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Conozco a varias personas que este fin de semana optaron por empezar a limitar su contacto social. La emergencia sanitaria nacional, la alerta amarilla en Bogotá y el cierre de la frontera con Venezuela les dieron motivos para restringir sus movimientos. Otros prefirieron continuar su cotidianidad. Un grupo de viejos amigos, por ejemplo, planeó días atrás una reunión en un apartamento. “Rumbiemos mientras podamos. Más vale pronto que tarde”, escribió uno en Whatsapp. “Lo que van a tener es tiempo para recuperarse del virus”, anotó otra. El sábado en la noche compartieron fotos y videos. Había unas 20 personas en un espacio reducido. Como suelen hacerlo, compartieron copas, cigarrillos y abrazos. (Lea Esta es la situación del coronavirus en Colombia en tiempo real)
No fueron los únicos que este fin de semana decidieron asistir a reuniones. Una tía insistió en ir a misa En Instagram vi fotografías de dos matrimonios. En Twitter, usuarios publicaron imágenes de largas filas a las afueras de una iglesia cristiana y videos de bares repletos de gente. Cuando evité saludar con un apretón de manos a otro par de familiares, el domingo en la noche, se burlaron por mi “exageración”. Distanciarse para evitar el SARS-CoV-2, como lo llaman en lenguaje técnico, no parece una precaución fácil de tomar en Colombia. En España, mientras tanto, donde hay más de 7.800 casos detectados y 292 muertes, un mensaje se ha vuelto viral: “Mejor, quédate en casa”. (Lea Pruebas de laboratorio, uno de los secretos del éxito frente al coronavirus)
Compararnos con otros países es difícil cuando los escenarios sociales y económicos son muy diferentes. En Colombia, “el balance entre la salud pública, libertades individuales y permitirle a la población generar ingresos es muy complejo”, apuntó en este diario Marc Hofstetter, profesor de economía de la U. de los Andes. En un texto enumeraba los desafíos que vienen en camino luego de las medidas que ha tomado el Gobierno, que ayer también cerró 24 Parques Nacionales Naturales. Reducción en ingresos en los hogares y el aumento del desempleo eran dos de ellas. Será un año de retos para el sector financiero, sentenció.
El distanciamiento social, como lo llaman los epidemiólogos, tampoco es fácil por una razón. Carolyn Cannuscio, directora del Centro para las Iniciativas de Salud Pública de la Universidad de Pensilvania (EE. UU.) se la resumió a The Atlantic en una frase: “Muchas de las recomendaciones que estamos haciendo implican aumentar la distancia entre las personas, pero estar cerca de las personas es lo que hace que la vida sea un placer”.
¿Deberíamos, entonces, los colombianos tomarnos con más seriedad la sugerencia de evitar contactos físicos y aplazar, al menos, reuniones de amigos o fiestas de matrimonio? La respuesta es sí. Como lo señalaba Hofstetter, habrá impactos muy complejos, pero la situación podrá ser peor si no hay esfuerzos para frenar la epidemia del Covid-19. Es casi un “acto de solidaridad”, han replicado varios médicos en redes sociales.
La explicación simple la aclara Julián Villabona, doctor en microbiología, cuando le pregunto si asistiría o no a una reunión de 20 amigos en un apartamento y a un matrimonio: “No, no iría a ninguna”, replica desde Reino Unido, donde está vinculado al Centro de Modelado Matemático de Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. ¿Por qué? “Porque por cada caso de Covid-19, en promedio se infectan otros 2,5. Actualmente calculamos cinco días entre una infección y la siguiente, así que esperaríamos que un caso conduzca a 244 más en un mes. Si pudiéramos reducir a la mitad la transmisión, de modo que cada persona infectara a otras 1,25, esperaríamos solo cuatro casos”.
La siguiente gráfica muestra de manera más fácil lo que sucede cuando se adoptan esas medidas. Ella resume el modelo que realizaron investigadores del Institute for Disease Modeling para observar el comportamiento de las infecciones de Covid-19 cuando se restringe la interacción física. Si se reduce el contacto social en un 25, 50 y 70 % la curva de infecciones es mucho menos pronunciada. En otras palabras, entre más severa es esa medida, hay más probabilidades de que el número de casos de Covid-19 no se duplique cada dos y tres días, que es lo que ha sucedido en varios países. Evitar el crecimiento exponencial, es como lo llaman en términos técnicos.
