encargada de la protección de la salud), entre otras, quienes firmaron millonarios contratos con estas poderosas empresas.
“Las organizaciones de salud deberían rechazar el patrocinio ofrecido por las empresas de refrescos y encontrar otras alternativas de financiación. Al aceptar el dinero generan un conflicto de intereses, lo que introduce un sesgo subconsciente a favor de la empresa donante. Las lecciones se pueden aprender de la historia, cuando las tabacaleras daban dinero a las organizaciones que trabajaban con temas de violencia doméstica, hambre y el progreso de las minorías”, recomiendan los autores de la investigación, Daniel Aaron y Michael Siegel, de la Universidad de Boston.
El estudio pone como ejemplo a la ONG Save the Children, que en un principio apoyó la lucha de los impuestos a las bebidas azucaradas y después, en 2010, cuando recibió US$5 millones de Coca-Cola y PepsiCo, dejó atrás su lucha.
También están involucradas las prestigiosas universidades de Harvard, Washington, Georgia y Carolina del Sur. Mientras en el otro extremo se encuentran la Academia de Nutrición y Dietética, la Academia de Pediatría de EE. UU y el Colegio Estadounidense de Cardiología, que decidieron no volver a renovar contratos con Coca-Cola desde 2015, cuando The New York Times reveló que la compañía había donado US$1,5 millones para la creación del Global Energy Balance Network, un grupo formado por científicos que intentaban devaluar el papel de las bebidas azucaradas en la epidemia mundial de obesidad, atribuyéndola a la falta de ejercicio físico.
En efecto, las cifras son preocupantes. El año pasado, investigadores de la Universidad de Harvard y el Imperial College de Londres calcularon que el consumo de bebidas azucaradas provoca 133.000 muertes al año por diabetes, otras 45.000 por enfermedades cardiovasculares y 6.450 más por diferentes tipos de cáncer. De ahí que la Organización Mundial de la Salud (OMS) respalde un impuesto para estos productos.