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Colombia, en un punto crítico en el desabastecimiento de medicamentos

Las medicinas que suelen usarse en las unidades de cuidados intensivos están escaseando a medida que llegan más pacientes con COVID-19. Al parecer, esta vez el problema no se puede resolver fácilmente.

Sergio Silva Numa
30 de diciembre de 2020 - 02:30 a. m.
La escasez de Propofol, Etomidato y de Midazolam tiene muy preocupados a los médicos.  / AFP
La escasez de Propofol, Etomidato y de Midazolam tiene muy preocupados a los médicos. / AFP
Foto: AFP - ALBERTO PIZZOLI
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A mediados de agosto publicamos en El Espectador un artículo titulado “Esfuerzo nacional para evitar el desabastecimiento de medicamentos”. Era un recuento sobre un problema que empezaba a aparecer a medida que crecían los casos de COVID-19 y llegaban más pacientes a las unidades de cuidados intensivos (UCI). Las medicinas para atender a esas personas escaseaban, pero los esfuerzos de varios actores estaban atajando los inconvenientes. Hoy, cuatro meses después, la situación es muy distinta. Para utilizar las palabras de Leonardo Arregocés, a cargo de la Dirección de Medicamentos del Ministerio de Salud, Colombia ahora está en el límite. “Es el punto más crítico que hemos vivido hasta el momento”. (Lea Esto es lo que debe saber para entender el mundo de las vacunas)

Esa preocupación se ha extendido poco a poco por las regiones. En Barrancabermeja la Unidad Clínica La Magdalena restringió el acceso a las UCI porque no tenían suficientes medicamentos. En Risaralda declararon alerta roja porque las UCI se llenaron y casi no había fármacos para tratar a todos los enfermos. El 29 de diciembre la Sociedad Caldense de Anestesiología le envió una carta al director de Salud de ese departamento explicándole lo que estaba sucediendo: “Es altamente probable que la situación tienda a empeorar y se vea agravada por el desabastecimiento de los medicamentos anestésicos que también son empleados para la sedación de pacientes en estado crítico”.

Un día antes la Sociedad de Anestesiología y Reanimación del Atlántico había publicado otra alerta más. “La aparición de nuevos casos de COVID-19, acompañados del desabastecimiento de medicamentos utilizados diariamente en la práctica de la anestesiología y en las UCI para el manejo de los pacientes nos puede llevar a una crisis hospitalaria nacional”, escribieron.

José Luis Méndez, presidente de Asinfar, que reúne a buena parte de los laboratorios nacionales, resume todo lo anterior con una frase: “Lo que está pasando y lo que puede venir no es nada alentador”.

El asunto es el siguiente: para tratar a quienes llegan a las UCI, los médicos necesitan varios fármacos. Usualmente utilizan relajantes musculares, analgésicos y sedantes que permiten, por ejemplo, que un ventilador no le haga daño a alguien con los pulmones deteriorados. Sin ese grupo de medicinas intubar a un paciente es, prácticamente, una tarea imposible.

Desde que a principios de año varias sociedades científicas advirtieron que ese sería uno de los desafíos que vendrían con la pandemia, poco a poco se sumaron esfuerzos para sortearlo. Mesas de trabajo conjuntas con el Minsalud, Invima y laboratorios fue uno de los mecanismos para encontrar salidas. Declarar esos productos como “vitales no disponibles” fue otra de las soluciones para agilizar su importación. Una más, entre tantas, consistió en divulgar protocolos de uso de esos medicamentos y en hacer pactos para evitar malas prácticas (como “acaparamiento”).

Pero ahora, como cuenta Mauricio Vasco, presidente de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (SCARE), hay una serie de factores que están complicando el panorama. El primero, claro, es el incremento de casos de COVID-19 y el aumento de la ocupación de UCI. Ya varios departamentos como Santander, Norte de Santander, Tolima, Valle del Cauca y Antioquia tienen menos del 35% de las camas en UCI disponibles (unos, incluso, solo el 17 %).