“Disminuir el número de personas con las que te encuentras cada día puede ser difícil, pero es increíblemente beneficioso para el público. Si cada persona disminuye su número de contactos diarios por un 25 %, esperamos apreciar una reducción del 50 % en el número de casos acumulados en el próximo mes”, escribieron los investigadores de la iniciativa Nextrain, un esfuerzo de muchos científicos por analizar, entre otras cosas, la genética de este nuevo virus y el avance de la epidemia, y mostrar, en tiempo real (y gratis), sus resultados.
Lo que ha sucedido en Corea del Sur es otro buen ejemplo para entender por qué el “distanciamiento social” (físico) es un acto de solidaridad, especialmente con las personas que pueden resultar más perjudicadas por el Covid-19: los enfermos crónicos y los adultos mayores. En ese país el primer caso de contagio se presentó el 20 de enero en una paciente que voló desde Wuhan, China. Las autoridades hicieron gran esfuerzo por rastrear a las personas con las que tuvo contacto y lograron frenar el brote al hallar a 30 de ellas. Una más, que han llamado la “paciente 31”, decidió no hacerse la prueba diagnóstica, pese a que los médicos se lo aconsejaron (muchos pacientes son asintomáticos). En cambio, los siguientes días paseó por Seúl, la capital; fue a una iglesia y, posteriormente, tomó el almuerzo en un bufé. Cuando sus síntomas empeoraron, la diagnosticaron con el Covid-19 el 18 de febrero. Ya era demasiado tarde. Había estado en contacto con muchas personas. Los cálculos varían, pero es posible que haya contagiado a otras 1.160. A partir de ese día las cifras de Corea del Sur se multiplicaron. Hoy ha detectado 8.236 casos. 75 pacientes han muerto.
Esa distancia social puede ser más drástica y necesaria a medida que avance la epidemia. Tener certeza de su comportamiento depende de muchos factores, como la capacidad de diagnosticar y encontrar nuevos casos, pero lo cierto es que hay muchos más pacientes con el virus de los que confirman los gobiernos. Italia, cuando el problema se le empezó a salir de las manos, tuvo que tomar una decisión severa: poner un horario limitado para bares y restaurantes, y cerrar áreas específicas: clubes, establecimientos educativos, gimnasios, museos, centros culturales y teatros. La gente, además, debe quedarse en casa.
Preguntar si sucederá eso en Colombia es pararse en el difícil terreno de la especulación. Para este artículo les pregunté a varias personas si compartirían unos tragos con 20 amigos en un apartamento y si se animarían a ir a un matrimonio. Julián Fernández-Niño, médico epidemiólogo y profesor de la U. del Norte, respondió que no.
“Hay que reducir el número de contactos en lo más mínimo posible. Algunas personas pueden ser asintomáticas. Si no fuera una reunión indispensable, no la haría. Si se debe hacer, no debería haber nadie con síntomas respiratorios, debería haber gel antibacterial y todos deberían evitar el contacto y lavarse las manos. Además, las sillas deberían estar a un metro y medio de distancia. Ah, y ninguno debería vivir con adultos mayores”, dice. ¿Y al matrimonio? “No, no iría”, responde. "Sé que son decisiones muy difíciles pero si hay más de 50 personas, mi recomendación es cancelarlo o, de ser imposible, hacerlo al aire libre y reducir mucho el tiempo de la ceremonia".
Juan David Martínez, director del grupo de Investigaciones microbiológicas de la U. del Rosario, opina algo similar: “En este momento no iría a una reunión con diez amigos en un ambiente cerrado. Puede haber muchas personas asintomáticas que transmitan el virus”.
Pablo Martínez, médico y magíster en antropología y salud pública, preferiría no ir al matrimonio "porque es imposible tener la totalidad de la información de las personas y la incertidumbre es más alta", pero sí a una reunión de amigos. ¿La razón? "Allí se pueden controlar las variables asociadas. Es posible manejar las distancias y se puede aprovechar para educar”.
Claramente muchas personas no cumplieron ninguna de estas medidas este fin de semana. Es difícil seguirlas cuando dependemos de la interacción social. Villabona, desde Londres, tiene un punto para añadir: “Necesitamos un distanciamiento social físico, no un distanciamiento social. De hecho, necesitamos aumentar mucho nuestras interacciones sociales y nuestra cooperación”. Redes sociales, videollamadas, reuniones de muy pocas personas son algunas de las opciones que podrían ayudar a tejer esas redes mientras se aplana la curva de la epidemia. Como le dijo la profesora Cannuscio a The Atlantic, quizás, por estas semanas “una de las mejores maneras en que podemos mostrar amor a las personas que nos importan es dar un paso atrás y mantenernos alejados”.
* Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus.