La propuesta que lleva Colombia a la asamblea de la OMS
Es muy probable que el país logre la aprobación de una resolución en la Asamblea Mundial de la Salud que busca que los Estados fortifiquen con ácido fólico alimentos como el maíz, el trigo o el arroz. Hacerlo previene en cerca de un 70 % los casos de defectos de tubo neural, un tipo de malformaciones congénitas que afectan a tres de cada mil bebés nacidos.
Juan Diego Quiceno
Si todo sale como está planeado, Colombia logrará la aprobación de la Asamblea Mundial de la Salud (el máximo ente de la Organización Mundial de la Salud) de una histórica resolución que podría salvar la vida de miles de niños en el mundo. El país le propondrá este sábado al pleno de la OMS (los 194 estados que hacen parte de la organización) dictar una política que acelere la fortificación de los alimentos más básicos de consumo. Colombia ya cuenta con el apoyo de más de 35 Estados a su propuesta.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Si todo sale como está planeado, Colombia logrará la aprobación de la Asamblea Mundial de la Salud (el máximo ente de la Organización Mundial de la Salud) de una histórica resolución que podría salvar la vida de miles de niños en el mundo. El país le propondrá este sábado al pleno de la OMS (los 194 estados que hacen parte de la organización) dictar una política que acelere la fortificación de los alimentos más básicos de consumo. Colombia ya cuenta con el apoyo de más de 35 Estados a su propuesta.
La resolución, titulada “Acelerar los esfuerzos para prevenir las carencias de micronutrientes, la espina bífida y otros defectos del tubo neural mediante un enriquecimiento de alimentos seguro y eficaz”, ya fue aprobada en febrero pasado por el Comité Ejecutivo de la OMS (integrado por nueve Estados elegidos por el pleno), lo que augura que la Asamblea dará el visto bueno. ¿Qué es, entonces, la fortificación de alimentos y por qué podría y salva ya millones de vidas?
Puede ver: El caso de violencia obstétrica en Chocó que llevó a la condena del Estado
La clave de lo que comemos
La ciencia de la nutrición y la búsqueda para mejorar la dieta humana han tenido un importante y rápido avance en los últimos 50 años. Aunque hoy parezca lógica la relación entre lo que comemos y nuestra salud, hace un siglo no era tan fácil suponer que existe un vínculo, por ejemplo, entre el consumo de grasas y las enfermedades cardiovasculares.
De manera paralela, tampoco se sabía con mucha certeza el papel de los nutrientes en nuestra salud. Todo comenzó a cambiar a principios de los 80, cuando un grupo de científicos confirmó que comer alimentos ricos en fibra disminuía el riesgo de padecer un cáncer colorrectal. Desde entonces, investigadores de todo el mundo han venido explorando y comprendiendo cómo algunas de las asociaciones dieta-salud operan a nivel celular y cómo eso puede ayudar al desarrollo de estrategias de prevención de enfermedades.
Poco a poco, se han comenzado a conocer asociaciones entre el aumento de la ingesta de nutrientes como el zinc, el calcio, las vitaminas A y D o el ácido fólico, para poner un par de ejemplos, con la reducción del riesgo de una variedad de enfermedades crónicas como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, la diabetes o la anemia, entre otras. Muchas de estas vitaminas están naturalmente en alimentos y nadie con una dieta equilibrada y rica debería sufrir de insuficiencia o deficiencia de ellas; pero, ahí el asunto, no todas las personas cuentan con la posibilidad de tener dietas balanceadas.
De esa realidad surgió la fortificación como una estrategia de salud pública. Básicamente, consiste en aumentar deliberadamente el contenido de uno o más micronutrientes (es decir, vitaminas y minerales) en un alimento o condimento para mejorar su calidad nutricional y proporcionar un beneficio. La clave es que ese alimento o condimento fortificado sea de consumo masivo, para llegar al mayor número de personas. A nivel mundial la primera experiencia de fortificación de un alimento fue la adición de yodo a la sal implementada en Suiza en 1920 con el propósito de bajar la prevalencia de bocio endémico.
Puede ver: La extraña mutación genética hace que una mujer no sienta dolor, ansiedad o miedo
Fue tanto su éxito que hoy más de 130 países a nivel mundial hacen esa fortificación. “En Colombia fortificamos desde 1996 la harina de trigo”, explica el profesor de la Universidad de la Sabana y neurocirujano pediatra, Kemel A. Ghotme, quien es uno de los académicos detrás de la resolución.
El país expidió ese año el decreto 1944 en el que ordena la fortificación de ese alimento con vitamina B1, vitamina B2, niacina, ácido fólico y hierro. “Sin embargo, la población vulnerable come más arroz o derivados del maíz como la arepa. Costa Rica es líder en la región, ya que fortifica todos los alimentos básicos, por eso tienen una prevalencia muy baja de malformaciones como la espina bífida en los niños”, cuenta Ghotme. La idea de la resolución es avanzar hacia allí.
Defectos del tubo neural
En la semana 12 de embarazo pasa algo clave que va a determinar el futuro del feto. “El tubo neural, una estructura que va a convertirse en el futuro cerebro y médula espinal del recién nacido, se termina de formar, de cerrar”, explica Adriana Benavides Lara, pediatra y coordinadora de la Unidad de Enfermedades Congénitas del Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud. Si para ese momento, la mujer tiene una insuficiencia o deficiencia de folatos (vitamina B-9), ese tubo no se va a cerrar.
Cuando no se cierra bien, los médicos hablan de defectos del tubo neural. “Son tres: espina bífida, que son la mayoría de los casos que logran sobrevivir; anencefalia, que es cuando el defecto es tan alto que los niños nacen prácticamente sin masa cerebral; y encefalocele, que aparece cuando el defecto de cierre del tubo es a nivel de cuello alto, y provoca que parte del encéfalo se salga por el cuello”, explica Benavides.
Se sabe que entre el 70 % y el 75 % de los defectos del tubo neural se deben a una insuficiencia de folatos, presentes en alimentos como las verduras, el jugo de naranja o los espárragos, entre otros. En 1941, el científico estadounidense Herschel Mitchell logró aislar los folatos de una espinaca. Ese compuesto sintético pasó a llamarse ácido fólico. Hoy en día las autoridades sanitarias globales recomiendan que las mujeres en embarazo deberían consumir unos 400 mcg (microgramos) de ácido fólico diarios para obtener la cantidad suficiente que las ayude a prevenir algunos defectos de nacimiento. Si desde hace mucho se sabe esto, ¿por qué es necesaria la fortificación de alimentos?
Puede ver: Una lesión prevenible en el embarazo acaba en el 90 % de los casos en muerte fetal
Hay varias cosas complicadas en este tema. “En el mundo ideal, lo que debería pasar es que las mujeres comiencen a tomar suplementos de ácido fólico tres meses antes del embarazo, por lo que es clave una consulta de preconcepción para prepararse y estar lo más saludable en el momento de la concepción; si no, la otra opción es que la mujer vaya durante las primeras semanas de embarazo, lo que no suele pasar porque la mayoría de mujeres van solo al médico después de unas semanas de retraso”, explica Ghotme.
De nada sirve, después la semana 12 de embarazo cuando ya se cerró el tubo neural, comenzar a tomar ácido fólico. Como más del 70 % de casos se puede prevenir solo con ese nutriente, su insuficiencia tiene efectos clave en la aparición de estas malformaciones. La prevalencia de Colombia en niños con defectos de tubo neural se acerca a 11 por cada 10.000 nacidos vivos, más baja que la de países como Haití, Brasil, Perú, Guatemala o Venezuela, pero mucho más alta que la de países como Costa Rica, en 4.8 niños.
“La clave de esa prevalencia ha sido la fortificación. Fuimos los primeros, junto a Estados Unidos y Canadá, en implementarla en la década de los noventa”, cuenta la doctora Benavides. El instituto en el que trabaja ha hecho un seguimiento de la incidencia y mortalidad de defectos de tubo neural desde que se comenzó a fortificar el trigo, en 1997; luego se tomó la decisión de hacer lo mismo con el maíz (1999), la leche (2001) y el arroz (2002). El país logró reducir entre un 50 % y un 70 % los casos solo con esa estrategia.
No es el único país en donde se ha visto ese impacto. Un estudio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos demostró que desde 1998, la prevalencia de nacimientos de defectos del tubo neural ha disminuido en un 35 % gracias a la fortificación con ácido fólico de los productos de cereales. “Se trata, además, de una estrategia muy rentable en términos de costo y beneficio. Fortificar una tonelada métrica de harina, por ejemplo, cuesta solo seis dólares”, hace cuentas el doctor Ghotme.
De hecho, el proceso en Colombia ha tenido participación de la industria alimentaria y se espera que al terminar la Asamblea Mundial de la Salud, el país expida un decreto para abarcar con la fortificación, además de la harina de trigo, la harina de maíz y sus derivados y el arroz en grano y sus derivados. “Esa decisión será apenas el inicio del proceso”, advierte por último Ghotme. Cuando ya sea una realidad, lo que seguirá será crear un sistema de vigilancia y monitoreo que no solo garantice que las fortificaciones sí se están llevando a cabo, sino que haga un seguimiento, tal como hizo Costa Rica, de su impacto.
Puede ver: Brasil declaró alerta sanitaria de 180 días por incremento de gripe aviar
¿Cómo hacer una fortificación?
En términos simples, el proceso de fortificación no parece demasiado complejo. “Se prepara una mezcla de micronutrientes que se aplica cuando el alimento se está produciendo. Es una preparación que no afecta el color, el sabor, el olor y que no se degrada durante la cocción”, explica Ghotme. Los decretos o resoluciones nacionales que reglamentan estas estrategias determinan las cantidades exactas de fortificaciones. Por ejemplo, en el decreto 1944 de 1996 se estipula que cada kilogramo de harina deberá tener 6 mg de vitamina B, 55 mg de Niacina, 1.54 mg de ácido fólico, 44 mg de hierro y 1.280 mg de calcio.
Luego, lo que sigue es un proceso de monitoreo. “Hay que implementar la medida, que podamos saber si la industria la está aplicando con fidelidad, comprobar que los productos tengan un empaque que indique que está fortificado porque el consumidor tiene derecho a saberlo y, por último, promover que la gente lo consuma y que los profesionales de la salud lo sigan promoviendo”, dice Ghotme. Además, y como un paso fundamental, se deben analizar los impactos. Y para eso es fundamental tener un sistema de vigilancia.
“Hay que entender el evento de defectos del tubo neural en los niños como un ciclo. No solamente hay que entender la carga de la enfermedad, es decir, vigilar la ocurrencia del evento en el país, sino que también hay que cuantificar el riesgo. Un país que no mida con encuestas nutricionales cuántas mujeres en edad fértil tienen deficiencia de ácido fólico, va a ciegas a hacer fortificación”, dice la doctora Benavides. En Costa Rica, por ejemplo, antes de decidir fortificar los alimentos, hicieron un estudio nutricional en el que descubrieron que el 30 % de las mujeres en edad reproductiva tenían deficiencia de ácido fólico. Después, con la estrategia ya andando, comprobaron que ese porcentaje había bajado a un 4%.
Puede ver: La OMS premió a la colombiana Blanca Llorente por su defensa del control del tabaco
Eso, y otras estrategias de vigilancia, ayudan a conocer con certeza el impacto de la medida. Hay que también socializar la importante de consumir estos productos en la población y erradicar algunos temores como que la comida está “intoxicada”, como se llegó a expandir en Costa Rica. Por último, finaliza Benavides, hay que involucrar a la industria desde el comienzo del proceso: “Hay que sensibilizar a la industria alimentaria. No funciona sacar un decreto que obligue, porque los ministerios cambian. Tiene que ser una política de Estado que permita dimensionar que solo con esto, se salvan miles de niños al año”.