A esto hay que sumarle que, a diferencia de hace unos meses, los hospitales empezaron a recibir pacientes con otras necesidades como personas que tenían cirugías pendientes o heridos en accidentes de tránsito o en riñas. Buena parte de ellos han necesitado, por diversas razones, estos medicamentos.

Hay otro factor clave es muy difícil de sortear: a medida que los casos de COVID-19 han incrementado en Europa y en Estados Unidos, estas regiones también han requerido esas medicinas. Además, India, donde se fabrican buena parte de los genéricos que consume el planeta, al parecer ha incrementado su consumo por los mismos motivos.

“En México están en una situación similar. Ecuador y Perú se han comunicado con nosotros solicitándonos medicamentos. Es un problema global que deja a los países de América Latina en un escenario muy difícil”, admite Arregocés. “Tenemos grupos con otros países de la región y todos presentan desabastecimiento”, complementa Juan Pablo Osorio, presidente de la Asociación Colombiana de Químicos Farmacéuticos Hospitalarios (Acqfh).

De hecho, la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE. UU. (FDA, por su sigla en inglés) ha advertido que hay desabastecimiento de algunos de los anestésicos más utilizados (el propofol y el etomidato) y de un popular sedante: el midazolam. Justamente, explica Arregocés, estos fármacos están en el grupo más inquietante. Para analgésicos como el fentanilo, que siguen preocupando, ya hay una mejor oferta.

El problema, para usar las palabras de Vasco, es que esta situación desencadena una especie de efecto dominó. Hay pacientes de otras áreas que empiezan a verse afectados por la escasez de estas medicinas. Personas con cáncer o quienes necesitan cirugías de manera urgente o requieren de cuidados paliativos son algunos de ellos.

Para resolverlo, médicos y químicos farmacéuticos han tenido que recurrir a otras alternativas, como administrar medicamentos anestésicos inhalados, pero eso, asegura Osorio, es un procedimiento más complejo que requiere un personal entrenado. “Se han hecho muchos esfuerzos con todos los actores, pero ya hay situaciones muy críticas. Se ha favorecido el acceso, pero es insuficiente. Al principio de la pandemia se concentraron los esfuerzos en adquirir ventiladores y ampliar la capacidad de UCI, y nosotros advertimos que esto iba a pasar”, dice.

¿Qué hacer?

¿Cuál es, entonces, la solución? ¿Cómo adquirir medicamentos en un complejo mercado global, en el que se han vuelto a incrementar los casos de COVID-19?

Encontrar una respuesta a esos interrogantes es muy difícil. Méndez, de los laboratorios colombianos, dice que están haciendo todo lo posible, pero hay proveedores que no encuentran quién les venda para importar. Arregocés, del Minsalud, espera que en enero se atenúe el desabastecimiento, pero sabe que depende de lo que suceda en otros países. Su recomendación, por el momento, es que los departamentos creen comités de desabastecimiento y las IPS sigan las recomendaciones de las sociedades científicas para encontrar alternativas terapéuticas. También les pide que sean solidarias entre ellas. Suspender las cirugías no prioritarias es otra de las sugerencias que ha hecho el Ministerio y las sociedades de anestesiología.

Con lo que todos están de acuerdo es que la mejor manera de evitar una verdadera tragedia es insistir en el autocuidado. “Lo que sucedió en la final del fútbol colombiano es muy triste. O ver que se acaban los toques de queda y luego la gente sale a fiestas. No puede continuar esa situación. Necesitamos evitar que haya más contagios y más pacientes en UCI”, señala Vasco.

Para él, todo esto nos debe hacer reflexionar sobre un asunto de fondo que hemos repetido en estas páginas: “No podemos depender de las importaciones. Colombia debe tener ya una estrategia para producir medicamentos de manera local”.

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